Archivo de la etiqueta: vigilantes

Oficios del tren: vigilantes de estación

Desde el comienzo de la explotación ferroviaria, se hace necesario establecer un control sobre el acceso a las estaciones y, en especial, a los andenes, cuya entrada se limita durante muchos años y, además, se grava, lo que obliga a quienes quieran pasar a estas deppendencias a adquirir un billete especial, lo que restringe el número de personas con entrada a los mismos. Años después, cuando la práctica de ascenso a estas secciones deja de estar controlada, las compañías deciden crear un servicio especial de agentes que vigilen la estancia de personas en estas instalaciones.

El 23 de noviembre de 1877, se regula la figura del guarda jurado mediante una Ley sobre Policía de Ferrocarriles, que desarrolla un reglamento específico para que estos agentes desarrollen funciones de seguridad publica y conservación de las vías férreas. Con la creación de Renfe en 1941, estos guardas jurados se convierten en el Cuerpo de Guardería Jurada por la Circular número 276 de la Dirección General, de 1 de marzo de 1963, y queda adscrito administrativa y funcionalmente a la Comisaría de Información y Relaciones Públicas de Renfe. Pero hay antecedentes confirmados de que las antiguas compañías concesionarias también disponen de agentes especiales dedicados a esste fin.

La historia de los agentes de seguridad privada se remonta a 1849, recién acabada la segunda guerra carlista, con Ramón María Narvaez Campos, duque de Valencia, como presidente del Gobierno de la reina Isabel II. Se crean los primeros guardas de campo, jurados por contraposición a los guardas particulares, que deben ser «hombres de buen criterio y prestigio entre sus gentes, que cuidaran como suyo lo que era de los demás y en los campos existe, pues no cuanto hay en el campo es de todos ….» Los guardas jurados de campo están bajo la dirección e inspección de los alcaldes, a quienes deben presentar informes, y deben llevar una bandolera de cuero ancha, en la que se clava la placa con su cargo y el nombre del municipio.

Bajo el reinado de Alfonso XII, con Antonio Maura al frente del Gobierno, se modifica la regulación de los guardas, en la misma norma que recoge el nuevo Reglamento de la Guardia Civil. A esta institución se le añaden las funciones de guarderíar rural, por lo que los guardas de campo pasan a llamarse guardas jurados y quedan bajo la dirección del instituo armado. Tienen licencia para detener, disparar y matar en defensa de las vidas y propiedades encomendadas, como agentes de la autoridad. En 1900 viste uniforme como el que emplean aún hoy los del Parque del Retiro en Madrid: sombrero de ala ancha, doblado en vertical por una de sus alas, y escarapela distintiva con los colores nacionales; lllevan también una bandolera de izquierda a derecha y la típica casaca verde caqui.

Con el régimen franquista, las funciones cambian y se abre paso su labor de protección también a las empresas. Al poco de acabar la Guerra Civil, durante la dictadura, surge un decreto que autoriza a las grandes industrias a crear para su uso interno un cuerpo de seguridad. Las primeras industrias que los utilizan son las empresas petrolíferas. Campsa forma el primer cuerpo privado de guarda jurados armados con el famoso ‘chopo’, revólver y cinturón de balas para ambas armas. El distintivo original es una placa en la que se lee GJ; su uniforme es gris, del mismo tono de la policía gubernativa de Franco. Se les ve armados hasta los dientes, subidos en los depósitos de gasolina de la estación de carga, en una época de estraperlo, con robos de gasolina y mercado negro, debido a la escasez y el racionamiento obligados por la II Guerra Mundial y el posterior bloqueo comercial de la ONU.

A la creación de estos primeros guardas jurados se une Renfe, quien forma también sus propios agentes de vigilancia (Guardería Jurada) y que viajan por parejas en los trenes y van armados. Tienen la consideración, en el ejercicio de sus funciones, de agente de la autoridad; para ser investido del carácter de autoridad deben prestar juramento y obtener la correspondiente credencial de la Dirección General de Seguridad del Estado. El uniforme reglamentario es de color gris azulado, guerrera con hombreras, pantalón largo sin vuelta, una gorra de plato y el correaje con una placa de metal dorado y la inscripción: “Cuerpo de Guardería Jurada Renfe”, Ademas del arma corta disponen de una carabina ‘Destroyer’ de calibre 9 milímetros Bergmann (largo), ligera, manejable, con poco retroceso y relativamente precisa, por lo que coloquialmente son bautizados como ‘escopeteros’. También disponen de una carabina de repetición de acción de cerrojo, modificada del sistema Máuser, con cargador extraíble. La culata es de madera y el arma tiene una longitud total de 1.000 milímetros, 544 milímetros de cañón y un peso de 2.790 gramos. Cuenta con un alza de dos posiciones, una con mira abierta de combate en forma de V para disparos a 25 a-50 metros y otra ajustable para disparos de 100 a 700 metros (ambas forman un mismo conjunto, abatiendo una se utiliza la otra) y con un punto de mira ajustable en lateralidad.

La Guardería Jurada de Renfe establece, como se ve en párrafos anteriores, que los agentes presten servicio por parejas en los trenes y que para la vigilancia de la instalaciones dispongan de perros entrenados, para lo que cuentan con una Perrera Central en Madrid, que tiene como finalidad su cría y educación. La misión que tienen encomendada es evitar daños, menoscabos o atentados contra las vías, estaciones, vehículos, mercancías, instalaciones fijas y dependencias de la empresa, y mantener el orden dentro de sus recintos, pero quedan excluidas las dependencias o recintos cerrados de las estaciones, o que dispongan de guarda propio, como ocurre en los muelles, almacenes, talleres, depósitos, vagones durante la carga y descarga, etc. El guarda jurado tiene la consideración, en el ejercicio de sus funciones, de agente de la autoridad, por disposición de legal, y actúa siempre en estrecha colaboración con el cuerpo de la Guardia Civil. Si bien, para ser investido del carácter de autoridad debe prestar juramento (jura «defender la patria, la bandera y a nuestro Caudillo» y lo hace por «la Santa Biblia» para detener y si es preciso matar para cumplir con su deber allá donde se le ordene») y obtener la correspondiente credencial de la Dirección General de Seguridad del Estado.

Estos vigilantes, así como otros vinculados a la Industria y el Comercio, usan un mismo uniforme gris, una gorra de plato gris, con picos del mismo modelo que el de la policía estadounidense, y portan doble armamento, por un lado el fusil, y por otro el revólver que, además, cuelgan de la pernera en vez del cinturón. Para ser vigilante jurado en esa época, hay que tener unas condiciones sociales algo especiales. Para empezar, la dirección de la industria elige a aquellos hombres de mayor confianza y cuya valía en su profesión queda demostrada; aunque también suelen acceder, con preferencia incluso, policías o guardias civiles en activo o que lo sean en el pasado. La «buena conducta» que se exige a los aspirantes a estos puestos se concreta, de forma no oficial, en tener un nivel cultural normal, y afinidades al ideal político franquista, aparte de ser entrevistado por el comandante de la Guardia Civil de la capitanía más próxima y tener el servicio militar cumplido. Además, tal y como contempla el Reglamento de Armas y Explosivos, debe seguir un curso de preparación en el manejo del arma. En las zonas urbanas, en vez de seguirse esta vía, se dirigen a la Dirección General de Seguridad, a través de la Policía.

Una vez cumplimentado el juramento y aceptada su incorporación al cuerpo, el vigilante queda entonces sometido a las leyes militares, correspondientes a la Guardia Civil. Como autoridad, puede portar el arma fuera del servicio sin temor a problemas. Basta con identificarse como guarda jurado mediante su acreditación (son grandes, cuadradas, amarillas con una banda en diagonal de la bandera de España y en un extremo el rombo de la Guardia Civil). Se les asimila casi como a un policía y su fama es respetable, ya que no se andan con tonterías y repelen cualquier intento de ataque con las armas correspondientes. La preparación de estos agentes queda bajo la administración de la Guardia Civil; lo normal es estudiar un temario de 56 páginas, en las que se detallan aspectos relacionados con la escopeta, munición de dotación, y el revólver reglamentario. También se incluye un extracto de la ley de enjuiciamiento civil y criminal, y otro tanto del código penal, aparte de una serie de temas relacionados con el «Glorioso Cuerpo Benemérito Español».

A finales de los 60 y principios de los 70, los guardas jurados comienzan a ser considerados como un elemento importante para la seguridad y se inicia la época moderna, que implica la renovación de su normativa. En 1974, un decreto sobre medidas de seguridad en bancos, cajas de ahorro y entidades de crédito, obliga a unificar ambos servicios en la figura del ‘Vigilante Jurado de Entidades Bancarias y de Ahorro’. En esta norma surgen las primera obligaciones legales para la banca en materia de seguridad en el transporte de fondos. Al poco, un grupo de militares, conjuntamente con policías y guardias civiles, fundan la primera empresa de seguridad en España, con número de registro nº 1, dedicada al transporte de caudales, llamada “Transportes Blindados”. Los furgones, que no son blindados, son grises y portan un elefante azul pintado en ambos lados del furgón. La dotación se compone de seis agentes (conductor, acompañante y cuatro operadores); dos cubren y dos transportan las sacas. Todos van fuertemente armados, tanto con revólver como con fusiles. La empresa pasa a manos de SAS, firma que forman la estadounidense Pony Express y Prosegur, que finalmente es absorbida y convertida únicamente en Prosegur.

Los agentes de seguridad pierden su papel de vigilantes en los servicios ferroviarios a partir de la creación de estas empresas privadas que comienzan a sustituir con sus propios empleados a todos los que aún conservan a este tipo de personal, entre otras Renfe. La operadora externaliza este servicio como tantos otros.

(Imagen Vía Libre. Fuentes. Renfe. Fundación de Ferrocarriles Españoles. Todo Policía. «El jefe de seguridad: Manual para pruebas de habilitación»

Metro Madrid sin vigilancia

Alternativa Sindical ha convocado una huelga indefinida de vigilantes de Metro de Madrid que comenzará a las 6 horas de este martes y que cifran que afectará a un total de 550 trabajadores de Ombuds, responsable de la seguridad de las cocheras, la Línea 7 y la 9. El pasado viernes 2 de agosto finalizaba el plazo que fijaron a la empresa abonase la nómina de junio y la paga extra de julio a sus 8.000 empleados, además de resolver sus deudas de más de 40 millones de euros entre Hacienda y la Seguridad Social.

El sindicado califica de «pasividad, dejadez e irresponsabilidad» la actitud de la compañía. «Llevan desde mayo sin cobrar sus nóminas y por ello decidieron convocar una huelga indefinida el 8 de agosto en EMT y el día 13 en Metro de Madrid», prosigue Alternativa Sindical. El sindicato presentó una demanda contra Metro de Madrid por los impagos a los trabajadores y a la Seguridad Social de la empresa contratista Ombuds.

Metro de Madrid asegura que «nada más conocer el impago de las nóminas» por parte de la empresa se remitió un burofax a Ombuds requiriéndole información sobre la circunstancia para determinar si concurrían causas de resolución del contrato, y exigiéndole la «subsanación» de estos «incumplimientos de sus obligaciones», laborales y de seguridad social que infringían lo establecido en los pliegos del contrato. Antes de que la entidad hubiese recibido respuesta a esa petición de información y de subsanación de incumplimientos, la empresa Ombuds fue declarada judicialmetne en concurso de acreedores, algo que, según destacaron desde Metro de Madrid, obliga a Ombuds a seguir los cauces que impone la Ley Concursal y a «mantener» la vigencia de los contratos en los términos y las condiciones que decida la administración concursal y la autoridad judicial para «facilitar la continuidad de la empresa».

La huelga del suburbano también se mantiene, ya que la oferta lanzada por la empresa afecta únicamente a los 200 trabajadores de la EMT, a quienes la empresa debe las nóminas de junio, julio y la paga extra de este mes, cantidad que ascendería a 3.000 euros. Este ofrecimiento llegó tras concluir sin avenencia el acto de conciliación laboral celebrado ante el Instituto Laboral de la Comunidad de Madrid entre directivos de Ombuds, el Administrador Concursal y el sindicato.

El suburbano madrileño ya se puso a disposición de la Administración Concursal para solicitarle que «tome las medidas necesarias para garantizar el respeto de los derechos de los trabajadores afectados y que lleven a cuanto antes a poder solucionar esta situación, poniéndose a su disposición para proporcionar cuanta colaboración se halle a su alcance».

Metro Madrid ¿sin vigilantes?

Los vigilantes de seguridad de la Empresa Municipal de Transporte (EMT) y Metro de Madrid han anunciado que el próximo 13 de agosto convocará una huelga indefinida ante el impago de salarios de la empresa contratista Ombuds. El portavoz de Alternativa Sindical, Alberto Garcías, ha señalado que esta huelga se debe a la «pasividad, dejadez e irresponsabilidad» que demuestra Metro al no rescindir el contrato con Ombuds ante el impago de nóminas de 550 trabajadores.

Ombuds, la tercera empresa de seguridad más importante de España, controlada por el fondo de inversión estadounidense JZI y la familia española Cortina, adeuda la nómina de junio y la paga extra de julio a sus 8.000 empleados (en entidades públicas y empresas de todo España) y más de 40 millones de euros entre Hacienda y la Seguridad Social, explica este sindicato.

La huelga comenzará el día 13 de agosto a las seis de la mañana con carácter indefinido; un «método para reforzar sus demandas» junto a la denuncia que interpuso el sindicato en vía de conflicto colectivo ante la sala de lo Social de la Audiencia Nacional por impago de salarios a los trabajadores.

«El parón afecta directamente a los clientes ya que en EMT dejarán de trabajar 200 empleados que actualmente prestan sus servicios, mientras que en Metro de Madrid el número asciende a 550″, señalan en un comunicado.

Por su parte, la Feria de Madrid (Ifema) ha rescindido el contrato con esta empresa de seguridad y fuentes de la institución han señalado que esta actuación «no ha sido para evitar la huelga» porque la rescisión es un proceso que «lleva tiempo» y ya han procedido a la contratación de una nueva empresa.

¿Huelga de vigilantes del metro de Barcelona?

Los vigilantes de seguridad del Metro de Barcelona han convocado una huelga el próximo 31 de diciembre para reclamar mejoras en sus condiciones laborale. Según los sindicatos, recurren a este paro por, «la pasividad del Ayuntamiento» antes las crecientes agresiones que este personal sufre por parte de los grafiteros. El paro está convocado de 6 de la mañana del día 31 hasta esa misma hora del 1 de enero ya que según Sergio Sánchez, de Adn Sindicat de Seguretat Privada de Catalunya, es el momento del año en que más agresiones se producen.

«El metro está plagado de carteristas, que acostumbran a trabajar de cuatro en cuatro», explica un portavoz sindical. «En ocasiones se ríen de nosotros porque saben que no somos suficientes para intervenir», asegura.

Los sindicatos reclaman que no haya agentes solos y que las rondas siempre sean en pareja. Además, alertan de que se encuentran en inferioridad ante los carteristas, que siempre van de cuatro en cuatro o ante los grafiteros. Asímismo, avisan de la ocupación que hacen los manteros de espacio en la estación de plaza de Catalunya. «Un día habrá una desgracia», avisa el mismo portavoz.

Tres agresiones con arma blanca en siete días han colmado la paciencia de los vigilantes de seguridad. Los sindicatos arrancaron esta semana las conversaciones preliminares para evitar la huelga en Nochevieja (31 de diciembre) y la noche de Reyes (5 de enero). Además de la línea de trabajo sindical, interpelarán esta semana a Ricardo Ortega -director de Seguridad de TMB- para que aporte soluciones urgentes o afronte paros en dos de los días con más validaciones del año.

El suburbano de Barcelona abrió durante 67 horas ininterrumpidamente en Fin de Año de 2017. Aunque no es el periodo con más validaciones del ejercicio, sí es una jornada clave para la moviidad en Barcelona. «No queremos perjudicar a los pasajeros, pero es que no nos queda otra. Estamos hartos de navajazos, peleas y cuchillazos. Y TMB sigue empeñado en reducir la seguridad al mínimo, impidiendo equipos de dos vigilantes, negándose a nombrar un policía de metro, como se ha hecho en otras ciudades, descartando operativos conjuntos con Mossos d’Esquadra o Guardia Urbana o ampliando recursos y personal», explican desde ADN Sindical.

‘Coladero’ en el metro de Barcelona

Un auténtico ‘coladero’. Empleados y usuarios denuncian la impunidad que impera en el metro de Barcelona, donde casi cuatro millones de viajeros al año se cuelan, según los datos oficiales. «Esto es una sangría para el Metro y para Barcelona, asegura uno de los vigilantes del metroplitano casi con impotencia y resignado ante una situación demasado habitual.

Transportes Metropolitanos de Barcelona (TMB) trata de poner freno al fraude empapelando la mayoría de estaciones con carteles provocadores que rezan: «¿Te crees muy listo? Tú mismo», seguido de una retahíla de advertencias, consecuencias y castigos por viajar sin billete.

Franqueando los tornos por arriba y por abajo, entrando por las puertas reservadas para la salida, pasando detrás de otro pasajero que sí marca el abono o viajando con la tarjeta de jubilados cuando todavía no se han cumplido los 65 años son algunas de las formas de colarse más utilizadas por los 3,9 millones de usuarios que viajan cada año sin billete en el metro, según la estimación que la ATM obtiene al calcular el porcentaje de los que no llevan billete (o lo llevan inadecuado) sobre el total de viajeros requeridos por los revisores.

«No podemos pillarlos a todos», se resigna un vigilante veterano. La red de metro tiene 125 estaciones, un millar de accesos y tuvo 361,6 millones de usuarios en 2009. La empresa calcula que unos 4 millones viajan sin pagar el correspondiente billete. El fraude es un hecho común y fácilmente observable en cualquier boca de metro, mucho más que el 1,1% que reflejan los datos oficiales de la Autoridad Metropolitana del Transporte (ATM).

Redactores de El País han seguido durante tres días las evoluciones de los pasajeros en el metro de Barcelona en varias franjas en siete paradas distintas (Jaume I, Passeig de Gràcia, Universitat, Plaça de Sants, Vilapicina, Verdaguer y Sagrada Família), De los 5.000 viajeros que utilizaron el transporte en esas horas, los periodistas del dirario controlaron a 216 que se colaron sin el correspondiente billete (el 4,32%).

Los vigilantes de seguridad hacen lo que pueden, pero no dan abasto. «Si nos ven, puede que los que pretenden colarse desistan, pero de todos modos, estamos desbordados. A la que me despisto un rato, se pueden colar 10″, reconoce otro agente, que admite estar más pendiente de los carteristas que del fraude.»Controlar a los que se cuelan», dice un agente de estación, «es tarea de los revisores», que hacen controles en grupos de cinco o seis para evitar que los viajeros a los que se reclama el billete respondan de modo violento. El problema es que sólo hay 59 para las 125 estaciones que tiene la red.

«La gente se cuela porque lo ve fácil, no porque no tenga dinero», afirma una usuaria en paro que dice abonar siempre su billete. El precio del billete, demasiado alto para algunos -el billete sencillo cuesta 1,40 euros y la tarjeta de 10 viajes, 7,85-, es precisamente es la justificación más habitual que dan los incívicos para defender lo que hacen. Otros, sin embargo, dejaron de comprar el billete hartos de ver tanta gente colándose a su lado con impunidad total. «Es que al final me siento tonta», explica una mujer después de atravesar las puertas de la estación de Vilapicina detrás de otro usuario.

Cuando los vigiliantes ven a alquien que trata de colarse, lo invitan a comprar el billete y sólo lo sancionan «si se niega a pagar». Los viajeros sorprendidos en el vagón o los pasillos sin billete sí son penalizados con entre 50 y 600 euros. Otro vigilante cuenta que, a veces, hacen la vista gorda. El sábado compartió servicio con un inspector que se ablandó ante dos mujeres que se estaban colando. «Le dijeron que no tenían dinero, que sus pensiones no daban para más, y finalmente las dejó pasar».

(Fuente El País. Imagen Joan Sánchez)