La polémica envuelve, otra vez, la ‘Y’ vasca. El secretario de Estado de Infraestructuras anunció el lunes en Bilbao un aumento de los tiempos para unir por vía férrea las tres capitales de Euskadi. Hasta ahora se fijaba esta conexión en torno a la media hora. Manuel Niño precisó estos intervalos, y los fijó en 43 minutos para unir Bilbao y Vitoria, y 55 entre San Sebastián y las otras dos capitales. La advertencia ha cogido por sorpresa al Gobierno vasco, que sostiene que así el tren será menos competitivo.
El propósito parece claro. Se trata de cumplir, como sea, con el horizonte que fijó la ministra de Fomento para que el TAV entre en funcionamiento en 2019. Ana Pastor ha empeñado su palabra y se ha comprometido a que antes del cambio de decenio, Euskadi entre en el selecto club del AVE. Pero a la vista de los matices de su departamento, no parece tan claro que la nueva infraestructura y sus trenes desarrollen tan alta velocidad. ¿Por qué pagar tan elevado precio para cumplir con ese plazo? ¿No es mejor esperar a que todo esté solucionado para que el TAV sea competitivo desde sus inicios?
Establecer límites de 120 kilómetros a la hora para el funcionamiento de la ‘Y’ vasca, aunque solo sea al principio como sostiene Fomento, es un despropósito. Porque se condiciona, ya de entrada, la disposición de material. ¿Se van a comprar más trenes para aumentar las frecuencias y evitar así el desfase horario? No parece un tema baladí, porque ese supuesto supondría encarecer de nuevo el proyecto. Y si por el contrario tampoco se aumentan las frecuencias, la papeleta para el operador se le complica bastante porque se queda sin argumentos para medirse con la carretera (coche privado o autobús).
El anuncio de Fomento ha propiciado munición precisa a quienes se oponen al proyecto. EH Bildu considera que «es el momento de parar las obras», y de hacer un análisis sobre la relación entre el coste y el beneficio que generará la ‘Y’ vasca. ¿A quién le extraña esta reacción? Aunque no sean las únicas voces críticas. Desde el sector, tampoco se entiende el nuevo planteamiento horario. Si el TAV es una idea vital para el progreso económico de Euskadi, para los intereses de la Unión Europea y la puesta en marcha del Eje Atlántico ¿por qué siguen sin despejarse las múltiples incógnitas que lo ensombrecen?
Durante las jornadas sobre alta velocidad celebradas este lunes y martes en el Palacio Euskalduna, algunos de los ponentes expresaron en voz alta las dudas que muchos mantienen sobre el fin de las obras. Incluso el término de los trabajos, no supone el final de los problemas que conlleva un proyecto tan complejo como el que se lleva a cabo en el País Vasco, y del que no existen precedentes. Nos hemos empeñado en realizar una línea de alta velocidad que conecte Euskadi con la Meseta y Francia; que sirva también para la entrada y salida de mercancías del Puerto; y que posibilite la interconexión de las tres capitales vascas. Para complicar aún más la situación, el Gobierno vasco se ofrece para gestionar las tres redes. ¿Alguien da más?
La obra civil puede acabarse más o menos en plazo (quizá sea preciso un año más), pero nada o muy poco se sabe del plan de explotación que Adif Alta Velocidad debería haber terminado para trabajar con un manual que dé solución a la mayor parte de los problemas. Y se necesitan respuestas precisas a cientos de preguntas que faciliten los trabajos en curso o los que deben acometerse para disponer la señalética, la electrificación, la operatividad de los trenes en las estaciones, su mantenimiento y puesta a punto y un sinfín de cuestiones que siguen aún en el aire.
¿Y con qué trenes van a cubrir el servicio de alta velocidad? Los constructores tampoco lo tienen claro. Si se quieren cumplir los plazos fijados por Fomento, para esta primavera debería salir a concurso público la compra de los vehículos que propicien el traslado de los viajeros. Pero Fomento tampoco suelta prenda sobre este aspecto. ¿Qué tipo de trenes requiere el TAV? ¿Cuántos coches debe llevar cada rama? ¿Sirve alguna de las series que explota Renfe o se busca un nuevo tipo? ¿Y para el servicio intercity, cuáles son las necesidades de Euskotren? También en esta cuestión hay más preguntas que respuestas.
La entrada de los trenes en las estaciones tampoco parece resuelta. No existen proyectos concretos sobre la forma en que los trenes van a entrar en las capitales vascas. A Fomento no le convencen los soterramientos porque disparan enormemente los costes, pero parece dispuesto a permitir que se adopte esta solución para Bilbao. Eso, al menos, es lo que defendió hace escasas fechas la ministra Ana Pastor. Sin embargo, no hay un dibujo sobre el plano que dé vía libre a una solución bajo tierra para la entrada del TAV en la capital vizcaína. El nuevo ideario del ministerio es que se condicionen a su financiación. En caso contrario, creen mejor adoptar soluciones provisionales y esperar a mejores tiempos. Las dudas no acaban ahí.
¿Cuánto deben medir los andenes de las estaciones? ¿Van a disponer de apartaderos para que los trenes de mercancías dejen espacio a los viajeros? ¿Dónde se situarán los talleres de mantenimiento y puesta a punto? ¿Cuántas naves deben construirse para albergar los trenes? ¿Cómo se efectuará la limpieza y puesta a punto para el servicio ferroviario? ¿La bajada y subida de pasajeros se efectuará por ambos lados o por uno solo? Son cuestiones que el operador ferroviario y el propietario de la línea deberán consensuar, pero antes de que se inicie la explotación comercial. Forman una mínima parte de ese plan de explotación que Fomento debería haber establecido, detallado y rubricado hace tiempo. Y mucho me temo que no estén preparadas las respuestas.
La buena sintonía que existe entre ambas administraciones -y que cada poco tiempo nos recuerdan las instituciones implicadas- no es suficiente para solventar las cuestiones aquí planteadas y otras más que competen a los administradores; y que ni tan siquiera se han esbozado. El proyecto de la ‘Y’ vasca es el más complejo de todos los que se han desarrollado en España. No hay un manual al uso que permita trasladar y copiar experiencias de otras redes. Es necesario, por tanto, dar respuestas técnicas a cuantas necesidades requiera el TAV. Más que la política, se impone la tecnología. Es el tiempo de los profesionales . La improvisación y la provisionalidad no son buenas soluciones. Porque lo que mal empieza, peor acaba.
(Este análisis ha sisdo publicado en El Correo de Bilbao el viernes 27 de febrero, aunque con algún corte por necesidad de espacio)
(Imagen Juanma Aparicio)