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Estaciones singulares: Vasco-Asturiano

La siderurgia vasca desplaza a la asturiana a finales del siglo XIX como la más importante de España. Los gastos de mineral de hierro en Asturias ascienden a 40,2 pesetas y los de Bizkaia a 18 (una diferencia de 22,2). Por el contrario, ésta gasta en coque 39 y Asturias 33,1 (una diferencia de 5,9). La mayor competitividad vasca reside, por lo tanto, en los menores costes de la mena de hierro. Los empresarios vascos necesitan asegurarse los suministros de materias primas, entre los cuales destaca el carbón asturiano, cuya explotación y canales de comercialización tratan de controlar de manera directa, o mediante acuerdos comerciales con empresas locales. En esta estrategia juega un papel esencial el ferrocarril y con él la Sociedad General de Ferrocarriles Vasco-Asturiana que traza una nueva línea ferroviaria (1906) para atender a mercancías y pasajeros y explota directamente el carbón a través de Hulleras del Turón. Ello supone la modernización del puerto de San Esteban de Pravia, que atiende la Naviera Vasco-Asturiana, y la construcción de nuevas estaciones, entre otras la sede en Oviedo.

El sector siderúrgico vasco acaba concentrándose en Bizkaia, fundamentalmente, pese a carecer de carbón, En cambio dispone de mineral de hierro, que además exporta a Gran Bretaña. De esa forma, los barcos que navegan a Gran Bretaña cargados de hierro vuelven cargados de carbón británico. Los altos hornos logran carbón a precios muy bajos y un gran mercado para su hierro, gracias a lo cual barren a su competencia. Bizkaia es el lugar más idóneo para ubicar la nueva siderurgia del acero. Dispone a pie de fábrica de la materia prima más importante –el mineral de hierro no fosforoso– y, además, la rebaja de los derechos arancelarios de la hulla y el abaratamiento de los fletes disminuyen el precio del combustible inglés en Bilbao, con lo que también los costes de su arrabio terminan siendo más competitivos que los asturianos.

Altos Hornos de Bilbao importa coque inglés, pero también lo produce con hulla de León que compra a la Sociedad de Sabero y Anexas, de la que tiene una participación. Los precios del combustible son, sin embargo, menores en Asturias por la proximidad de los yacimientos a las fábricas y porque la hulla y el coque británicos devengan derechos arancelarios. Conviene recordar, como señalan los ingenieros de la época, que los combustibles asturianos resultan “inadmisibles en fábricas modernas aunque su coque resulte barato”. Pero la siderurgia vizcaína reclama más carbón por lo que coadyuva a la creación de nuevas líneas de ferrocarril que conecten las minas asturianas y leonesas con el puerto de San Esteban de Pravia, donde el mineral se embarca con destino a la industria vizcaína.

La sociedad anónima de ferrocarriles “Vasco-Asturiana” se forma en 1899 con un capital de 15 millones de pesetas, una cantidad extraordinaria para aquel momento, y en la que concluyen capitales vascos, asturianos y americanos, entre los que destacan Víctor Chávarri y Salazar y José Tartiere Lenegre. El “Vasco-Asturiano” está formado por tres líneas fundamentales, que van de Ujo a Trubia, Oviedo a la de Ujo a Trubia y de esta última a San Esteban dePravia; más tarde se añade la de Ujo a Collanzo. El trazado sigue la dirección del río Nalón y atiende las necesidades del transporte de carbón de Mieres y las cuencas de Aller y del Caudal.

La empresa levanta en Santo Domingo una sencilla estación provisional en Oviedo, alejada del centro urbano, y cuya ubicación no convence a los propietarios de la firma. Un año más tarde de la inauguración de la línea, el ingeniero Francisco Durán presenta el proyecto de “Estación definitiva de Oviedo” formado por una memoria acompañada de seis planos (1905). Aunque se manejan varias posibilidades, se elige un amplio solar, en las cercanías del teatro Campoamor, situado frente a la Plaza de la Escandalera. Las obras se realizan con rapidez hasta el punto de poder inaugurarse un año más tarde y concebir una flamante estación modernista, con una aproximación al Art Nouveau, dentro de la influencia parisina que caracteriza la Arquitectura de Oviedo en torno al año 1900 y que confiere a la ciudad una elegancia que aún conserva.

«La estación es una obra de Arquitectura e Ingeniería, que debe atender una serie de complejos problemas de comunicación y accesos como consecuencia de su peculiar situación geográfica a los pies de la colina, cuya cima superior limita la calle Jovellanos. El estudio detenido, en los servicios de vías, instalaciones y accesos, es fundamental para resolver de manera satisfactoria los flujos de personas, trenes y mercancías, en la consecución de la máxima eficacia y eficiencia, dentro de la aceleración de la vida ordinaria, que se incrementa de manera notable con los inicios de la Segunda Revolución Industrial a principios del siglo XX», sostiene el profesor José Fernando González Romero, experto en Historia del Arte y autor de varias publicaciones sobre el patrimonio ovetense y asturiano.

El notable desnivel entre la rasante de la calle Jovellanos, donde se ubican las fachadas de la portada de la estación con el hotel de oficinas, y los andenes de las factorías de entrada y salida, la adaptación de las vías a la suave curvatura que forma la pendiente de la colina señalada y la presencia de ejes de comunicación, como la calle Gascona, que obligan a separar las estaciones de mercancías y la de viajeros, son algunos de los aspectos que tiene que resolver Francisco Durán en su proyecto. El mayor problema, sin duda alguna, es la distribución de las dependencias y el sistema de accesos, como consecuencia del desnivel de 16 metros existente entre la portada y los andenes. Desde el muelle de llegada, un pasadizo de viajeros vuela sobre las vías, para salvar la separación de los andenes. Esta pasarela de madera, que se alza sobre una estructura metálica, con pilares de hierro reforzados con tirantes, por encima de la gran escalinata, desemboca directamente en el vestíbulo de la calle Jovellanos.

La fachada del Ferrocarril Vasco Asturiano se articula en dos cuerpos diferentes, uno correspondiente a la portada y otro al hotel de oficinas. Ambos volúmenes se encuentran retranqueados y dejan un espacio rectangular a modo de plazoleta para facilitar la acogida de los viajeros. Una elegante verja de hierro acoge las berlinas de tracción animal y los primeros automóviles. La portada de viajeros adopta la forma de un arco de triunfo de tres huecos. La entrada principal, de mayor tamaño, presenta una solución manierista de dintel y arco de medio punto. El tímpano de cristal aparece presidido por un reloj que marca la vida y costumbres que ferroviarios y viajeros desarrollan en el interior de la estación. Una verja de hierro, con dibujo neo rococó, da prestancia al conjunto, que se corona en la parte superior con un adorno en forma de cornucopia. Mientras que las entradas laterales, se cubren con arcos escarzanos, enmarcados con ladrillos, y que alternan con resaltes planos de sillería. Cuatro palomillas metálicas, que se adosan a los muros y arrancan de la línea correspondiente a los salmeres de los arcos escarzanos, sostienen una marquesina corrida de cristal, con marcado diseño Art Nouveau, que se curva en forma de bóveda para adaptarse al arco principal y protege de las inclemencias del tiempo el gran vestíbulo que se extiende tras la fachada y la puerta de acceso al hotel de oficinas.

«La estructura arquitectónica es muy sencilla. Las cerchas con sus pares y tirantes, que sostienen la cubierta, a dos aguas, se apoyan, por una parte, en el muro portante que forma la fachada y, por otro, en columnas de hierro fundido de perfil historicista. En la cristalización del proyecto definitivo, se producen algunas alteraciones. El arco de medio punto de la portada central se sustituye por uno más sencillo, de tipo escarzano, que hace juego con los de las portadas laterales. Al conjunto, concebido de una sola planta, se le añade un segundo piso con sencillas ventanas geminadas, de forma rectangular, que se corresponden con los portales de entrada. Sobre el tímpano de hierro calado de la puerta principal, sobresale el anagrama de la Compañía Vasco-Asturiana formado por sus iniciales (V y A), entrelazadas», detalla en un pormenorizado estudio el profesor González Romero.

Mientras la fachada de la estación, que mira a la calle Jovellanos, adopta un aire palacial en concordancia con la arquitectura civil de la ciudad, los espacios en torno a los andenes de salida y de entrada presentan una imagen futurista para su época, más de acuerdo con la estética de la ingeniería. Estamos en presencia de una arquitectura industrial, en la que materiales como el hierro y el cristal, juegan un papel fundamental. Sobresalen las marquesinas de ambos andenes, de madera pintada al óleo en el interior y cubierta con planchas de zinc al exterior, que están reforzadas con un entramado de hierro. Estas estructuras se apoyan sobre pilastras toscanas, adosadas a los muros, y columnas exentas de fundición. Todo el diseño, con sus cabeceras curvadas, es de marcado carácter modernista, destaca González Romero.

El cuerpo de oficinas, que en la terminología afrancesada del momento recibe el nombre de hotel, ofrece un volumen cúbico coronado por un tejado a cuatro aguas, que adopta forma troncocónica al estar rematado por un lucernario coronado por una crestería de hierro fundido. Presenta tres fachadas simétricas a la calle, con una disposición diferente de los vanos de las ventanas. Consta de dos pisos y un semisótano. Situadas lateralmente se encuentran las factorías de equipajes de salida y de llegada con accesos independientes. En la zona central, se ubica la sala de espera con la cantina de expedición y la taquilla de billetes. Todas las dependencias son amplias y bien ventiladas e iluminadas. Desde el amplio hall se desciende a los andenes a través de un sistema de escaleras. En estas dependencias llaman la atención la ebanistería de acusado diseño modernista Art Nouveau, con sus características líneas en forma de coup de fouet, los zócalos de azulejos con un alicatado amarillo y azul, los suelos de baldosín hidráulico que imitan alfombras, las mamparas de vitrales artísticos con sus llamativos rótulos, los relojes y las lámparas de iluminación. Los anuncios lo invaden todo y llegan hasta los frentes de los escalones y peldaños.

Tras cincuenta años a pleno rendimiento, la estación comienza su decadencia en los años sesenta. «Los límites en el plazo de las concesiones de las líneas ferroviarias con la proximidad de su reversión al Estado, la competencia del transporte por carretera, la congelación de las tarifas frente al aumento de los costes por la subida de los salarios y de las materias primas o los incumplimientos de los contratos con el Gobierno, son algunas de las causas por las que la empresa acaba por entregar de forma definitiva la explotación del Ferrocarril Vasco-Asturiano a la entidad pública Feve, que se hace cargo de ella el 10 de abril de 1972«, resume el citado profesor. En 1985, con el comienzo de la llamada Tercera Revolución Industrial, se plantea la posibilidad de liberar los terrenos que ocupa la antigua estación. «Oviedo no supo movilizarse para intentar salvar el máximo exponente de su arquitectura ferroviaria. Apenas algunas opiniones, en la prensa y en la Universidad, manifestaron su malestar por la proximidad de su demolición», señala González Romero. En 1994 el terreno queda completamente libre.

(Fuentes. José Fernanfo González Romero, en «La estación del ferrocarril Vasco-Asturiano en Oviedo y la desaparición de un entorno modernista» y «Arquitectura industrial de Oviedo y su área de influencia. Una realidad dúplice», J. Appraiz, en «Fabricación de hierros y aceros»).

Notación y clasificación de locomotoras

La locomotora de vapor es una máquina que, mediante la combustión de un elemento (carbón) en una caldera externa, calienta agua, y el vapor resultante de la ebullición genera la presión necesaria para mover pistones que impulsan las ruedas mediante un juego de bielas. El británico Richard Trevithick (1804) logra adaptar la máquina de vapor, que se utiliza desde principios del siglo XVIII para bombear agua, de forma que una máquina locomovible consigue circular a una velocidad de 8 kilómetros por hora con una carga de cinco vagones, que a su vez tienen 10 toneladas de acero y 70 hombres de lastre. El vapor deja de ser un simple medio para ahorrar trabajo en las minas y se convierte en uno de los impulsores de lo que se conoce como revolución industrial.

Aunque Trevithik es el inventor de la locomotora, el inglés George Stephenson inaugura la Historia (con mayúsculas) del ferrocarril al fabricar la primera máquina de vapor que introduce las modificaciones precisas que luego se emplean en casi todos los artilugios posteriores. La ‘Rocket’ tiene caldera tubular, tiro forzado por inyección de vapor delescape de la chimenea y ataque directo de los cilindros sobre las ruedas mediante el mecanismo de biela y manivela. Sin lugar, a dudas es el referente para la mayoría de las máquinas de vapor en los siguientes 150 años. Se construye para las Pruebas de Rainhill, organizadas por el Ferrocarril de Liverpool y Mánchester en 1829, con el fin de elegir el mejor diseño para impulsar el nuevo ferrocarril, en las que resulta vencedora.

La decisión más visible de Stephenson es el uso de un solo par de ruedas motrices, con un pequeño eje de soporte detrás. Esta máquina es la primera locomotora 0-2-2 y la primera con un solo conductor. El uso de un solo eje motriz implica varias ventajas: se evitó el peso de las barras de acoplamiento y el segundo eje puede ser más pequeño y liviano, ya que sólo soporta una pequeña proporción del peso. La ‘Rocket’ dispone sobre sus ruedas motrices un poco más de 2,5 toneladas de su peso total de 4,5 toneladas. Desde sus comienzos, el combustible predominante es el carbón, aunque también se usa la madera en zonas rurales y en empresas madereras. Cuando el petróleo comienza a utilizarse de forma habitual, se emplea el fuel oil en las locomotoras de algunas zonas. Estas máquinas se manejan con un equipo de al menos dos personas. Una, el maquinista, que es responsable de controlar la locomotora y el tren en su conjunto; la otra, el fogonero, responsable del fuego, la presión y el agua.

La locomotora de vapor continúa su desarrollo hasta límites insospechados de potencia, esfuerzo tractor y velocidad, así como de su rendimiento, peso y timbre durante siglo y medio de tracción en el ferrocarril mundial. De aquella ‘primera’ máquina de Stephenson de de dos ejes motrices se pasa a la de cinco ejes motores (Santa Fe). El empuje de las máquinas diesel y eléctricas las desplazan de las vías porque la competición se hace ya imposible (en España se apaga la última ‘vaporosa’ de Renfe el 23 de junio de 1975 en Vicálvaro)

Las máquinas de tracción vapor se clasifican según el rodaje, es decir el número y la disposición de sus ejes o ruedas, definiendo su clasificación y por tanto, el nombre por el cual son reconocidas. La numeración de las placas de cada locomotora proporciona la información sobre qué tipo de locomotora es y su número dentro de la serie.

Y para su clasificación existen varios sistemas, que se diferencian entre anotar las ruedas, o bien los ejes (entendiendo el eje como el conjunto formado por un cuerpo de eje y sus dos ruedas sobre él). A principios del siglo XX, Frederick Methvan Whyte idea el sistema numérico anglosajón, de uso sobre todo en Estados Unidos y Gran Bretaña, que utiliza la disposición de las ruedas. De esta forma, los números de notación siempre son el doble que en el continental europeo, de base francesa (utilizado en España), cuyo sistema numérico utiliza la disposición de los ejes. La clasificación alemana también se anota según los ejes, pero combina números y letras. Existen otros sistemas, como la clasificación de la Unión Internación de Ferrocarriles (UIC), la clasificación turca o la suiza, que cuentan el número de ejes en lugar del número de ruedas. Los alemanes combinan números y letras.

Hasta la constitución de Renfe en 1941, no existe en España un sistema unificado de matriculación; cada compañía ferroviaria dispone de un método propio con algunas variaciones. El sistema utilizado por Renfe es sencillo; empieza por el frontal de la locomotora. La identificación se forma mediante siete cifras, divididas en dos grupos separados por un guión. En el primer grupo, lo tres primeros guarismos indican el tipo de locomotora, según el número y disposición de sus ejes acoplados y libres. El primer dígito se refiere a los ejes libres portadores delanteros o conductores; el segundo a los ejes motores, tractores o acoplados que van unidos con bielas; y el tercer número, a los ejes libres portadores traseros o de arrastre. De ahí vienen algunos de los nombres que definen a cualquier locomotora con una misma disposición de ejes como, Pacific (231), Mikado (141), Mastodonte (240), Montaña (241), Santa Fe (151), etc. Si en la placa aparece la letra ‘F’ sobre el guión, significa que la locomotora está fuelizada, es decir, que en lugar de carbón utiliza fuel como combustible.

Al margen de esta primera cuestión, cada serie de locomotoras cuenta con sus propias características. Si la locomotora tiene ténder incorporado (recipiente que contiene el agua y el combustible), el primer dígito del segundo grupo de cifras esá siempre cero. El segundo dígito se refiere al número de cilindros y los dos últimos, al número de su serie. Si por el contrario, la locomotora lleva el ténder separado entonces en el segundo grupo, la primera cifra refleja el número de cilindros y las tres restantes corresponden al número de orden de la locomotora dentro de su serie.

Para despejar posibles dudas, veamos un ejemplo esclarecedor. La placa que ilustra esta entrada, que se puede contemplar en el Museo del Ferrocarril de Madrid, indica que pertenece a una locomotora que dispone de dos ejes portadores delanteros, cuatro ejes motores y dos ejes portadores traseros; es decir, de tipo 242, denominada ‘Confederación’. Está fuelizada según indica la ‘F’, lleva ténder separado de la locomotora y posee dos cilindros; es el número nueve de su serie. Los ejes motores se distinguen por ir unidos por bielas mientras que los portadores, van delante y/o detrás de los motores.

Las locomotoras de vapor también reciben nombres según el tipo de tecnología utilizada para aprovechar la expansión del vapor. Los tipos más importantes son de expansión simple y ‘Compound’ o doble expansión. En las primeras los vapores a baja presión se pierden; las segundas los expansionan de nuevo en cilindros de baja presión según varios métodos.

Algunos creen que la clasificación francesa resulta menos clarificadora que la anglosajona White, a su juicio mucho más ‘realista’ que la europea. Frederick Methvan Whyte comienza a usar su propia notación a principios del siglo XX, que rápidamente promociona (1900) la American Engineer and Railroad Journal (Revista del Ferrocarril y el Ingeniero estadounidense). El sistema de este ingeniero de origen holandés cuenta el número total de ruedas de guía, el número de ruedas motrices y finalmente el número de ruedas posteriores, guarismos separados por guiones. En consecuencia, en el caso de nuestra placa de referencia, la disposición se multiplica por dos; es decir, presenta al frente cuatro ejes de guía (tantos como ruedas), ocho ejes motores (ídem) y cuatro ejes posteriores (ídem). En resumen, se clasifica como 4-8-4 (recordad que es 2-4-2, en nuestra particular notación). ¿Os parece mejor que la francesa?

Menos problemas hemos tenido para aceptar la denominación característica que de cada tipo hacen, además, los estadounidenses sobre las locomotoras de vapor, que bautizan con nombres tan singulares como Mikados (141, el doble segun la notación White), Pacific (231), Confederación (242), Consolidación (140), Montaña (241), Mastondonte (240), Mogul (130) y la poderosa Santa Fe (151), las más populares en nuestro país. Planet, Mallet, Garratt, Berkshire, Texas, American, Soiet y Big Boy son, salvo excepciones, máquinas solo habituales en el parque motor ferroviario estadounidense.

Las ‘Mikado’ (297 unidades, 242 Renfe) son las últimas locomotoras en prestar servicio en la red de ancho ibérico. Mientras las grandes locomotoras de vapor se ven desplazadas por las de tracción eléctrica, estas locomotoras 141 mantienen sus servicios dada su gran simplicidad, poder de aceleración y velocidad moderada, inferior por su menor diámetro de rueda a las clásicas de viajeros, eficientes en el remolque de trenes correos, semi-directos y mercancías de poco peso. Recordemos que la última ‘vaporosa’ de Renfe en apagar su caldera es una de estas piezas: 142F-2348.

Las ‘Confederación’ (10) es la serie considerada como la culminación de la tracción vapor en España. Estas máquinas son las de tracción más potentes que circulan en los ferrocarriles españoles; alcanza también con 140 kilómetros la marca de velocidad en este tipo de máquinas. Es una máquina de prestigio; con ella se quiere conmemorar el centenario de La Maquinista Terrestre y Marítima, desde 1920 el más importante suministrador de locomotoras de vapor en España. Diseñadas especialmente para la línea de Madrid a Irún, en el trayecto de la llanura castellana entre Ávila y Miranda de Ebro, su rendimiento es casi espectacular por la gran producción de su caldera y el gran diámetro de sus ruedas motoras. Le resta méritos la poca capacidad de su tender y la simple expansión en lugar del ‘Compoud’.

Las ‘Montaña‘ son, junto con las 1700’s, las máquinas más destacadas de los ferrocarriles españoles de la preguerra. estas piezas corresponden a la antigua compañía del Norte (4601 a 4066), aunque también hay otras (4057 a 4066) de Andaluces, que vende posteriormente a la primera (en el argot ferroviario Montañas andaluzas). Estas locomotoras poseen, a juicio de Ángel Maestro, la máxima armonía de líneas que se ha dado en España en una locomotora de vapor. «Su silueta esbelta, realzada con las pantallas para los penachos de humo, su doble escape, lo airoso de sus cilindros, el bielaje, hacen que esta máquina sea no sólo una de las más bellas construidas en España, sino en toda Europa».

Las ‘Pacific’ (30 unidades), muy extendidas en Europa, resultan un rara avis en nuestro país. Dadas las características de las líneas españolas, se prefiere las locomotoras de cuatro ejes acoplados (140 y 240). Norte recibe en 1911 las primeras (serie 3000), construidas por la Sociedad Alsaciana; un pequeño lote de 16 piezas con las que se inicia el sistema ‘Compound’ (231-4001 a 231-4016 en Renfe). MZA adquiere dos años después, cuatro piezas basadas en las famosas S-3/5 de los Ferrocarriles del Estado de Baviera (231-4021 a 231-4024. Las más conocidas son las de Andaluces (231-2001 a 231-2010), que se compran para la Exposición Iberoamericana de Sevilla de 1929.

⚫ Con las ‘Consolidación’, Norte consigue una locomotora universal, apta para todos los servicios. Se trata de locomotoras de simple expansión, con un diámetro de rueda de 1.560 milímetros, idéntico a las «1.900 pequeñas» y las Mikado. En 1943, se recibe la última locomotora de esta serie, que con 437 ejemplares es la mayor de toda la historia de los ferrocarriles españoles. A excepción de algunas pocas locomotoras que proceden del Oeste o de otras compañías, todas son adquiridas por Norte. En Renfe, se les asigna la serie 140-2068 a 140-2504. La compañía de Andaluces dispone de varias series de pequeñas de locomotoras 140, con aspecto claramente inglés. La serie más antigua, y origen de las posteriores, la suministra North British, en 1919 (140-2016 a 140-2020 en Renfe).

Las ‘Mastodonote’ es, junto con la 140, el modelo más representativo de la tracción vapor moderna en nuestro país. Renfe llega a contar con 12 modelos diferentes y un total de 777 locomotoras, dotadas de este rodaje que, en buena parte, hereda de las antiguas concesionarias de líneas de vía ancha (535 locomotoras). MZA es la primera y la que más profusamente utiliza este modelo; adquiere sus primeras unidades en 1912 (serie 1101 a 113), ampliada con otras 65 unidades entregadas en 1913 (1131 al 1195). En 1921 compra otras 25 máquinas (1196 a 1220). Todas ellas pasan a Renfe (240-2081 a 240-2200). La Maquinista Terrestre y Marítima de Barcelona aporta 50 unidades (1401 a 1450) en 1920; 25 en 1926/27 (1451-1475); 30 en 1928 (1476-1505); otras 30 en 1929 (1506-1535); y otra treintena en 1930/31 (1536-1565). Renfe matricula las 165 locomotoras de la serie 1400 heredadas de MZA como 240-2241 a 2425. En menor escalar Oeste y Andaluces disponen de máquinas; y Norte utiliza 61 (se inclina por las 140).

Las máquinas ‘Garrat’ (10 unidades), locomotoras de vapor articuladas, están destinadas, en principio a la línea de Linares-Almería, donde la debilidad de los puentes no permite el paso de locomotoras de mayor peso por eje; finalmente se emplean en la zona de Valencia. El Central de Aragón adquiere simultáneamente dos series diferentes de locomotoras, una para viajeros (462-0401 a 462-0406) y otra para mercancías (282-0401 a 240-04061). En la práctica se puede considerar que se trata respectivamente de dos locomotoras ‘Pacific’ o ‘Mikado’ con una caldera común. Son locomotoras para líneas difíciles y sinuosas, a causa de su buena inscripción en curva, poco peso por eje y posibilidad de instalar mucha potencia. Las dos series se construyen en España: Euskalduna, la de viajeros, y Balcock & Wilcox la de mercancías. Renfe adquiere diez máquinas (282-0421 a 282-04301. La locomotora 282-0430 es la última locomotora de vapor que se construye en nuestro país (1961).

Las ‘Santa Fe’ (22 unidades) se pueden considerar como la culminación de la tracción vapor en España, junto a las ‘Confederación’ (242-2001 a 242-2010). Todas son diseñadas y construidas por la Maquinista Terrestres y Marítima, en 1942 las primeras y en 1955, las otras. Las ‘Santa Fe’ ((151-3101 a 151-3122) son las únicas locomotoras de cinco ejes acoplados que ha tenido Renfe. La serie es pequeña dado que estas máquinas presentan mayor dificultad de inscripción en curva y limitaciones impuestas por la resistencia de los ganchos de tracción. Tienen tres cilindros iguales y simple expansión; la caldera se utiliza posteriormente para las ‘Confederación’ y las ‘Montañas’. Con un peso total de 213 toneladas, incluido el ténder, son las más pesadas del parque de vapor de Renfe.

La locomotora de vapor es durante siglo y cuarto el símbolo representativo del ferrocarril. Este sistema de tracción determina las condiciones de explotación de los trenes, el tendido de las líneas y las formas de trabajo. Y también impone un modelo de producción determinado por el carbón, como fuente de energía, y el acero como elemento primordial de la construcción del material fijo y móvil. Este modelo alcanza su final en España el 23 de junio de 1975, cuando el entonces príncipe de España don Juan Carlos apaga la caldera de la ‘Mikado’ 141F-2348. Culmina una era que se inicia el 28 de octubre de 1848, con la inauguración del primer ferrocarril peninsular entre Barcelona y Mataró.

(Fuentes. C. Hamilton Ellis, en «Historia de los trenes». Colin Garratt, en «Locomotives a vapeur du monde entier». Franco Tanell, en «locomotoras y trenes desde 1830 hasta hoy». Justo Areniillas Melendo, en «La tracción en los ferrocarriles españoles». Ángel Maestro, en «Las Grandes Locomotoras de vapor en España». Ignacio de Ribera, «La ingeniería ferroviaria en el siglo XX: 1914-1986». EcuRed. Vía Libre, varios números)

Joyas en custodia: grúa Grafton

Aunque muchos aficionados no las tengan catalogadas entre los vehículos que conforman el parque móvil, el origen de las grúas se remonta casi a los mismos orígenes del ferrocarril, donde realizan múltiples funciones. Estos artiilugios se utilizan para carga y descarga de mercancías, trabajos en la vía y en los talleres, sustitución de puentes y para encarrilar material móvil que, por cualquier causa, queda fuera de la vía. No son, por tanto, un rara avis de las compañías ferroviarias, si bien tampoco resultan muy conocidas puertas afuera de las instalaciones del sector, salvo quizá las que se dedican al rescate de vehículos accidentados.

Por lo general, las grúas de este tipo pueden ser manuales o mecánicas. De estas últimas, las más comunes son las que utilizan como fuerza motriz el vapor o el motor diésel, aunque como resulta obvio las primeras grúas móviles son manuales. Este tipo de aparatos aprovechan las propiedades de los engranajes desmultiplicadores, de tal forma que ayudan a que un solo un individuo pueda elevar fácilmente 5.000 kilos con una grúa corriente. Los últimas dispositivos manuales construidos permitían elevar cargas de hasta 15 toneladas. Pero cuando los pesos que han de elevarse son superiores, debe recurrirse a otros sistemas.

Las grúas de vapor tampoco son recientes; más al contario, se utilizan desde muy antiguo. Estos artefactos presentan ventajas significativas sobre los anteriores, ya que permiten alcanzar más fuerza y rendimiento; claro está que el coste de mantenimiento también es mayor. Las grúas de vapor más pequeñas suelen tener unas 15 toneladas de fuerza, aunque las ha habido más pequeñas. En nuestro país, la grúa de vapor de mayor fuerza pertenece a la Compañía de Caminos de Hierro del Norte de España que alcanza las 70 toneladas. Pero las hay más potentes, como la Cockerill de vapor de 145 toneladas de fuerza, de la francesa Societé Nationale de Chemins de Fer (SNCF).

De la misma manera que los artilugios manuales se ven desplazados por los de vapor, la tracción diésel arrincona los ejemplares de esa propulsión. En muchos casos, se sustitye el motor de vapor original por uno diésel nuevo y se conserva toda la parte mecánica de la grúa. Tal es el caso, por ejemplo, de la grúa de vapor del Norte, que resiste el paso del tiempo hasta que causa baja en los setenta porque llegan al mercado mejores y más poetentes aparatos, dotadas de avances tecnológicos de gran envergadura.

Por lo general, las grúas pueden ser transportadas de unos puntos a otros, para lo que disponen de los aparatos convencionales de tracción y choque y que les permiten ser intercaladas en un tren. Las primeras grúas del ferrocarril, sin embarggo, trabajan fijas dentro de un depósito o dependencia concreta y carecen de los elementos de tracción y choque de los vehículos móviles. Generalmente, a las grúas se les adosa un vagón plataforma donde pueden apoyar la pluma. Y, en múltiples ocasiones, se añaden más vagones con herramientas, materiales, raíles,traviesas, tacos de madera para el calce…. En Renfe, este tipo de vehículos de apoyo van marcados con la serie HGM, si son especificamente fabricados para este fin, o con la serie STM, si se trata de antiguos vagones plataforma modificados. En este caso, el número del vagón suele coincidir con el que tenía antiguamente como vagón plataforma.

En el ferrocarril español, una buena parte de las administraciones ferroviarias, tanto de vía ancha como métrica, disponen, al menos, una grúa móvil. Con la creación de Renfe (1941), las antiguas compañías ferroviarias aportan un total de 95 grúas móviles; 7 son de vapor y las 88 restantes manuales. En los años siguientes, estos modelos van desapareciendo del parque móvil y se incorporan otros más modernos y con tracción diésel y eléctrica que, incluso, permiten la manipulación, carga y apilado de contenedores, especialmente diseñadas para operar en terminales portuarias, depósitos de contenedores y en el sector intermodal.

Dejando aparte este tipo de grúas más modernas, centramos nuestra atención en una de las joyas del Museo Vasco del Ferrocarril: la grúa de vapor Grafton. Construida en 1920 por el fabricante británico Grafton & Co. de Bedford, se mantiene en servicio desde esas fechas hasta la década de los 70 en los talleres y zona de materiales de Babcock & Wilcox, en Trapagaran. Este artilugio es de lo primero que se encuntra el visitante apenas sale al andén principal de la antigua estación de Azpeitia, que muestra sus potencialidades cada vez que se organiza una jornada de vapor vivo. Este vehículo tan especial de carga y descarga de mercancías tiene una caldera vertical metálica unida por remaches, con cubierta y brazo metálicos, que se alimenta de carbón, como muchas de las máqunas del parque móvil del museo.

La silueta de esta grúa es bastante familiar en las grandes fábricas del País Vasco desde finales del siglo XIX hasta la década de los sesenta del siglo XX. El artilugio funciona con un motor de vapor que también sirve de tracción para trasladarse sobre las vías que conecta las zonas de la fábrica. Cuando deja de prestar servicio, no pasa al desguace, como muchas de sus congéneres; los operarios de la factoría vizcaína, a caballo entre San Salvador del Valle (Trapagaran) y Sestao, que se encargan de encender el horno y su caldera vertical, la ponen a funcionar a diario para descargar los camiones que entran a la planta. Eso le permite llegar a ser inventariada en la década de los 90 por la Asociación de Patrimonio Histórico Industrial.

El Museo Vasco del Ferrocarril se interesa por ella en varias ocasiones; en 1996 la restaura y la mantiene operativa en sus instalaciones. «Cuando empezamos con el proyecto del museo, uno de los primeros pasos fue la elaboración de un inventario del patrimonio ferroviario existente. En mayo de 1989 realicé una visita a Babcock & Wilcox y ahí me encontré la grúa Grafton en plena actividad. De inmediato, la solicitamos para Azpeitia. La grúa seguía siendo necesaria para las labores de carga y descarga; no tenían previsto comprar otra más moderna, ya que se ajustaba perfectamente a las necesidades operativas. Además su consumo era mínimo, ya que solían alimentar su caldera con maderas viejas y trozos de palets que recogían por la fábrica», comenta Juanjo Olaizola, alma máter y director del Museo Vasco del Ferrocarril. La grúa autopropulsada de Azpeitia es, probablemente, el último vehículo ferroviario de tracción vapor en servicio comercial en España, ya que se mantiene en servicio hasta 1996.

El Museo del Ferrocarril de Asturias también conserva en estado de marcha una grúa de similiares características, construida por la Fabrica Nacional de Trubia en 1890, copia de modelo británico. Actualmente es el vehículo de construcción nacional de cualquier tipo más antiguo en funcionamiento. En la Fundación Museo de la Siderurgia (MUSI) de Langreo también figura una máquina de vapor, bautizada como la ‘Leona’. El artilugio es de vapor autopropulsado con caldera vertical, cabina giratoria y pluma que trabaja en Duro Felguera y, con posterioridad, en Ensidesa. Aunque se desconoce su año de construcción, aparece en el inventario Galtier en 1964.

El ingeniero Alexander Grafton (Grafton & C.o) alcanza cierta fama con su fábrica grúas de vapor, activa ya en el últimmo terccio del siglo XIX; de su factoría en Belford (Inglaterra) salen más de 150 grúas en los primeros seis años de actividad. El técnico londinense diseña una locomotora de vapor construida sobre una plataforma giratoria horizontal. El primer modelo es tosco, pero mejora a todas las anteriores. A partir de sus diseños, su fábrica construye más de mil aparatos de este tipo, que exporta por todo el mundo para su uso en los ferrocarriles, muelles, puertos y centrales eléctricas. La empresa también producea de las primeras grúas eléctricas del país para su uso en el puerto de Dover. Una de sus grúas resulta fundamental durante la Segunda Guerra Mundial. Los británicos consiguen despejar las aguas del puerto de Tobruk (Libia) de material pesado y barcos hundidos y abrir un canal de navegación mucho más rápido y con menos trabajo del esperado.

La grúa de vapor autopropulsada Grafton de Babcock & Wilcox circula por vía ancha (1.668 milímetros) y lleva en el lateral la inscripción «Grafton Engineers Bedford (912)» y «Crane nº 2361», en la parte delantera. La longitud entre topes es de 5.600 milímetros, pero como la trasera va en ‘vuelo’. la distancia es de 5.900 milímetros. Con 10 toneladas de peso, tiene capacidad para levantar 9.500 kilos en un radio de 4.600 milímetros y 2.820 kilos en su distancia máxima de 12.200 milímetros. El conjunto está formado por los elementos fundamentales: el bastidor y la superestructura. El primero va montado sobre dos ejes; sobre él van la caldera vertical metálica, unida por remaches, con cubierta, y el brazo también metálico. La suele acompañar un vagón auxiliar, de dos ejes, aunque la pluma no descansa sobre este vehículo. Com el resto de las joyas de vapor del Museo Vasco del Ferrocarril, cada vez que se organiza una jornada especial uno de los primeros encendios de calderas lo protaganiza esta histórica máquina, que miman y cuidan dos de sus encargados (Joseba y Joxemi).

Azpeitia es de obligada visita para todos los amantes del ferrocaril y constituye un auténtico santuario, donde se rinde culto al vapor. En sus instalaciones es posible observar una de las mejores colecciones ferroviarias de Europa, con vehículos de todo tipo como locomotoras de vapor, diésel y eléctricas, automotores y diversas clases de vagones. Ofrece asimismo uno de los más completos conjuntos de máquina-herramienta de Euskadi, a través del antiguo taller mecánico del Ferrocarril de Urola, y cuenta con las muestras de los uniformes utilizados en el ferrocarril desde finales del siglo XIX y de una de las mejores colecciones de relojería ferroviaria del mundo. Con la inestimable ayuda de los Amigos del Museo Vasco del Ferrocarril (BML) y la gestión del director del centro, Juanjo Olaizola, las antiguas dependencias de la línea del Urola son claramente una de las grandes referencias del ferrocarril europeo.

(Imagen cortesía Amigos del Museo Vasco del Ferrocarril (BML). Fuentes. Manuel González Márquez, en «Grúas móviles en los ferrocarriles españoles». Amigos del Museo Vasco del Ferrocarril (BML). Vía Libre)

Joyas en custodia: ‘la Vaporosa’ militar

Desde su nacimiento, la obsesión de los ingenieros de Renfe es modernizar el parque motor, muy castigado por los tres años de guerra, pero también muy maduro y con máquinas antiguas heredadas de las antiguas compañías ferroviaras que tienen grandes dificultades para su renovación. En la década de los 50, incorpora 221 locomotoras eléctricas, 219 máquinas diésel, 20 automotores TAF, las cuatro unidades del Talgo y los ferrobuses para los servicios de cercanías y regionales. Sin embargo, a pesar de que hay una preferencia evidente por la tracción eléctrica, no se renuncia a la adquisición de unidades de tracción de vapor que con el Plan de Fuelización supone añadir 406 nuevas piezas.

A mitad de la década anterior, se realiza el primer ensayo de fuelización. Diecisiete locomotoras de la serie 400 se transforman para evitar el uso del carbón. Algunos añas antes se prueban los cargadores mecánicos de carbón tipo Stocker (en uso en otros países desde 1910) en alguna ‘Santa Fe’, 2200 y 2700; necesitan un tamaño de carbón apropiado. A estos inconvenientes se une en muchas ocasiones otro factor: la dureza de las aguas de muchas localizaciones. Las calderas de las máquinas acumulan grandes depósitos calcáreos que deben ser eliminados manualmente. Y otro aspecto que conduce a evitar el carbón es el del bajo rendimiento energético que produce en las locomotoras, en relación con la gran cantidad de mineral que devoran.

En 1952 se produce la fuelización a gran escala; se llegan a fuelizar un total de 694 locomotoras. Las diez ‘Confederación’, las diez ‘Garrat’, y 123 ‘Mikados’ que se incporran en esa época al parque móvil, ya vienen fuelizadas de fábrica. Por consiguiente, se plantea la fuelización y la diselización, lo que al criterio de la dirección de Renfe tiene dos importantes consecuencias: el peligro de la irregularidad del suministro (como durante la II Guerra Mundial) y el gran gasto de divisas. Sin embargo, este tipo de combustible de importación solo se usa como medida de transición, y fuera de las grandes arterias de la Red; la gran apuesta pasa por la electrificación de la red.

La fuelización del parque de locomotoras permite, entre otras cosas, mejorar las condiciones de explotación al aumentar su rendimiento térmico y económico; mejorar las duras jornadas de trabajo de los fogoneros que en algunas locomotoras les lleva a palear mas de 3.000 kilos al día; reducir el tiempo de espera para la entrada en servicio de la locomotora; aprovechar para mantener un fuego óptimo durante todo el viaje, con las economías que ello supone. El ferrocarril industrial de Samper de Calanda a Andorra es el último en utilizar la tracción vapor por medio de fuel-oil.

Durante estos años se culmina el primer ciclo de la electrificación de la red, lo cual posibilita que se pasen de contar con 722 kilómetros en 1953 a 3.140 1968. Aunque entre 1969 y 1972 el proceso se estanca, ya ha dado sus primeros frutos, puesto que en 1973 están electrificados los principales ejes que unen Madrid con el País Vasco, Cantabria, Asturias, Monforte de Lemos y Córdoba; la red catalana y la unión de ésta con Valencia; y la mítica línea Gádor-Nacimiento. Las máquinas de vapor ceden su secular función a las modernas locomotoras diésel y eléctricas. Muchas se desguazan, unas pocas se ceden a empresas y organismos y otras se reservan.

Precisamente la máquina que nos ocupa, la 240-2215, se libra del proceso de fuelización y sigue alimentándose con carbón. Construida en 1933 por la factoría valenciana Construcciones Devís, es la única superviviente de su serie, compuesta inicialmente por quince máquinas (1001-1015) que en 1940 son ya 38. Similares a las ‘1500 de MZA’, y con pequeñas modificaciones a las 4.201-4.235 de los Ferrocarriles Andaluces, estas locomotoras están consideradas como las primeras de tipo unificado de los ferrocarriles españoles. Llegan a circular 258 de estas máquinas, de las cuales 229 salen de la factoría de la Maquinista Terrestre y Marítima, la mayor serie homogénea construida por un fabricante español. Según los especialistas, pocas series de locomotoras son tan polivalentes como ésta; se utilizana masivamente en todo tipo de trenes y en todos los recorridos nacionales. Es, por tanto, uno de los modelos que mejor se adaptan a a las necesidades de los ferrocarriles españoles.

La Compañía del Oeste reparte estas locomotoras en los depósitos de Madrid-Delicias, Arroyo de Malpartida, Salamanca y Monforte, aunque tras la constitución de Renfe -donde se renumeran como 240-2201 a 2215- algunas pasan al depósito de Vigo. Aparte de sus servicios por todo el noroeste peninsular, en la década de los 40, cursan el recorrido completo Salamanca-Madrid sin cambio de tracción en Ávila. «El prestigioso historiador ferroviario Ángel Maestro cuenta que se las suministra el mejor carbón del depósito para que puedan hacer las marchas asignadas a las locomotoras eléctricas en este tramo», cuenta Ángel Rivera en Trenes y Tiempos.

El desguace de toda la serie se lleva a cabo entre 1965 y 1968. La ‘mil de Oeste’ 2215 se encuentra en manos del Regimiento de Zapadores Ferroviarios de Campamento (Madrid). De ahí que la ‘Vaporosa’, como allí es bautizada, pueda participar en distintos actos conmemorativos, tales como el centenario de la rampa de Pajares (octubre de 1984) y en la Jornada de Puertas Abiertas del Museo del Ferrocarril en Madrid en 1996. Releva a la Mikado 141F-2111, al frente del Tren de la Fresa. La máquina ‘militar’ pasa al antiguo Regimiento de Zapadores de Cuatro Vientos (Madrid) cuando se reunifican las unidades ferroviarias del Ejército y en 2001 se traslada con el Regimiento de Ferrocarriles número 13 desde su acuartelamiento en Madrid a Zaragoza, en las antiguas instalaciones del Centro de Adiestramiento y Doctrina San Gregorio. La ‘Vaporosa’, con matrícula SMF 240-2215 desde que está en unidades militares, vuelve a ser rebautizada como ‘San Fernando’. Disuelto el Regimiento de Zapadores (tras 124 años de existencia), la locomotora es cedida en el 2011 al controvertido Centro de Estudios Históricos del Ferrocarril Español (CEHFE) y trasladada a los talleres de Lleida de la Associación para la Reconstrucción y Puesta en Servicio de Material Ferroviario Histórico (Armf).

La máquina se encuentra en la actualidad en manos del Parque Ferroviario de Martorell (PFM), que cuenta con un pequeño, pero valioso, número de vehículos en exposición, incluida alguna joya de nuestra historia ferroviaria. El centro, con vinculaciones directas con el CEHFE, custodia además en la histórica nave de MZA la diesel 10825 (operativa) y tres coches de indudable valor histórico: el antiguo LBA (Lorca a Baza y Águilas) C-8 del año 1889, el MZA A-330 de 1912, y un coche-salón de 1929 que en la Compañía del Oeste es matriculado como S-3.

(Fuente Ignacio de Ribera, en «Ingenieria ferroviaria en el siglo XX: 1914-1986». Miguel Muñoz Rubio, en «Renfe, 75 años de historia (1941-2016). Javier Fernández López, en «Locomotoras de vapor preservadas en España». Pere Comas, en «Breve historia de la tracción vapor en M.Z.A. Ängel Rivera, en el blog Tiempos y trenes)

Joyas en custodia: ‘Escatron’ de Endesa

El desmantelamiento y desguace de locomotoras del vapor del parque español comienzan en los años 50, aunque en las dos décadas siguientes el operador español se deshace de la mayor parte de las vaporosoas, de forma que a principios de los 80 el número de máquinas en activo es prácticamente nulo, salvo en algunos ferrocarriles industriales, donde tampoco se prodigan. En esta década se incia el cese de los desguaces y se toma conciencia del valor (por historia u ornato) que permite que una gran parte de las unidades que han resistido lleguen hasta nuestros días, aunque no todas, por desgracia.

Los especialistas en vapor aseguran que solo el 6% del total que han llegado a existir permanecen ‘conservadas’. El dato puede parecer exiguo, pero aún es mucho menor el parque de otros vehículos ferroviarios: los coches con cierta antigüedad son prácticamente inexistes y los más ‘recientes’ son pocos. Claro está que son muchos menos los vagones de mercancías reservados. El valor estétito y simbólico de las locomotoras de vapor es mumo más perceptible que el del material remolcado, explica Javier Fernández, director del Museo del Ferrocarril de Gijón y uno de nuestros grandes conocedores del ferrocarril español.

Los pocos estudios que hay sobre la materia concluyen que el 40% del material preservado está en manos de museos y entidades afines, lo que a juicio de Javier Fernández supone que esté garantizada en teoría su conservación y difusión pública. Las unidades que mantienen Asociaciones de Amigos del Ferrocaril suponen sólo catorce unidades; si bien es ciero que una parte fundamental de las piezas en custodia se han cedido a museos e instituciones, cuando no se han convertido en organizaciones museísticas. Renfe se suma al proceso de recuperación de locomotoras de vapor, en estos primeros años, con nuevas iniciativas, muchas veces en colaboración con diversos colectivos de amigos del ferrocarril, como es el caso de la restauración del Tren del Centenario en 1981 o de la locomotora 241-2001 (ex 1701 de MZA).

Aunque buena parte del material no es original de la zona, el patrimonio ferroviario conservado en Aragón es de los más importantes de España. La existencia, desde hace varias décadas, de una chatarrería que mantiene piezas adquiridas en desguaces por toda España, es la causa principal de que en Aragón coexistan actualmente locomotoras procedentes de puntos tan dispares como Riotinto o Barruelo. Pero si algo conviene destacar, es la labor de la Asociación Zaragozana de Amigos del Ferrocarril y Tranvía (Azaft) que coadyuva a que el patrimonio ferroviario aragonés posea la importancia cualitativa que presenta en la actualidad, con varias locomotoras en marcha y otras en diferentes fases de recuperación. Lástima que el proyectado Museo del Ferrocarril en Zaragoza siga a la espera de mejores tiempos.

Entre los fines de la asociación destacan desde el principio «agrupar, fomentar y desarrollar la afición a los ferrocarriles y tranvías en general, tanto en miniatura como reales» (del artículo tercero de los Estatutos). Para un mayor logro de tales objetivos, la Azaft se organiza internamente a través de diversas secciones, lo que posibilita que cada asociado pueda participar en las áreas de su mayor preferencia: tren real, modelismo, filatelia, fotografía, video, investigación, etc. Una de las labores en las que pone más empeño es la de promover acuerdos entre empresas e instituciones con vistas a la preservación del patrimonio histórico ferroviario. Este esfuerzo ha fructificado en diversos convenios de colaboración con la Diputación Provincial de Zaragoza, la Fundación de los Ferrocarriles Españoles, Endesa, la Compañía Internacional de Coches Camas (CIWL) y la S.E. Correos y Telégrafos. Gracias a dichos convenios se consiguerescatar del desguace o del olvido valiosas piezas ferroviarias, algunas de las cuales son restauradas y se encuentran en funcionamiento.

Entre el material recuperado se encuentran las veteranas locomotoras de vapor de Endesa Baldwin 130 ‘Aragón’ (EE.UU. 1920) y Jung 242T ‘Escatrón’ (Alemania, 1953), así como las locomotoras eléctricas de Renfe 1005 (España, 1927) y 7702 (Inglaterra, 1952). Con este y otro material ferroviario se forman variados trenes de época con los que se llevan efectuando, desde el año 1987, múltiples viajes especiales y conmemorativos, que han contado en muchas ocasiones con el aliciente de la tracción vapor. Una de las composiciones más valoradas por los aficionados es el Tren Azul, que se conslolida en 2009 y con el que se realizan diferentes viajes abiertos al público.

Una de sus joyas, la ‘Escatron’, encabeza durante años el convoy ferroviario. Junto a la ‘Andorra’, es la locomotora de rodaje 242 más potentes que circula en los ferrocarriles españoles. Construidas por Arnold Jung en 1953, con números de fábrica 11647 y 11648, están fabricadas para consumir carbón, pero debido al elevado consumo, se fuelizan en 1966. Esta casa aporta únicamente 18 locomotoras al parque español. La Empresa Nacional Calvo Sotelo (Encaso) las adquiere para prestar servicio en su ferrocarril minero de Andorra a Escatrón. Al clausurarse a primeros de agosto de 1984 este tipo de tracción, la ‘Andorra’ queda apartada en la estación de ese nombre y la ‘Escatrón”, en la base de Zaragoza-Delicias.

La ‘Escatron’ tiene un gran record histórico; llega los 472.000 kilómetros sin reparar. Esta vaporosa figura en los registros, además, como la última vaporosa en servicio regular (3 de agosto de 1984) en ancho ibérico. Encabeza junto a su compañera los trenes que se componen de 16 tolvas «holandesas», lo cual equivale a un tonelaje bruto de unas 960 toneladas. Estas potentes máquinas, aunque de rodaje 242, poco tienen que ver con las ‘confederación’ de Renfe, consideradas como el cénit de la tracción vapor en España. Aunque su rendimiento es excelente, difieren bastante de las citadas cuyas ruedas motrices son de 1.900 milímetros (1.500 tiene nuestra protagonista) y la longitud entre topes: 16.500 milímetros por los 26.830 de las 242 de Renfe; y la capacidad de combustible (4 toneladas de la Endesa y más del triple en las otras), aunque con el mismo timbre de caldera (16.0 Kg/cm²). Carecen también de la novedosa disposición de las pantallas laterales de las ‘confederación’ que consiguen elevar más eficientemente el penacho de humo de la chimenea, facilitando la visión del maquinista desde la cabina.

Desde su cesión a la Azaft ‘la Escatrón’ comienza ser utilizada con regularidad en la realización de trenes especiales sobre todo en Aragón, aunque también realiza incursiones en Euskadi y Cataluña. Tras su recuperación como máquinas históricas, tanto esta como la ‘Aragón’ encabezan numerosos trenes conmemorativos. Sin embargo, la remodelación de la red ferroviaria de Zaragoza, con motivo de las obras de construcción de la línea de Alta Velocidad y de la nueva estación de la capital aragonesa, impiden durante tiempo la realización de nuevas circulaciones de este tipo.

La Empresa Nacional Calvo Sotelo (Endesa desde 1972) construye de 1947 a 1953 la última línea de ferrocarril turolense, que se destina a llevar el carbón de la cuenca minera de Andorra hasta Escatrón (pasa por Samper de Calanda), para ser quemado en su central térmica. Curiosamente Endesa dispone de varias locomotoras de vapor para esta línea. En la década de los 50 compra una Baldwin (fabricada en 1920 en Filadelfia para la azucarera de Tudela), una Pacific de los Ferrocarriles Andaluces, dos Mikados de Renfe, las dos locomotoras alemanas citadas, y encarga ‘la Samper’ a la Maquinista Terrestre y Marítima de Barcelona, construida expresamente para esta línea en 1958; es la última locomotora de vapor construida en España.

Endesa, en su afán por conservar su historia ferroviaria, sigue una política de cesiones a diferentes entidades culturales. ‘La Samper’ está en manos dea la Escuela de Ingenieros Industriales de Zaragoza; la Pacific de Andaluces y la Mikado 2416, en la Fundación de los Ferrocarriles Españoles; ‘la Andorra’ permanece como ‘macetero’ en el municipio de Andorra; y ‘la Baldwin’, ‘la Escatrón’ y ‘la Mikado 2124’ están cedidas a la Diputación Provincial de Zaragoza.

(Imagen cortesía de Ángel González Mir. Fuente. Javier Fernández, en «Las locomotoras preservadas en España». Juanjo Olaiozola, en «30 años de tracción vapor en España (1975-2005)». Azaft. Vía Libre)

125 años del tren en Cistierna

Cistierna celebra con una muestra visual los 125 años de la llegada del ferrocarril a la comarca. Una exposición inaugurada este domingo en el Museo del Ferroviario recuerda el paso de los trenes por esta zona leonesa que tratan de resumir lo que ha representado la Compañía de los Ferrocarriles de La Robla para la comunidad castellanoleonesa. La muestra ha sido organizada por el Museo Vasco del Ferrocarril, en Azpeitia, donde estuvo expuesta el año pasado.

La muestra se compone de un total de veinticuatro paneles informativos que resumen la historia del ferrocarril, que comenzó su andadura allá por el año 1894 en lo que siempre se ha conocido como el tren de la Robla, que desde 2013 ha sido integrado dentro de la compañía Renfe-Feve. La presentación de la muestra corrió a cargo de una amplia representación del Ayuntamiento y de la Asociación de Ferroviarios San Fernando, con su presidente Manuel Suárez García a la cabeza, a la que también asistió Amador Robles Tascón, ex director de la ya extinta compañía Frerrocarril de Vía Estrecha (Feve), hoy entegrada en Renfe.

El miércoles, 8 de agosto, se podrá disfrutar a las 19.00 horas de la presentación del libro «Ruta Botánica Camino de Wamba y Lago Ubales» de Marius Van Heininger; y el jueves, a las 18.30 horas se presentará la obra «Carbonilla en los Ojos», de Jesús Diez, el niño de Tren del Hullero.

El 20 de julio de 1893 el tren Hullero de La Robla inauguraba un tramo de 24 kilómetros en la provincia de León desde Boñar a la localidad montañesa. Las estaciones que se abrieron desde el tramo nuevo proveniente de Boñar en 1893 fueron La Ercina, el apeadero de Yugueros y la de Cistierna. Esta última en los primeros años de explotación llegó a ser la segunda más rentable de toda la línea, por el transporte del carbón de la zona a las industrias siderúrgicas de Bilbao. Al año siguiente se uniría Cistierna con el otro tramo inaugurado aquel 20 de julio de ese año, esta vez en la provincia de Burgos: 13 kilómetros entre Espinosa de los Monteros y Sotoscueva.

Nacía en esa época el tren de ancho métrico más largo de toda Europa, que en 1893 ya explotaba 114 kilómetros de línea, de los cuales 76 eran de la primitiva explotacion y el resto habian entrado en servicio ese 20 de julio de ese mismo año. La linea se basó en un proyecto del ingeniero de minas Mariano Zuasnavar Arroscaeta, si bien el autor material fue José Manuel Oraá y Aizquivel, ingeniero industrial, que supo sacar el mejor partido al accidentado trazado, terminando solo en cuatro años.

A través de 24 paneles, se narra la rica historia de esta notable vía férrea, desde sus antecedentes, que se remontan a la lejana fecha de 1832, hasta la maduración del proyecto, su construcción y las diferentes fases de la explotación, inicialmente muy difícil, para consolidarse en los años de la Primera Guerra Mundial y alcanzar su esplendor en los de la Segunda Guerra Mundial, gracias a la creciente demanda del carbón que transportaban sus vagones.

Acuerdo para descarbonizar el transporte

Alstom, junto con otras empresas, ciudades y países, anuncia la creación de la Alianza para la Descarbonización del Transporte (ADT), una coalición que busca sumar fuerzas y acelerar la descarbonización del sector del transporte. El lanzamiento de esta plataforma ha tenido lugar durante el Foro Internacional del Transporte (International Transport Forum, ITF), que se celebra en Leipzig, Alemania, entre 23 y el 25 de mayo.

Las emisiones del transporte representan actualmente el 25% de todas las emisiones de gases de efecto invernadero relacionadas con la generación de energía. La Alianza para la Descarbonización del Transporte busca, a través de esta coalición, impulsar la transformación del transporte mundial para reducir sus emisiones a cero en el año 2050. La Alianza promoverá el debate sobre la descarbonización a todos los niveles (global, nacional y local) con políticas públicas y corporativas. Se busca demostrar, a través de distintas iniciativas, que la descarbonización es técnicamente factible, económicamente atractiva y ofrece amplios beneficios sociales y ambientales.

«La descarbonización en el sector de la movilidad puede alcanzarse; todos los sistemas de transporte deben reinventarse y transformarse para responder a este desafío. Junto con nuestros socios en la Alianza para la Descarbonización del Transporte, esperamos estar a la vanguardia de esta transición «, destaca Henri Poupart-Lafarge, presidente y consejero Delegado de Alstom.

Entre las empresas fundadoras de la Alianza se encuentran, además de Alstom, CEiiA, EDP, ITAIPU, Binacional, Michelin y PTV. Los países miembros son Costa Rica, Finlandia, Francia, Luxemburgo, los Países Bajos y Portugal. Curitiba (Brasil). Rotterdam (Países Bajos), Lisboa (Portugal) y las municipalidades agrupadas en el “Frente Atlánntico” (Porto, Gaia y Matosinhos en Portugal) completan la lista de ciudades adheridas.

Desde hace años, el Grupo Alstom está comprometido con la lucha contra el cambio climático, mediante el desarrollo de innovaciones sostenibles, así como con la participación en diferentes eventos y alianzas. Para ayudar a impulsar la neutralidad del carbono en el transporte, Alstom ha definido su propia estrategia en tres áreas de actuación: situar las soluciones eléctricas y eficientes en el centro de su cartera de productos, facilitar la transición energética hacia soluciones de movilidad sostenibles, y descarbonizar sus operaciones y actividades.

Un ejemplo de innovación y liderazgo global de la compañía en este campo, es el lanzamiento del Coradia iLint, el primer tren del mundo propulsado por hidrógeno. Coradia iLint es un tren regional que ofrece una alternativa completamente libre de emisiones a los trenes diésel, para líneas ferroviarias no electrificadas. Alimentado por una pila de combustible en la que el hidrógeno se convierte en energía eléctrica, el Coradia iLint solo emite vapor y agua. Alstom ofrece el Coradia como parte de un sistema completo, que incluye, además de los trenes, su mantenimiento y la infraestructura necesaria para el suministro de hidrógeno. El tren entrará en servicio regular en la ruta Cuxhaven-Bremervörde en la región de Baja Sajonia, Alemania, durante 2018. Recientemente, el Coradia iLint ha recibido el Premio GreenTec 2018 en la categoría Mobility by Schaeffler.

Los trenes de Sabero, en primer plano

El Museo de la Siderurgia y la Minería de Castilla y León (MSM), con sede en Sabero, proyectará varios documentales sobre los ferrocarriles de la empresa minera Hulleras de Sabero y Anexas SA. Esta actividad puesta en marcha por la Consejería de Cultura y Turismo tendrá lugar este viernes 24 de noviembre, a las 18.30 horas. Los documentales, aptos para todos los públicos, tienen una duración de 30 minutos. La entrada es libre hasta completar aforo.

El MSM dedica su programación del noviembre a los ferrocarriles de Hulleras de Sabero. Este último fin de semana se han centrado en los ferrocarriles de la empresa minera Hulleras de Sabero. La jornada del sábado día 18 un grupo de amigos del patrimonio industrial participaron en la limpieza de la maquinaria ferroviaria ubicada en el entorno del MSM. Mientras, la Asociación de Ferroviarios San Fernando de Cistierna, mostraban a los asistentes la forma de cocinar de los trabajadores del ferrocarril, con un curso de cocina en las famosas pucheras (ollas ferroviarias).

Javier Fernández, director del Museo del Ferrocarril de Gijón, dedicó una conferencia a explicar la historia y la importancia que tuvo el ferrocarril minero en la cuenca de Sabero, y recibió después en el centro gijonés, encargado de conservar, investigar y difundir el patrimonio histórico ferroviario de Asturias, a diversos integrantes del MSM.

Los orígenes de la minería del carbón en el valle de Sabero se remontan a 1830, cuando comienzan a establecerse las primeras explotaciones. Hulleras de Sabero y Anexas, la compañía más potente del sector de aquella cuenca, se funda en 1892 y se hace cargo de las concesiones de su antecesora, Minas de Sabero, y de la ferrería de San Blas algo más tarde. Hulleras de Sabero y Anexas construye en 1894 el ferrocarril de vía métrica que transporta el mineral de la cuenca hullera de Sabero. Este ferrocarril uniría el complejo industrial de Vegamediana con Cistierna a través del valle del río Esla, para contactar en ese punto con el recién construido ferrocarril de La Robla (inaugurado el 11 de agosto de 1894).

Estre complejo industrial llega a disponer de tres baterías para la obtención del coque con un total de 48 hornos, fábricas de aglomerados y briquetas, etc. El taller de clasificación de carbones y el lavadero tenían una capacidad de tratamiento de 100.000 toneladas anuales, que empleaban mediante bombeo las aguas del Esla. Para dar servicio a este gigantesco conjunto fabril se instala en 1900 una línea de 600 mm de ancho y 6 kilómetros de longitud, que transporta los carbones extraídos en sus minas (Las Quemadas, Sotillos, Pozo Herrera II de Olleros, etc.). Desde allí, y por vía de ancho métrico, se trasladaban los productos hasta enlazar en Cistierna con el ferrocarril de La Robla, desde dónde eran enviados hasta los altos hornos vizcaínos.

Este ferrocarril minero contó con un amplio parque de locomotoras de vapor de vía métrica (locomotora nº 4 ‘Vegamediana’, nº 5 ‘Vegabarrio’, nº 8 ‘Bilbao’, nº9 ‘Vizcaya’, nº 10 ‘El Esla’ y locomotora nº 11 ‘Cistierna’). Con el fin de modernizar su parque motor HSA puso en funcionamiento, en 1977, un tractor diésel de dos ejes, que en los últimos años de explotación y con el fin de evitar en lo posible el riesgo de incendios forestales, era el encargado de remolcar los trenes desde el complejo minero de Vegamediana hasta la localidad de Cistierna, relegando a labores de maniobras a las veteranas locomotoras de vapor.

Los trenes formados allí eran conducidos por las máquinasde vapor del FC. de La Robla, más tarde por las locomotoras diésel de Feve, siendo los últimos destinos de los trenes las centrales térmicas de Guardo y La Robla, la estación de Mataporquera -punto de enlace con la red de Renfe- y el puerto de Bilbao, para su exportación.

Un silente aniversario: 125 años de ‘El Hullero’

«La industria minera adquiere por momentos superior importancia en la provincia de León, y el ferrocarril hullero de la Robla a Valmadeda (sic) dará una grandísimo impulso, singularmente a la rica industria carbonífera. El viernes llegó por primera vez la máquina a la villla de Boñar, principal mercado de aquellas montañas antes de que termine el verano se abrirá al servicio público la línea, dándose por seguro que en un año quedarán unidas las pródigas cuencas hulleras de Asturias y León, con las grandes fábricas metalúrgicas de Vizcaya, favoreciendo así el engrandecimiento de una de las más importantes industrias nacionales». El diario’La Época’ saludaba el lunes 18 de julio de 1892 la puesta en marcha del Ferrocarril de La Robla, si bien hubo que esperar unos meses más para la inauguración del servicio regular de viajeros. Se han cumplido 125 años de aquella efeméride.

La historia de ‘El hullero’ está ligada al desarrollo industrial vasco y a la prosperidad de Bizkaia. Y, sin embargo, ninguna institución ni organismo público se ha acordado de esta efémeride que, como tantas otras del ferrocarril, ha pasado sin pena ni gloria. Ni un solo recuerdo, ni una triste nota, el más absoluto de los silencios. Solo algunos especialistas del sector nos han hecho rememorar que esa línea férrea fue esencial durante muchas décadas para el motor industrial de este país. Entre ellos cabe destacar la labor del Museo del Ferrocarril de Azpeitia, y de su alma mater Juanjo Olaizola, que ha organizado una exposición temporal abierta al público en la ultima jornada especial con motivo de su XXIII aniversario, que tuvo lugar el pasado 14 de octubre. Coincidiendo con esta efeméride en Azpeitia permanece el coche salón de este ferrocarril, que permanecerá en el museo hasta finales del próximo mes de marzo. También el Museo de Gijón ha dedicado una jornada a recordar la importancia de esta línea, con exposiciones y una conferencia de su director Javier Fernández López. Pero el más absoluto vacío entre las autoridades.

Hace ahora siglo y cuarto (noviembre de 1892) comenzaba su andadura esta línea, la más larga de España en vía estrecha y una de las más importantes de Europa en su género. Con el parque más destacado de locomotoras de vapor de vía métrica, y más de 300 kilómetros de longitud, este ferrocarril marcó numerosos hitos en la historia ferroviaria e industrial española.

«Estos son los héroes de la gloriosa epopeya industrial, cuyo primer canto resuena ya por las pacíficas riberas del Torio, del Curueño y del Porma», escribía Antonio de Valbuena, una de las mejores plumas de ‘El Heraldo de Madrid’. «Don Mariano Zuaznavar, inteligencia poderosa, iniciativa singular, fuerza de voluntad incomparable; cualidades todas que parecen como oscurecidas por su modestia y su finísimo trato, es el autor del pensamiento, el director de la compañía y el alma de la empresa. Don Manuel Oráa, el ingeniero jefe, hombre reflexivo, de gran afición al estudio, puesta al servicio de un claro talento, tan amable y sencillo como sabio, es el que ha allanado todas las dificultades. No hay manera de olvidar a Julián Salguero, hombre de temple acorado, que parece haber resuelto el problema de vivir sin dormir y sin comer cuando el adelanto de las obras lo requiere. Allí estaba también, con su mirada viva y penetrante, mezcla rara de actividad y de inteligencia».

Para no depender de los carboneros ingleses y asegurarse el suministro energético, los industriales vizcaínos compraron participaciones en las minas asturianas, leonesas y palentinas. Altos Hornos de Vizcaya entró en el capital de la Unión Hullera y de Carbones Asturianos. Pero, como decía Julio Lazúrtegui, el carbón en la mina es estéril; necesita, al igual que el mineral de hierro, del transporte mecánico. La respuesta a cómo trasladar las cargas de hulla a Baracaldo y Sestao la dio el ingeniero de minas Mariano Zuaznávar Arrazcaeta.

Hablar de Mariano Zuaznávar es sinónimo de prosperidad y riqueza para los pueblos mineros. Gran desconocido para la mayoría de ciudadanos, su llegada a la comarca supone el impulso definitivo de muchas localidades ligadas durante décadas a la extracción de carbón de las entrañas de sus bosques. Zuaznávar es un hombre clave para el desarrollo económico del tercio Norte de las cuencas carboníferas de Palencia y León. Él es quien hace posible la llegada del ferrocarril a la zona, una zona con gran potencial productivo que hasta la fecha apenas se ha podido explotar debido a los grandes costes que supone el traslado del mineral más allá de sus fronteras. La Robla, vital para el abastacimiento de la siderurgia vizcaína, es también motor de desarrollo de una tierra deprimida a la que por fin le llega su momento de gloria. El hullero supone, por tanto, el despegar definitivo de la zona ofreciendo la posibilidad a los lugareños de la época de llegar a pueblos y ciudades prácticamente inalcanzables hasta la fecha.

Aquellas tierras montañosas ni tan siquiera habían conocido las carreteras y las diligencias tiradas por caballerías, que, ya en aquella época, hacía décadas que recorrían los sinuosos caminos del Norte. Pero el ferrocarril llegó a golpe de pico y pala; excavación de trincheras; perforación de túneles; explosiones de dinamita que abrían paso a la vía entre el curso del río y las duras peñas que jalonan su trazado; sangre, sudor y lágrimas de miles de trabajadores y el entusiasmo de los pobladores a medida que el nuevo transporte llegaba a los límites de sus villorrios. Y, con la traza del raíl, se inició un trasiego sinfín de gentes curtidas y necesitadas, que lejos del terruño soñaban con una vida mejor y se embarcaban en esos trenes que iban y venían. Una masa obrera anónima se dejó el alma, y la vida, para abrir el camino de hierro de aquel septentrión.

El capital provino casi en su totalidad de particulares bilbaínos. La confianza en sí mismos y en la rentabilidad de la empresa animó a los promotores a no solicitar fondos de las instituciones públicas. Unicamente se recibieron cifras simbólicas por parte de algunos Ayuntamientos y Diputaciones. Caso excepcional en España, la financiación del ferrocarril de La Robla fue pagada casi exclusivamente por los accionistas y obligacionistas.

El proyecto de Zuaznávar desempolvó el intento de tender un «camino de fierro» entre Bilbao y Bercedo, patrocinado por la Diputación General del Señorío en 1831, y que —de haberse culminado— habría sido el primer ferrocarril español, anticipándose a los de La Habana-Bejucal (1837), Barcelona- Mataró (1848) y Madrid-Aranjuez (1851). El informe Zuaznávar aportaba dos argumentos para que los promotores del ferrocarril se decidiesen por el ancho métrico. Primero, el coste de éste era de 70.000 pesetas por kilómetro, frente a las 200.000 del ordinario; y, segundo, se contaba con que la Compañía del Cadagua concedería permiso para instalar dos carriles interiores a lo largo de su vía y permitir llegar al hullero a los hornos y al puerto, lo que así ocurrió, a cambio del pago de un peaje, según cuenta Pedro Fdez. Barbadillo.

La línea se dividió en cuatro tramos: entre La Robla y La Espina, entre La Espina y un punto situado entre Montesclaros y Las Rozas, entre este punto y Bercedo y entre Bercedo y Balmaseda. Se comenzó por los dos extremos a fin de aprovechar lo ya construido para el traslado del material, de los suministros y del personal. También se recurrió a los empalmes de La Robla y Mataporquera con el ferrocarril del Norte y de Balmaseda con el del Cadagua.

La ceremonia inaugural tiene lugar en el Barranco de las Codas, entras las estaciones cántabras de Mataporquera y Las Rozas. Dos trenes llenos de banderas nacionales y con el nombre de las cinco provincias que atraviesa la línea (León, Palencia, Santander, Burgos y Vizcaya) presiden el simbólico acto. Las máquinas ‘León’ y ‘El Engaña’ tiran de los convoys donde viajan los invitados a este ritual. Es el trazado de ancho de vía métrico más largo de Europa.

(Imagen F. Pardo)

Las tres joyas ferroviarias de Sabero

El Ayuntamiento de la localidad leonesa de Sabero recibirá 50.000 euros de la Consejería de Turismo para llevar a cabo la restauración y adecuación de tres locomotoras de su titularidad, que se encuentran actualmente ubicadas en distintos puntos del Valle. Estas locomotoras constituyen un patrimonio minero de enorme valor, así como un relevante elemento de atracción de visitantes, tanto para el valle de Sabero como para toda la comarca de Cistierna-Sabero. Las tres joyas ferroviarias –‘Esla’, ‘Cistierna’ y ‘Vegabarrio’– son locomotoras vinculadas a los ferrocarriles mineros.

Al norte de la provincia de León, en su parte oriental y a orillas del río Esla, se localiza la cuenca hullera de Sabero, uno de los yacimientos de este tipo más importantes de España. Para facilitar la salida de los productos, decide la construcción de una pequeña línea férrea de poco más de tres kilómetros de longitud, con ancho de vía métrico, desde las instalaciones centrales en Vegamediana, hasta la estación de Cistierna del, aún entonces en construcción, Ferrocarril Hullero de La Robla a Balmaseda. Entre el material motor de esta última sociedad, se encontraba una locomotora fabricada por Cockerill, empleada en los trabajos de construcción, cuya particularidad era disponer de la caldera en posición vertical. Adquirida por Hulleras de Sabero, recibió el número 4 y el nombre de “Vegamediana”, siendo destinada al movimiento de vagones en las instalaciones de Vegamediana y en el remolque de trenes hasta Cistierna.

La sociedad subcontrataba habitualmente sus explotaciones, principalmente a la Vasco-Burgalesa y a Esteban Corral Sánchez. Hulleras de Sabero se encargaba únicamente del transporte y de la comercialización. Transportaba su carbón a la estación de Cistierna, junto al Esla, uniendo Vegamediana y Vega Barrio con Olleros mediante una línea de 6 kilómetross y de 600 mm de ancho. Por otro lado se unía a los lavaderos de Cistierna mediante una vía métrica de 3.177 mm construida en 1894. Hulleras de Sabero abasteció de carbón al Ferrocarril de la Robla, que fue uno de sus clientes preferentes, junto con la acerías vascas de Altos Hornos de Bilbao y La Vizcaya.

La sociedad Hulleras de Sabero construyó en sus propios talleres varias locomotoras de vapor. Entre ellas se encuentra la máquina que recibió el número 5 y el nombre de ‘Vegabarrio’. De tipo 0-2-0 T y timbrada de 8,26 atm, fue construida antes de 1937 y probablemente a partir de restos de otra locomotora de procedencia Couillet. Esta joya tuvo que sufrir una amplia reparación para reemplazar su caldera. Estuvo siempre ligada a los servicios de maniobras a excepción de los últimos años que volvió a su actividad propia en los años 80 hasta. Junto con ‘El Esla’ y ‘Cistierna’ fueron las que estuvieron en activo hasta el cierre de la línea. HHoy en día vigila las aguas del río Esla a su paso por Sabero, desde la atalaya de los dos puentes que han unido la Cuenca Minera con el resto del mundo desde que en 1925 se inaugurase el primero de ellos. Se prevé que una vez restaurada sea expuesta en la Plaza San Blas.

La locomotora nº 10 ‘El Esla’, o la ‘Reina del Museo’, llegó de Cariñena en 1886, construida el año antes por Sharp and Steward de Galsgow (Escocia) y numerada con el 3343, fue adquirida al Ferrocarril de Cariñena de Zaragoza y dejó de estar en activo en 1968. Se mantuvo en funcionamiento durante más de cien años, habiendo sido la locomotora más antigua de Europa en activo trabajando para una explotación minera. Estaba timbrada en 10 atm. Desde 1886 hasta 1933 permaneció en Cariñena, donde se la conocía como ‘Cataluña’ y llevaba el número 5. Más tarde estuvo en activo en las Islas Canarias y, finalmente tras tener distintos propietarios, en 1941 fue comprada por Hulleras de Sabero y Anexas S.A. Se prevé que una vez restaurada sea expuesta en el antiguo Puente de Sabero.

La Asociación de Ferrocarriles de Aragón ha intentado en varias ocasiones recuperar esta mítica locomotora, pero la perseverancia y la decisión del Ayuntamiento de Sabero ha hecho que hoy, con 125 años, luzca todo su orgullo en su nueva ubicación en la plaza de San Blas o de los Árboles, anexa a la Ferrería de San Blas donde está ubicado el Museo de la Siderurgia y la Minería de Castilla y León, con sede en Sabero.

También se incluye en este proyeto la recuperación de la locomotora nº 11 ‘Cistierna’, de tipo 030T, construida en los talleres de Vegamediana hacia 1945 y timbrada a 10 atm. Esta máquina junto con la nº 10 ‘El Esla’, fue una de las que más confianza ofrecía por parte de la empresa HSA y de las más usadas en sus instalaciones mineras, sobre todo en los servicios de línea y maniobras. En alguna circulación se la veía arrastrando el vagón Break de la compañía minera. Ya en los últimos compases de su actividad estuvo relegada de la línea por el uso de máquinas con tracción diésel. En la actualidad, se encuentra en los aledaños de la Casa de Cultura y el Frontón Municipal de Olleros de Sabero. Se prevé que una vez restaurada sea expuesta en la Plaza el Frontón de Olleros de Sabero.

La Consejería de Cultura y Turismo tiene entre sus objetivos la colaboración con diversas entidades para la realización de actuaciones encaminadas a la protección, conservación, mantenimiento y difusión del patrimonio cultural de la Comunidad. La subvención que ahora se concede al Ayuntamiento de Sabero para llevar a cabo la restauración y adecuación de tres locomotoras para su exposición pública en el municipio, se enmarca dentro de estos objetivos.

(Imagen Diario Vadiniense)