Archivo diario: septiembre 9, 2012

Músicos de la BOS tocan el ‘bolero de Ravel’ en el metro de Bilbao

El metro de Bilbao ha sido escenario de una experiencia inédita. Por primera vez en España, una orquesta toca en directo inmersa en un transporte en movimiento. La música en vivo está prohibida en todas las dependencias del suburbano de la capital vizcaína y la presencia de artistas actuando en pasillos o andenes está completamente vedada. Ahora, a patrir de una iniciativa de El Correo, músicos profesionales toman los coches del metro y tocan en vivo para los asombrados, y complacidos, viajeros.

Aunque pueda parecerlo, no es una bilbaínada. Es la primera vez que músicos profesionales de una orquesta sinfónica actúan en un transporte publico. Y si no compruébenlo ustedes mismos buscando algún vídeo en YouTube. Hay estaciones, aeropuertos, plazas, mercados… donde varios (o todos) los componentes de una orquesta tocan una melodía conocida para deleite de los que presencian el espectáculo en directo o para quienes lo ven a través del vídeo. Cierto es, y no se trata de ocultarlo, que la Filarmónica de Copenhague hizo algo similar, pero con un convoy contratado al efecto y para la ocasión. Que también tiene su mérito. Este que nos ocupa es, por tanto, unos de los pocos que se han grabado en un transporte público, durante uno de los constantes viajes que realiza entre Etxebarri y San Mamés, y con viajeros de un día cualquiera.

A modo de flasmob (más o menos improvisado) ocho músicos de la Orquesta Sinfónica de Bilbao (BOS) ocupan el primero de los coches del metro donde seducen a los viajeros con ‘El Bolero’, la célebre obra musical creada por Maurice Ravel que, en su versión de concierto, ha llegado a ser una de las obras musicales más interpretadas en todo el mundo. Caja, viento (flauta y fagot) y cuerda (violín, viola, violonchelo y contrabajo) entran al suburbano de la capital vizcaína, desenvuelven de las cajas protectoras sus instrumentos, e inician la suave melodía del compositor francés. Música y en directo. Los rostros se vuelven; los cuellos se estiran. Se ven caras sorprendidas, inicialmente, asoman las sonrisas en las comisuras de los labios y los cuerpos se relajan. ¡Cómo tocan!

Sólo la presencia de las cámaras parece espantar a los sorprendidos viajeros que pretenden acceder al coche donde tocan los músicos. ¡Qué se le va a hacer! La timidez de la gente del Norte para estas cosas forma parte del paisaje diario; la verdad sea dicha, no tenemos un público entregado. Unos tímidos aplausos acaban por reconocer la iniciativa de los músicos de la BOS que vuelven a guardar sus instrumentos en las fundas corerspondientes y abandonan el convoy, en dirección a la sala de ensayos de la Sinfónica.

Sobre la célebre composición, quién mejor que el mismo Ravel para describir su obra: «Es una danza en un movimiento muy moderado y constantemente uniforme, tanto por la melodía como por la armonía y el ritmo, este último marcado sin cesar por el tambor. El único elemento de diversidad es aportado por el crescendo orquestal».30 Si la obra fue compuesta en forma de ballet, la suite de solos instrumentales destaca los talentos individuales, pero también la homogeneidad colectiva de cada pupitre, ya que todos los miembros de la orquesta participan por igual en un acompañamiento imperturbable: es la definición misma de un nuevo género musical que ve la luz en esa época: el «Concierto para orquesta».31 La rítmica y el carácter melódico hispano, e incluso más precisamente andaluz, se acercan igualmente al espíritu de las composiciones rapsódicas muy a la moda a finales del siglo XIX y principio del XX.



(Imagen Ignacio Pérez . Video El Correo)