La seguridad se ve y se impone. Durante estos días, el metro de Moscú es el trasporte más vigilado del mundo y la sensación que se transmite, tras el último atentado, es precisamente de confianza. Los viajeros van recobrando la normalidad que hace del metro de la capital rusa uno de los más utilizados del mundo, tanto por la población local como por los turistas que invaden estos días Moscú.
Lubyanka y Park Kultury, las dos céntricas estaciones donde las ‘viudas negras’ hicieron explotar su letal carga, recobran la normalidad. Pese a que los ataques terroristas golpean con cierta frecuencia Moscú, la población moscovita se vio sacudida por este brutal atentado ocurrido en una de sus arterias más populares. De las cuarenta víctimas mortales, menos de la mitad eran originarios de Moscú (18), mientras el resto procedían de la parte europea de Rusia, Siberia y otros países como Ucrania o Tayikistán.
Estos días los viajeros se topan en cada esquina con patrullas formadas por tres uniformados de las tropas del Interior, policías equipados con armas de fuego, chalecos antibalas y perros adiestrados. Lass autoridades municipales han decidido multiplicar la presencia de efectivos de la policía y el ministerio del Interior en los vestíbulos y corredores del metro.
El número de usuarios del metro cayó un 6% en los primeros dos días de la semana, pero a partir del jueves los moscovitas volvieron a acudir en masa al trabajo en ese medio de locomoción. Y es que el metro es fundamental para los habitantes de esta ciudad de 10 millones de habitantes, que sufre diariamente atascos kilométricos. Con motivo de la Pascua, la administración del metro decidió prolongar los servicios de subterráneo desde la 01.00 hasta las 02.00 de la mañana para que los moscovitas puedan acudir a las iglesias y cementerios, y regresar a tiempo a sus casas.
El metro de Moscú es una auténtica ciudad subterránea donde el viajero puede desplazarse, comprar la prensa, comer y beber, adquirir entradas para el teatro o el ballet, e incluso hacerse con un diploma universitario por un módico precio en el mercado negro.
Las autoridades municipales presumen de que el metro de Moscú -178 estaciones y casi 300 kilómetros de largo- es uno de los más utilizados en el mundo con más de 9 millones de usuarios, por delante del subterráneo de Tokio.
Muchos de los vagones son viejos, huelen mal, la megafonía es estruendosa y es difícil encontrar asiento, pero los trenes vuelan sobre los raíles a una velocidad endiablada y el viajero apenas tiene tiempo para contar los minutos.
Con todo, no es la velocidad lo que ha convertido al metro en parada obligada para los turistas, sino su belleza, ya que algunas de sus estaciones son auténticos monumentos arquitectónicos. Las primeras estaciones fueron inauguradas en 1935 por orden de Stalin, que quería proporcionar a la capital soviética con un medio de locomoción para la clase trabajadora. La estación Kíevskaya, por ejemplo, es un auténtico museo de arte con mosaicos que describen las proezas de los revolucionarios bolcheviques y otras escenas impregnadas de realismo socialista.
Uno de los mosaicos más famosos es el retrato de Lenin, el fundador de la URSS, que no ha sido retirado por las autoridades, como sí ha ocurrido con los de Stalin, que se refugió en el metro de los bombardeos nazis durante la Segunda Guerra Mundial.
(Fuente El Correo. Imagen Don S. Montgomery, US Navy en Wikimedia Commons. Estación de Mayakovskaya)