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El viaje que salvó los cuadros del Prado

Madrid sufre el asedio de la aviación de los sublevados. Estamos en los comienzos de la Guerra Civil. Peligran las obras de arte que se custodian en la capital de España. El Prado no es el lugar seguro para los tesoros que se guardan en el museo, por lo que la Junta Central del tesoro Artístico decide poner a salvo los cuadros y evacuarlos a un lugar más seguro, antes de que algún bombardeo acabe con el patrimonio español. Veinte mil obras -entre ellas las renombradas y famosas pinturas de Velázquez, El Greco y Goya, por ejemplo- son convenientemente embaladas y preparadas para hacer el viaje hacia la capital del Turia por ferrocarril.

El 10 de noviembre se inicia el viaje hacia Valencia con las primeras obras de arte. Seis días después las bombas caen sobre el museo, pero los daños sólo afectan al edificio porque sus tesoros ya están a buen recauda. Ese viaje, sin precedentes en la historia de aquel tiempo según Colorado Castellary, marcó un antes y un después en la salvaguarda del arte en caso de conflicto, puesto que «el traslado supuso un cambio en la normativa internacional y, desde entonces, se aconseja la evacuación de las obras de arte en el desarrollo de conflictos bélicos».

Dos años más tarde, se vuelve a emprender otra operación de salvamento. Tampoco Valencia es segura, por lo que en marzo de 1938 se evacúan los depósitos de Valencia y las obras se mueven hasta Barcelona ante el temor de que las tropas franquistas corten las comunicaciones.

Tras miles de vicisitudes, los tesoros del Prado llegan a Figueras en 1939. Pero la guerra en la zona hacía peligrar la integridad del patrimonio pictórico español. De esta forma, las pinturas cruzan los Pirineos, gracias a un Comité Internacional para el Salvamento de las Obras de Arte Españolas formado por personajes anónimos amantes del arte y los principales museos del mundo que consiguieron los fondos necesarios para ponerlas a buen recaudo.

El 3 de febrero de 1939 se firmó el acuerdo de salida de las obras al extranjero, que garantizaba la pertenencia al pueblo español y que debían regresar al país al finalizar la contienda. El 13 de febrero todo el material llega a Ginebra, después de un viaje por tren de veinticuatro horas desde Perpiñán. Ese verano se organiza una exposición en la ciudad suiza bajo el nombre de ‘Obras Maestras del Museo del Prado’.

Al acabar la contienda española, Franco reclama los tesoros pictóricos que retornan al museo en septiembre de 1939, donde siguen exhibiéndose para deleite de millones de personas que las han contemplado en este tiempo.

Los salvadores de los lienzos del Prado recibirán la Medalla de las Artes de manos del presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero. El Museo del Prado rendirá homenaje y volverá a recibir a los representantes de todas las pinacotecas y descendientes de las personas que formaron parte de la creación del Comité Internacional para el Salvamento de los Tesoros de Arte Españoles. Será también el primer acto cultural de la presidencia española de la Unión Europea.

Al término del acto se inaugurará en el bulevar central del paseo del Prado la exposición Arte Salvado. La muestra, abierta hasta el 21 de marzo de 2010, pretende, según su comisario, Arturo Colorado Castellary, «sacar la cultura a la calle y popularizar los hechos narrados», mostrando el largo viaje que las obras del Prado hicieron desde Madrid hasta su salvaguarda en Ginebra. Tampoco estaría de más que se hubieran acordado de los ferroviarios que colaboraron en el viaje que puso a salvo el patrimonio español.

(Fuente Público)

Víctimas del nazismo reclaman una compensación a los ferrocariles alemanes

Tristes recuerdos. Los últimos supervivientes siguen sufriendo. Sobrevivieron a los campos de exterminio, y aún mantienen la lucha para mantener su dignidad. Las víctimas de los campos de concentración del III Reich exigen indemnizaciones a la compañía alemana de trenes por su responsabilidad en el traslado de los detenidos. Aún confían en encontrar eco para sus reclamaciones que, al menos, amortiguen los pensamientos que todavía les persiguen. Son las últimas reivindicaciones.

Las víctimas polacas de la Alemania nazi que fueron detenidas y deportadas a campos de concentración durante la Segunda Guerra Mundial no se rinden. Unos 7.000 supervivientes de la barbarie del III Reich exigen compensaciones económicas y piden responsabilidades morales a la compañía pública de los ferrocarriles alemanes (Deutsche Bahn) por su participación en el traslado de centenares de miles de prisioneros durante la ocupación nazi de Polonia. Este colectivo de supervivientes acusa a la compañía alemana de haberse beneficiado económicamente del nazismo y considera que es una «cuestión de justicia» pedir compensaciones.
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Un tren de cine


Son fechas para disfrutar. Días para pasar en familia, al calor del fuego (aunque sea a través de calefactores eléctricos como los que hay ahora). Y nada mejor que estos momentos para evocar viejas escenas del cine, donde se hacen presentes nuestos actores favoritos y nos recuerdan las películas que acabaron sorprendiéndonos y emocionándonos. Evocaciones donde el tren vuelve a ocupar un papel importante y que casi eclipsa la presencia de esos monstruos de la pantalla. Seguro que os traerán recuerdos; y para los más jóvenes quizá una lección de cómo se trabajaba cuando el ordenador no era el rey del firmamento.

Los primeros billetes del ferrocarril

Desde hace unos meses venía dando vueltas a cómo entrar en una narración como ésta tras haber topado por causalidad con la página de Alberto Martín www.guagua.com sobre trenes y tranvías de Canarias y otras islas. Entre otros magníficos trabajos, hay uno que me llamó poderosamente la atención sobre la evolución de los billetes de transporte ferroviario. Y me parece que no hay nada mejor en la red sobre la historia de estos títulos y las distintas variaciones que se han producido en los dos siglos largos de transporte ferroviario.

Alberto Martín realiza un pormenorizado estudio sobre los billetes que lleva a categorizar en cuatro tipos bien definidos: placas de metal («metal tallies» y «tokens»), los de cartón tipo «Edmondson» , los tickets ferroviarios emitidos de forma mecanizada y los de tranvía. Quien más quien menos conoce a alguien que colecciona alguno de estos tipos de la clasificación, afición que en España recibe el curioso nombre de forondotelia, cuyo origen guarda relación, con el marqués de Foronda. Aunque inicialmente el nombre se aplicaba a la colección de billetes de tranvía, por extensión se aplica, además, a la de billetes, tarjetas o pases de cualquier medio de transporte.

La forondotelia, término que la RAE aún no ha incluido en su diccionario, recuerda al que fuera director del tranvía de la ciudad condal entre los años1904 a 1931 y en 1929 máximo responsable de la Exposición Internacional de Barcelona. Durante su mandato, Mariano de Foronda y González Bravo (El escorial 1873-Vitoria 1961) introdujo mejoras técnicas y de gestión en los tranvías, como la instalación de las paradas fijas (que hasta entonces se hacían a la discreción del conductor y del pasajero, a excepción de las paradas terminales y enlaces) los horarios y la numeración de las líneas. Y entre otras modernizaciones introdujo la numeración correlativa en los billetes.

Un siglo antes de que se popularizaran los billetes, las compañías ferroviarias se vieron obligadas a prescindir de los títulos e invitaciones que expedían a los viajeros, tal y como sus antecesores hacían en los servicios de postas y diligencias. El sistema obligaba a inscribir a los pasajeros con su filiación completa, lo que hacía engorroso y lento los trámites para el viaje. De esta forma, nacieron ‘los tokens’, considerados como los ‘primeros billetes’ de ferrocarril en Inglaterra, cuando se empezó a popularizar el uso del tren. Esas pequeñas placas metálicas estaban numeradas e incluían el nombre de la línea así como el destino del viajero. Al final del viaje eran nuevamente recogidas para ser utilizadas en otro transporte.

Originariamente ‘los tokens‘ (también llamados ‘metal tallies’, ‘checks’ o ‘motties’) fueron utilizados en las minas de carbón. Servían de billete de viaje para utilizar en las líneas férreas que transportaban a los trabajadores hasta la mina y, al mismo tiempo, servían como mecanismo de identificación en caso de accidente, ya que cada trabajador tenía asignado un «token» con su número correspondiente.

“Era necesario ofrecer una solución eficaz para atender la creciente demanda de pasajeros y fue Thomas Edmondson (1792-1851) el que desarrolló el primer tipo de billetes pre-impresos en cartón, que posteriormente podía ser validado”, explica en su página Alberto Martín. Esos tickets a los que se refiere el autor aún se expenden en pequeños ferrocarriles o bien se entregan, a modo de recuerdo, en los viajes que desarrollan algunas asociaciones de amigos del tren, como la de Azpeitia. Los más veteranos recordarán las taquillas de las operadoras y los pequeños tickets de cartón que eran compulsados con una especia de troqueladora donde constaba normalmente la fecha que daba validez para emprender el viaje. Y que era convenientemente ‘picado’ por el revisor mientras el tren seguía su programado curso. “Los ‘billetes edmondson’ han perdurado en la mayoría de las compañías ferroviarias hasta los años ochenta del siglo XX, cuando el uso masivo del ferrocarril obligó a mecanizar la emisión de billetes, aunque en algunos países los «edmondson» se han seguido utilizando en líneas comerciales hasta finalizar el siglo y, aún hoy, es posible adquirirlos en algunos ferrocarriles históricos o turísticos”, completa el autor canario.

Os recomiendo encarecidamente que sigáis leyendo las magníficas historia de guagua.com en la que se cuenta la evolución de los billetes de transporte. Hay detalles que os sorprenderán.

(Fuente http://www.guagua.com/encoleccion/Acoleccion10.asp)

El Transiberiano, la vía más importante de Rusia

Russia

El presidente ruso, Dmitri Medvédev, pronunció el jueves su discurso anual en el Kremlin, que aprovechó para renovar su apuesta por una profunda modernización de Rusia, sobre todo en el ámbito económico, y evocó más tímidamente la necesidad de reformar el sistema político. En su segundo discurso sobre el Estado de la Nación, el presidente ruso reiteró las líneas maestras de su legislatura, avanzadas públicamente en septiembre, aunque lo hizo en un tono más conciliador.

Entre otras cuestiones, el líder ruso sugirió reducir la cifra de husos horarios en Rusia -once en total desde Kaliningrado hasta la península de Kamtchatka- y se interrogó sobre la utilidad de los cambios de hora en verano e invierno. «Evidentemente, habrá que sopesar las consecuencias», matizó. Las diferencias horarias ilustran la inmensidad de Rusia pero complican la coordinación entre los dos extremos del país, como recordó recientemente un diputado del Extremo Oriente ruso. Rusia sigue el modelo europeo de cambiar la hora dos veces al año.
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El vagón del armisticio de Compiegne

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Por primera vez un gobernante alemán participó este miércoles en París en las ceremonias conmemorativas del armisticio del 11 de noviembre de 1918, que puso término a la Primera Guerra Mundial con la derrota del ejército germano. El presidente francés, Nicolas Sarkozy, saludó el «gesto histórico y amistoso» de la canciller Angela Merkel por aceptar su invitación dos días después de haber celebrado juntos en Berlín el vigésimo aniversario de la caída del Muro.

Los participantes guardaron un minuto de silencio a las 11 horas y 11 minutos del día 11 del mes 11, momento exacto en el que hace 91 años entró en vigor el Tratado del Armisticio. El documento fue firmado por el mariscal francés Ferdinand Foch y el ministro de Estado alemán Matthias Erzberger el 11 de noviembre de 1918 en un vagón de tren en el bosque de Compiègne, a unos 90 kilómetros al norte de París.
Tras escuchar La Marsellesa y el himno alemán, una vez pasada revista a tropas de los dos países, Sarkozy y Merkel realizaron una ofrenda floral en la tumba del soldado desconocido y reavivaron la llama que arde bajo el Arco de Triunfo. De aquella contienda devastadora, en la que Francia perdió entre 1914 y 1918 el 10% de su población activa masculina, ya no quedan combatientes supervivientes pues el último ‘poilu’, Lazare Ponticelli, falleció en marzo de 2008 a los 110 años de edad.
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Noventa años cantando al metro de Madrid



Hay quien asocia la música en el metro con esos artistas que tocan en los pasillos de acceso a algunos de los andenes. Conciertos improvisados para buscarse la vida, lejos del glamour de las salas de audición. Y, sin embargo, esa es la música que nos viene a la cabeza cuando evocamos escenas del metro y vemos a esos concertistas que nada tienen que ver con los intérpretes de las salas filarmónicas. Música y metro es otro binomio con mucho sonido en los 90 años de la historia del suburbano madrileño.

Rosendo, Manu Chao, Joaquín Sabina, Luz Casal o el Canto del Loco se han buscado la vida en otros muchos lugares (quién sabe si alguno de ellos se imaginó tocando en las bocas del metro en algún momento estancado en su carrera artística), pero han sabido cantar al metro de Madrid en estas últimas décadas. Pero no han sido los únicos. Muy al contrario son decenas los famosos que o han bajado a alguna de las estaciones a rodar alguna escena con sus canciones o se han inspirado en el suburbano o han colaborado en alguna actuación allí abajo. Noventa años dan para mucho.
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Metro Madrid cumple noventa años

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Cuando Alfonso XIII inauguró el metro de Madrid, el 17 de octubre de 1919, ni tan siquiera pudo imaginar que el suburbano se convertiría pocos años después en el medio más popular de transporte y que, con el devenir de los años, sería referencia obligada para todas las redes que se construyen en el mundo. Aquel metro, de cuatro kilómetros de longitud y ocho estaciones, es noventa años después una compleja red de transporte con 294 estaciones y 284 kilómetros de recorrido. En sus noventa años de historia, el metro de Madrid ha superado los límites de la capital y hoy llega a doce municipios, atendiendo al 76,7% de la población de la Comunidad de Madrid, que cuenta con una estación de la red a menos de seiscientos metros de su casa.

El metro daba servicio en 1919 a 600.000 madrileños, mientras que hoy debe hacer frente a los más de cinco millones de habitantes; y transportar diariamente a más de dos millones y medio de viajeros. Sólo las redes de Nueva York y París le superan en número de estaciones, mientras que alcanza el número uno en lo que a kilómetros de túnel se refiere y se sitúa el cuarto en extensión, por detrás de Nueva York, Londres y Moscú. Además, la madrileña es la red que mayor número de escaleras mecánicas tiene (1.619), seguida de lejos por las de Moscú (598), y París (504), y la primera en número de ascensores con 458, seguida de Nueva York con 196 y el de Londres con 150. Metro de Madrid es, por tanto, el transporte metropolitano más accesible del mundo.
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Barcelona desde un tranvía en 1908



Uno de esos vídeos de los que siempre se puede sacar algo. En esta ocasión la cámara, instalada en un tranvía, muestra las calles de Barcelona en 1908. Ni qué decir del aspecto de la ciudad condal, muy diferente de la ciudad cosmopolita que hoy conocemos. Balo la dirección de Ricardo Baños, el documental presenta en cámara subjetiva las calles por donde transitan ciudadanos y vehículos en su quehacer diario. Lo podemos comparar con el tránsito que recibe hoy la ciudad.

Papá, ven en tren



El lema ‘Papá, ven en tren’ es uno de los más antiguos de los primeros reclamos publicitarios que recuerdo. Quizá sea de principios de los setenta, aunque no acierto a saber el año exacto. De cualquier forma, este y el otro de «Con Iberia ya hubiera llegado» competían ofreciendo servicios de transporte para restar tráfico a las carreteras españolas, pero con poca fortuna visto lo visto.

Los trenes de la época tardaban en llegar una eternidad. Salvo honrosas excepciones, tampoco ofrecían comodidad. Ni velocces, ni cómodos y con una imagen de la compañía operadora poco gratificante. Los trenes de nuestra niñez,cons estaciones y apeaderos donde el servicio de cantina permanecían abiertos casi las veinticuatro horas del día. Aquellos trenes sin calefacción ni aire acondicionado, que permitían a los viajeros apearse casi en marcha para llegar antes de que se abarrotara hsta la barra del bar, pedir y pagar de prisa, antes de que el jefe de estaciones diera la salida correspondiente.

Ahora, con el trasiego vacacional, el traslado de un lugar a otro de los veraneantes que terminan o empiezan su descanso estival, la nostalgia me invade y el anuncio me asalta la memoria.