Archivo de la etiqueta: Zaragoza

El Museo del Ferrocarril de Aragón, más cerca

Aragón ha dado un paso definitivo para la puesta en marcha del futuro Museo del Ferrocarril, que tendrá tres sedes, en las localidades de Canfranc, Zaragoza y Caminreal-Fuentes Claras, y que contará al menos con 99 vehículos históricos que narrarán la historia del viaje en tren a lo largo del siglo XX. Con la firma de este martes, se dan pasos firmes para el nuevo centro, que incluye un protocolo de colaboración entre la DGA y Azaft; un convenio de colaboración entre la DGA y la Fundación de Ferrocarriles Españoles y una adenda al contrato que ya suscribió en octubre la DGA con la Fundación y a la que se une la Azaft. La firma de estos documentos se ha llevado a cabo en el coche ministerial, datado en 1955, que forma parte del ‘tren azul’, con salón, cocina, baño y estancias, que ha sido restaurado gracias al empeño de la Azaft.

El consejero de Vertebración del Territorio, Movilidad y Vivienda, José Luis Soro; el director gerente de la Fundación de Ferrocarriles Españoles, José Carlos Domínguez y el presidente de Azaft, Carlos Abadías, han firmado los tres documentos de colaboración que servirán para avanzar en el asesoramiento para el diseño de futuro Museo del Ferrocarril de Aragón y en la cesión, cuidado, puesta en valor y gestión del material ferroviario histórico que constituirá el contenido expositivo. Con el acto de este martes, se integra en este proyecto la Azaft, que se encargará de la preservación y conservación del material hasta la constitución de las sedes del futuro Museo del Ferrocarril de Aragón “teniendo en cuenta que Azaft dispone de la experiencia acreditada suficiente en la realización de esta labor, a partir de ahora se regulan las condiciones de colaboración para la gestión del material histórico ferroviario”. Sobre este contrato, Soro ha recordado que el Gobierno de Aragón y la Fundación de los Ferrocarriles Españoles, firmaron un contrato de cesión y depósito temporal de 59 vehículos históricos ferroviarios para su integración en el futuro Museo del Ferrocarril de Aragón.

Soro ha agradecido la colaboración y ha señalado que “cuando quieres tener éxito en un proyecto, lo mejor es rodearte de los mejores, de los que más conocimiento y experiencia tienen en esta materia” y ha explicado que “y más si tienen la pasión por este tema que llevan décadas demostrando”. José Luis Soro ha destacado que “comenzamos a andar para el diseño de un discurso expositivo y del contenido completo en cada una de las tres sedes” en las que se ubicarán 99 piezas ferroviarias. A partir de ahora, la Azaft también será el interlocutor con la Fundación de los Ferrocarriles Españoles y otros organismos de gestión ferroviaria. Una vez se defina la fórmula organizacional que se vaya a utilizar para la implantación y ejecución del proyecto del futuro Museo del Ferrocarril de Aragón, el Gobierno de Aragón ofertará a la Fundación y la Azaft que se integren en los órganos de gestión de la misma en la fórmula que considere dentro del proyecto.

El director gerente de la Fundación de los Ferrocarriles Españoles, José Carlos Domínguez Curiel, ha querido destacar que «hoy damos continuidad al acuerdo firmado el pasado 23 de octubre, por el que se reguló la cesión de vehículos históricos de la colección de la Fundación para la creación del Museo del Ferrocarril de Aragón, proyecto que como saben bien, contempla la habilitación de tres sedes museísticas -Canfranc, Zaragoza y Caminreal- y al que se incorporaron inicialmente 59 vehículos históricos ferroviarios, que junto a los vehículos de Azaft permiten que la colección del futuro museo cuente ya con casi un centenar de elementos expositivos. Gracias a este nuevo acuerdo que firmamos hoy se completa una nueva etapa colaborativa de gran relevancia en el ámbito de la preservación y la conservación de la historia y el patrimonio ferroviario, que tendrá su materialización en territorio aragonés, fruto de la sensibilidad del Gobierno de Aragón por la recuperación y puesta en valor del legado ferroviario que nos ocupa, con el objetivo principal para la defensa de la cultura y el patrimonio del ferrocarril, y para su puesta a disposición de la ciudadanía, beneficiaria final de la influencia económica y social del ferrocarril en el territorio”.

Carlos Abadías, por su parte, ha señalado que el protocolo que se ha firmado hoy recoge que la Azaft aportará al Museo del Ferrocarril de Aragón un total de 40 vehículos que conformarán el contenido museístico en las tres sedes. “El tren azul es la primera realidad de ese museo del ferrocarril, el museo no solo tendrá las tres sedes, sino que con este tren museo podrá llegar a cualquier estación esa historia de ferrocarril”. También aportará la colección de enseres y archivos reunidos en sus 35 años de existencia y, al mismo tiempo, podrá usar el material ferroviario también para acciones de divulgación, puesta en circulación de manera puntual de material ferroviario con fines culturales o turísticos.

El Museo del Ferrocarril de Aragón contará con tres sedes que estarán ubicadas en Caminreal – Fuentesclaras, donde ya se está trabajando en el edificio de la antigua estación y donde se contempla una nave con dos vías y capacidad para 14 vehículos; en Canfranc, donde se usará la antigua rotonda de locomotoras, el cuarto de agentes anexo y unas vías colocadas en las cercanías; y en Zaragoza, en un espacio todavía por determinar.

La Azaft tiene entre sus fines el desarrollo de la afición a los ferrocarriles y tranvías y divulgar los conocimientos e innovaciones necesarios para su construcción, restauración y funcionamiento de los mismos. La colaboración se extenderá también para las futuras rehabilitaciones de coches ferroviarios que no se encuentran en buen estado. Durante todos estos años, Azaft ha logrado reunir hasta 99 vehículos históricos muchos de los cuales están declarados como Bienes Catalogados del Patrimonio Cultural Aragonés.

Una década de tranvía en Zaragoza

Con la inauguración el 19 de abril de 2011 de la primera línea del tranvía en el tramo de Valdespartera hasta Gran Vía, Zaragoza recuperaba el tranvía, que vio por primera vez la luz en 1855 y sucumbió a los cambios urbanos y dejó de circular el 23 de enero de 1976. En esta úitima década el servicio acumula 22.588.747 pasajeros tras recorrer un total de 12.136.077 kilómetros, hasta marzo de 2021. Su construcción ha sido una oportunidad para mejorar la ciudad, incluyendo el antiguo centro histórico, con nuevos bulevares, aceras, a lo largo de sus 12,8 kilómetros de trayecto.

La puesta en servicio del tranvía supuso la reordenación de las líneas de autobús, que no fue fácil, y la reducción del tráfico un 30% en el centro de la ciudad de Zaragoza. En días laborables el tranvía realiza 344 viajes diarios desde las 05:00 de la madrugada hasta las 00.00. Abre sus puertas hasta 44.000 veces al día. Aunque se ha convertido en un medio de transporte de referencia para muchos, el tranvía no ha estado exento de polémica, tanto por su alto coste, 345 millones de euros, como por los conflictos de la deuda entre el Ayuntamiento de Zaragoza y el Gobierno de Aragón o por la implantación de la segunda línea en el eje este-oeste, que por el momento no verá la luz.

Hasta enero de 2020, el servicio mantuvo una tendencia al alza en el número de usuarios, hasta casi rozar el límite de la capacidad de los 21 convoyes disponibles. La saturación se convirtió en un problema en las horas punta mientras, paradójicamente, el Ayuntamiento debía compensar económicamente cada año el déficit de viajeros previsto en el contrato. La pandemia hundió la demanda hasta un 97% durante el confinamiento, y todavía no se ha recuperado: sigue siendo un 45% inferior a lo habitual.

En estos diez años, el tranvía ha sufrido, al menos, 182 percances, en los que se han registrado 177 heridos y 5 fallecidos. Además, algunas averías en el complejo engranaje de la línea obligaron a reforzar el plan de contingencia para que los buses urbanos cubrieran las emergencias. Se calcula que cada año se evitan 293 toneladas de CO2 y 481 toneladas de NOx y el consumo de 19,6 millones de litros de combustible. Además, la puesta en marcha del servicio supuso la plantación de 1.800 árboles y de 42.000 metros cuadrados de césped.

Las obras de la línea del tranvía fueron todo un reto constructivo y logístico al afectar al centro de la ciudad durante más de cuatro años. El proyecto se articuló en dos fases: una primera entre Valdespartera y Gran Vía, que concluyó en 2011, y una segunda hasta Parque Goya, que completó el trazado en 2013. . Una de las conversiones más llamativas fue la de Gran Vía, cuyo bulevar central se convirtió en uno de los iconos del trazado. En cuanto a la segunda fase, supuso una nueva renovación del paseo de la Independencia, la peatonalización del Coso y la llegada de los convoyes a la margen izquierda tras cruzar el Ebro. Además, los zaragozanos se familiarizaron con la presencia de las catenarias y en los extremos de la línea se construyeron sendas cocheras.

Tras el rechazo de no pocos sectores sociales al proyecto por su alto coste (345,5 millones), y por las consecuencias de introducir un tren por el centro de la ciudad, lo cierto es que el tranvía se ha convertido en el transporte de referencia para el eje norte-sur. No solo se ha integrado en su entorno, ha pacificado la movilidad y ha eliminado barreras de accesibilidad, también ha impulsado la conversión urbanística de todo su trazado y ha contribuido notablemente a reducir la contaminación.

Sin acuerdo en el conflicto del tranvía de Zaragoza

La reunión en el Servicio Aragonés de Mediación y Arbitraje (Sama) entre los trabajadores y la empresa del tranvía de Zaragoza ha finalizado de nuevo sin acuerdo, por lo que se mantendrán los paros parciales de media hora en las horas punta. Desde Tranvías de Zaragoza aseguran que el comité de empresa quiere seguir dilatando la negociación y convertir este proceso en «interminable», después de más de dos meses fallidos de reuniones en el Sama y dos años de conversaciones previas sobre el convenio.

Tras llevar más de dos años con el sueldo congelado y tener una de las peores remuneraciones del sector, los trabajadores del Tranvía de Zaragoza se han plantado. Y por mayoría valoraron de manera totalmente unánime continuar con los paros. «Se sienten infravalorados», dijo el presidente del comité de Tranvía de Zaragoza, quien recordó que han denunciado ante el juzgado el Erte que la empresa aplicó el año pasado con el consiguiente descuento en las nóminas.

La compañía acusa al comité de haber «tirado por la borda» los avances de los últimos meses, en una estrategia «orquestada» de manera conjunta con los trabajadores del transporte urbano tomando «como rehenes» a los ciudadanos como modo de presionar y de conseguir unas reivindicaciones «totalmente alejadas de cualquier realidad». Defienden que han realizado un ejercicio de responsabilidad, especialmente en el actual contexto económico y social y que han atendido, en la medida de sus posibilidades, las reclamaciones del comité sin asumir pretensiones «fuera de la realidad».

Los Tranvías de Zaragoza recalca el esfuerzo llevado a cabo al proponer un marco estable para los próximos años basado en cuatro ejes: mantenimiento del empleo, mejora del poder adquisitivo, mejoras en la jornada, la formación y la promoción interna y mejoras organizativas y del cuadrante laboral. Los paros se iniciaron el pasado 5 de enero, han continuado en febrero y van a mantenerlos desde el 9 de marzo hasta el 9 de abril. Hay condiciones, explican fuentes del organiosmo, a las que no piensan renunciar como el establecimiento de una jornada máxima de conducción ininterrumpida de 4 horas y media frente las 5 horas y media que vienen realizando los conductores, así como fijar su jornada en 7 u 8 horas diarias y no las 9 que están haciendo habitualmente.

Los trabajadores quieren evitar «turnos maratonianos» que hacen imposible la conciliación de la vida laboral y personal, reducir la jornada (ya que el proyecto de explotación marca 1.688 horas anuales de trabajo y hacemos 1.720) e incrementar los salarios «muy por debajo de los que tienen otros profesionales del sector». «Habíamos rebajado nuestras pretensiones. Les ofrecimos en el Sama el IPC más el 1,5% en lugar del 4% de nuestra propuesta inicial, pero la empresa a todo nos dijo que no». «La concesionaria nos ofreció darnos el IPC de estos años y crearnos una paga de nuestro IPC. Nos parece totalmente insuficiente», reiteran las mismas fuentes.

La compañía, mantiene su voluntad de alcanzar acuerdos y sigue tendiendo la mano para que en un gesto de responsabilidad y altura de miras el comité ponga en valor la propuesta planteada por la empresa tras más de dos años de negociaciones y las 50 reuniones mantenidas» dado que en ese tiempo «por la falta de acuerdo no se ha podido materializar la mejora que propone la empresa para los trabajadores». De cualquier forma, señalan «los paros realizados, con unos servicios mínimos del 80% o 90% se están desarrollando sin incidencias y sin afecciones de relevancia para los usuarios dado el escaso seguimiento inferior al 25% del global de la plantilla e inferior al 50% en el colectivo de conductores».

La Azaft busca mecenas para la Baldwin I

La Asociación de Amigos del Ferrocarril y el Tranvía (www.azaft.org) ha emprendido una campaña de mecenazgo para obtener financiación que les permita restaurar y poner en marcha una locomotora de vapor Baldwin de 1920, que, en función de la recaudación, podría enganchar coches ferroviarios para hacer trayectos con pasajeros. Esta locomotora (la de las películas del Oeste) está fabricada en Estados Unidos, y es el mismo modelo que aparece en la célebre cinta ‘Regreso al futuro’.

El presidente de la Azaft, Carlos Abadías, ha explicado que esta campaña de recaudación se realiza por Internet, en la dirección web ‘www.baldwin.es‘ y hasta la fecha cuentan con 15.000 euros, pero necesitan, al menos, 20.000, para restaurarla y ponerla en marcha; y el doble, hasta 40.000 euros, para enganchar coches ferroviarios que permita a los ciudadanos sentir la experiencia de cómo se viajaba hace más de un siglo. Abadías ha contado que esta locomotora se encuentra en una nave aneja a la estación del barrio rural zaragozano de Casetas. Con la menor cuantía -20.000 euros- se podría hacer un trazado lineal de cien metros para ver como los maquinistas hacen funcionar la Baldwin I. No obstante, la intención es poder alcanzar los 40.000 euros para superar unas medidas de seguridad, «como una ITV ferroviaria» que le autorice a enganchar coches ferroviarios.

La Locomotora, de rodaje 130, salió de los talleres de la firma estadounidense Baldwin Locomotive Works y fue adquirida por la empresa Agrícola Industrial Navarra para formar los trenes de mercancías que llegaban y salían de la Azucarera de Tudela. En el año 1951 fue vendida a la Sociedad Ibérica de Construcciones y Obras Públicas para trabajar en la construcción de la línea minera aragonesa que unía Andorra con Escatrón. Posteriormente, la locomotora pasó a ser propiedad de Endesa, prestando servicio hasta 1983. Dos años después la máquina llegó a la Azaft, una asociación sin ánimo de lucro que lleva más de 40 años trabajando por el patrimonio histórico ferroviario aragonés.

Tras una profunda restauración que se alargó dos años, la Baldwin I recuperó su funcionalidad en el año 1987. Protagonizó diversos viajes con trenes históricos e incluso participó en el rodaje de distintas películas. La locomotora estuvo en servicio hasta el año 1999. En una revisión se detectaron diversas averías que aconsejaron dejarla fuerza de servicio sin encender la caldera. Tras un largo periodo de inactividad, los socios de la Azaft han comenzado los trabajos de revisión y reparación de diversos elementos, lo que permitirá volver a ponerla en marcha con ayuda de un taller homologado, el cual realizará la adaptación de la máquina a los modernos sistemas de seguridad que facultarán a la Baldwin I circular por la red cumpliendo las normativas que rigen para la circulación de trenes históricos.

«Además de posibilitar la recuperación del patrimonio industrial de Aragón sería un reclamo turístico«, ha apostillado Carlos Abadías, quien ha recordado que la campaña de mecenazgo está dirigida tanto a particulares, como a ciudadanos involucrados en defender y potenciar el patrimonio y la historia del transporte», ha añadido, para recordar que las donaciones tienen desgravaciones fiscales. En caso de alcanzar la cifra máxima, se podría enganchar alguno de los ocho coches del «Tren Azul», una «joya ferroviaria» restaurada y conservada gracias a la labor de Azaft, que realizaba el trayecto Zaragoza-Canfranc en los años 40 del siglo XX. El convoy está restaurado, pero precisan de financiación para restaurar buena parte de la colección de 99 vehículos que tiene esta asociación. Los ingresos provienen de los viajes y de las acciones paralelas, pero el año 2020 con la pandemia lo ha paralizado todo.

La colección completa de la Asociación consta de 99 vehículos que están albergados en la nave próxima a la estación de Casetas, que será una de las tres sedes del futuro Museo del Ferrocarril. Las otras dos se ubicarán en Caminreal (Teruel) y en Canfranc (Huesca). En Caminreal, se podrán admirar unos 14 vehículos, en Canfranc 29 unidades y en Casetas el resto, unos 56 coches ferroviarios y locomotoras. Los trámites administrativos están «muy avanzados y los lidera el Gobierno de Aragón», ha indicado Carlos Abadías, para detallar que están licitadas las obras de rehabilitación en Caminreal, un edificio histórico de estilo racionalista del arquitecto madrileño Luis Gutiérrez Soto. Se financiará con el Fondo de Inversiones de Teruel (FITE) y requerirá de unos tres años, ha calculado. La sede de Canfranc se ubicará aprovechando la rotonda de locomotoras, donde el pasado año «se han realizado los primeros movimientos para albergar las 29 joyas», ha subrayado. La tercera y última sede estará en Casetas la lidera el Ayuntamiento de Zaragoza y está a expensas de tener dotación presupuestaria, pero «están muy interesados y realizando gestiones con Adif para la cesión de suelos».

Abadías explica que entre las 99 piezas haya otros 15 vehículos restaurados. «La labor de 40 años de la asociación ha sido de recopilación y conservación y por eso existen y no se han perdido, pero para restaurarlas necesitamos que nos echen una mano para que puedan seguir funcionando», ha expuesto. La colección se centra en coches de viajeros y unas pocas locomotoras, que son vehículos de tracción de los siglos XIX y XX. Se focaliza en los coches de viajeros porque cuenta la historia de los coches Carde y Escoriaza, el nombre de la industria pesada del ferrocarril que en la actualidad es CAF, y se pretende dar a conocer como se viajaba en las distintas épocas y ver la evolución de este medio de transporte. Además, hay otra parte que se centra en la Compañía Internacional de Coches Cama, una empresa de origen belga que tenía el monopolio con sedes en todo el mundo y que regentó trenes míticos como el Orient Exprés o el Sur Expreso -que hacía el recorrido París-Lisboa pasando por el País Vasco-.

La asociación ha recuperado un tren de la ‘Belle Epoque’ como un coche de madera de teka, de los que solo hay 15 iguales en todo el mundo y fue fabricado en Zaragoza por Carde y Escoriaza. Como complemento, cuentan con coches imperiales utilizados por la Jefatura del Estado de España, cuando no había aviones y datan desde 1908 hasta finales de los años 60, ha explicado Abadías.

(Imagen cortesía de Ángel González Mir)

Nuevos pasos para el Museo de Aragón

59 vehículos históricos ferroviarios, a los que se prevé incorporar otros activos que tiene AZAFT en propiedad o custodia para llagar a un total de 95, formarán parte del futuro Museo del Ferrocarril de Aragón para su exposicónn, preservación y puesta en valor, cuyo proyecto contempla la habilitación de sedes en las tres provincias de la comunidad: concretamente en Canfranc, Zaragoza y Caminreal. El departamento de Vertebración del Territorio, Movilidad y Vivienda ha firmado un acuerdo para la cesión de uso y depósito temporal de vehículos históricos de la colección de la Fundación para la creación del Museo, para el que aún no se vislumbra una fecha en el horizonte.

Este acuerdo cuenta con la firma del consejero José Luis Soro, y el director gerente de la Fundación de los Ferrocarriles Españoles, José Carlos Domínguez Curiel, y afecta a un volumen importante del patrimonio ferroviario de la colección de la Fundacón de Ferrocarriles. La firma del acuerdo incluye la suscripción de un protocolo de adhesión por parte del Gobierno de Aragón al Programa de Puesta en Valor del Patrimonio Histórico Cultural Ferroviario, que gestiona la FFE, lo que permitirá¡, que el Gobierno de Aragón pueda solicitar la cesión a la Fundación de diverso material histórico con destino al proyecto del Museo del Ferrocarril de Aragón. Mediante estos acuerdos se inicia una nueva etapa colaborativa que tiene mucha importancia en el ámbito de la preservación y la conservación de la historia y el patrimonio ferroviario, que tendrá su materialización en territorio aragonés y que es fruto de la voluntad de colaboración de las instituciones firmantes, del esfuerzo asociativo y del trabajo de todas las partes implicadas.

En lo que concierne a Canfranc, la idea es contar la relación transfronteriza entre la región aragonesa y la de Aquitania, para lo que se plantea no solo un museo de vehículos, sino de personas, «de los trabajadores que hicieron posible esa conexión internacional, de la relación de mercancías, de traspaso de gente y el nudo tan importante que fue Canfranc en la Segunda Guerra Mundial», explicaba hace unas semanas Carlos Abadías, de la Asociación Zaragozana de Amigos del Ferrocarril y Tranvías (Azaft).

En la estación de ferrocarril de Caminreal, proyectada por Luis Gutiérrez Soto, inaugurada en 1933 y declarada Bien Catalogado del Patrimonio Cultural Aragonés, está previsto exhibir una serie de vehículos históricos y locomotoras, como un elemento de reivindicación del corredor Cantábrico-Mediterráneo además del eje Sagunto-Canfranc. La planta baja acogerá parte de las dependencias del Museo, mientras que en un edificio de nueva planta próximo, pensado como un contenedor, se expondrán hasta 14 coches y locomotoras de época. Este edificio consiste básicamente en una nave diáfana para albergar el material ferroviario antiguo y una zona de recepción y acogida más dos zonas expositivas de algo más de 100 metros cuadrados. Además dispondrá de una sala de audiovisuales y de una zona de contemplación y descanso.

Para el de Zaragoza, Azaft pretende que muestre la evolución de la sociedad y las migraciones a partir del ferrocarril. Se utilizarán las máquinas, coches y vagones de la colección de la asociación, y se explicará cómo eran los viajes en tren en los años 20, 30 o 50. La creación del museo de Casetas cuenta, además con el apoyo de Adif y el Ayuntamiento de la capital aragonesa.

(Imagen Carlos Abadías. Azaft)

Estaciones singulares: Campo Sepulcro

En l861 llega por primera vez el ferrocarril y se inaugura la primera estación, de la Compañía Zaragoza-Barcelona por Lérida, luego adquirida por la Compañía del Norte, a la que se suman en años sucesivos otras pertenecientes a las diversas compañías, como la de Zaragoza a La Puebla de Híjar, estación de los directos o estación de Cappa, usada posteriormente por el ferrocarril de Utrillas, y la estación de Campo Sepulcro, de la línea a Madrid, y la del ferrocarril de Cariñena. La última estación que construye una compañía privada en Zaragoza es la de Delicias. El ferrocarril pretende acercarse cuanto le sea posible a la ciudad, pero nunca-o muy pocas veces penetra en ella. De esa manera, ocupa habitualmente una posición intermedia entre los viejos cascos urbanos y las áreas periféricas.

La estación de Campo Sepulcro, también llamada de Madrid o de la MZA, se localiza en la parte occidental de Zaragoza, en un espacio que pertenece a la Orden Militar del Santo Sepulcro, de ahi esta denominación tan curiosa e impactante para los foráneos. Hay sin embargo quien defiende que el origen proviene del primer Sitio de Zaragoza por las tropas francesas, derrotadas en la batalla de las Eras, localizada en un espacio situado entre las Puertas del Carmen y del Portillo. El campo de batalla queda plagado de cadáveres que luego son enterrados; el lugar pasa a conocerse como «el Sepulcro». Sea una u otra la explicación, lo cierto es que la compañía de Madrid a Zaragoza y a Alicante ubica su principal estación con este nombre.

El edificio de viajeros de Campo Sepulcro se construye de acuerdo con un proyecto aprobado en 1893; dirige las obras Luis Montesino, ingeniero de vías y obras de MZA, y las ejecuta el contratista Juan Pruneda. La estación, inaugurada tres años más tarde, consta de cinco vías principales de 114 metros de longitud, con edificio de viajeros, cochera de carruajes, cochera de locomotoras y otros complementos. Antes de su apertura oficial, en 1896,, la compañía ferroviaria M.Z.A. tiene en funcionamiento, una serie de instalaciones eventuales para dar servicio a la línea. El nombre de «Estación provisional Campo Sepulcro» con el que hacen referencia a ella los escritos de la época, da idea del carácter temporal de las mismas. Se trata de una estación «de término», un sencillo edificio, con dos muelles de carga que equipan la reducida playa de vías que componen el conjunto.

Cuando la compañía MZA se fusiona con la empresa de los Ferrocarriles de Tarragona a Barcelona y Francia (TBF), la estación debe cambiar su fisonomía para adaptarse a las nuevas circunstancias El definitivo proyecto necesita de una estación «de tránsito», cuyas vías se encaren más hacia el sur, en ángulo cerrado con las existentes, para enlazar con el trazado: Puebla de Hijar-Reus-Barcelona. Así la nueva estación Campo Sepulcro sustituye a la provisional hasta que, en 1972, la recién inaugurada Zaragoza -El Portillo centraliza definitivamente el tráfico ferroviario de la ciudad, en detrimento de Delicias y Arrabal.

Durante más de cuarenta años se suceden en MZA hasta cinco proyectos para dotar a Zaragoza de una estación de cabeza en la capital aragonesa. En este espacio de tiempo caen los citados planes por causas diversas: indeterminación de su carácter (de final de línea o de tránsito), oposición del Ejército (se pretende ocupar terrenos de su propiedad), influencias políticas locales o por conveniencias de la compañía. Sea cual sea, lo cierto es que MZA tarda cuatro décadas en construir un edificio de viajeros adecuado a la categoría de la compañía y la ciudad, al contrario que Norte, su gran competidor en la península.

La ‘nueva’ estación se sitúa a la derecha de la primitiva, según la aguja del lado de Madrid. Dispone de cinco vías principales, de las que cuatro se hallan destinadas a los trenes de viajeros, servidas por tres andenes; el principal corresponde al edificio cubierto de 114 metros de largo; otro intermedio entre la vías 2 y 3; y otro entre la 4 y 5 de la misma longitud y de 4,50 metros de ancho. La quinta vía se destina a maniobras. Las cinco vías están unidas por un carro trasbordador, un foso y sin plataforma alguna, «como la estación madrileña de Atocha», según describe el proyecto. Además de las vías mencionadas, se establecen dos para los depósitos de carbón, una de acceso a los talleres y otra de entrada a la cochera de máquinas.

El edificio de viajeros, los retretes y cochera de carruajes contiguos y dispuestos a lo largo de andén principal forman una fachada de 155 metros de longitud, según cita el mencionado proyecto. La estación consta de un cuerpo corrido, con tres pabellones de dos pisos, uno central y dos laterales. La fachada del lado de las vías está abrigada por una marquesina sostenida por columnas que cubren el andén principal y protege el acceso a los coches. El abrigo consta de dos marquesinas voladas sobre las aceras, correspondiente a las dos naves que forman las líneas entrantes. La planta baja está ocupada por un gran vestíbulo, que da acceso al exterior por dos grandes puertas vidrieras y que comunica por sus dos extremos a la salas de equipajes de salida y llegada. En el vestíbulo se encuentran los despachos de billetes, factoría de equipajes y el telégrafo público. Las salas de espera, oficina del jefe de estación y telégrafo de la compañía, que como las dependencias anteriores se encuentran en el pabellón central, solo tienen entrada por el andén.

En la nave situada del lado de Barcelona, se encuentra la sala de equipajes a la salida y la fonda; mientras que en la del lado de Madrid, se sitúan la sala de equipajes a la llegada y diversas oficinas del servicio. Las plantas bajas de los dos pabellones extremos están dedicadas a dependencias del servicio ferroviario. En las plantas principales de los pabellones, se establecen viviendas para el personal de la estación. Estos habitáculos son amplios, altos de techo y ventilados, con capacidad suficiente para la comodidad de los empleados.

La armadura que cubre el edificio es de vigas y viguetas de acero de Bilbao, al igual que la de los pisos que se forjan con bovedillas de ladrillo hueco. La cubierta de los tejados es de teja plana forrada al interior con tarima barnizada. En las naves o cuerpos de una sola planta se disponen sótanos con cinco departamentos independientes y destinados al servicio de la fonda, el mayor, y los restantes para las viviendas. «Estos locales abovedados son de provechoso recurso en la estación estival, además de sanear el edificio defendiéndole de los efectos de la humedad», explica la memoria del proyecto.

En la construcción de los muros, se emplea ladrillo prensado y ladrillo ordinario de las mejorías tejerías de Zaragoza. La teja plana también es local, y la sillería, de caliza marmórea blanca y rosada con algunas vetas verdes, es susceptible de un pulimento perfecto. El mármol procede de las canteras de Puebla de Almartón, situada a 65 kilómetros de la capital aragonesa, con fama entre los constructores por su extremada calidad, que supera a las piedras de Tafalla y Alhama que se utilizan en la línea aragonesa. Las marquesinas son también de acero, cubierta de zinc ondulado y forradas al interior de tarima barnizada en dibujo diagonal.

«Nada ha escaseado la compañía para conseguir, al mismo tiempo que la comodidad y buen servicio del público, la ornamentación adecuada a la importancia que a la estación de Zaragoza debe otorgarse. Las paredes y techos están ornamentados y pintados al óleo y son dignos de mención los artesonados del vestíbulo y del salón de la fonda, hechos por inteligentes operarios de Pamplona. La construcción de la parte metálica de esta obra ha sido ejecutada en los talleres de Averly, y nada tiene que envidiar a las que en otras líneas se han empleado de fábricas acreditadas del extranjero», asegura la revista de Obras Públicas que se hace eco del estreno de la estación de MZA en Zaragoza.

En 1967, tras el cierre de las estaciones aledañas de Cariñena, Utrillas y Caminreal, Campo Sepulcro pasa a ser la principal estación de la ciudad. Pero siste años más tarde, Renfe proceda a su ampliación y realiza una profunda reforma que modifica sustancialmente su aspecto inicial, La operadora decide además prescindir del histórico nombre y denomina la estación como El Portillo. Su construcción obliga a derribar el antiguo depósito de locomotoras; en su lugar se levanta la rampa de acceso al nuevo edificio proyectado por los ingenieros Alfredo Martínez Alonso y Demetrio Ullastres Astudillo, y galardonado en 1972 con el Trofeo Ricardo Magdalena. La nueva instalación se ajusta a las necesidades ferroviarias del momento, que prescinden de la tradicional zona de vivienda para los empleados, a los que ubica en construcciones colectivas independientes. Por el contrario, se incorpora una zona comercial en el vestíbulo con pequeños espacios acristalados a ambos lados del hall. También prescinde de la cantina y restaurante, por lo que los andenes quedan solo para la atención de los viajeros.

El complejo ferroviario, que ocupa unos 19.000 metros cuadrados, dedica a la estación 900 metros, 10 vías de paso de larga distancia y 4 destinadas a cercanías. La superficie del vestíbulo general de viajeros es de 1.500 metros y el aparcamiento inferior, de 3.500 metros, dispone de capacidad para 150 vehículo al descubierto y 200 a cubierto. Con la superficie de marquesinas colocadas, se puede cubrir dos veces el campo de fútbol de La Romareda y en los andenes cabe una población de setenta y seis mil personas. De su decoración destacan los cinco murales realizados por el artista Andrés Sánchez Sanz de Galdeano. El 18 de mayo de 2003 parte desde uno de sus andenes un tren con destino a Galicia, el último que presta servicio en El Portillo antes de ceder el testigo a la intermodal de Delicias. En 2008, en terrenos de la antigua estación, se inaugura la nueva estación subterránea de Zaragoza-Portillo, en la que prestan servicios Media Distancia Renfe y el Cercanías Zaragoza.

(Fuentes. Revista de Obras Públicas. Daniel Felipe Alonso Blas, en «Historia del ferrocarril en Aragón». Miguel Angel Balldellou, en «Luis Gutiérrez Soto, Artistas españoles contemporáneos». María del Carmen Faus Puyol, en «El ferrocarril y la evolución urbana de Zaragoza». Eloy Fernández Clemente, en «El ferrocarril en Aragón». Ignacio María Martínez Ramírez, en «Las estaciones del ferrocarril Zaragoza-Caminreal, vistas por sus autores, los arquitectos Luis Gutiérrez Soto y Secundino Zuazo Ugalde». Heraldo de Aragón).

Estaciones singulares: Delicias Zaragoza

Zaragoza se muestra desde siempre como nudo fundamental de las comunicaciones por vía férrea. Todo ello como consecuencia de su peculiar situación en el centro del cuadrilátero Madrid-Valencia-Barcelona-Bilbao, que ya a mediados del siglo XIX se exhibe como una de las áreas de mayor virtualidad económica, y con grandes perspectivas de desarrollo, que el tiempo confirma con creces. Como resultado de todo ello, Zaragoza llega a contar con cinco estaciones ferroviarias: Delicias, Norte (Arrabal), Campo Sepulcro (Madrid-Zaragoza- Alicante), Utrillas y Cariñena que constituyen los puntos nodales sobre los que se articula la red ferroviaria aragonesa. Pasan por Zaragoza las líneas que unen Madrid con Barcelona, bien sea por el norte, (Huesca y Lérida), o por el Sur (Caspe y Tarragona) y lo mismo puede decirse del ferrocarril hacia Logroño y Miranda. por un lado. y Pamplona y Alsasúa. por otro. Hay que esperar hasta bien entrado el siglo XX para que Zaragoza tenga una conexión directa con Valencia.

En l861 llega por primera vez el ferrocarril y se inaugura la primera estación, de la Compañía Zaragoza-Barcelona por Lérida, luego adquirida por la Compañía del Norte, a la que se suman en años sucesivos otras pertenecientes a las diversas compañías, como la de Zaragoza a La Puebla de Híjar, estación de los directos o estación de Cappa, usada posteriormente por el ferrocarril de Utrillas, y la estación de Campo Sepulcro, de la línea a Madrid, y la del ferrocarril de Cariñena. La última estación que construye una compañía privada en Zaragoza es la de Delicias. El ferrocarril pretende acercarse cuanto le sea posible a la ciudad, pero nunca-o muy pocas veces penetra en ella. De esa manera, ocupa habitualmente una posición intermedia entre los viejos cascos urbanos y las áreas periféricas.

Las concesionarias del ferrocarril, por lo general en manos de capitales privados y en muchos casos extranjeros (franceses, ingleses y belgas), además de intervenir en la explotación de la línea, también aportan sus propios ingenieros y arquitectos, que trasladan formas y soluciones propias de los paisajes ferroviarios de otros países. A partir del último tercio del siglo XIX se aprecia una mayor presencia de ingenieros y arquitectos españoles, y con ello la incorporación de elementos propios de la arquitectura local, que culminan con la construcción de monumentales estaciones historicistas, por lo general de inspiración mudéjar, como las estaciones de Huelva (1880), Sevilla (1901) y Toledo (1917).

La inauguración del ferrocarril de Canfranc en 1928 y la necesidad de establecer una conexión más rápida desde Valencia con Zaragoza-y de allí a Francia, animan a la Compañía del Central de Aragón a comprar el pequeño ferrocarril de vía estrecha Zaragoza-Cariñena y trazar la línea entre Zaragoza y Caminreal (123 kilómetros), donde se uniría con la línea de Teruel, y su antiguo ramal a Calatayud. La estación de Delicias es la principal de la línea que une Zaragoza con Caminreal y de allí con Teruel y Valencia. La conexión ferroviaria entre Zaragoza y Valencia está constituida hasta 1933 por la línea de la Compañía del Central de Aragón, fundada en 1888, y que desde Calatayud une Teruel y Valencia con Zaragoza desde 1903. El tramo Calatayud a-Zaragoza lo explota MZA, pero es evidente que supone un rodeo de más de 40 kilómetros entre Zaragoza y Valencia.

La Compañía de Caminos de Hierro del Norte de España, que explota la línea del Canfranc, adquiere la del Central de Aragón, pero decide respetar su propia configuración. Con el tráfico se inauguran las estaciones de la línea, entre ellas la de Delicias de Zaragoza y la de Caminreal. Desde el principio se procura dar a todo el conjunto de la línea una concepción moderna y cómoda, que se refleja tanto en el trazado, que elimina los pasos a nivel, como en las instalaciones y edificios, así como en el material rodante: las locomotoras más potentes de España y los coches de viajeros, de moderno diseño y construidos totalmente metálicos por la zaragozana Carde y Escoriaza, todo un avance en su momento. En el caso de las estaciones se seleccionan los proyectos de dos arquitectos, Luis Gutiérrez Soto y Secundino de Zuazo Ugaldea. Al primero se le encargan los edificios de Zaragoza y Caminreal, y al segundo las estaciones y apeaderos intermedios, que se construyen entre 1928 y 1932.

Luis Gutiérrez Soto (Madrid 1907-1977) es uno de los grandes arquitectos españoles del siglo XX. Sus primeras obras pertenecen a un racionalismo característico, que se plasma en construcciones de todo tipo, desde interiores de comercios, salas de fiestas, bares-como Perico Chicote y cines como el Barceló, a grandes estaciones y aeropuertos,-como Barajas, aunque la piscina madrileña La Isla constituye su obra más propia. Tras la Guerra Civil evoluciona hacia obras monumentalistas e historicistas, más adecuadas al gusto y al concepto político del momento, como es el Ministerio del Aire de Madrid, de clara influencia herreriana, proyectado en 1942.

«Hasta hace pocos años, en España no se ha dado la debida importancia a la construcción de estaciones de ferrocarril. Por eI contrario, esta construcción constituía el detalle de menos interés de las obras y aunque en realidad sea un problema de dificultad mucho menor que el trazado y construcción de toda la línea, no por eso debe dejarse relegado a un segundo plano y limitarse a seguir unos viejos y deplorables patrones de estaciones, que por desgracia abundan en casi todas las líneas españolas; la estación es la fisonomía, la alegría del ferrocarril, lo que más directamente trasciende a la sensibilidad del público y del viajero». Gutiérrez Soto se lamenta en un artículo de la escasa importancia que tradicionalmente se da a la arquitectura de este tipo de instalaciones y se alegra del encargo de la compañía del Central de Aragón.

El arquiecto madrileño defiende, además, en el mismo artículo su estusiasmo en la intervención en la estación de Delicias. «La tranquilidad. y claridad de su fachada, la amplitud de líneas, el empleo de ventanas y puertas metálicas, aseguran al empleado y al público la máxima luz y alegría, el blanco de sus fachadas encaladas, en contraste con el rojo ladrillo aragonés y el sepia tostado de sus tejas, el verde de su carpintería y el alegre y variado colorido de su interior causarán al viajero esa sensación de limpieza, esmero y confort que en todo edificio de este género el arquitecto debe perseguir».

En Delicias de Zaragoza, la fachada del lado del andén es rectilínea; por el contrario, la fachada del lado exterior, que da al llamado patio de carruajes, es asimétrica, con volúmenes-dispuestos irregularmente pero con armonía, significándose la torre y las arcadas de acceso al vestíbulo. El conjunto mezcla con suma habilidad trazos del racionalismo propio de la época con soluciones y materiales de la tradición rústica aragonesa. En ambas estaciones -Zaragoza y Caminreal-, destaca su torre, de tres cuerpos, a modo de campanario, de planta cuadrada, y con unos característicos óculos circulares en ladrillo. En estas torres podemos encontrar una sutil reinterpretación de las torres mudéjares, tan frecuentes en la historia de la arquitectura aragonesa.

El edificio se inserta completamente en la corriente racionalista, que se desarrolla plenamente en ese momento. Se trata de un edificio sobrio, en el que resalta, sobre todo, la articulación de fachadas en detrimento del tratamiento de los interiores, de carácter más funcional, por otro lado seriamente transformado tras abandonarse su uso. La estación consta de dos fachadas completamente diferenciadas, la que abre al andén, determinada por la simetría y la disposición ordenada de los huecos de apertura y organizada en dos pisos separados por una franja pintada y articulada mediante la disposición de bandas de ladrillo que enmarcan los huecos. La fachada opuesta queda determinada por su carácter asimétrico, está articulada en la zona central por la disposición de un volumen a modo de cuerpo central abierto con un pórtico de arcos de medio punto a modo de vestíbulo, en el lateral derecho por una estructura torreada y otro porche arquitrabado que forman un cuerpo lateral, y el lateral izquierdo carente de una articulación especial.

El interior del edificio se ve seriamente transformado tras abandonar su uso. El vestíbulo se tabica y se convierte en salón de actos. Las taquillas y la galería de la parte superior, siguen igual. Las barandillas, banco de madera y otros elementos desaparecen. Los pavimentos son de gran interés, aunque aparecen deteriorados en algunas zonas, constan de teselas, con motivos diversos de círculos, flechas…Los contratistas de la obra son Manuel García, Antonio García y Juan Urriti, que trabajan normalmente para la Compañía del Norte, y que construyen gran parte del ferrocarril de Canfranc.

El tráfico de viajeros se desvía hacia la estación del Arrabal, ya desaparecidas las compañías privadas, y administrada la explotación ferroviaria por Renfe. Al desafectarse completamente al tráfico de viajeros, queda como estación de clasificación de mercancías. En general, el edificio se conserva con cierta dignidad. En 1980, y por iniciativa del Colegio de Arquitectos, se solicita la incoación como Monumento Histórico Artístico. Está declarada de Protección de Interés Monumental por el Ayuntamiento de Zaragoza, entendiendo esta estación de Delicias como uno de los mejores y originales ejemplos de arquitectura ferroviaria española. La Asociación Zaragozana de Amigos del Ferrocarril y el Tranvía (Azaft) tiene su sede en esta antigua estación desde hace más de 30 años y aspira a convertirla en museo del ferrocarril.

La inclusión de Zaragoza dentro del corredor ferroviario de Alta Velocidad Madrid-Zaragoza-Barcelona-frontera francesa, motiva el replanteamiento de toda la infraestructura ferroviaria a su paso por la ciudad y la realización de una nueva estación que albergara el tráfico ferroviario tanto en ancho ibérico como internacional. En 1997 el Ayuntamiento, el GIF y el Ministerio de Fomento deciden trasladar la estación desde su antigua ubicación en el Portillo a la zona situada al oeste de la ciudad junto a la antigua estación de Caminreal de Gutiérrez Soto. E 7 de mayo de 2003 los primeros trenes de Alta Velocidad entran en el nuevo complejo de Delicias, Premio FAD de Arquitectura en 2004 y Premio Brunel en el 2005. Tras cumplirse diez años desde su inauguración, cerca de 19 millones de pasajeros utilizan los servicios de la nueva estación, denominada también como Delicias.

(Fuentes. Revista Femocarriles y Tranvías. Daniel Felipe Alonso Blas, en «Historia del ferrocarril en Aragón». Miguel Angel Balldellou, en «Luis Gutiérrez Soto, Artistas españoles contemporáneos». María del Carmen Faus Puyol, en «El ferrocarril y la evolución urbana de Zaragoza». Eloy Fernández Clemente, en «El ferrocarril en Aragón». Ignacio María Martínez Ramírez, en «Las estaciones del ferrocarril Zaragoza-Caminreal, vistas por sus autores, los arquitectos Luis Gutiérrez Soto y Secundino Zuazo Ugalde»).

Vehículos especiales: trenes hospital (y II)

Dicen que la guerra es la madre de las invenciones y el área de la medicina no es una excepción. En la Gran Guerra se desarrolla una serie de innovaciones que sirve para salvar vidas, no sólo en ese conflicto, sino en los que le siguen. Los equipos médicos son puestos bajo una increíble presión. Presión que resulta insoportable y llega al límite cuando deben realizarse operaciones quirúrgicas importantes (amputaciones, sobre todo) a bordo de un convoy ferroviario.

En los años 30 se construye en España un coche sanitario para traslar rápidamente a los lugares donde hubiera un accidente ferroviario, para asistir de primera mano a los agentes y viajeros heridos, y una vez curados trasladarlos a los centros o poblaciones donde hubieran de ser hospitalizados. Este vehículo es un bastidor pequeño de dos ejes, que tiene una sala de operaciones y cuatro camillas, así como agua corriente y calefacción. Descartado este vehículo, ssale de fábrica otro coche previsto para la atención hospitalaria (FA_0043-001) que consta de dos partes; una destinada al personal de servicio, y otra a la atención puramente médica. Dispone de sala de esterilización, sala de operaciones, departamento de rayos X (con toma de la Red), sala de camillas, con ocho de ellas dotadas de suspensión elástica y espacio para transportar 20 heridos más que por su estado puedan ir sentados. La principal finalidad es la rápida asistencia en el lugar del accidente a los heridos en las grandes catástrofes ferroviarias, dada su gran capacidad para operar hasta los casos más graves.

Durante la Guerra Civil Española (1936-1939) el uso de trenes para el transporte de heridos desde el frente hasta los distintos centros sanitarios es un servicio que funciona con mucha frecuencia. Tampoco es una novedad en la historia ferroviaria española, aunque hasta entonces no adquiere una importancia capital. Durante la campaña del Rif de 1909, se utiliza el “tren sanitario improvisado”, tal y como aparece citado en la Real Orden de 4 de enero de 1909. Este convoy realiza trece viajes; evacua a 285 heridos y 1.717 enfermos y completa un recorrido de 6.199 kilómetros.

La Sanidad Militar desarrolla y pune en práctica nuevas técnicas sanitarias como el “Método Español” en los tres años que dura la contienda bélica que enfrenta a españoles contra españoles. Todas las innovaciones, militares y sanitarias, surgidas en España durante el conflicto civil, tienen un reflejo y aplicación en los diferentes países europeos, sobre todo en la II Guerra Mundial. Dicha contribución generalmente pasa desapercibida dentro de nuestras fronteras, pero no así en ámbito internacional donde son ampliamente reconocidas personalidades como Juan de la Cierva o el doctor Josep Trueta i Raspall.

La Sanidad Militar española está formada en esta época una compleja red de centros asistenciales de primer nivel en ambos bandos combatientes, los cuales comparten muchos procedimientos, técnicas sanitarias y organización asistencial, solo que, en ocasiones, emplean una terminología distinta. Una vez establecidos ambos bandos y declarado el estado de guerra, la primera respuesta sanitaria al conflicto está marcada por la falta de experiencia y la improvisación.

Dentro del sistema sanitario republicano cabe destacar la creación de una red de rápida evacuación desde el mismo frente de batalla, con diversos puestos intermedios y móviles según necesidad para acabar derivando a los heridos a los diversos Hospitales de Sangre. Para esta rápida evacuación se crean cuerpos de camilleros, enfermeros y enfermeras. Además, se utilizan medios de transportes basados en ambulancias (o coches civiles habilitados) y se perfeccionan y sistematizan los trenes-hospitales y aviones sanitarios utilizados ya en la Guerra de Marruecos. Los servicios sanitarios del ejército de la República disponen de una flota de seis trenes sanitarios.

El tren hospital número 1, bajo el mando del teniente coronel médico Adolfo Rincón de Arellano Lobo (jefe de los Servicios Sanitarios del frente de Teruel y máximo responsable del Departamento de personal sanitario y suministros de guerra del Comité Sanitario Popular), cubre el trayecto entre la Estación Central de Aragón (Valencia) y Sarrión, donde tiene su base. En el trayecto hacia Segorbe y Valencia su misión es evacuar heridos del Hospital de Sarrión, donde a su vez, han sido trasladados los heridos de los hospitales de Puebla de Valverde, Mora de Rubielos y Cedrillas. Cuando el tren se dirige desde Valencia al frente, abastecea de material sanitario a las postas y los hospitales. Sarrión dispone de un servicio permanente compuesto por los tres equipos quirúrgicos del tren hospital. Está dotado de material de curas y abundante instrumental quirúrgico, tanto como para poder atender cuatro intervenciones a la vez sin necesidad de esterilizar el material utilizado. Esta dotación permite que en este hospital se lleven a cabo con éxito intervenciones quirúrgicas de gran envergadura, como una craneotomía en un herido por arma de fuego. El centro sanitario dispone, además, de una sala de rayos X atendida por un radiólogo, un laboratorio y una farmacia correctamente abastecida.

El tren hospital número 5 (sale desde Vilanova y la Geltrú) se conforma por una ‘Santa Fe’ y su támdem con carbón, un furgón para intendencia, tres vagones de 1ª clase para el traslado de heridos que pudiesen viajar sin precisar de camilla; dos vagones con camillas y un coche quirófano, subdividido en tres departamentos. En el primero, la mesa de operaciones y vitrinas con material quirurgico propio de curas rápidas; un segundo, con saloncito para descanso; y un tercero, subdividido en dos dependencias, una litera para el sanitario y otra con el material de farmacia y cura. Porco después acoplan dos nuevos vehículos de Wagons Lits: uno con cocina y comedor y otro con literas para el personal. El personal médico lo forman un capitan médico, un intendente y cuatro sanitarios. Cierran la ‘plantilla’ personal de W.L y un ferroviario de MZA. (relato de un sanitario de este tren en 1997 en forotrenes https://www.forotrenes.com/foro/viewtopic.php?f=9&t=20145).

Uno de los más conocidos es el tren-hospital nº20. Aunque destacado en distintas líneas a lo largo de la contienda, tiene un papel fundamental en la línea de Reus a Zaragoza por Caspe, concretamente en el tramo entre Reus y Mora, que durante la Batalla del Ebro queda en el bando republicano. Probablemente varía su composición a lo largo de la guerra, pero según el testimonio de la enfermera australiana voluntaria Agnes Hodgson es un convoy realmente completo. El tren cuenta con un furgón para intendencia; tres coches de viajeros de 1ª clase para aquellos enfermos que no precisan cama; dos coches con camas dispuestas en literas triples e incluso un coche-quirófano que tiene, además de la propia sala de operaciones, una dependencia para las literas del personal sanitario así como una sala de descanso. El equipo médico lo forman un cirujano con grado de capitán, un médico ayudante con grado de teniente, un anestesista, un practicante y personal de enfermería, muchas veces voluntario reclutado a través de bandos municipales en los municipios cercanos. Sumando la locomotora vendría a medir unos 150 metros de longitud.

Para advertir de su carácter sanitario, lleva pintadas en los laterales y techo varias y grandes cruces rojas sobre fondo blanco. Pese a ello, frecuentemente se viola la advertencia y es objetivo de los aviones de bombardeo. El convoy utiliza el túnel de La Argentera (entre las estaciones de Pradell y Duesaigües, Tarragona) para refugiarse, ya que la galería tiene doble vía y permite el cruce con otros trenes sin obstruir la línea. Durante el día el tren-hospital permanece en el túnel y al llegar la noche sale al exterior para que los convalecientes y el personal sanitario puedan respirar el aire fresco y sano de los bosques que rodean la estación de Pradell.

El trabajo dentro del túnel en un convoy sanitario queda bien reflejado en las crónicas de Annie Murray, enfermera y una de las figuras más relevantes del voluntariado internacional. «El trabajo en los trenes era agotador. Estuvimos debajo de un puente para poder operar, mientras las bombas caían fuera. Creía en la causa del gobierno republicano español. Yo no creo en el fascismo y había oído muchas historias de lo sucedido a personas que estaban bajo el dominio fascista». Desempeña su labor sanitaria, además de en trenes hospìtal medicalizados, entre Grañén y Poleñino (Huesca), tal y como refiere Agnes Hodgson en su diario.

Hay quien sostiene que el automotor «zaragoza», denominado TS 1, participa en la guerra como vehículo sanitario. Cuando pasa a Renfe lo hace, en principio, con la matrícula 9031, pero luego se renumera como 9033. Es uno de los primeros que sale de la factoría de Cardé y Escoriaza-MMC. Según algunos estudios (Ramos y Llanes) tiene una tara algo mayor que el resto de «zaragozas» y también es algo mayor su esfuerzo de tracción (800 kilogramos). Para cumplir con su función sanitaria se le instala unos soportes, de forma que puede trasladar entre 8 y 12 camillas.

Este pequeño hospital quirúrgico ambulante como el referido, que parte de Barcelona hacia al frente de Aragón el 15 de septiembre de 1936, resulta muy práctico y eficaz para atender con inmediatez a los heridos de guerra, tanto en el frente de Aragón como, después, en la batalla del Ebro y en la ofensiva sobre Cataluña.

En Valladolid y Zaragoza hay dos grandes hopistales militares italianos, cada uno de ellos con mil camas, así como algunos centros sanitarios menores y tres trenes que sirven de hospital intermedio. No hay noticias de que las tropas de Franco usaran este transporte para el traslado de los heridos, salvo los citados convoyes italianos. Quizá el hecho de que Texaco sumistre ingentes toneladas de combustible a los sublevados marque las diferencias sobre la utilización del transporte por carretera. A la semana de estallar el conflicto, los generales sediciosos tienen asegurado el suministro que les llega a través de la colonia inglesa de Gibraltar y el gobierno portugués del dictador Salazar, que recibe en Lisboa antes al embajador de los rebeldes que al legítimo de la República. Todo con las garantías del empresario Torkild Rieber (estadounidense de origen noruego y ‘filonazi’ reconocido) que dirige la mayor empresa petrolera del mundo y no oculta sus simpatías y preferencias por las dictadura.

El desarrollo experimentado en el transporte sanitario y su logística; en la elaboración e implementación de programas preventivos y asistenciales sobre poblaciones migrantes, víctimas de los hechos bélicos, especialmente de control epidemiológico y que en gran parte pudieron realizarse gracias a la intervención enfermera, tiene una gran repercusión en los modelos sanitarios aplicados en los conflictos bélicos posteriores.

Durante la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) comienzan las primeras evacuaciones aéreas de heridos, sin embargo la escasa capacidad de carga hace que los trenes adaptados al efecto juegen, de nuevo, un importante papel. La Wehrmacht no tiene trenes permanentes de hospitales militares antes del conflicto bélico. El primero llega a mediados de agosto de 1939. El Ejército alemán distingue tres tipos de servicios: grandes trenes Lazaret, trenes hospitalarios «b», trenes hospitalarios ligeros y hospital ligero «b». Un tren Lazaret consta de un total de 37 vehículos, incluidas 27 ambulancias con 297 lugares de almacenamiento. Se determina, incluso, el orden de los coches, pero el médico jefe lo puedo cambiar en interés de los pacientes.

Los trenes de los hospitales de la Wehrmacht tienen la tarea de transportar a los heridos de los puntos de recogida de enfermos del ejército a los hospitales de guerra y a los hospitales de reserva interiores. El Grupo Ib del departamento de transporte sobre el terreno se encarga de la tramitación central de los transportes y el control de los trenes, mientras que la Inspección Médica del Ejército se ocupa del control médico de los transportes de heridos. El oficial médico recibe todos los documentos relativos a la capacidad de camas y los departamentos especializados disponibles en su zona y distribuye a los heridos a los distintos hospitales según la ocupación, el tipo de lesión o enfermedad y los departamentos especializados existentes. El tren hospitalario, ya cargado y en movimiento, recibe las instrucciones correspondientes por radio o teléfono.

En la segunda mitad de 1941, se asigna un oficial médico jefe al Transporte OKW. Todos los órganos médicos están bajo su control. A partir de 1942, se establece en la Inspección Médica del Ejército un «personal de trabajo de los trenes hospitalarios» separado para hacer frente al enorme aumento de la labor de control de los transportes, la distribución de las bajas y el sistema asociado de información y mando.

Durante los años en guerra se organizan 137 trenes hospitalarios, 26 trenes ambulancia ligeros y 67 trenes hospitalarios improvisados. En octubre de 1941, funcionan 82 trenes hospitalarios y trenes hospitalarios ligeros; en abril de 1944 circulan 58 trenes hospitalarios completos, 33 trenes hospitalarios mixtos y 4 trenes hospitalarios improvisados. Con este fin, los trenes de primera línea también se utilizan para transportar a los heridos en situaciones de crisis.

A principios de 1939, el Departamento Médico estadounidense no tiene ningún tren hospitalario, aunque hay planes indefinidos para conseguirlos en caso de una hipotética guerra. El Ejército de EE.UU. adquiere 320 coches hospitalarios para operar en la zona interior. De ellos, 120 son antiguos coches cama Pullman y coches salón con 32 literas dispuestas en 2 niveles. Los 200 restantes se diseñan y construyen al efecto; disponen de una capacidad para 36 pacientes en literas de 3 niveles.

El 1 de abril de 1942, el Departamento Médico emite el T/O 8-520 que dispone una unidad autónoma para operar un tren hospitalario completo, capaz de atender a 360 pacientes. Para las funciones administrativas, de comedor, de suministros y de atención médica, se autoriza que cada unidad disponga de 4 oficiales médicos y 6 enfermeras, más 33 hombres alistados (8 de estas unidades se organizan entre junio de 1942 y junio de 1943, y se destinan a los Teatros de Operaciones de ultramar). Los coches poseen de hecho una adaptabilidad que permite utilizarlos junto con otros vagones para formar un tren hospitalario completo o transportar individualmente a pequeños grupos de pacientes en trenes comerciales, lo que supone una gran ventaja.

En su versión más avanzada, un tren ambulancia típico del ejército consiste en un vagón de equipajes, un furgón cocina ,un vagón de personal (para diez médicos y diez enfermeras) y seis vagones ambulancia (cada uno de ellos capaz de transportar 27 pacientes, un médico, una enfermera y seis asistentes médicos-miembros de la tripulación, y tener su propia cocina). Estos convoyes son capaces de atender hasta 400 personas.

A petición del Ejército de los Estados Unidos, el Ministerio de Transporte de Guerra británico reúne en su propio material rodante un total de 39 trenes (hospitalarios) para uso estadounidense en Gran Bretaña (y eventualmente a través del Canal de la Mancha, después de la operación del Día D). Aunque el equipo médico procede en parte de existencias británicas y en parte de existencias estadounidenses, los trenes hospitalarios están atendidos en su totalidad por personal médico estadounidense. Los trenes incluyen coches de cocina, cirugía, farmacia y alojamiento del personal, así como coches de sala con 36 camas, coches para pacientes ambulatorios y plantas de calefacción y gasóleo.

A finales de 1943, el envío de los pacientes a los Hospitales Generales, donde pueden permanecer hasta su recuperación o posterior evacuación de los teatros bélicos se realiza con los primeros 15 (de los 39) Trenes Hospitalarios de construcción y operación británica y del Ejército de los EE.UU., todos con base en el suroeste de Inglaterra. Los hospitales de tránsito utilizan sus propias ambulancias y camiones (así como vehículos prestados por otras unidades), para llevar las cargas prescritas de pacientes a sus cabezas de tren asignadas.

En octubre de 1944, funcionan 25 trenes hospitalarios aliados en el continente y sigue aumentando el material rodante médico, con más convoyes de Gran Bretaña e, incluso, con la construcción de otros por los Ferrocarriles Franceses, a los que se añaden, además, 4 nuevos trenes directamente desde los Estados Unidos. Se llega a final de año con 34 trenes hospitalarios y una capacidad agregada de más de 8.000 camas y 3.700 pacientes ambulatorios. El movimiento se mejora de tal manera que un viaje medio entre París y Cherburgo ahora sólo dura unas 47 horas (en comparación con las 96 y 120 anteriores en las campañas de Normandía y el norte de Francia). Los 40 trenes hospitalarios se «sobrecargan de trabajo» durante y después de la contraofensiva alemana en Las Ardenas belgas; se trabaja a pleno rendimiento, día tras día y semana tras semana, de forma que se deben organizar más trenes (unidades de construcción francesa y americanas importadas) y dotarlos de destacamentos provisionales montados con personal de los hospitales generales.

En posteriores conflictos, el avión y los helicópetros sustituyen a los convoyes ferroviarios. Además de rápidos y efectivos son mucho más seguros. El tren hospital pierde la batalla frente a los medios aéreos. Aún así es posible verlos funcionar hoy en día para atender zonas remotas. En India, por ejemplo, circulan los trenes de la ‘Línea de la Vida’ (conocidos coloquialmente como «trenes mágicos»), que se mueven de ciudad en ciudad y permanecen en los raíles a la espera de los pacientes.

(Imagen Serge Alternés. Fuentes. A Mora Urda, en «La Sanidad Militar española durante la primera mitad del siglo XX». Karl Philipp, «Die Kriegschirurgie von 1939-1945 aus der Sichtder Beratenden Chirurgen des deutschen Heeresim Zweiten Weltkrieg». Robert S. Gillespie, «Army Hospital Train». Michael T. Fleming, «United States Army Hospital Trains»)

Joyas en custodia: Baldwin I (130-2001)

Cuando Renfe compra su última locomotora de vapor en 1961 (la Garratt 282 F-0430 construida por Babcock & Wilcox) se cierra un vasto ciclo en la historia del ferrocarril español, iniciado en 1848 cuando se realiza el viaje inaugural la primera locomotora que circula en España, ‘la Mataró’, fabricada en Inglaterra. Cuatro años después, con materiales importados, se construye la Ilamada ‘Primera española’, para la misma línea de Barcelona a Mataró, a la que sigue en 1855 la ‘Arenys’», de iguales características. Ciento veinte años de historia que abarcan el origen, crecimiento y apogeo de los caminos de hierro, simbolizados por la máquina de vapor.

Las empresas ferroviarias españoles recurrren a Estados Unidos en casos muy especiales. Ante la imposibilidad de adquirir locomotoras en Europa durante la Gran Guerra (1914-1918), las compañías españolas encargan a Rogers Locomotive and Machine Works (después entraría en Alco, American Locomotive Company) 55 máquinas y 13, a la Baldwin Locomotive Works (BLW). No es, sin embargo, la primera ocasión en que se acude a los fabricantes estadounidenses; el antiguo ferrocarril de Zaragoza al Mediterráneo tiene 15 de esta última y 17 ‘carolinas’ de la primera circulan en la línea de la compañía de Valls-Villanueva-Barcelona. En total, hay 89 unidades de vapor en nuestro país. La mayor parte del material de tracción vapor se adquiere a fabricantes alemanes (978), británicos (724), franceses (694) y belgas (326).

La Baldwin Locomotive Works (BLW) es uno de los grandes fabricantes estadounidenses de locomotoras de ferrocarril durante el último cuatro del siglo XIX y el primer tercio del XX. Líder indiscutible en el mercado nacional norteamericano, su fama traspasa fronteras. Pese a sus modestos orígenes, en menos de cincuenta años la compañía norteamericana consigue ser el mayor productor mundial de locomotoras de vapor. Su suerte declina cuando la demanda cambia a las máquinas diésel. American Locomotive Company (Alco) se presenta como un competidor agresivo que finalmente supera a la Baldwin y que supone casi su declive (desaparece en 1972).

La locomotora del día pertenece a una serie de cuatro máquinas encargadas conjuntamente por la Sociedad General de Azucareras de España (Sgae) y por Agrícola Industrial Navarra Sociedad Anónima (Ainsa) para dotar de piezas de maniobras a dos de sus instalaciones: las dos locomotoras de Sgae prestarían servicio en la Azucarera del Duero (en Toro) y las dos de Ainsa, en la Azucarera de Tudela. Precisamente el fabricante estadounidense Baldwin Locomotive Works produce esta máquina en 1920 en su factoría de Philadelphia (EE UU), con el número de fábrica 53437; de ahí su denominación como ‘la Baldwin I’.

Fácilmente reconocible en su silueta, Baldwin aporta su diseño clásico de la típica locomotora tantas veces visible en las películas del Oeste. La máquina, de rodaje 1-3-0 (conocido también como ‘Mogul’) dispone de ruedas motrices de diámetro de 1.200 milímetros, mientras que el del eje de guiado delantero es de 660 milímetros Funciona a vapor saturado, con combustible de carbón. El timbre de caldera es de 12 kg/cm2 y los cilindros de válvula plana y distribución Walschaerts de 400 x 640 milímetros, lo que le proporcionan una potencia de 800 CV. El peso en servicio es de 50 toneladas, con una capacidad de 10.000 litros de agua y 5 toneladas de combustible.

Las cuatro locomotoras de las azucareras, aunque aparentemente son similares y salen de fábrica casi simultáneamente, presentan de origen algunas diferencias. Las de la Sgae son numeradas ‘AE 4’ y ‘AE 5’, mientras que las de Ainsa navarra lo hacen con los números romanos ‘I’ y ‘II’. Las cuatro siguen el patrón de color «estilo 291 negro y dorado» genérico de Balwin, pero con matices: las primeras lucen el rojo en su rodaje y las de Tudela lo tienen en negro. Hasta sus últimos días siguen quemando carbón, cuando muchas de sus coetáneas pasan por la fuelización.

Al poco tiempo de adquirir estas unidades, las necesidades propias de la explotación desencadenan que Ainsa realice algunas modificaciones en sus dos locomotoras, que las diferencia aún más de sus gemelas de la Sgae. En la Azucarera de Tudela las locomotoras de maniobras forman composiciones en la factoría y salen a la vía general para expedirlas. De hecho sus máquinas se dotan de un eyector de vacío (para hacer freno) más acorde al de la normativa de la compañía Norte, por cuyas vías discurre su actividad comercial. También deben sustituir el sistema de inyección de agua y las válvulas de seguridad por unos sistemas más semejantes a los que son más comunes en las máquinas que circulan por nuestro país.

La Sociedad Ibérica de Construcciones y Obras Públicas (Sicop) adquiere en 1951 la ‘Baldwin I’ de Ainsa, que desempeña trabajos de construcción de la línea Andorra-Escatrón, uno de los ferrocarriles mineros más importantes del país. Una vez terminadas las obras de construcción, la máquina pasa a formar parte de la Empresa Nacional Calvo Sotelo (y posteriormente de Endesa). Trabaja principalmente como unidad de maniobras, aunque también transporta carbón extraído de la mina ‘Andorrana’ hasta la estación de Andorra; aquí se encarga de las maniobras de formación de las composiciones. También funciona como caldera nodriza, para pasar vapor a los tanques de fuel del resto de locomotoras de la línea y su puestas en marcha. Mientras, su gemela sigue de servicio en la Azucarera de Tudela hasta que en 1963 se desguaza.

Una avería en el rodaje obliga a su retiro del servicio a principios de los 80. La ‘Baldwin I’ queda apartada en el depósito de Andorra, pero incluso así se usa como caldera estática. Tres años después (agosto de 1983) se retira definitivamente. El destino es inevitable. En 1985, llega en un estado lammentable a Zaragoza para su desguace. Milagrosamente evita el desarme; técnicos de Renfe de Delicias apoyados por miembros de la Asociación Zaragozana de Amigos del Ferrocarril y el Tranvía (Azaft) la restauran y consiguen encender su caldera. Bajo la tutela de este grupo de entusiastas, la locomotora participa en distintos viajes y actos y su figura se exponea sobre un pedestal en la céntrica Plaza de España de Zaragoza, con motivo de la muestras “El Tren” (1987) en el Palacio de Sástago.

Endesa, propietario de la locomotora, firma en 1990 el convenio de cesión definitivo por el cual la ‘Baldwin I’ y otros vehículos ferroviarios del Ferrocarril Andorra Escatrón, se ceden a la Diputación Provincial de Zaragoza para la creación del Museo del Ferrocarril en Aragón. La Diputación delega la gestión y custodia de dicho patrimonio en la Azaft. Desde entonces, la ‘Baldwin I’ tracciona diversos trenes, recupera su utilidad como caldera nodriza para encender la ‘Escatrón’ en muchos otros viajes y presume de ser una de las pocas ‘vaporosas’ que funcionan con carbón. La antigua máquina de la azucarera enciende por última vez su caldera en 1999 para calentar el fuel de la ‘Esccatrón’. En ese momento se detectan averías que aconsejan su reposo.

Declarada Bien Catalogado del Patrimonio Cultural Aragonés (2004), esta unidad se traslada en 2006 a la estación de Casetas, donde la Azaft realiza sus trabajos. Los entusiastas miembros de esta asociación consiguen volverla a poner en marcha, tras un laborioso proceso de reparación. Sin embargo, la ‘Baldwin I’ debe pasar por un taller homologado, donde se realizará su adaptación a los modernos sistemas de seguridad que la faculten para circular por la red ferroviaria.

Para culminar este proceso, la Azaft lanza una campaña de búsqueda de fondos y recursos que les permita acelerar la puesta a punto de la locomotora. Abierta tanto a particulares como a empresas e instituciones, la asociación prevé también la posibilidad de que quienes donen mayores cantidade se puedan convertir en entidades colaboradoras del colectivo. Todos los mecenas del proyecto, tanto particulares como empresas, tienen derecho a obtener desgravaciones fiscales y recibir información de los avances de la restauración. Adeemás se beneficiane de algunas ventajas y compensaciones, como el obsequio de la novela de ambiente ferroviario «De aprendiz a soldado», de Pedro Navarro, socio y antiguo operario del taller de Renfe, que trabajó en la primera restauración de la ‘Baldwin I’.

La Asociación Zaragozana de Amigos del Ferrocarril y Tranvías, fundada en 1979, es una asociación sin ánimo de lucro, declarada de utilidad pública. Entre los fines de la asociación destacan las ideas de “agrupar, fomentar y desarrollar la afición a los ferrocarriles y tranvías en general, tanto en miniatura como reales». Los socios de esta entidad logran rescatanr del desguace o del olvido valiosas piezas ferroviarias, algunas de las cuales estáno ya restauradas y se encuentran en funcionamiento. Entre el material recuperado se encuentran las veteranas locomotoras de vapor de Endesa Baldwin 130 ‘Aragón’ (1920) y Jung 242T ‘Escatrón’ (Alemania, 1953), así como las locomotoras eléctricas de Renfe 1005 (España, 1927) y 7702 (Inglaterra, 1952).

La Azaft realiza gran cantidad de salidas (regulares y chárter) por diferentes lugares de la geografía española. Estos viajes, en ocasiones, surgen como colaboración con diferentes instituciones que requieren la presencia del ‘Tren Azul‘ en diferentes actos, festividades o conmemoraciones. En otras ocasiones, los viajes que realizan se hacen por propia iniciativan, con el objetivo de llevar de excursión a socios y acompañantes a distintos destinos turísticos. Los trenes de la Azaft se ponen en marcha en múltiples ocasiones para participar en rodajes cinematográficos, como en las películas “En brazos de la mujer madura” (1996), en un famoso spot publicitario de una colonia con Antonio Banderas (1999), y en otras series, cortos y anuncios. Su apuesta por un museo del ferrocarril, frustrada por la llegada de la Alta Velocidad a Zaragoza y la remodelación de Delicias, queda de momento en el aire.

(Imagen cortesía de Ángel González Mir. Fuentes. Francisco Cayón, en «¡Que fabriquen ellos! La fabricación de locomotoras de vapor en España, ¿Una ocasión perdida para la industria?». Gustavo Reder y Fernando Fernández Sanz, en «Antología de las locomotorad de vapor en España: 120 años de historia». Asociacion Zaragonza de Amigos del Ferrocarril y el Tranvía. Jordi Escudé, en Ferropedia)

Homenaje de la AZAFT a un maquinista del vapor

Este domingo 8 de marzo tendrá lugar el acto de homenaje nacional a la figura de uno de los últimos maquinistas de locomotoras de vapor Francisco González Alcalde. El acto previsto a partir de las 12 de la mañana tendrá lugar en las instalaciones del futuro Museo del Ferrocarril de Aragón, en la Estación de Casetas. La escena servirá para que los aficionados al ferrocarril de toda España transmitan a los familiares de Paco su reconocimiento por la labor de recuperación de las locomotoras de vapor del Ferrocarril Andorra Escatrón y por la difusión de la pasión por las locomotoras de vapor en general.

Paco González empezó su vida laboral siendo muy jovencito, como aprendiz, en el Ferrocarril Utrillas–Zaragoza, donde también trabajó su padre. A principio de los años cincuenta, con la construcción del Ferrocarril Andorra Escatrón, pasó a trabajar como maquinista para la Empresa Nacional Calvo Sotelo, posteriormente Endesa, en donde se jubiló como Jefe de Seguridad. Los últimos años los dedicó a las locomotoras de vapor a escala, ayudando al Ferrocarril de la Farja de Benicasim a poner a punto sus modelos.

El homenaje tendrá lugar junto a la locomotora ‘Escatrón’, fabricada en Alemania en 1953, estrenada por Paco a su llega a España. Esta locomotora fue el gran amor de su vida. Gracias a este profesional la ‘Escatrón’ tuvo una segunda vida, tras el abandono del del vapor en el Ferrocarril Andorra Escatrón. La mantuvo en servicio acudiendo a actos y efemérides ferroviarias por toda España, desde la celebración del centenario de la rampa de Pajares y al viaje a Calatayud-Burgos de unos aficionados ingleses que vinieron a conocer la península en los años ochenta.

En 1987, la ‘Escatrón’ protagonizó el primer viaje con la Asociación Zaragozana de Amigos del Ferrocarril y Tranvías (AZAFT). Una pequeña avería la obligo a quedarse en Zaragoza y desde entonces la locomotora ha permanecido al cuidado y custodia de los técnicos y especialistas en vapor de la AZAFT. En 1998 realizó su último viaje para rodar una película en Ayerbe. Tras el rodaje, las averías que se detectaron en la caldera aconsejaron no volver a ponerla en servicio sin antes efectuar una revisión completa.

La ‘Escatrón’, junto con la ‘Andorra’ construidas en 1953 por Arnold Jung con rodaje 2-4-2 T, será una de las locomotoras de vapor estrella del Museo del Ferrocarril de Aragón. La casa alemana únicamente sirvió 18 locomotoras en Espña. Ambas salieron de fábrica con los números 11647 y 11648. Recibidas para consumir carbón y debido al elevado consumo, se fuelizaron en 1966. La AZAFT confía en que se restaure y se ponga nuevamente en servicio para que, además de conocer su historia, se pueda explicar cómo es su tecnología y su funcionamiento.

El ascto de este domingo también servirá para recordar a las mujeres que trabajan en el ferrocarril, pioneras en una profesión mayoritariamenta masculina, en la que cada vez se tiende más a la paridad. El acto estará abierto al público y será gratuito. Podrá visitarse el ‘Tren Azul’, la locomotora ‘Escatrón’, disfrutar con una locomotora de vapor a escala en funcionamiento y conocer la vida de un maquinista legendario, Francisco González Alcalde.

(Imagen, cortesía de Ángel González Mir)