Archivo diario: diciembre 8, 2011

El despido fulminante de Juanjo Olaizola deja una sombra negra sobre el futuro del Museo de Azpeitia

Los peores augurios se han confirmado. Juanjo Olaizola ha sido despedido. Así como suena. El director de Museo del Ferrocarril Vasco debe dejar no slo su puesto sino su trabajo en Eusko Tren. La empresa ha decidido prescindir de sus servicios amparada en una supuesta falta grave. Un instructor nombrado por Eusko Tren dictaminó hace escasos días que Olaizola realizó unas declaraciones contra la compañía con motivo de la elección de la nueva directora de la Fundación del museo –Maite Ostolaza– con «la indudable voluntad de dañar el buen nombre de personas e instituciones». Era algo que se veia venir, aunque ninguno diéramos crédito a todos los avisos.

Desde el entorno de Juanjo Olaizola se temía esta situación. «Le quieren echar», aseguraban hace unas semanas personas del entorno del ex director del Museo de Azpeitia. La apertura de dos expedientes disciplinarios tras sus declaraciones en una entrevista no ha sido más que una mera excusa. Los rectores de la empresa le consideran un personaje molesto. Y no han cejado en ponerle trabas en todo este año para que puediera desempeñar su trabajo al frente de las instalaciones ferroviarias de Azpeitia. Ni sus conocimientos ni su aportación y su solvencia han sido suficientes para hacerles torcer el brazo y mantenerle en el Museo del ferrocarril. No en vano ha sido su alma mater y es su joya más valorada. Pero ni por esas.

La dirección de Eusko Tren acordó el pasado lunes despedir a Juanjo Olaizola, director desde 1992 del Museo de Azpeitia, a resultas de uno de los dos expedientes disciplinarios que se le habían abierto en este último trimestre. «La atribución de conductas maliciosas constituye un grave atentado a la dignidad de estas personas, pues se les atribuyen conductas que, si fueran ciertas, perjudicarían seriamente la imagen de quien ha de representar a la empresa y supondrían un grave descrédito de su persona frente a la sociedad. Tales afirmaciones, además de atentatorias contra el honor de las personas mencionadas, han dañado gravemente también la imagen y prestigio de la propia Sociedad Pública Eusko Tren y de la Fundación del museo», recoge el expediente. El instructor dictaminó que este comportamiento «excede de los límites del derecho a la libertad de expresión» e implica la «comisión de una falta muy grave», que según el convenio colectivo de Eusko Tren supone el despido.

Lo que quizá no saben, o no quieren saber, es que Juanjo Olaizola es parte del museo que ha dirigido durante casi veinte años. Y que sin él, y los voluntarios que trabajan a su lado, es difícil mantener el centro en las mismas condiciones que ahora. Azpeitia tiene un lugar en el mapa ferroviario, porque Juanjo Olaizola ha sabido realizar un trabajo especial. Apasionado del vapor, ha logrado que el tren vasco sea un referente en el extranjero, a través de su gestión en el museo, al que ha dedicado casi dos décadas de intenso trabajo. Con su dirección, apuesta decidida por el vapor vivo y la restauración del patrimonio ferroviario, las instalaciones de Azpeitia son un ejemplo museístico que otros centros han intentado copiar. Y ha conseguido que la localidad guipuzcoana sea paso obligado para todos los amantes del tren tanto de España como del extranjero.

¿Y ahora? Quién lo sabe. Pero una cosa está clara, el museo está herido de gravedad y una sombra negra se cierne sobre el centro. Nadie habla de su cierre; en absoluto. Pero sin las circulaciones de vapor, que a buen seguro no se van a volver a producir, ya que Olaizola es uno de los pocos maquinistas que tienen licencia para operar con esas joyas del vapor, Azpeitia no será lo mismo. Y sin la presencia de la ‘Aurrera’, ‘Zugastieta’, ‘Euzkadi’ o ‘Portugal’ sobre las vías, los visitantes dejarán de acudir porque solo verán un almacén de máquinas y unidades; quietas, inmóviles y con sus hogares marchitos, a falta de fuego y mantenimiento. ¿Eso queremos para Azpeitia?