‘Destino Logroño’, una muestra que refleja la evolución del ferrocarril en el último siglo y medio


La sala de exposiciones del Ayuntamiento de Logroño acoge, hasta el próximo 29 de mayo, la muestra ‘Destino Logroño’, que refleja la evolución urbanística de la ciudad durante siglo y medio y los procesos de construcción de las tres estaciones del tren. En la muestra, además de fotografías antiguas de las estaciones situadas en la Gran Vía y la plaza de Europa, se han colocado vídeos, maquetas y paneles con recreaciones de la futura estación, cuyas obras comenzaron en enero de 2010. También se pueden contemplar objetos de uso cotidiano, como una maquina billetera, banderines de señalización, un semáforo, una mesa de enclavamiento, silbatos e, incluso, la gorra del jefe de estación.

Logroño experimentó una gran transformación urbanística con el derribo de las murallas y la llegada del ferrocarril, lo que propició la construcción de la primera estación de tren al suroeste del Espolón, en 1863, que estuvo operativa hasta 1958. Para dotar a la estación de buenos accesos se construyó el Puente de Hierro, se abrió la calle Sagasta y se mejoraron otras vías del entorno. Sin embargo, la vía férrea supuso una barrera que impidió el crecimiento de la ciudad hacia el sur, por lo que el primer ensanche se extendió hacia el norte y el centro histórico.

Para solucionar este problema, se estudiaron varias alternativas, y en 1944 se decidió trasladar la estación de Gran Vía al final de avenida Colón, y tras diez años de obras, se inauguró en 1958, el mismo día que se puso en funcionamiento la nueva estación de autobuses. Gracias a este cambio, se pudo construir la calle Gran Vía y, entre los años 60 y 80, la ciudad se extendió entre el centro urbano y el nuevo trazado ferroviario, que solo podía superarse en la parte suroeste, ya que en esta zona transcurría en trinchera.

Muchas empresas se instalaron en un polígono ubicado en el barrio actual de Cascajos y, algunas industrias, como la Estambrera, tenían un apostadero propio para facilitar la carga y descarga de mercancías.

En 1988, volvió a plantearse la necesidad de integrar el ferrocarril, pero en esta ocasión se optó por no trasladar la estación y soterrarla, para no perder la «centralidad», que es la ventaja principal de este medio de transporte, ha apuntado Santos.

Si la estación de Gran Vía funcionó durante 95 años y la siguiente otros 52, la que se construye en la actualidad también debería mantenerse durante un siglo, razonan los responsables de la ciudad. Para ello sostinen que su construcción ha supuesto un proceso lento y dificultoso, aunque conllevará de nuevo la transformación de esta zona de la ciudad.

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