“El último tren a ninguna parte”. Así lo llaman los lugareños. Un buen nombre para un tren fantasmal que se pudre en la tundra de Alaska donde hace cien años se intentó poner en marcha una línea que ayudara a trasladar de un lugar a otro a los mineros que trabajaban en las vetas de oro de 70 pueblos como Nome.
La fiebre del oro llevó la prosperidad a estas tierras heladas y grandes oleadas de mineros se asentaron principalmente en Juneau, Fairbanks y Nome. Este es el lugar donde se asienta el cementerio de los trenes de la tundra. El punto exacto donde tres locomotoras de vapor de 1880, que sirvieron en las líneas de Nueva York, permanecen en un cementerio de hierros oxidados. Las máquinas, de 23 toneladas de peso cada una, eran del tipo 0-4-4 Forney.
Nome apareció en el mapa en una de las grandes fiebres del oro a finales del ultimo siglo. Localizado en la península “Seward”, en el año 1900, y después de haberse descubierto oro en las playas del mar de Bering, su población alcanzó los 20.000 habitantes. Para 1925 la mayor parte del oro se había ido y probablemente 1.400 personas habían emigrado al remoto norte. Nome estaba rodeado por hielo siete meses al año y las vías férreas más cercanas se encontraban a mas de 650 millas en el pueblo Nenana.
Pero la esperanza se esfumó, como tantas otras. El Ferrocarril del Río Solomon murió en 1907, cinco años después de haberse constituido la sociedad sin llegar a cumplir su destino y cuando se habían tendido poco más de 37 kilómetros de línea férrea. El oro se acabó y con su final la compañía se vino abajo; la quiebra truncó uno de tantos sueños que se proyectaron en estas tierras. Y el tren no llegó a ningún destino.
Cien años después de aquel intento empresarial de inversores de Chicago, las tres locomotoras aparecen fantasmales cuando la nieve que las cubre buena parte del año permite que sus hierros oxidados se exhiban a la luz, apoyadas en la tundra y a escasos metros del helado mar de Bering. El tren que no viajó a ninguna parte.
(Imagen Murray Lundberg)
Wat las tenga en su gloria…