Todos los colores del arco iris. Como si de una metáfora se tratara, los viajeros de este tren pasan del pozo más negro al mundo multicolor. Un milagro con ruedas que avanza poco a poco y se detiene lo justo para provocarr este prodigio humano. Son ya doce años, pero el tren del arco iris, el ‘Lifeline Express’, sigue llevando su valiosa carga a bordo para llevar la luz donde solo hay oscuridad. Los mejores oftalmólogos de las grandes urbes se trasladan a las zonas más pobres de China con un noble cometido, devolver la vista a miles de pacientes de cataratas que no tienen dinero para costearse esa operación. Más de 100.000 personas han recobrado su visión gracias a la labor de esta iniciativa, que nació como un «regalo» de Hong Kong al resto de China y ayuda a paliar un problema que afecta a más de cinco millones de chinos, con 500.000 nuevos afectados cada año.
La iniciativa nació de manos de Nellie Fong, política y empresaria hongkonesa que preside la fundación, inspirada en los trenes que con ese mismo nombre se crearon en la India en 1991 para brindar servicios médicos a las poblaciones pobres del inmenso país asitático. Fong viajó a la India para conocer el trabajo de los trenes-hospital indios, también conocidos como ‘Jeevan Reja Express’, y decidió crear una iniciativa similar en China, aunque dedicada solamente a los pacientes de cataratas. Esta afección de la vista es especialmente frecuente en zonas del país con fuerte exposición solar, como la meseta tibetana.
Cuatro trenes ‘Lifeline Express’ recorren en este momento China dedicados a este altruista servicio. Cada tren tiene un coche-quirófano, otro dedicado a consultas y exámenes médicos, un tercero para alojar a los pacientes tras la operación (deben descansar allí una noche) y otro para el equipo médico. No disponen de locomotora, por lo que deben viajar «acoplados» a los convoyes de la red china de ferrocarriles, y a veces tienen que cambiar varias veces antes de llegar a su destino.
Una vez arribado, el tren arco iris es colocado en una vía auxiliar para no afectar el tráfico ferroviario, y comienzan a llegar a él los pacientes de las zonas rurales aledañas, quienes han sido avisados por el hospital local de la llegada del ferrocarril que va a devolverles la vista. El precio de esta intervención en un hospital (en China la sanidad es de pago) suele costar unos 5.000 yuanes (730 dólares, 550 euros), el equivalente al ingreso de varios meses para muchos campesinos. Según Juliana Ma, «se optó por este tipo de atención médica porque es una sencilla operación quirúrgica, rápida, y que puede cambiar la vida del paciente». Aunque las cataratas suelen ser un achaque de las personas ancianas, el tren atiende a personas de todas las edades.
Los fondos que sostienen el tren provienen de empresas chinas y hongkonesas, tanto estatales como privadas, y también alguna foránea, por lo que la fundación anima a la gente de fuera de China a que colabore en costear un proyecto que emplea 2,7 millones de yuanes (395.000 dólares) en cada estación por la que pasa.
El primer tren chino de ‘Lifeline Express’ circuló en 1997 con treinta personas a bordo, pero con el aumento de la experiencia y la eficiencia técnica, ahora cada vehículo sólo necesita una tripulación de siete personas: Dos oftalmólogos, otras tantas enfermeras, un técnico, un administrador que coordina las operaciones con los hospitales locales, y un cocinero.
Cada tren visita tres zonas del país al año y en cada parada trabaja tres meses, donde se opera a más de 3.000 personas. Las leyes chinas prohíben que un médico extranjero lleve a cabo operaciones en el territorio, por lo que los médicos foráneos no pueden participar directamente, pero la fundación anima a aquellos interesados a viajar a China para impartir cursos de formación oftalmológica para ayudar en el proyecto. También se procura formar a los médicos de esta zonas adonde llega el tren, de cara a contar con nuevos hospitales, que se ocune directamente de la atención de este tipo de dolencias; son los ‘Lifeline Express’ sin ruedas.