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Europa recupera los trenes nocturnos

La crisis climática traerá cambios en el sector ferroviario. Parece que ya queda manifiestamente claro (Greta Thunberg lo hizo bien visible) que viajar en tren causa mucha menos contaminación ambiental que los viajes aéreos. Por ejemplo, un viaje en tren de Londres a Madrid emitiría 43 kilogramos de CO2 por pasajero. En cambio, en avión esta cifra sería de 118 kilogramos (o de 265 kilogramos si se incluyen emisiones que no sean CO2), según EcoPassenger.

Claro está que también el ferrocarril deberá adaptarse a las nuevas necesidades que reclama la emergencia climática porque las emisiones de carbono de los trenes diesel pueden ser el doble que las de los eléctricos. Pero en general, en la lucha contra las emisiones contaminantes, el tren lleva cierta ventaja al resto de transportes.

La marea ecologista allana el futuro del ferrocarril y no precisamente el de Alta Velocidad. Condenado a desaparecer durante años, el tren nocturno está renaciendo en Europa. Fundamentalmente por su bajo nivel de emisiones de dióxido de carbono. Un kilómetro recorrido en avión supone 45 veces más partículas de CO2 que en tren y el autobús es 23 veces más contaminante que los convoyes ferroviarios.

El Gobierno francés anunciaba en 2016 la supresión de todas las líneas ferroviarias nocturnas. Solo permanecerían dos excepciones: el París-Briançon para ir a los Alpes y el París-Latour-de-Carol en los Pirineos. Alemania seguía el mismo camino que sus vecinos y a principios de 2016 cerraba sus líneas nocturnas, tras haber acumulado un déficit de 31 millones de euros. En España, la situació es prácticamente idéntica. Tan solo se mantiene el antiguo Lusitania Express que regenta la portuguesa CP con terens Talgo. Todas las grandes líneas europeas terminaron o redujeron drásticamente sus servicios. Solo Austria ha decidido mantener sus trenes nocturnos. Y no le va nada mmal.

Y ahora todo indica que se va a revertir la situación. Recientemente Siemens anunciaba que comenzará a fabricar 13 nuevos trenes nocturnos para OeBB en su fábrica en el distrito Simmering de Viena, donde se han realizado trenes desde el siglo pasado. Los trenes tendrán más coches cama y menos asientos, y estarán en funcionamiento en 2022. Además, se reducirá de seis a cuatro el número máximo de ocupantes de los coches litera, y se ofrecerá un nuevo segmento para quienes viajan solos: compartimentos, inspirados en los hoteles cápsula de Japón, de pequeño tamaño pero totalmente privados. Las nuevas cabinas diseñadas por el estudio industrial PriestmanGoode, con sede en Londres.

Austria tiene 18 líneas propias, que llegan a 26 con sus socios ferroviarios. «Somos los únicos en Europa que mantienen una red completa de trenes nocturnos”, explica Bernhard Rieder, portavoz de ÖBB. Budapest, Varsovia, Berlín, Hamburgo, Zúrich, Venecia o Roma se cuentan entre las ciudades de la red de líneas nocturnas de ÖBB.

También Suecia, el país de origen de Thunberg, prepara una licitación pública para nuevos servicios nocturnos a otros países europeos después de que el número de pasajeros, en los trenes en dirección norte desde Gotemburgo y Estocolmo, hasta el Ártico haya aumentado en un 43% desde 2014, por lo que cobra fuerza el concepto de tagskryt, el orgullo de ir en tren.

”En Europa, hay un futuro por dos razones: la primera es la nueva tendencia de la ‘vergüenza de volar’, lo que hace que la gente piense dos veces antes de tomar un vuelo; la otra es que lentamente se cree un sistema único ferroviario en toda la UE“, dice François Davenne, director general de la Unión Internacional de Chemins de Fer, la organización ferroviaria mundial.

Los trenes de la vergüenza

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Hay imágenes que nos sacuden. Fotos como la del niño de tres años muerto en la orilla de una playa (dicen que se llamaba Aylan) chocan en nuestras retinas. Pero también resultan impactantes esas fotografías y vídeos con cientos de refugiados en la estación Budapest Keleti. Se aferran a esos trenes como su única salvacación camino de una Europa que se niega a recibirlos. Los trenes abandonan la estación hacia ninguna parte. ¡Qué lejos queda Europa!

A empujón limpio, casi en una lucha constante, cuerpo a cuerpo, cientos de inmigrantes intentan subir a los pocos trenes que anuncian su salida hacia Alemania. Dicen que van el paraíso; ese lugar que les permita volver a empezar; lejos de su tierra, pero a resguardo de las bombas que han destruido sus viviendas. No saben, no les importa, que aún les queda mucho camino para encontrar la paz. Que en ese paraíso no van a ser recibidos con los brazos abiertos. Aunque es a bordo de esos trenes, donde comienzan a vislumbrar que el futuro inmediato no es rosa, sino gris.

Hubo un tiempo en que quienes perseguían el paraíso eran europeos. Durante las dos contiendas mundiales, miles de personas buscaban en los trenes la salvación. Sabedores del avance imparable del enemigo, antes de que las bombas lo hicieran imposible, los que podían (o se atrevían) iniciaban un inquietante viaje a lo desconocido. Con lo poco que conseguían sacar de sus casas, emprendían el camino de la salvación. Y se subían a los trenes de la esperanza.

Esos mismo trenes, muy parecidos a aquellos de hace un siglo o de los años 40, protagonizan ahora la imagen de la vergüenza. Ya no es inseguro el porvenir; es dudosa incluso la próxima hora. Y la salida del convoy no garantiza la llegada al destino. Como ocurrió ayer mismo con el tren regional que salió con cientos de refugiados de Budapest Keleti hacia la frontera con Austria. Si ya fue dura la pelea por subir al convoy y ocupar uno de sus cotizados espacios, más cruel fue el trance de ver cómo se detenía en Bicske. Varado casi en la mitad de la nada, en una creciente tensión.

La policía húngara intentó bajar a los 300 refugiados, en su mayoría sirios, que viajaban en el tren para trasladarlos en autobuses a un centro de acogida no especificado. Pero muchos de los inmigrantes comenzaron a protestar, porque no querían ir a un campamento. Después de varios intentos fallidos, la policía desistió y los refugiados se subieron de nuevo al tren. La policía húngara regresó al lugar con decenas agentes y con una veintena de vehículos, entre ellos autobuses. Muchos de los 300 refugiados protestaron contra la medida, gritando «No camp! No camp!» (No al campamento).

El tren había partido abarrotado de refugiados, a las 11.18 hora local (09.18 GMT), de Budapest hacia la ciudad de Sopron, en el noreste de Hungría, junto a la frontera con Austria. A las 16.30 hora local (14.30 GMT) el tren seguía en Bicske y la policía empezó a llevarse los refugiados en pequeños grupos, en un primer transporte a 4 personas, supuestamente al campamento situado en la localidad, informó el portal hvg. Algunos refugiados trataron de huir y salir corriendo de la estación, pero la policía los llevó de vuelta al tren , agrega el portal informativo «index».

La policía húngara prohibió a los periodistas permanecer en los andenes de la estación, donde se produjeron varios forcejeos entre agentes y refugiados. La noticia corrió como la pólvora. Los refugiados que permanecían en Budapest esperando a un nuevo tren hacia Sopron ya no quisieron subir.

Otro tren salió cerca de las 15.00 hora local (13.00) de Budapest y tenía previsto llegar en los próximos minutos a Györ, una ciudad situada a medio camino entre Budapest y Viena. Allí, medio centenar de policías se han colocado en el andén, y han bajado a 80 refugiados, informa «index». Europa parece haber olvidado que hubo un tiempo que necesitó los trenes para huir del horror y la muerte. ¡Vergüenza!