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El tren de los cien días o la ‘vía Negrín’


Ha sido quizá el ferrocarril más efímero de la historia española. Porque si breve fue su construcción (el primer nombre le viene de los días que se tardó en ponerlo en marcha; el segundo del presidente del gobierno durante de 1937 a 1939), más fugaz fue su desaparición, apenas acabada la Guerra Civil, dada su ‘inutilidad’. La obra fue necesaria como una estrategia para los tiempos que se vivían, así que perdió todo sentido cuando el país recobró la ‘normalidad’.

‘El tren de los cien días’ es, por tanto un ferrocarril estratégico de vida efímera, cuyo trazado hoy en día está prácticamente desaparecido, aunque una parte de su recorrido es una vía de escape para Madrid y un apacible paseo por el territorio agrícola del sureste madrileño.

La Guerra Civil (El 17 de julio de 1936, la insurrección militar se inició en Melilla y de allí se extendió rápidamente al conjunto del protectorado de Marruecos; el golpe se se extendió a la península y los archipiélagos el 18 y el 19 de julio, mientras el gobierno de Casares Quiroga reaccionaba con lentitud ante los acontecimientos) había dividido el país en dos zonas. Las tropas del general Francisco Franco intentaban a toda costa la conquista de Madrid, pero eran rechazadas por los defensores de la capital que además protegían las vías de comunicación y los accesos a la ciudad para no quedar incomunicados con las otras provincias fieles a la República.

Durante las tres primeras semanas de febrero de 1937 se suceden una serie de feroces combates desencadenados por Franco para cercar Madrid por su zona meridional y aislarlo de Valencia, sede gubernamental republicana. Más de 70.000 hombres participaron en distintas fases de la batalla. Por primera vez, de manera combinada, junto a las tradicionales tropas de infantería-milicias, caballería, ingenieros, artilleros, zapadores y pontoneros, intervinieron también carros de combate, aviones de bombardeo y artillería pesada, simultáneamente. Hubo posiciones que cambiaron de manos hasta 14 veces y tan sólo la pugna por el control de apenas 15 kilómetros de terreno entre los puentes de Pindoque y de Arganda, que separaban las primeras líneas de ambas vanguardias, se cobró hasta 5.000 bajas entre ambos ejércitos contendientes. El número total de víctimas se ha cifrado en unas 16.000. En los libros de Historia estos combates se conocen con el nombre de ‘la batalla del Jarama’.
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El tren blindado, algo más que una canción popular de la Guerra Civil

Aprovechando una canción popular recopilada por Federico García Lorca, ‘Los Contrabandistas de Ronda’, se compuso durante el verano de 1936 una coplilla, conocida como ‘El pino verde’ o ‘Anda, Jaleo’, que ensalzaba las acciones de un tren blindado que acababa con tres de los generales sublevados contra el gobierno de la República: Francisco Franco, Emilio Mola y Gonzalo Queipo de Llano. Como todas las canciones que nacían de adaptaciones del pueblo, tuvo muchas versiones, aunque la más popular cantaba las virtudes de esa mortífera arma de guerra.

“Yo me subí a un pino verde/por ver si Franco llegaba/y sólo vi un tren blindado/lo bien que tiroteaba.
Anda jaleo, jaleo, jaleo,/silba la locomotora/y Franco se va a paseo/y Franco se va a paseo.
Por tierras altas de Burgos/anda Mola sublevado,/ya veremos cómo corre/cuando llegue el tren blindado.
Anda jaleo, jaleo, jaleo,/silba la locomotora/y Mola se va a paseo/y Mola se va a paseo.
Yo me fui en el tren blindado/camino de Andalucía/y vi que Queipo de Llano/al verlo retrocedía.
Anda jaleo, jaleo, jaleo,/silba la locomotora/y Queipo se va a paseo/y Queipo se va a paseo”.
(pinche aquí para oír la canción)

Probablemente, el insigne poeta granadino no llegó ni tan siquiera a oír cómo el pueblo, parafraseando su coplilla, cantaba la letra de ardor guerrero porque un pelotón justiciero acabó con su vida entre Víznar y Alfacar (Granada) en la madrugada del 19 de agosto de 1936. Y casi en el mismo lugar donde las balas segaron su vida, sus cobardes asesinos hicieron desaparecer sus restos, aún hoy en paradero desconocido.

Ese tren blindado, que Federico García Lorca no pudo ver ni cantar, tuvo cierto protagonismo durante la contienda civil, si bien nunca llegó a alcanzar los éxitos del más popular de la historia, el transporte que utilizó León Trotsky, fundador del Ejército Rojo y primer presidente del Consejo Revolucionario Militar, con el que realizó 36 viajes entre 1918 y 1921.
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La Guerra Civil: el final de las compañías privadas y el inicio de Renfe

La España de hoy apenas si se parece algo a aquella de hace setenta y cinco años atrás cuando las diferencias de pensamiento provocaron el episodio mas trágico de nuestra historia. El 18 de julio de 1936 el país se rompe en dos mitades irreconciliables que solo ven en las armas el recurso para imponerse sobre el adversario. Tropas al mando del general Franco se sublevan contra el Gobierno de la Segunda República que no puede sofocar la rebelión que acaba en el conflicto armado más sangriento que hemos conocido en la piel de toro. Y en una dictadura de cuarenta años.

El país se divide en dos zonas, una leal a la República, y otra que sigue los pasos de los generales involucionisltas que han planeado la sublevación. El ferrocarril, como el resto, también acaba dividido en dos, según hayan quedado sus vías a un lado u otro de los contendientes. La red y las principales vías de comunicación y las compañías que dirigían la gestión se rompen irremediablemente.

Norte y MZA son las grandes empresas ferroviarias que se ven seriamente afectadas al quedar sus vías divididas en las dos zonas, mientras Oeste y el Central de Aragón se mantuvieron casi íntegramente en manos de los sublevados, que también se hicieron cargo de Andaluces, la otra empresa que dominaba la red del sur, al poco de iniciada la guerra.
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La Guerra Civil y la depuración de los trabajadores ferroviarios

El 18 de julio de 1936 una parte importante del Ejército español se subleva contra el Gobierno de la Segunda República. El golpe de Estado se venía fraguando desde hace meses, pero los involucionistas no acababan de decidir la fecha. El detonante se produce un día antes, el 17 de julio, tras la rebelión de las tropas acantonadas en Marruecos, una vez que el general Francisco Franco ha decidido participar en la asonada, y el salto a la Península con las tropas moras y regulares. Había comenzado una guerra que se prolongaría durante demasiado tiempo. Setenta y cinco años después del inicio del golpe, las cicatrices que dejó aquel infausto suceso siguen aún sin cerrarse, aunque la sociedad española nada o muy poco tiene que ver con la de aquellos años de las dos Españas. Y el tren de hoy en día es bien distinto al de aquellas infaustas fechas.

La Fundación de los Ferrocarriles Españoles (FFE) desarrolla desde el año 2007 una investigación sobre la represión ejercida sobre los trabajadores del tren bajo el título “La depuración del personal ferroviario durante la Guerra Civil y el Franquismo (1936-1975). Este proyecto se encuentra subvencionado por el Gobierno y responde, a su vez, a un encargo realizado conjuntamente en 2005 por los consejos de administración de Renfe Operadora y del Administrador de Infraestructuras Ferroviarias (ADIF) y promovido a instancias de los sindicatos mayoritarios (Comisiones Obreras y Unión General de Trabajadores). Y esta entrada es tan solo una parte de ese magnífico trabajo de recuperación de la memoria histórica.
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‘El maquinista de La General’, un gran clásico del cine mudo y la ruina de Buster Keaton

Estados Unidos se prepara estos días para participar en los actos organizados para rememorar el 150 aniversario de la Guerra de Secesión, que aún sigue provocando fuertes controversias e hiriendo la susceptibilidad de los estados sureños. Sin embargo, las imágenes que guardan en la retina millones de personas en el mundo sobre los sangrientos episodios del último cuarto de siglo XIX poco o nada tiene que ver con la cruda realidad. Porque el gran icono de esa trágica historia se ha inmortalizado a través del celuloide en una melancólica película que ha pasado a los anales cinematográficos como una de las grandes obras del cine mudo. Y el culpable de todo ello es el magnífico actor Buster Keaton, coautor del guión de ‘El maquinista de La General’, que también dirigió y protagonizó.

‘El maquinista de la General’ se acabó de rodar en agosto de 1926, y en diciembre de ese año tuvo un pase previo en Los Ángeles que sirvió para realizar algunos retoques. El estreno oficial no se produjo hasta el 5 de febrero del siguiente año en el Capitol Theatre de Nueva York. Gustó al público, pero no a los críticos que fueron muy duros con el actor y director, quizá por las supuestas simpatías que el film mostraba hacia la causa confederada. De los once periódicos importantes de la zona, ocho fueron completamente hostiles al filme, dos lo recibieron con una cautela más o menos favorable y sólo uno lo reconoció como la obra de un genio. Como consecuencia, ‘El maquinista de La General’ sólo recuperó el alto coste con su explotación en otros países, pero nunca dio ganancia alguna y fue considerada un desastre económico por su distribuidora, United Artists. Desde entonces, y aunque tuvo cierto control sobre sus próximas películas, Buster Keaton no volvió a figurar como director en ninguna de ellas.

‘El maquinista de La General’ es ante todo una epopeya, incluida hoy por críticos y cineastas entre las mejores películas jamás hechas. Pese al fracaso de taquilla, Buster Keaton la consideró la mejor de todas sus films. Años más tarde, público y crítica coinciden con él. La cinta está considerada como uno de los grandes clásicos del cine mudo.

Mientras en Estados Unidos la película tiene unas connotaciones trágicas (aún hoy la Guerra Civil levanta serias controversias y recelos entre los habitantes del Sur), miles de personas de todo el mundo contemplan la historia que Keaton como un cuento cómico. Nada más lejos de la realidad. A partir de una historia real en la Guerra Civil Americana en 1862, Buster Keaton protagonizó y creó una comedia heroica. Conmovido, como millones de sus compatriotas, por el relato de un superviviente de la guerra, la película está basada en un hecho real. Se trata de una adaptación del libro de William Pittenger: Daring and Suffering: A History of the Great Railway Adventure (Audacia y sufrimiento: Una historia de la gran aventura ferroviaria), el cual fue publicado en 1863.

El gran actor cómico narró la historia de Johnnie Gray, un maquinista de ferrocarril de la Western & Atlantic [1 que tiene dos pasiones en su vida, su locomotora ‘La General’ y su novia Annabelle Lee (Marion Mack). Cuando estalla la Guerra Civil, Annabelle pide a Johnnie que se aliste en el ejército sudista para luchar contra la Unión. En el momento en que va a inscribirse no es admitido pues lo consideran más útil en su profesión de maquinista que en su posible aportación como soldado. Annabelle Lee cree que fue un acto de cobardía y decide no hablarle más. Un año después, Annabelle tiene que viajar porque su padre está herido, y lo hace en la locomotora de Johnnie, del que nada quiere saber. A mitad del recorrido un grupo de nordistas, intentando enlazarse con el ejército de la Unión en Chattanooga, deciden poner en marcha un plan que incluye el robo de ‘La Genera’. Cuando llevan a cabo su huida descubren que Annabelle permanece en la locomotora y se la llevan como prisionera. Johnnie intentará recuperar su locomotora y al mismo tiempo a su amada. Y comienza una espectacular persecución que propicia las mejores escenas del filme y algunas de las más memorables de toda la época del cine mudo, como la del cañón que desciende su ángulo de tiro y apunta directamente a Keaton. Esa persecución llevará a Johnny hasta detrás de las líneas enemigas, donde recuperará a sus grandes amores (su novia y su locomotora), conocerá los planes secretos de los unionistas y se verá envuelto también una nueva persecución contrarreloj -en esta ocasión será él el perseguido-, con el objetivo de advertir a los confederados de la amenaza que se cierne sobre ellos

El principio esencial en el que se basa el montaje y el contenido de las escenas en general es el de veracidad y fidelidad. Keaton procura que lo que graba se vea lo más real y creíble posible, no importándole gastar hasta un millón setecientos mil dólares para dejar caer una locomotora al río. Una de las secuencias más caras de la historia del cine. Igualmente, Buster Keaton no aceptó el uso de dobles ni en las escenas más peligrosas, como la de Johnnie sentado en la biela de la locomotora que de pronto empieza a avanzar y que exigía una exquisita pericia del maquinista para evitar que la máquina pudiera patinar, hacer caer al actor y quedar despedazado entre las ruedas.

Keaton logró inmortalizar la mítica locomotora protagonista de esta rocambolesca historia, pero paradójicamente la máquina que aparece en su película es una ‘doble’ de ‘La General’. La auténtica máquina de vapor se conservaba por aquel entonces en la estación de Chattanooga, expuesta al público y a los pasajeros, y aunque en un principio sus propietarios autorizaron su uso para el filme, luego decidieron negarlo ante las protestas de diversos grupos de veteranos de la Guerra Civil. A ninguno le hacía mucha gracia que esa reliquia fuera objeto de una cinta cómica. Como resultado, Keaton tuvo que conformarse con unas réplicas esencialmente idénticas a las dos locomotoras que protagonizaron aquella épica persecución.

Buster Keaton recuperaría años más tarde el favor del público y de la crítica. Y todo gracias a su mejor película. Entusiasmado con su creación, a mitad del siglo XX el coleccionista Raymond Rohauer se compromete a recuperar, restaurar y difundir la mayor parte de su obra. Rehabilitado en su propio país, obtiene un oscar honorífico de la Academia en 1959 que le permite iniciar una gira por Europa que le restituye la fama.

En 1989, ‘El maquinista de La General’ fue seleccionada para su conservación en el National Film Registry de Estados Unidos por la Biblioteca del Congreso por ser «cultural, histórica o estéticamente significativa». Entró en el registo en el primer año, junto con películas como ‘Los mejores años de nuestras vidas ‘, ‘Casablanca’, ‘Ciudadano Kane’, ‘Lo que el viento se llevó’ y ‘Sunset Bulevar’.

La verdadera historia de ‘La General’, la locomotora que Buster Keaton inmortalizó en el cine

Este martes, 5 de abril, se conmemoran los 150 años del inicio de la Guerra de Secesión americana, un conflicto significativo en la historia de los Estados Unidos de América, que tuvo lugar entre los años 1861 y 1865. Ese día tropas confederadas asaltaron la guarnición de Fort Sumter, en una isla costera del océano Atlántico a la entrada de la bahía de Charleston (Carolina del Sur). La represión del ejército al recuperar Fort Sumter, hizo que a los estados confederados se les unieran Virginia, Arkansas, Tennessee y Carolina del Norte. De este modo comenzó la Guerra Civil entre los Estados Confederados del Sur y los Estados del Norte, que acabaría con la victoria de estos últimos en 1865.

De entre todos los episodios y batallas ocurridos durante esos fatídicos años, un hecho caló profundamente en el corazón de los estadounidenses. La incursión de espías unionistas en territorio sureño, el robo de una locomotora y su posterior persecución y encarcelamiento por los confederados. ¿Les suena? No es de extrañar puesto que Buster Keaton logró inmortalizar este incidente ocurrido durante la Guerra Civil Norteamericana en su magnífica película ‘El maquinista de la General’, que él mismo dirigió y protagonizó, y que se estrenó en febrero de 1927. Desde que Keaton leyó la novela ‘ The great locomotive chase’, que narraba los acontecimientos ocurridos precisamente en 1862, su obsesión fue contar los hechos en la pantalla. A las posibilidades cinematográficas del relato se unía la pasión de Keaton por los trenes (la mayoría de sus películas tienen alguna secuencia en la que aparece un tren, y hasta el fin de su vida tuvo en su casa un enorme tendido ferroviario de juguete).
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Los ferrocarriles franceses piden perdón por el papel que jugaron en la deportación de judíos

De nuevo los trenes del horror salen a primera plana. El presidente de la empresa pública de ferrocarriles de Francia SNCF, Guillaume Pepy, ha pedido perdón por el papel que jugó la compañía en la deportación de judíos durante la ocupación nazi del país en la Segunda Guerra Mundial. Es la primera vez que un dirigente de la SNCF pide disculpas por haber transportado a casi 76.000 judíos entre 1942 y 1944, hechos que le han valido varias denuncias de familiares de deportados.

Pepy pronunció un emocionado discurso en la estación de ferrocarriles de Bobigny, a las afueras de París, desde donde partieron los últimos trenes cargados de judíos con destino a los campos de concentración. «Aunque a la fuerza, nuestra empresa llevó esos trenes hasta la frontera (…) Quiero expresar mi profundo dolor y el arrepentimiento de la SNCF por las consecuencias de esos actos», aseguró el presidente de la empresa, que reconoció que fue «un rodamiento de la maquinaria nazi de exterminación».

Entre los asistentes al homenaje estaba la ex presidenta del Parlamento Europeo Simone Veil, que junto con su madre y su hermana fue embarcada en un tren en Bobigny camino del campo de Auschwitz en abril de 1944.

En total, entre 1943 y 1944 más de 20.000 judíos fueron deportados desde la estación de Bobigny, que tomó el relevo de la de Le Bourget, utilizada desde 1942, un cambio con el que los ocupantes pretendían hacer más discretos los viajes a los campos de exterminio.

La SNCF ha cedido los terrenos de la estación, actualmente abandonada, para construir te abandonada, un lugar de memoria de la deportación.

Medios franceses han relacionado la petición de perdón de la SNCF con las críticas que la empresa ha recibido en Estados Unidos, donde opta a la concesión de líneas de alta velocidad en Florida y California

Una ley votada el pasado año en California impone a todo candidato que aspire a obtener el gran contrato de la futura línea de alta velocidad entre Los Ángeles y San Francisco que explique su eventual papel en el transporte de prisioneros hacia los campos de trabajo, de concentración o de exterminio, entre 1942 y 1944. La SNCF, aliada al constructor francés Alstom, espera obtener este contrato sobre el futuro tren de alta velocidad californiano, cuyo proyecto total es evaluado en unos 43.000 millones de dólares. Sus competidores son grupos alemanes y japoneses.

“No hay que olvidar una cosa: la SNCF, los ferroviarios, estaban bajo el yugo del ocupante nazi, bajo amenaza de muerte (…) Dos mil trabajadores ferroviarios fueron ejecutados por el ocupante nazi” añadió hace unos meses Pepy.

“Los supervivientes del Holocausto y los familiares de las víctimas que perecieron debido a las acciones de SNCF que hoy viven en California merecen ver a SNCF y a otras compañías culpables de participar en genocidios asumir la responsabilidad de sus acciones, en vida, antes de que demos cantidades records de sus impuestos a estas mismas compañias” añadió el político demócrata Bob Blumenfield, autor de la ley.

Durante la Segunda Guerra Mundial 75.721 judíos franceses fueron deportados a campos de concentración nazis. Sólo 2.500 sobrevivieron a los campos.

En Estados Unidos cientos de familiares de víctimas deportadas durante la guerra han intentado conseguir compensaciones económicas similares por pertenencias perdidas durante las deportaciones de SNCF pero siempre se han topado con un infranqueable muro legal que protege a las empresas de países extranjeros.

Setenta años de aquella otra Renfe

Aún bajo los estragos de una guerra fratricida, con el país casi en bancarrota, y en una lenta y penosa reconstrucción, el Gobierno decidía agrupar y nacionalizar en una sola empresa todas las compañías de ancho nacional (1.668) que operaban en España. Nacía así la Red Nacional de los Ferrocarriles Españoles (RENFE). Y hoy se cumplen setenta años de aquella efeméride.

El objeto de la creación de RENFE fue rehabilitar la red ferroviaria española, gravemente dañada como consecuencia de la Guerra Civil, ante la situación de quiebra económica de las empresas ferroviarias que hasta entonces habían explotado la red. En el momento de su creación contaba con 12.401 kilómetros de vía, apenas había recursos y era necesario unificar, por ejemplo, las señales (había cerca de 30 tipos distintos) y los reglamentos de circulación (entre las distintas compañías sumaban una veintena).

Poco después de acabada la Guerra Civil, se decidió compensar a los bancos que poseían las acciones de las grandes compañías ferroviarias y nacionalizar la red de ferrocarriles. De esta forma, se formalizó una idea anterior a la contienda (el Gobierno de la República ya había iniciado estudios y planes) para fortalecer el tráfico ferroviario y acabar con la dispersión de las líneas.

RENFE agrupó las compañías de ancho español (1.668 milímetros) y los ferrocarriles que explotaba el Estado, sumando un total de 12.775 Km. Constituyeron la compañía con la unificación de lo que fueron Camino de Hierro del Norte de España, Madrid-Zaragoza-Alicante (MZA), Central de Aragón, Oeste-Andaluces, Santander-Mediterráneo, Lorca a Baeza y Águilas, Zafra-Huelva, Torralba-Soria, Bilbao a Portugalete y Santurce, Desierto de San Julián de Musquiz (Triano), Alcantarilla a Lorca, Baza a Guadix, Cinco Casas a Tomelloso, Villacañas a Quintanar de la Orden, Valencia a Liria, Silla a Cullera, Villaluenga a Villaseca,Veriña a Aboño. El Estado también se hizo cargo de la explotación de las líneas de Sevilla a Alcalá y Carmona, Murcia a Caravaca, Lérida a Balaguer, Huelva a Ayamonte, Zafra a Jerez de los Caballeros y Puebla de Hijar a Tortosa.

Tras la contienda, el parque de material rodante de viajeros era muy escaso. De los 4.400 coches existentes antes del conflicto bélico, apenas si quedaban 1.750. Las series, además, eran diferentes, y cada compañía disponía de sus propios códigos de numeración. Por eso una de las principales tareas de la RENFE de aquellos primeros años fue unificar la nomenclatura y numeración de todo el parque móvil. Las series más representativas de coches que ingresaron en la nueva compañía fueron los ’costa’ de MZA, lo metálicos que formaron la serie 1000 y los metalizados de caja de madera conocidos como ‘verderones’ y los 3000.

La situación de penuria y escasez de suministros producida por las secuelas de la guerra civil y la nueva contienda bélica que enfrentaba a las naciones europeas impedía la reparación y mantenimiento que era necesario realizar. El 14 de marzo de 1941 se creó la Comisaría de Material Ferroviario, entre cuyas primeras actividades se incluyó la decisión de contratar la construcción de 120 coches, aunque hasta bien avanzado 1943 no pudo llevarse a cabo esta tarea. En el periodo comprendido entre 1940 y 1960 se construyeron un total de 520 coches, las reparaciones afectaron a 1.460 unidades y las importaciones a 100. Todo esto permitió que el parque de coches ascendiera a 3.370, con una edad media de entre 25 y 35 años. Entre 1941 y 1963 se construyeron 691 coches que formaron la serie 5000. Y a inicios de los años 1950 se construye la serie 6000. Un objetivo prioritario era poder dejar de utilizar el material de madera que en caso de accidente multiplicaba los daños personales.

Otro de los grandes objetivos de la nueva compañía era dotarse de un nuevo parque de locomotoras. En la guerra se destruyeron gran parte importante de las máquinas que tiraban de los trenes. Pero las empresas constructoras no podían obtener ciertos suministros debido a la guerra en Europa. La tarea se centró en reparar incluso aquellas locomotoras que fueron consideradas como inútiles al finalizar la contienda española.

Los trenes iban generalmente llenos y con grandes retrasos, pero era el único transporte fiable en aquella España de la postguerra, donde la población se veía obligada a realizar su vida con muchas privaciones. La época de la cartilla de racionamiento (sellos incluso para pan, arroz, aceite, azúcar, patatas y carne ) y el estraperlo. Años donde el artículo ‘la’ precedía al acrónimo con el que fue bautizada la nueva compañía, nombre del que muchos reniegan incluso hoy porque recuerda a esa España del hambre, el atraso y la represión.

Renfe será la ecargada de conducir el cáotico ferrocarril de la postguerra hasta nuestros días, en un viaje que recorrerá 40 años de dictadura franquista y 25 de democracia hasta el siglo XXI.

La Red Nacional de los Ferrocarriles Españoles (RENFE) dejó de existir el 1 de enero de 2005, con la entrada en vigor de la Ley del Sector Ferroviario. En ese momento se produjo su segregación en dos entidades: Adif y Renfe Operadora.

Setenta años de la entrevista entre Hitler y Franco en Hendaya



Se cumplen ahora setenta años de la entrevista que el general Franco y Hitler mantuvieron en la estación de Hendaya donde ambos dirigentes hablaron sobre la posible entrada de España en la II Guerra Mundial. Un episodio que ha sido relatado una y otra vez por los historiadores y que con el tiempo se ha desmitificado.

La entrevista tuvo lugar el 23 de octubre de 1940 en la frontera, en una Francia ocupada por las tropas de Hitler. Varias divisiones alemanas se encontraban estacionadas en la zona. La estación de Hendaya de aquella época apenas difiere de la que podemos contemplar hoy en día, tanto en su estructura de vías como en la cubierta y andenes. Según los planos detallados de la SNCF de 1958, existen dos vías procedentes del Puente Internacional sobre el Bidasoa. La vía inferior es la de ancho español y la superior la de ancho internacional. Siguiendo cada una de ellas podemos apreciar cómo se van bifurcando para conformar las dos playas de vías de esta estación, en ambos anchos de vía.

«Me alegro de verle, führer». «Por fin se cumple un viejo deseo mío, caudillo». Así se saludaron Franco y Hitler eese día. Eran poco más de las 15.00 horas y Hitler había llegado a la cita en el tren que utilizaba para sus desplazamientos. La entrevista se celebró a bordo de uno de sus coches. Se prolongó en una primera parte hasta las 18.40 horas. Tras un receso, Hitler ofreció una cena en el coche-restaurante de su tren hacia las diez de la noche. Ambos personajes eran frugales y a las diez y media la entrevista se había reanudado de nuevo. A la una menos cinco Franco se despidió y regresó a su tren.

Si queréis leer más sobre esta historia y ver la relación con el mundo del ferrocarril, podéis ver la entrada que escribí hace un año sobre este tema.

El metro de Londres reabre sus refugios de los bombardeos nazis

Londres revive durante estos días los episodios más brutales de la Segunda Guerra Mundial. Hace setenta años, la capital británica fue sometida a un constante y sostenido bombardeo por la Lufwaffe entre el 7 de septiembre de 1940 y el 16 de mayo de 1941. Los londineses recuerdan ahora aquella pesadilla con una serie de exposiciones y actos, entre otros la apertura al público de los refugios que sirvieron a la población para evitar los estragos de los bombardeos nazis.

La vieja estación de Aldwych, en el Strand, en desuso desde septiembre de 1994, ha sido reabierta estos días para recrear aquellos dramáticos momentos en los que miles de londinenses se refugiaban en el metro. El éxito de la experiencia está asegurado. En vísperas de la apertura al público de la boca del metro de Aldwych no quedaba ninguna plaza libre para bajar al andén. Los organizadores esperaban recibir cerca de 3.000 visitantes. Y eso que hay que descender 28 metros bajo tierra, por una escalera de caracol de 160 peldaños.

El ‘blitz’, como se denominó a este forma de hacer la guerra, provocó alrededor de 43.000 muertes, y destruyó más de un millón de viviendas, pero fracasó en alcanzar los objetivos estratégicos de sacar a Inglaterra de la guerra o dejarla incapaz de resistir una invasión. La acción de la aviación nazi no se limitó a la capital londinenses. También se vieron afectadas Bristol, Southampton, Manchester, Porthsmouth o Birmingham y otras ciudades con un gran peso industrial, fundamental para el desarrollo del conflicto bélico.

Durante los bombardeos, el servicio de metro seguía en funcionamiento como si tal cosa. El Gobierno de Winston Churchill temía que cundiera el pánico y el desánimo entre la población. Había que mantener los trenes en movimiento y evitar que el miedo a morir en un ataque desalentara a la gente de acudir cada mañana al trabajo . En las estaciones había carteles con las normas de seguridad: «No se acerquen al borde del andén ni sobrepasen la línea blanca; no dejen que los niños jueguen junto a las escaleras, los ascensores ni los trenes»; «no formen grupos». También se colgaron avisos pidiendo la colaboración de los refugiados con la Policía.

El paso de trenes en esta zona se interrumpió en 1940 para permitir refuguarse a la población. Hombres, mujeres y niños se amontonaban en los andenes, intentando dormir con el eco de las explosiones. Las condiciones mejoraron con el tiempo y, en Aldwich, se instalaron literas y se habilitaron retretes y una cantina provisional. Se servían tazas de té y pasteles caseros. El tráfico del metro volvió a contar con las vías de esta zona en 1946, hasta su cierre al servicio en 1994.

A lo largo de los años la estación ha sido un lugar popular para las compañías de cine y televisión que buscan filmar en el subterráneo de Londres. Como el ramal está íntegro y cerrado los fines de semana, sus dependencias pueden quedar a disposición de equipos de filmación, para los cuales el trabajo resulta más fácil que en otros sectores aún activos del ferrocarril subterráneo. Pero estos días, solo sirve para revivir aquellos dramáticos días, en una experiencia inédita en la capital londinense.