Archivo de la categoría: Historia

El tren doblegó hace 150 años la barrera de los Pirineos y abrió la puerta hacia Europa

Irun01

“Ya no hay Pirineos. Ya no hay Alpes tampoco. España, Francia e Italia, los tres grandes pueblos latinos, se dan la mano a través de las cordilleras de montes que los dividían”. Gustavo Adolfo Bécquer, el más célebre de nuestros escritores románticos, celebra de esta forma la llegada del ferrocarril hasta tierras francesas por el puente transfronterizo de Irun-Hendaya. La festividad de la Virgen es la fecha elegida (15 de agosto de 1864) para este acontecimiento histórico. San Sebastián, la ciudad donde se concentran los fastos.

Una treintena de periodistas -en su mayor parte directores de los medios más importantes del país- acuden en en el tren regio camino de la inauguración de la línea Madrid-Hendaya y las fiestas que se organizan ese 15 de agosto. Los responsables de ‘La Época’ y ‘El Contemporáneo’, que lideran el ‘ránking’ de difusión periodístico, van en la expedición que la compañía Caminos de Hierro del Norte de España ha organizado para “este acto solemne preparado por la ciencia y el trabajo”, como glosan en algunas de sus columnas los cronistas. Destaca sobre todos Gustavo Adolfo Bécquer, la pluma periodística más sobresaliente que viaja en la gira que encabeza el rey Francisco de Asís, primo y esposo de Isabel II.

Y en todos los medios se repite machaconamente la misma idea. Acuden a la capital donostiarra como testigos de la culminación de “la obra más gigantesca que hasta el presente ha sido acometida en materia de ferrocarriles”. No en vano, el tren puede cruzar (por fin) de un país a otro, saltando la barrera de los Pirineos, hasta entonces obstáculo impenetrable y parapeto natural entre España y Francia. “Ojalá pudiésemos destruir todas las barreras elevadas entre las naciones, como quedan destruidas hoy las de los Pirineos, que por su salvaje grandiosidad parecían desafiar para siempre el poder del hombre. Hasta ahora la frase de Luis XIV había quedado en estado de profecía. Hoy se ha realizado y el nieto de aquel gran rey es a quien ha sido reservado consagrarla”. Isaac Pereire, uno de los hermanos de la saga del Credit Mobilier, entidad financiera estrechamente vinculada a un grupo de capitalistas franceses que impulsan el proyecto ferroviario, pronuncia un grandilocuente discurso ante los reyes.

Los Pereire, una saga de banqueros franceses, son los grandes beneficiados de este proyecto. No solo porque consiguen prolongar la línea férrea que nace en Madrid y continuarla hasta París -también son propietarios de la red que desde la frontera alcanza la capital francessa- sino porque consiguen adelante a sus competidores, la familia Rothschild. El capital de esta casa de origen judeo-alemán financia la otra gran línea española MZA (Madrid-Zaragoza-Alicante) que compite con Norte por la supremacía ferroviaria y que también busca la salida hacia Francia, aunque la conexión se plantea por el valle pirenaico de los Alduides, una lenguade terreno que penetra en Navarra, que tiene a un lado el Baztán y al otro Roncesvalles y el Quinto Real. Saben que, al final, deberán pasar por el embudo de los Pereire, pero esperan, al menos, ganar la partida española. Claramente perdieron.

La batalla de los Pirineos acaba en San Sebastián, que festeja con grandes fastos la construcción del puente transfronterizo Irun-Hendaya. Un puente de 132 metros y cinco arcos de veinte metros de luz, de mampostería y adovelados, y muros de apoyo de sillería. Destaca la barandilla metálica, adornada con los escudos de armas y las iniciales ‘IN’ esculpidas en las pilas centrales, que corresponden a Isabel II y Napoleón III, soberanos de España y Francia. En un principio, los trenes del sur se dirigen hasta Hendaya y los del norte hasta Irun. En virtud del convenio entre empresas ferroviarias, los convoyes de viajeros llegan hasta el otro país y regresan de vacío al suyo. Es de doble vía: una de 1.435 milímetros de ancho y otra de 1.668.

Pocos acontecimientos son de más trascendental importancia para el porvenir de España que la inauguración del Ferrocarril del Norte. Con el tiempo, la línea pasó a ser la más extensa del país, ampliada continuamente por la absorción y adquisiciones de otras compañías, siguiendo la política francesa de establecer grandes redes.

Los trenes que llegaron del otro lado del canal tras el desembarco en Normandía

01.trenes-esperan-embarcar-Gran-Bretaña

02.vias-normandia

03.desembarco-vehiculos-ferroviarios

04.desembarco-trenes

05.normandia-desembarco-trenes

El 6 de junio de 1944, tropas de Estados Unidos, Gran Bretaña, Canadá y Australia, con el apoyo de la Resistencia francesa, tomaron parte en el desembarco de Normandía, una operación clave en la victoria aliada contra la Alemania nazi. En tres días quedaron consolidadas las cabezas de playa y ya el día 9 había unos 326.000 soldados, 54.000 vehículos y 140.000 toneladas de material en las playas de Normandía.

Previamente la fuerza aérea aliada se empleó a fondo sobre Francia para destruir carreteras, puentes, ferrocarriles, estaciones, túneles… una cortina de bombas que trataba de evitar la reacción alemana y apoyar el desembarco de los aliados en las playas de Normandía.

La destrucción con ataques aéreos y con sabotajes de la resistencia francesa sobre las vías férreas fue constante. A pesar de la rapidez con la que el mando alemán conseguía reparar los desperfectos, divisiones acorazas alemanas que fueron desplazadas desde el frente ruso al francés tardaron menos tiempo en llegar en sus trenes desde Rusia al Rhin que del Rhin a Normandía.

Mientras, el desembarco de equipos y material en las playas conquistadas se realizaba con un ritmo frenético. Los Landing Ship Tank (LST) y los Tank Landing Craft mantenían un constante y cadencioso viaje de ida y vuelta entre las costas de Gran Bretaña y las de Francia para suministrar los vehículos necesarios para ayudar a las tropas en la reconquista de los territorios de la Francia ocupada. Eñ material ferroviario desembarcado fue fundamental para mantener el envío de tropas y suministros hasta las líneas alemanas.

Las lanchas dedesembarco llevaban en sus tripas cientos de locomotoras especialmente traidas de Estados Unidos, y adaptadas al gálibo europeo, y miles de vagones de mercancías. Los ingenieros estadounidenses y británicos tendieron las vías en la misma playa con el fin de desembarcar los vehículos ferroviarios desde la orilla donde habían desembarcado las lanchas de transporte.

‘La vida junto al tren’, exposición de imágenes sobre los oficios ferroviarios en el Museo de Gijón

 Plantilla completa de la estación de del Norte Avilés, incluyendo una taquillera. Anónimo. 1915.

‘La vida junto al tren’. Con motivo del 175 aniversario de la presentación en París de las primeras fotografías de Daguerre, la sala de exposiciones temporales del Museo del Ferrocarril de Asturias (Plaza Estación del Norte s/n, Gijón) acoge una muestra de imágenes relacionadas con los distintos oficios ferroviarios. Hasta el 20 de julio se podrá ver la muestra que bajo el título ‘La vida junto al tren’, expone a los visitantes distintos aspectos y visiones sobre los oficios ferroviarios.

A mediados del siglo XIX aparece en España una nueva clase de trabajadores, los ferroviarios. Algunos de aquellos oficios aún se mantienen hoy en día, pero otros solo perviven gracias a la fotografía, que nos muestra cómo eran, sus condiciones sociales y laborales, su familia y su modo de vida, sus celebraciones y también sus reivindicaciones. La exposición tiene, además, el fin de dar a conocer el papel del museo en la recuperación de la fotografía en Asturias. El horario de apertura de la muestra es de 10.30 a 13.30 horas y de 16.30 a 18.30 horas.

El Museo del Ferrocarril de Asturias es el centro de investigación y difusión de la historia ferroviaria de Asturias. Su finalidad no solo es el estudio de la revolución industrial y el desarrollo tecnológico, sino también explicar la evolución social y económica que trajo consigo la implantación del ferrocarril en la región.

El Museo ocupa las instalaciones de la antigua estación del Norte que quedó fuera de servicio el 29 de enero de 1990, con la construcción de una nueva red arterial ferroviaria de Gijón. Gracias a un convenio firmado por Renfe y el Ayuntamiento de Gijón, la ciudad obtiene buena parte de los terrenos de Renfe, incluido el edificio de viajeros y otras instalaciones, con la única condición de su reutilización para fines culturales y sociales.

La labor de recuperación de fotografía histórica del museo se ha llevado a cabo por muy diversas vías, que abarcan las compras, donaciones, legados, cesiones y depósitos, hasta superar un fondo de varias decenas de miles de imágenes. Todas ellas están referidas al mundo del ferrocarril y la industria, con especial incidencia en la historia asturiana pero sin renunciar a importantes lotes referidos al resto de España. En ese conjunto tienen relevancia los retratos de ferroviarios. Imágenes realizadas por las compañías de sus plantillas de trabajadores, las que forman parte de colecciones más amplias como las de los directores de distintas empresas, las obtenidas por fotógrafos profesionales, o por aficionados al ferrocarril y las realizadas por los propios ferroviarios en su lugar de trabajo.

Como meras figuras que se mueven en los nuevos escenarios o como el capital humano de las empresas ferroviarias, gracias a los retratos de los trabajadores, se pueden conocer parte de sus condiciones sociales y laborales, su familia, sus celebraciones, su modo de vida. De hecho, aunque algunos de sus oficios aún perviven, otros solo permanecen vivos gracias a la fotografía.

Los ferroviarios son retratados en grupo, como una plantilla de trabajadores, en torno a los dos iconos más representativos del ferrocarril: la estación y la máquina. Como si de un gran ejército se tratase, las imágenes muestran a los empleados uniformados y en formación, jerárquicamente dispuestos por categorías. Inauguraciones y visitas institucionales constituyen acontecimientos reflejados en amplios reportajes fotográficos por las propias compañías, en los que los grupos de ferroviarios son parte importante de la escenografía.

Los fotógrafos de temática ferroviaria centran su interés en la locomotora y el tren. De este modo, el elemento humano es, a veces, un mero acompañamiento de la máquina. Aún así, la mayor parte de la imágenes de ferroviarios en los trenes representan a la pareja – maquinista y fogonero – , retratados casi siempre en actitud de posado, orgullosos de sus máquinas y de su oficio. El resto del personal del tren aparece casi siempre formando parte de composiciones que recogen los trenes en el momento que precede a la marcha, o asomándose tímidamente “para salir en la foto”.

Cuando los ferroviarios eran fotografiados en las estaciones, aparecen formando un conjunto completo de trabajadores. Todos ellos, habitualmente, posando para el fotógrafo profesional o de empresa. En otras ocasiones, se reflejan sus actividades en fotografías en las que el protagonista fundamental es el mundo ferroviario: las circulaciones y los tráficos en la estación.

La estación era también el lugar de residencia para diferentes categorías ferroviarias. Por ello, jefes de estación, factores y otros empleados, solían aprovechar la presencia del fotógrafo para retratarse con su familia. En cualquier caso, la fotografías tradicionales mostraban a las plantillas de las estaciones con su uniforme, en composiciones muy estudiadas y en los que la categoría marcaba estrictamente la jerarquía de posado.

(Imagen cortesía Museo del Ferrocarril de Asturias)

Cien años de la bilbaína estación de Atxuri, antigua cabecera de los Ferrocarriles Vascongados

estacion-atxuri-de-manuel-maria-smith

Un siglo y aún luce espléndida. La estación de Atxuri es uno de los grandes edificios de Bilbao. Construida hace cien años es hoy, junto a la terminal de La Concordia de la extinta Feve, una de las contrucciones públicas más singulares de la capital vizcaína. Inaugurada el 23 de febrero de 1914, su arquitecto Manuel María Smith, un bilbaíno con raíces irlandesas nacido a pocos metros de su gran obra, expone en su ecléctico edficio todo el saber arquitectónico con el que brilla el estilo neovasco y el auténtico señorío regionalista. La ‘nueva’ estación de Atxuri sustituía a la terminal original de 1882, demasiado pequeña para hacer frente al constante incremento de tráfico de la línea de la sociedad de los Ferrocarriles Vascongados. Esta se constituyó en 1906, tras la integración de tres líneas que previamente ya contaban con tráfico combinado y explotaciones conjuntas: la Compañía del Ferrocarril Central de Vizcaya de Bilbao a Durango, constituida en 1880, la del Ferrocarril de Durango a Zumárraga (1884) y la de Elgoibar a San Sebastián (1891). En la actualidad, además de ser punto de origen de los servicios ferroviarios con destino a San Sebastián y Bermeo, es también sede de las oficinas centrales de EuskoTren.

La sociedad de Ferrocarriles Vascongados decidió erigir una estación que, además de reflejar la importancia del edificio y de la compañía, estuviera en consonancia con la propuesta que años antes habían realizado los propietarios de la línea de Santander a Bilbao y otros inmuebles cercanos. Para ello se organizó un concurso que presidieron los arquitectos Ricardo Bastida, Mario Camiña y José Picaza. El jurado premió la propuesta presentada por el arquitecto Manuel María Smith, tras una selección previa en la que también estuvieron presentes los arquitectos Enrique Epalza y Pedro Guimón.

Hierro y cristal eran hasta entonces predominantes en la mayor parte de las construcciones ferroviarias. Y los ingenieros quienes llevaban la voz cantante: Pablo Alzola, en La Naja, y Valentín Gorbeña, en La Concordia. Un arquitecto coge el relevo. Smith siguió los deseos de la compañía de realizar un edificio de estilo vasco, que él mismo venía ensayando en algunas residencias desde años atrás. Prescindió, por tanto, de los elementos característicos hasta entonces e inauguró un camino de gran éxito, al que daría continuidad durante su vida profesional. “El nuevo edificio es amplio y muy capaz para el objeto al que se le destina, notándose en sus diversas dependencias gran sobriedad y elegancia”, decía ‘El Noticierio Bilbaíno’. Los trabajos encomendadas a Obras y Construcciones Hormaeche -empresa que trabajaría en otras muchas edificaciones con Smith- empezaron en octubre de 1912 y se culminarían en febrero de 1914.

En la estación terminal de Atxuri, de tres alturas, el arquitecto decidió inspirarse en residencias urbanas vascas tradicionales, que estaban en consonancia con la ubicación cercana al Casco Viejo de la capital vizcaína y la vocación urbana que quería imprimir a lo que hasta entonces había sido uno de los principales arrabales de Bilbao. De carácter ecléctico, la terminal es un edificio regionalista, basado en la tradición popular, con cierto toque de la arquitectura vasca y cántabra, y que intercala elementos propios de caseríos, casas-torre y demás. Con esta construcción se impone lo autóctono popular a las preferencias cultas. Encima de la entrada principal, en la calle Atxuri, aún puede contemplarse un gran blasón con los tres escudos de los territorios que hoy conforman la Comunidad Autónoma del País Vasco, un cuarto emblema con las cadenas de Navarra y la inscripción «Ferrocarriles Vascongados».

El bloque cabecera lo ocupaba un solar alargado, que Smith articuló en torno a una construcción de forma irregular en forma de L, en la confluencia de dos calles. Las vías quedaban ocultas detrás de la edificación. El viajero podía admirar una imagen urbana presidida por el puente y la iglesia de San Antón. Destaca el chaflán, que presenta una mayor altura de dos pisos y una torre central con un reloj, un escudo y el nombre de la compañía sobre una balconada. La planta baja, abierta y con arcadas, albergaba los servicios necesarios (acceso, salida para viajeros, paso de ganado, vestíbulo, taquilla, sala de espera, equipajes, almacenes, oficinas y lavabos). En el primer piso se instaló un café-restaurante con terraza y dependencias anejas: cocina, ‘office’ y lavabos; y en el último, diez dormitorios, un aseo y un cuarto de limpieza.

La nueva estación se construirá sobre una base de hormigón, encima de la cual se levantarán los cimientos de mampostería hidráulica. Las cubiertas serán de armazón y de madera con hierro de sujeción, y apoyos sobre los últimos suelos, de cemento armado, que faciliten el armazón de dichas cubiertas. En 1914, al poco tiempo de terminarse las obras del edificio central, Smith amplió el lateral de la estación, repitiendo la estructura original. En la actualidad el edificio presenta diversas transformaciones fruto de intervenciones desarrolladas en años sucesivos, de tal manera que parte de su fachada y el interior están totalmente transformados.

(Este artículo forma parte de un amplio reportaje publicado en las páginas de El Correo de Bilbao en su edición del día 23 de febrero de 2014)

Siglo y cuarto de ‘El tren de la ría’, el ferrocarril Bilbao-Portugalete, motor de Bizkaia del XIX

Puente-del-Arena-y-estaciones-Tarjeta-posta-Ladáburu-Foto-H.yM.M-1900-Archivo-Histórico-Ferroviario

lacanilla-de-portugalete

Un siglo y cuarto se cumple hoy de la puesta en funcionamiento del ferrocarril Bilbao-Portugalete. Y la fecha ha pasado inadvertida para instituciones y organismos, pese a la importancia que tuvo como motor y vertebrador en el desarrollo de la margen izquierda y el puerto exterior. Sólo el ayuntamiento de la villa jarrillera ha tenido en cuenta la efémeride con una exposición que recuerda algunos de los episodios trascendentales de la construcción del ‘tren de la ría’. La muestra, que se expone en el centro Rialia de Portugalete, se ha organizado con la colaboración de la Asociación de Amigos del Ferrocarril de Bilbao, el Museo Vasco del Ferrocarril de EuskoTren y, sobre todo, con la de Oskar Ramos Moreno, uno de los máximos conocedores de la historia de esta línea ferroviaria que aún sigue en funcionamiento. La exposición permanecerá abierta al público hasta el 5 de noviembre.

Todo lo contrario que hace 125 años. Aquel 24 de septiembre de 1888, festividad de Nuestra Señora de las Mercedes, pernoctaba en Bilbao el ministro de Fomento, José Canalejas Méndez, que años más tarde llegaría a presidir el Consejo de Ministros. Vinculado al ferrocarril desde la infancia –su padre fue ingeniero, asesor y consejero de algunas empresas del sector, además de editor – fue testigo directo de la inauguración del segundo ferrocarril peninsular Madrid-Aranjuez, que presidió la reina Isabel II. Incluso formó parte de la dirección de algunas de las líneas férreas del país. El futuro líder del Partido Liberal y jefe del Ejecutivo de Alfonso XII encabezó la comitiva ferroviaria. Unos meses antes (15 de marzo) se había abierto el primer tramo que salía de Uribitarte, donde se había instalado una estación provisional hasta disponer de la terminal de La Naja, que llegaba hasta Desierto. Haste este punto Olabeaga, Zorroza y Lutxana eran paradas intermedias; y después Sestao.

Los invitados ocupaban los siete coches que arrastraba la locomotora ‘Baracaldo’, convenientemente engalanada para la ocasión. En la estación de Desierto esperaban el alcalde de la localidad fabril y otras autoridades. El párroco bendijo el tren, aunque también dirigió el hisopo hacia la vía para ofrecer la protección del Divino y librarla de cualquier incidente. El convoy siguió curso abajo hasta la fábrica de ‘La Vizcaya’ donde su director, el ingeniero Mariano de Zuaznabar, se disculpó ante el ministro por la sociedad que había formado con astilleros franceses para construir unos cruceros.

La llegada del tren a Portugalete fue apoteósica. La multitud recibió al convoy con explosivas muestras de entusiasmo. Los accionistas y propietarios (José María Arteche, Eduardo Aguirre, Pablo Alzola , Xenofonte Gallego y los señores Durañona, Barcaistegui y Romero Robledo) pronunciaron vibrantes discursos, que se cerraron con un “espléndido lunch” que duró hasta primera hora de la tarde. Las prisas de Canalejas por volver a Madrid precipitaron la disolución de la comitiva.

El tren había llegado a la capital vizcaína veinticinco años atrás (marzo de 1863) de la mano de Charles Vignoles, el ingeniero jefe que dirigió las obras del ferrocarril Tudela-Bilbao, que unía la Villa con el interior de España, al conectar en Miranda de Ebro con la línea Madrid-Irún. Al acabar su proyecto, Vignoles propuso completar los servicios, de forma que se prolongara la vía hasta el Abra, en cuya dársena era preciso construir un gran puerto. De esta forma, la conexión con Castilla tendría un inmejorable acceso al comercio, en una época en la que los mayores buques no llegaban hasta Bilbao. Pero la idea del inglés durmió durante años en el cajón de los sueños.

Hubo que esperar a que se redactara el Proyecto de Ensanche (1876) que firmaron Severino de Achúcarro, junto con los ingenieros de Caminos, Canales y Puertos Ernesto Hoffmeyer y Pablo de Alzola, para recoger en parte el plan de Charles Vignoles. La idea inicial que dio paso a este trazado perseguía fundamentalmente conseguir el acceso a los puertos vizcaínos y a la línea del Bilbao-Tudela, el enlace con el ferrocarril de la Diputación de Bizkaia (más conocido como el de Triano), y el trazado paralelo a todas las empresas, metalúrgicas y navales sobre todo, que surgieron a finales del siglo XIX y principios del siglo XX en la margen izquierda del Nervión. Dos hombres fueron claves para llevar a buen puerto la empresa: el comerciante bilbaíno Federico de Solaegui y Múgica y el empresario minero Manuel Allende. Aunque en el accionariado constaban todos los nombres propios de la metalurgia vizcaína ligada a Altos Hornos: Ibarra, Zubiría, Vilallonga, Gurtubay o Urigüen.

Las obras más importantes de la línea fueron los puentes de un tramo metálico de 65 y 40 metros de luz sobre los ríos Cadagua y Galindo, los muelles de Desierto para las mercancías y de Portugalete para ganar a la ría el emplazamiento de la estación. Los túneles de Desierto y Urbinaga y los pasos superiores o inferiores para salvar otras líneas férreas y las carreteras presentaron también muchas dificultades.

Al contrario que la mayoría de los ferrocarriles de la red ferroviaria vasca de la época que se inclinaron por la vía métrica, el Bilbao-Portugalete eligió el ancho de 1,67 metros. Los ocho kilómetros que separaban la capital vizcaína y la estación de Desierto fueron de vía doble; los cuatro restantes, hasta su trayecto final en Portugalete, disponían de un único carril. La obra fue muy laboriosa – se tardaron cuatro años, pese al corto trazado- y costosa, por la necesidad de expropiar terrenos en un área que conocía una expansión espectacular y porque hubo de atravesar fábricas y cruzar los cinco ferrocarriles mineros (Regato, Orconera, Franco-Belga y los de Galdames y Triano). En algunos tramos la escasez de terreno disponible entre la carretera y la ría forzó a desviaciones. Tuvo incluso que construir muelles, sanear marismas y ganar terreno para las estaciones de Portugalete y Desierto. La obra se llevó 23,5 millones de pesetas de la época (hoy en día unos 60 millones de euros).

Ambas líneas (Tudela-Bilbao y la de Portugalete) quedaban unidas por un ramal que discurría en túnel por debajo de las vías de la que más tarde sería la estación de La Concordia para salir en la playa de Abando hacia la zona de bodegas y destacamento militar. La rampa de subida desde el muelle de Ripa a Abando era muy pronunciada, existiendo además una cerrada curva de solo 150 metros de radio. Esa dificultad se salvó en 1895 con la inauguración del enlace entre Olabeaga y Cantalojas para comunicar el ferrocarril de la ría con el resto de la red de vía ancha, aunque la Compañía de Caminos del Norte decidió manter el tramo original.

Pocos años después, ante el notable incremento del tráfico, se duplicó la vía (en 1893, año de la inauguración del Transbordador Bizkaia entre Portugalete y Getxo). Dado el crecimiento del puerto exterior y del propio municipio de Santurtzi (junto con Ortuella tenía 10.199 habitantes en 1920) se vio conveniente prolongarlo hasta este municipio. Se trata de un trazado que desde su inicio recorre toda la margen izquierda, ajustándose a la diversa topografía bordeando Bilbao bajo la cornisa del Ensanche, alameda Mazarredo, y en ciertos tramos por su misma orilla entonces con pocas edificaciones.

El Ferrocarril de Bilbao a Portugalete llegó a contar hasta con 18 locomotoras de vapor, de las que 14 recibieron el nombre de los pueblos o ríos por los que discurría el trazado. Casi todas las máquinas se fabricaron en Gran Bretaña. En un primer momento, se compraron cinco locomotoras de la casa ‘Sharp & Stewart’, entre 1887 y 1889. Un año más tarde se adquirieron otras dos de mayor potencia a la misma firma suministradora y, entre los años 1892 y 1901, once más de la citada entidad y también de la inglesa ‘Nasmyth Wilson’ y la alemana ‘Henschel’.

Desde Liverpool, los vapores ‘Elena’ y ‘Nieta’ descargaron en el puerto de Bilbao doce coches de viajeros construidos por la sociedad ‘Ashbury’ de Manchester. ‘Material para Ferrocarril y Construcciones’ de Barcelona también aportó algunas vehículos. Entre ambas proporcionaron 34 carruajes, 6 furgones y 6 plataformas para tráfico de mercancías. Otras empresas fabricaron las diversas series de vagones de mercancías; los más numerosos fueron los tipo “J” para el transporte de mineral, que llegaron a sumar 228. Para ese mismo trafico, la compañía compro dos gánguiles llamados ‘Basurto’ y ‘Larrasquitu’ de 962 toneladas a la compañía ‘Euskalduna’.

Pablo Alzola y Minondo fue, sin duda alguna, el artífice de este gran proyecto. Donostiarra de nacimiento, era mucho más que un hombre de su tiempo y en él se concitó buena parte de la vorágine modernizadora que azotó Bizkaia en la segunda mitad del siglo XIX, según reconocen los historiadores. Su verdadera proyección como ingeniero y hombre público arrancó en 1869, año en el que se trasladó a Bilbao para ocupar el puesto de ingeniero y capitán del Puerto. Construyó el puente de San Antón junto a Ernesto Hoffmeyer y tuvo una importancia capital en el trazado, construcción y dirección de la línea Bilbao-Portugalete. Llegó a ser alcalde de la Villa, diputado provincial y senador. Siempre consideró Bilbao como la metrópoli del Cantábrico.

Al ingeniero donostiarra se debe la construcción de los dos edificios más singulares del tren de la ría y de suerte dispar. La Canilla, la estación de la villa jarrillera, que aún hoy luce espléndida aunque desvinculada del ferrocarril; y la ‘capilla’ de La Naja, una construcción de corte modernista situada junto al puente de El Arenal, desaparecida hace más de 76 años, por donde accedían los viajeros de esta línea.

(Imágenes Puente del Arenal y la ‘capilla’ de Alzola del Archivo Histórico Ferroviario; y La Canilla del Fondo APG) (El Correo de Bilbao publicó un amplio reportaje el domingo con el texto que reproduzco en este post y otros aspectos singulares de este ferrocarril, referente en el sistema ferroviario español)

La línea de Amorebieta a Gernika, que propició la prosperidad de la comarca, cumple hoy 125 años

zugastietta-amorebieta-gernika

Siglo y cuatro de vida. El ferrocarril entre Amorebieta y Gernika cumple hoy 125 años. La línea, que sigue actualmente en servicio y una de las más representativas de EuskoTren, supuso «un gran paso en materia de movilidad sostenible con una gran repercusión social y económica en la zona», según ha destacado la consejera de Medio Ambiente y Política Territorial, Ana Oregi. La locomotora de vapor ‘Zugastieta‘, una ‘Creusot‘ y una máquina diesel Alsthom, que inauguraron la línea de Gernika, se exponen en el Museo Vasco del Ferrocarril de Azpeitia.

Oregi ha recordado «el gran paso dado en materia de movilidad sostenible en la Europa más desarrollada hace ya siglo y medio» con la apertura de nuevas líneas de ferrocarril, entre ellas, la de Amorebieta-Gernika-Bermeo, que «desarrolla una gran función social y económica en la zona». Según la consejera, el «éxito financiero» del primer ferrocarril de vía estrecha en Bizkaia, abierto al tráfico entre Bilbao y Durango en 1882, promovió nuevos proyectos en vía métrica con el propósito de comunicar las principales poblaciones y comarcas con Bilbao. En 1886 se prolongó la vía de Durango a Zaldibar; en 1887 entró en servicio el ferrocarril de Bilbao a Las Arenas; y en 1887 la traza ferroviaria se amplió entre Zaldibar y Eibar. «Desde Gernika -explica- pronto se planteó la posibilidad de construir un tren que permitiese la conexión con la línea de Bilbao a Durango en Amorebieta».

Los primeros estudios al respecto se remontan al 22 de marzo de 1882, fecha en la que se autorizó a Francisco Rispa y Zornoza la realización de los estudios pertinentes. Rispa transfirió todos sus derechos al arquitecto Luis de Landecho y Urries, quien, tras superar los requisitos, fue autorizado por Decreto Ley del 20 de febrero de 1885 para «la construcción, sin subvención directa del Estado, de un ferrocarril económico que partiendo en Amorebieta termine en Gernika-Luno».

Una vez obtenida la concesión, el 17 de julio de 1885 se constituyó la compañía del ferrocarril de este trazado con un capital social de 1.250.000 pesetas, repartido en 2.500 acciones. Entre los principales accionistas se encontraba el propio concesionario, Luis de Landecho, acompañado por personajes como el Marqués de Urquijo, el Conde de Montefuerte, Manuel Allende Salazar, Antonio Comyn y Crooke, Fernando Landecho y Urries, Manuel Mª Gortazar, Gabriel Mª de Ibarra, Pedro de Gandarias, Luis de Zubiría o Ramón Bergé.

Constituida la empresa explotadora, se emprendieron los trabajos de construcción de la nueva vía, dirigidos por el ingeniero Pablo de Alzola y con la participación del propio Luis de Landecho en la redacción de los proyectos de las estaciones.

Aunque en aquella época se produjo un debate sobre los anchos de vía, «ante la evidencia de que la nueva línea debería empalmar forzosamente en Amorebieta con la de Bilbao a Durango, ya establecida en vía métrica, no cabía otra opción que mantener este ancho de vía». Sin embargo, la traza se proyectó, «al menos en teoría», con el gálibo suficiente para la hipotética transformación de la galga en un futuro.

El 23 de julio de 1888 pudo circular el primer tren de pruebas entre las estaciones de Amorebieta y Gernika. Pocas semanas más tarde, el 13 de agosto, se inauguró el nuevo ferrocarril. Su éxito animó a sus promotores a ampliar el trazado hacia el puerto pesquero de Bermeo y el 15 de marzo de 1893 llegaron los primeros trenes a la estación de Pedernales (en la actualidad, Busturia-Itxasbegi). Sin embargo, la prolongación hasta Bermeo presentaba importantes dificultades orográficas, por lo que se estableció «un modesto tranvía, impulsado mediante mulas, el entonces denominado ‘motor de sangre'», que prestó servicio en este trayecto hasta el año 1918.

La conclusión de la línea hasta Bermeo tuvo lugar el 16 de agosto de 1955. El tramo final desde Sukarrieta fue construido por diversas empresas, entre ellas Banús Hermanos S.A., «compañía que mantenía estrechas relaciones con el régimen franquista hasta el punto de poner éste a su disposición un Destacamento Penitenciario establecido al efecto en el paraje de Barna (Bermeo), lo que les permitió disponer de la mano de obra barata que proporcionaban los presos, comunes y políticos, que ahí cumplían condena».

Aunque el tren inaugural de la prolongación a Bermeo fue remolcado por una locomotora diesel suministrada por la firma francesa Alsthom, de una serie de la que una de sus unidades puede contemplarse en el Museo del Ferrocarril de Azpeitia, durante unos años más se mantuvo la tracción vapor en la línea. A lo largo de los años sesenta, las locomotoras de vapor fueron progresivamente reemplazadas por locomotoras y automotores diesel y en 1973 se electrificó el servicio.

Desde su transferencia en 1979 al Gobierno vasco, la línea ha sido sometida a «un continuo proceso de modernización y mejora», de la mano de las sociedades públicas EuskoTren y ETS-RFV.

Irún conmemora siglo y medio de tren con una exposición y charlas que reflejan su impacto

muestra-150-anos-del-tren-en-irun

Siglo y medio después de que llegara aquel primer tren, el 18 de octubre de 1863, hay poca discusión sobre el impacto ferroviario en Irún: “Fue un elemento de cambio social, económico y de población, afectó incluso al urbanismo», decía ayer el alcalde irundarra, José Antonio Santano. Hoy, 150 años después, tras un periodo de «esplendor y otro de decadencia, vuelve a estar sobre la mesa como elemento para el desarrollo y el transporte sostenibles».

Irún acoge hasta el próximo 28 de abril la exposición «150 años del ferrocarril en el País Vasco», una muestra que repasa la evolución del tren en esta comunidad y que analiza su influencia en el desarrollo socioeconómico del territorio. Por las vías férreas llegó el progreso y una capacidad asombrosa para dinamizar la economía vasca, en general, y la de Irún, en particular. Carlos Larrínaga, historiador donostiarra que ha comisariado la exposición, señaló que «con unas leyes que prohibían construir industria a menos de 10 kilómetros de la frontera, el ferrocarril activó en Irún una economía de los servicios, el comercio y el transporte». Son los sectores que aún hoy representan la principal fuente de negocio en la ciudad.

La muestra, una de las primeras actividades programadas con motivo de los 150 años de la llegada del ferrocarril a la ciudad guipuzcoana , está organizada por el Museo Vasco del Ferrocarril, cuya directora Maitane Ostolaza ha participado en el recorrido por la sala junto con el comisario de la exposición Carlos Larrínaga. Los contenidos específicos sobre Irún se mostrarán en octubre con la exposición en la que está trabajando ya la Asociación de Amigos del Ferrocarril BAF7301, si bien se han colocado un par de paneles con información que recuerdan la estación del Norte de la época y varias piezas referidas a la ciudad fronteriza.

La exposición que ahora se puede ver fue preparada en 2012 por la Fundación del Museo Vasco del Ferrocarril coincidiendo con los 150 años de la apertura del tramo Miranda de Ebro-Olazagutía de la línea Madrid-Irún, el primero que entró en explotación en el País Vasco, y fue visitada en octubre por más de 10.000 personas en Vitoria-Gasteiz.

«La historia», recordaba la directora de la Fundación del Museo del Ferrocarril, Maitane Ostolaza, «es buena para extraer lecciones. El ferrocarril ha significado mucho para el País Vasco contemporáneo y va a seguir siendo fundamental para su desarrollo en muchos aspectos». Cuando dijo que «a través de su pasado podemos acercarnos al presente y al futuro», estaba resumiendo en una sola frase lo que engloba la exposición que se inauguró ayer por la tarde en Irún, con presencia también de la consejera vasca de Medio Ambiente y Política Territorial, Ana Oregi.

Coincidiendo con Santano y Ostolaza en la importancia del tren en el futuro y en la necesidad de que «todas las instituciones se pongan de acuerdo para su impulso», Oregi añadió que «también todos los territorios deben hacerlo, porque el tren es algo que une, algo que vertebra» y, en alusión al TAV, recordó también el papel que juega Francia.

En 150 años el mundo ha cambiado radicalmente. Y radicalmente es poco decir. La historiadora irundarra Mertxe Tranche abrió el martes por la tarde, con una conferencia, el programa con el que Irún celebra su siglo y medio de relación con las vías férreas. «Se calcula que, antes del ferrocarril, el 95% de la humanidad moría donde había nacido sin haberse aventurado nunca más allá de unas pocas leguas de ese mismo sitio», contó.

Esa evolución tiene su reflejo en esta exposición, que describe un completo arco desde los modos preferroviarios de viajar, como las pequeñas diligencias tiradas por caballos, hasta los modernos tranvías urbanos y el hoy omnipresente Tren de Alta Velocidad. Hay espacio para contar cómo se construyó tanta infraestructura, para el enorme desarrollo del que disfrutaron los ‘trenes económicos’, los de vía estrecha, en el País Vasco y para la importancia que esto tuvo en el crecimiento económico del territorio. Se habla de las máquinas de vapor, de las eléctricas y las diésel, y de muchas otras cosas, bien reforzadas todas con pertinentes fotografías.

Los textos son interesantes, pero lo que realmente hace obligatoria la visita a la muestra es la colección de objetos que la acompaña. La caja de cambios de una locomotora, el despacho de un jefe de estación del Tren del Urola, faroles, billetes, canceladoras, atuendos de los trabajadores de distintas épocas, son sólo una parte. Una maqueta de un tren eléctrico, un espectacular dibujo a mano del diseño de una locomotora, planos técnicos, entre ellos el del proyecto Amara-Puente Internacional para el Topo, son la otra.

Ese plano se incluye como una de las novedades que contiene esta muestra con respecto a la de Vitoria. Es una sección de carácter local, donde un panel explica el efecto demográfico y económico del tren sobre Irún, acompañado con históricas fotografías cedidas de su archivo personal por el irunés Jose Mari Castillo. La última pieza es un cofre recogido en la ciudad, un armario para provisiones de una máquina de vapor que lleva el nombre del maquinista, H. Cuesta, en una chapa.

El entorno expositivo, muy cuidado y alegórico, cuenta con vías que sostienen vitrinas y dispone las esquinas cubiertas de balasto, esas piedras sobre las que se asentaban las traviesas, recordando permanentemente al visitante cuál es el contexto de todo lo que ve.

No están los tiempos para grandes dispendios, así que el Ayuntamiento de Irún optó por la fórmula de la colaboración para diseñar un programa de actividades conmemorativas. Encontró el apoyo de entidades y empresas públicas y privadas como Adif, Renfe, Transfesa y la propia Fundación del Museo Vasco del Ferrocarril, y también el de numerosas asociaciones de la ciudad como Bidasotarra 7.301 de Amigos del Ferrocarril, la fotográfica AFI, la de Vecinos de San Miguel (el llamado barrio de la Estación) o la Filatélica y Numismática del Bidasoa. Con ellos se ha completado un programa que se abrió el martes con la conferencia de la historiadora Mertxe Tranche y que hoy tiene otra cita, en Ficoba, con la Jornada de Comunicación sobre el TAV. Incluirá también, durante los próximos meses, visitas guiadas de carácter histórico por la estación y el barrio que la rodea, exposiciones fotográficas y muchos otros actos, entre los que destaca una recreación histórica popular de 1863 en octubre, cuando se hará efectivo el 150 aniversario.

(Fuente e imagen Diario Vasco)

Frialdad y desapego institucional ante el 150 aniversario de la llegada del tren a Bilbao

aspecto-interior-estacion-abando

Indiferencia, desinterés, apatía e indolencia. El 150 aniversario de la llegada del tren a Bilbao ha pasado inadvertido. Ni un solo acto institucional para recordar la efeméride, con todo lo que esta ciudad (y el territoro) le debe al ferrocarril, que contribuyó de forma notable a la proyección exterior y de sus organismos principales. El pago: ni el recuerdo.

Ni el Ayuntamiento ni la Diputación de Bizkaia han tenido un gesto hacia este aniversario que supuso el lanzamiento de la Villa y su proyección exterior a los mercados de la Meseta y del Ebro. El tren llegó a Bilbao el de 1 marzo de 1863 con la aquiescencia de las acaduladas familias bilbaínas, pero con la adhesión popular de los vecinos de Bizkaia (la Diputación tuvo un papel capital), hasta lograr reunir en pocas semanas 100 millones de reales, todo un dineral en la época, para poner en marcha el ‘camino de fierro’. El entusiamo que invadió a la muchedumbre que recibió el tren inaugural aquel día en Abando se ha desvanecido en la historia, hasta el punto de que nadie hoy recordará ese insigne día. Ni tan siquiera Renfe ni Adif han tenido un detalle para evocar tamaño acontecimiento.

Cierto es que la Universidad del País Vasco prepara unas jornadas para el último cuatrimestre del año en el que se recordará el evento con una serie de charlas y una exposición con imágenes y artilugios del ferrocarril. Pero no es suficiente. No para este medio de transporte que tanto ha hecho por este territorio que tanto le debe. Pendientes de la llegada de ‘Y’ vasca, que ni tan siquiera estará para el horinzonte de 2018, van dejando morir edificios y vehículos ferroviarios y renuncian a recordar el pasado con un museo acorde a esta tierra que parió el hierro de los raíles y las locomotoras más famosas salidas de sus fábricas recorrieron todas las vías españolas. Y así nos va.

Bilbao se enganchó a la vía algo más tarde que sus capitales vecinas. Los guipuzcoanos (y alaveses) le birlaron la conexión directa con Madrid. Los financieros e industriales vizcaínos no tuvieron más remedio que optar por la conexión hacia el Este, una vez que el Gobierno de Madrid aprobó el trazado entre la capital del Reino y la frontera francesa por Irún, que dejaba las tierras vizcaínas de lado. Miranda de Ebro acabaría por desplazar a Vitoria. La unión de fuerzas con los empesarios vitivinícolas de La Rioja propició la creación del ferrocarril Tudela-Bilbao.

El ferrocarril fue la mayor empresa hasta entonces constituida en el País Vasco y, en gran parte, fue financiada por el capital local. A diferencia del ‘Madrid-Irún’ gestionado por la Compañía de Caminos del Hierro del Norte de España, con la que se hizo imposible un acuerdo, el tren a Bilbao se financió fundamentalmente con capitales recabados en las comarcas afectadas. La suscripción pública de acciones y obligaciones tuvo un espectacular éxito. Sólo en Bizkaia se suscribieron rápidamente 65 millones de pesetas, «con una fe y entusiasmo que prueban cómo se ha desarrollado en el país entero el pensamiento de dar un gran impulso a la creación de vías férreas». Además de capitales riojanos y navarros, participaron vizcaínos residentes en Cuba, que hasta 1898 es tierra española, y, por supuesto, la Diputación.

El 1 de marzo de 1863 las radiantes locomotoras, recién compradas en Gran Bretaña, permanecen estacionadas y en posición de revista, al alcance de las miradas de los miles de curiosos que no quieren perderse la ceremonia. Aún no han recibido el bautismo, pero ya tienen nombres que exponen sin pudor en placas remachadas en la carrocería. ‘Vizcaya, ‘Rioja’, ‘Burgos’, ‘Alava’, ‘Bilbao’, ‘Logroño’, de la casa escocesa William Fairbairn y numeradas del 1 al 6, a las que se suman otras de la inglesa Beyer-Peacock, que reciben también apelativos de las distintas poblaciones por las que va a atravesar el nuevo tren. Hoy en día solo queda una máquina superviviente, ‘la Izarra’, que casi desapercibida se mantiene a duras penas, desguarnecida y con escasos cuidados, en el andén 1 de Abando.

“Se hizo luego un profundo silencio; pitó la máquina y enseguida partió camino de la ciudad de Orduña, llevando en sus vagones a los más destacados invitados. A lo largo de los cuarenta kilómetros de recorrido, los expedicionarios presenciaron la triunfal acogida que las gentes de todos los pueblos dispensaban al convoy. La llegada a Orduña puede calificarse de apoteósica; después la fiesta fue creciendo en volumen. Allí se celebró un gran banquete y al final se pronunciaron los rituales discursos, que en aquella ocasión fueron vibrantes, preñados de alegría y de emoción”. El delirio popular y los fastos se multiplicaron por cuatro cuando la locomotora regresó a la estación bilbaína. El relato de los periódicos bilbaínos no deja resquicio alguno. Fue todo un acontecimiento.

Lo cierto es que la línea aún no se había completado -la estación de Abando seguía inconclusa y al poco tiempo sufrió un incendio, por lo que hubo que reconstruirla-, y los trenes con pasajeros sólo subían hasta Orduña, si bien los de mercancías llegaban hasta Miranda. El 31 de agosto de ese mismo año acaban las obras y la línea se completa hasta el enlace con Castejón de Ebro. En total, tenía una longitud de 249 kilómetros, de los que 104 correspondían al trayecto Bilbao-Miranda. Las estaciones y apeaderos son en 1872, además de las cabeceras, Arrigoriaga, Miraballes, Areta, Llodio, Amurrio, Orduña, Lezama, Inoso, Izarra y Pobes en Alava y Bizkaia. Se cumplía así la invocación de los artífices de este proyecto. “Y que pronto veamos unidos los raíles del Nervión al Ebro,llevando riqueza y ventura a todas las provincias de España”.

Si quieres puedes leer el relato que he publicado en El Correo sobre esta misma historia.

(Imagen J. Laurent. Patrimonio histórico Ministerio de Cultura)

Vitoria acoge la próxima semana el VI Congreso de Historia Ferroviaria

Vitoria será la próxima semana capital ferroviaria española. La ciudad gasteiztarra albergará el VI Congreso de Historia Ferroviaria, que organizan el Museo del Ferrocarril de Madrid de la Fundación de los Ferrocarriles Españoles, con el patrocinio de Euskotren y con la colaboración del Ayuntamiento, el Ministerio de Fomento, Renfe Operadora y Alsa. Los actos tendrán lugar en las instalaciones del Palacio de Congresos ‘Europa’, situado en la Avenida de Gasteiz, los días 5, 6 y 7 de septiembre.

Inmaculada Aguilar, de la Universidad de Valencia, abrirá la jornada inaugural, con la conferencia “Cincuenta años de patrimono ferroviario; la evolución del concepto de monumento”. El cierre de estas sesiones correrá a cargo de Manuel González Portilla (Universidad del País Vasco). Durante los tres días del congreso pasarán por el ‘Europa’ un centenar de investigadores sobre el mundo ferrociario.

Desde que se celebró en 1998 –en Alicante– el Primer Congreso de Historia Ferroviaria con motivo del sesquicentenario del ferrocarril en España, la Fundación de los Ferrocarriles Españoles, a través de su Programa de Historia Ferroviaria, ha organizado varios encuentros académicos de carácter internacional entre los principales investigadores de la historia del ferrocarril. Además del citado de Alicante (1998), se han celebrado los de Aranjuez (2001), Gijón (2003), Málaga (2006) y Palma de Mallorca (2009).

Estos congresos han supuesto un flujo incesante de transferencia de conocimiento entre las principales universidades españolas, europeas y latinoamericanas. En ellos se han discutido medio millar de ponencias y se han inscrito en total alrededor de mil congresistas, y su carácter itinerante ha respondido, entre otras razones, al impulso de la organización para que coincidieran con las fechas conmemorativas de la implantación del ferrocarril en diferentes puntos de la geografía española. En el Congreso de Vitoria, la celebración ferroviaria coincide, además, con la declaración de Vitoria como European Green Capital 2012.

Los textos que compondrán las diferentes sesiones temáticas se han agrupado en seis sesiones: Los ferrocarriles en el País Vasco y su entorno; Ferrocarril y ciudad en perspectiva histórica; Ferrocarril y turismo; Conexiones ferroviarias transfronterizas; El ferrocarril y su relación con otros modos de transporte; Patrimonio Industrial Ferroviario; y Sesión General. Sus autores proceden de 31 universidades y diferentes instituciones de Alemania, Argentina, Austria, Bélgica, España, Estados Unidos, Francia, Italia y Ucrania, y pertenecen a áreas del conocimiento tan variadas como la historia económica, la historia social, la ingeniería, la historia del arte, la literatura o la historia financiera.

Además de las sesiones científicas, se desarrollará un programa cultural complementario que contará con una exposición sobre la historia del ferrocarril en el País Vasco, la visita al Museo Vasco del Ferrocarril de Azpeitia y diversas visitas guiadas por la ciudad de Vitoria.

El primer ‘convoy especial’ de judíos franceses partía hace 70 años de Compiègne a Auschwitz

Estación de Compiègne. Seis de la tarde del 27 de marzo de 1942. Comienza el viaje hacia el horror. Un ‘convoy especial’ formado por coches de tercera clase parte de la citada población con 1.112 judíos con destino a Auschwitz. Llegaría a su fatal destino la madrugada del 30 de marzo. Se cumplieron ayer setenta años de tan fatídico viaje, el primero de una larga serie que pretendía liberar a Francia de la ‘plaga’ judía. Hasta el final de la guerra acabarían deportados cerca de 76.000 hombres, mujeres y niños judíos residentes en Francia.

La pesadilla en tierras francesas comenzó el 12 de diciembre de 1941, cuando 689 judíos, todos franceses y en su mayoría de familias acomodadas, fueron detenidos en sus casas de París por la Feldgendarmerie y reunidos en unas dependencias militares de la capital. A ellos se les sumaron 54 judíos extranjeros detenidos por la calle. Luego fueron todos enviados en tren a Compiègne, desde donde caminaron hasta el campo de Royallieu, cerca de esta ciudad. Desde ahí serían deportados a Auschwitz con 300 judíos más «seleccionados» en Drancy.

Ya el 27 de septiembre de 1940, una disposición alemana obligaba a los judíos residentes en zona ocupada a ser censados por la policía francesa. El 3 de octubre, Vichy promulga un «estatuto de los judíos» inspirado de las leyes racistas de Alemania. Ese estatuto les prohíbe acceder a la función pública y a las profesiones liberales. Quince días más tarde, otra disposición alemana confisca las empresas de judíos en zona ocupada. En marzo de 1941, Vichy crea el Comisariado general para las cuestiones judías, seguido en julio de decretos que excluyen a los judíos de las profesiones comerciales.

En paralelo comienzan las primeras redadas con el arresto de 3.700 judíos extranjeros el 14 de mayo de 1941 en París. A fines de agosto de ese año, 4.200 hombres, entre ellos 1.500 judíos franceses, son detenidos y enviados a Drancy. La redada del 12 de diciembre de 1941 se inscribe oficialmente en una serie de medidas de represalia alemanas para tener en sus manos a «rehenes», tras los primeros atentados contra el ejército nazi en París.

El 20 de enero de 1942, la conferencia de Wannse, cerca de Berlín, fija las modalidades de la «solución final». El 26 de febrero, Theodor Dannecker, jefe de los servicios de Cuestiones Judías de la Gestapo en París envía un telegrama a Berlín: «Es urgente que la partida de los 1.000 judíos detenidos el 12 de diciembre de 1941 se haga lo antes posible». Y ese 27 de marzo se consuma el horror con el primer «convoy especial» que tiene como destino los campos de exterminio.

Auschwitz fue el campo de exterminio nazi más grande de todos los tiempos. Entre los años 1940-1945 los nazis mataron aquí aproximadamente a 1 500 000 personas, sobre todo judíos, polacos, gitanos y prisioneros rusos, pero también a personas de otras muchas nacionalidades.

El proceso de selección y exterminio estaba planificado y organizado eficientemente. Cuando el tren se detenía al lado del andén, las víctimas descendían y sus pertenencias eran apiñadas en un costado para ser luego enviadas a unas barracas que los prisioneros apodaban “Canadá” donde eran clasificados para su posterior envío a Alemania. Las personas eran obligadas a formarse en dos hileras, una de varones y la otra de mujeres, para que los médicos de la SS pudieran realizar una selección. Ésta se hacía de acuerdo al aspecto exterior del individuo, de hecho que su suerte se decidía en forma arbitraria y casual. Antes de su ingreso a las cámaras de gas los elegidos a ser gaseados debían despojarse de sus ropas. El pretexto era que irían a pasar por un proceso de desinfección.

La complicidad de las compañías ferroviarias en el traslado de las víctimas ocupó durante años a las asociaciones de víctimas. Francia, sin ir más lejos, resolvió no hace mucho la complicada situación. En 2006 un tribunal de Toulouse (Francia) condenó al estado francés y a SNCF al pago de una serie de indemnizaciones por la colaboración de buen grado con las fuerzas invasoras nazis en la aportación de vagones y locomotoras que sirvieron para el traslado de miles y miles de judíos hacia los campos de exterminio. Los jueces remarcaron que en ningún momento la empresa de ferrocarriles franceses se opuso a los convoyes de deportaciones ni emitió opinión alguna, aún sabiendo que las familias hacían ese siniestro viaje privados de alimentos y de las más elementales medidas de higiene. Que ambos responsables se distinguieron por el exceso de celo que pusieron en realizar el trabajo sucio, incluso más allá de lo exigido por la ocupación. Y recordó que la empresa ferroviaria consideraba esos convoyes como transporte de tercera clase, mientras que las desgraciadas víctimas eran apiladas en vagones de ganado. Los jueces puntualizaron que la empresa no sólo no objetó ni protestó, sino que siguió reclamando el pago de las facturas aún después de la liberación. Destaca el fiscal de la causa que los ferrocarriles franceses facturaron al estado el transporte de los deportados, por lo que la empresa no podría argumentar que había sido confiscada por el régimen nazi.