‘El tren de la muerte’, un viaje al primer fusilamiento masivo de la Guerra Civil, según el historiador Santiago Mata


Más episodios de la Guerra Civil. Y el tren como involuntario protagonista. Lejos de lo que algunos piensan, conviene recordar la Historia para no repetir los mismos errores. El periodista e historiador Santiago Mata (Valladolid, 1965) ha investigado en su último libro, ‘El tren de la muerte’ (La Esfera de los Libros) lo que él mismo califica como «el mayor fusilamiento público de la Guerra Civil», una masacre que tuvo lugar el 12 de agosto de 1936 cuando un tren procedente de Jaén era inmovilizado por grupos de milicianos en un apeadero cercano a Vallecas. De las 240 personas que viajaban en él, 191 fueron fusiladas.

‘El tren de la muerte’ pone en evidencia cómo las dos partes implicadas en la Guerra Civil estuvieron interesadas, aunque por causas distintas, en ocultar las dimensiones reales de la estructura de poder y del cambio social que se produjo en la retaguardia republicana.

Los pasajeros de este tren fueron detenidos en la provincia andaluza por su filiación política de derechas o su catolicismo; en el convoy viajaba el obispo de Jaén junto a su hermana. Todos ellos eran conducidos a la cárcel de Alcalá de Henares pero ante la presión de los milicianos, el Gobierno accedió a que los presos fueran fusilados. Sólo lograron escapar unos pocos, entre ellos Leocadio Moreno, un joven de 19 años que Santiago Mata ha conseguido localizar y que a sus 94 años recuerda vívidamente lo que ocurrió, aunque confiesa no haberlo contado más que «tres o cuatro veces» en su vida y nunca a sus padres, señala Mata.

El autor ha dedicado dos años a reconstruir estos hechos y para ello ha ahondado en los documentos que dan cuenta de lo ocurrido, si bien apenas existen datos poco más allá de los nombres de las víctimas y la identificación de los verdugos sobre los que hubo una escueta investigación policial. Curiosamente, y por diferentes motivos que expone en el libro, ni el bando republicano ni, sobre todo, el franquista quisieron profundizar en lo sucedido.

Para Santiago Mata esta investigación empezó inicialmente «por curiosidad» pues le «chocaba» que apenas se explicara lo ocurrido. En el libro, el historiador descubre el lugar exacto donde fueron fusilados los 191 presos que llegaban a Madrid procedentes de Jaén.

‘El tren de la muerte’ está dividido en tres partes. En la primera se reconstruyen, a la luz de los documentos, los sucesos de los días 11 y 12 de agosto de 1936: las matanzas de cientos de presos que llegaban a Madrid procedentes de las provincias de Jaén y Córdoba (ese día 11 el intento no tuvo el éxito esperado pues viajaban más de 300 personas de las que fusilaron a 11, pero en la jornada siguiente sí se logró el objetivo).

La principal evidencia obtenida al respecto es que estas matanzas, según sostiene Mata, fueron autorizadas por el Gobierno de la República con el consentimiento muy probablemente del presidente del Gobierno (José Giral), casi con certeza del ministro de Gobernación (Sebastián Pozas) y sin ningún género de dudas del director general de Seguridad (Manuel Muñoz).

Según explica, el anuncio del envío de los presos en trenes, hecho desde Jaén por diputados socialistas, llevó al asalto en Atocha del primero de los trenes, y tras el fracaso parcial de este asalto, a la preparación concienzuda de la segunda y más mortífera matanza. En esta preparación intervinieron fuerzas militares comunistas, socialistas y anarquistas.

En la segunda parte, Mata narra las «consecuencias internacionales» de esta acción. La documentación diplomática ha revelado que, al día siguiente de producirse la masacre, los embajadores extranjeros comunicaron al Gobierno republicano que admitirían en sus sedes diplomáticas a ciudadanos españoles. «Todos los Gobiernos, excepto México, Turquía y Argentina, autorizaron a sus embajadores a marcharse de España, si bien finalmente no lo hicieron pensando en la protección que debían a sus súbditos», explica.

Así, en su opinión, los otros países dejaban claro que consideraban que La República había dejado de ser un Estado de Derecho que pudiera reclamar la solidaridad de las democracias occidentales.

Por último, en la tercera parte, Santiago Mata analiza los motivos por los que especialmente el régimen franquista no dio a la masacre la relevancia que tenía. Su teoría es que estos sucesos podían «poner en entredicho» algunos mitos del franquismo. Por ejemplo, el papel heroico que en la posguerra se asignó a la Guardia Civil (invocando para ello la gesta del Santuario de Santa María de la Cabeza) podía quedar en duda si se conocía la conducta de dudosa adhesión al alzamiento, o abierta cobardía, de algunos mandos del instituto armado en Jaén.

Tampoco salían bien paradas muchas familias adineradas de la provincia, que habían evitado la cárcel, la deportación y la muerte pagando un rescate. El autor apunta que, en realidad, la colaboración con las autoridades revolucionarias había sido mucho más habitual de lo que pudiera pensarse a primera vista.

A la vista de todo esto, Santiago Mata señala que las personas que viajaban en ese tren «fueron las víctimas más olvidadas». Todas ellas, perfectamente identificadas, fueron enterradas inicialmente en el cementerio de Vallecas pero en los años 40 se les trasladó a la cripta de la catedral de Jaén.

El libro también incluye el testimonio de Leocadio Moreno, que tenía 19 años en el momento de la masacre y que es el último superviviente. En su opinión, «las más de 200 víctimas de los trenes de Jaén han sido las grandes perdedoras de aquella tragedia».

Las peripecias tremendas que sufrió Moreno, quien logró escapar de aquellos fusilamientos mostrando un carnet de estudiante y alegando que pertenecía a los socialistas universitarios, le han dado al autor el «impulso decisivo» para escribir este libro. «Paradójicamente Leocadio Moreno logró, diez días después de aquellos hechos, volver a burlar a la muerte durante su estancia en la cárcel Modelo haciéndose pasar por un preso común para no ser ajusticiado. Y, durante la guerra, a pesar de ser de derechas, le tocó defender el bando republicano y también sobrevivió», narra Mata.

Santiago Mata se licenció en Historia en 1988 y en Periodismo dos años más tarde. Entre 1996 y 2004, vivió en Eslovaquia y Austria, trabajando para diversos medios de comunicación. Es redactor de cultura y sociedad en ‘La Gaceta’. Entre sus publicaciones de divulgación histórica destacan ‘U-Boote. Submarinos alemanes en la Segunda Guerra Mundial. Mito y realidad de un trágico destino’, el especial sobre ‘Bombardeo estratégico en la Segunda Guerra Mundial’ y la biografía ‘El hombre que demostró el cristianismo. Ramon Llull’.

8 Respuestas a “‘El tren de la muerte’, un viaje al primer fusilamiento masivo de la Guerra Civil, según el historiador Santiago Mata

  1. Hablar de la barbarie de nuestra Guerra Civil considerada como una de las más crueles, nos llevaría como siempre al enfrentamiento dialéctico entre los simpatizantes de uno y otro bando, lo único que podemos pedir es que, la historia sea la luz de la verdad y creo que Mata el historiado no hila muy
    al citar como resposable al gobierno de la República, Hasta ahora, el libro mejor y más serio sobre este horroroso dFue algo terrible. El Gobierno acababa de salir hacia Valencia durante la tarde del 6 de noviembre, y no sólo existía un tremendo vacío de poder sino la sensación de que la ciudad se había dado por perdida. Madrid vivía unos momentos delicados con las tropas fascistas en sus puertas y con una Junta de Defensa que empezó a funcionar aquella noche en medio del desbarajuste. La cárcel Modelo estaba llena de prisioneros afines al otro bando, entre los que destacaban muchos oficiales, que inmediatamente podían ser liberados para incorporarse a las filas de los atacantes…
    El gobierno republicano fue rebasado por los acontecimientos en poder de una chusma compuesta muchas veces por presdidarios, que salieron de las cárceles por los criterios un tanto peregrino de los anarquistas, de que el hombre para su regeneración no precisa de las cadenas. Era un niño en el poblado ferroviario de Espeluy, residencia de mi padre como Jefe de Tren, vi, el segundo tren de la muerte y el paso de la Guardia Civil para ser confinada en el Santuario de la Virgen de la Cabeza en una operación de traición, en el creo estuvo implicado el gobernador civil. Cuando fue vencida sus resistencia, fueron conducidos como prisioneros de guerra e intervinieron en la construcción de Villacañas a Santa Cruz de la Zarza por motivos puaramente militares

    de Ian Gibson y este escritor contesta en una entrevista:

    El Gobierno acababa de salir hacia Valencia durante la tarde del 6 de noviembre, y no sólo existía un tremendo vacío de poder sino la sensación de que la ciudad se había dado por perdida. Madrid vivía unos momentos delicados con las tropas fascistas en sus puertas y con una Junta de Defensa que empezó a funcionar aquella noche en medio del desbarajuste. La cárcel Modelo estaba llena de prisioneros afines al otro bando, entre los que destacaban muchos oficiales, que inmediatamente podían ser liberados para incorporarse a las filas de los atacantes…

  2. Al autor del comentario anterior le fallan las fechas, no estamos hablando de noviembre sino del 12 de agosto, resulta difícil explicar la urgencia por fusilar a estos civiles en un lugar donde el frente por el sur distaba 300 km…

  3. A mi me da la impresión de que la diferencia entre ambos bandos es que en el nacionalista el poder estaba muy coordinado y muy bien estructurado, desde el principio y, salvo algunas venganzas entre vecinos, siempre hubo quien ordenó los fusilamientos a realizar. Se sabe que antes de fusilar a García Lorca o a Salvador Vila, se consultó previamente a los mandos.

    En el caso del bando republicano, existía un Gobierno que nunca pintó nada, desde incluso antes de la guerra civil, y cada agrupación hizo lo que le dio la real gana y siempre actuaron a su antojo.

    Los milicianos no eran soldados, eran simples matones, que aprovecharon la guerra para dar rienda suelta a sus instintos asesinos. Les daba igual donde estuviera el frente si podían eliminar sin problemas a gentes que no pertenecían a su bando. Por eso, no creo que el Gobierno republicano tuviera nada que ver en este tema. Seguramente, ni siquiera se molestaron en comentarles lo ocurrido.

    Se sabe que muchos militares que empezaron apoyando a la República, se pasaron al bando nacional, porque no podían consentir que se desconfiara continuamente de ellos y les pusieran siempre al lado un comisario político para vigilarles.

    En el bando nacional mataron también a mucha gente, pero yo creo que nadie se atrevió a hacerlo sin consultar antes con sus mandos.

    Saludos.

    Aliado.

  4. El señor Aliado lo es de las mentiras, sus peregrinos comentarios, se han cocido muy cerca de lo que fue los cuartelillos de la Falange

  5. Señor Mata, es una pena que, aprovechando la buena acogida de su Tren de la muerte, no haya escrito una especie de separata relatando los hechos acaecidos en su ciudad, sobre los fusilamientos de los ferroviarios, alguno de ellos si que fueron públicos como se anunciaban en Norte de Castilla y que dió lugar a quejas del delegado del Gobierno, sobre la gran asistencia
    de público entre ellos padres con los hijos en las espaldas y la casta noble de Valladolid. Si está interesado puedo remitirle una fotocopia del rotativo antes citado.

    Un saludo

  6. Hola, exlibris, si quiere puede enviarme documentación a santiago.mata@live.com, gracias

  7. María
    Señor Mata, buscando información referente a la guerra civil española y de mi abuelo en el año 2011 encontre en internet los trenes de la muerte y al final del título, ponia nombre y apellidos de mi abuelo, junto con su oficio ferroviario, era de Espeluy no he vuelto a ver la información la cual me gustaria tener.
    Gracias

  8. Pingback: Estación de ferrocarril de Jaén - Antonio García Prats

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