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Estaciones singulares: Cartagena

Poco antes de que la pandemia paralice el país, el Administrador de Infraestructuras Ferroviarias (Adif) remite al Ayuntamiento de Cartagena el proyecto para la remodelación integral de la estación de trenes de la ciudad portuaria. El proyecto, cuyo presupuesto asciende a casi 6 millones de euros, pretende rehabilitar por completo el edificio de viajeros, la reordenación del entorno, así como la instalación de una nueva marquesina en el andén de cabecera, con captación de energía solar. La alcaldesa Ana Belén Castejón explica en ese momento que «si todo sigue según lo previsto, las obras podrían estar adjudicadas en otoño». Evidentemente los trabajos se van a retrasar por cuestiones obvias.

Las obras previstas tienen por objeto redistribuir y ordenar los espacios de espera, la zona de venta de billetes, los aseos, la cafetería y la oficina de alquiler de vehículos, incluyendo, además, un nuevo espacio de información y atención al viajero. De igual modo, está previsto crear nuevas áreas para los trabajadores, como vestuarios, sala de descanso, zona para personal de seguridad y almacén. El diseño recoge también que los elementos más característicos, como el falso techo de artesonado en madera y las lámparas modernistas, se conservarán. El proyecto incluye también la rehabilitación de la vidriera de la fachada principal, así como la azulejería y la mampostería originales. «La rehabilitación de nuestra emblemática estación de tren ha sido diseñada para poner en valor la calidad de nuestro patrimonio arquitectónico y ferroviario, así como mejorar tanto la accesibilidad como la comodidad de los viajeros», justifica la alcaldesa.

«Pese a discutibles intervenciones pasadas, la estación de Cartagena conserva los magníficos hierros modernistas de entrada al vestíbulo, la bellísima cerámica vidriada de la fachada con temas y técnica propias de Daniel Zuloaga, el gran mueble de billetera, lámparas, etc. todo ello digno de merecer una protección individualizada que asegure su conservación frente a deseos reformistas que, en virtud de un pretendido funcionalismo se puedan producir, como por desgracia ha ocurrido en tantos casos, sostiene el arquitecto Pedro Navascués en un estudio genérico sobre este tipo de construcciones, redactado mucho antes de que se conozcan las intenciones de Adif. La preocupación que generan este tipo de intervenciones en edificios centenarios se extiende a otros muchos colectivos que no quieren ver cómo se transforman nuestro patrimonio arquitectónico.

La estación diseñada por el arquitecto Víctor Beltrí a principios del siglo XX, en estilo modernista, dispone de un importante repertorio decorativo de azulejería diseñado por el ceramista español más importante, Daniel de Zuloaga en 1907. Para abordar la propuesta de intervención, se realizan una serie de estudios previos orientados a la identificación de los diferentes materiales utilizados en su construcción, y el análisis de las lesiones y patologías en ellos presentes. A partir de estos análisis se define de forma precisa el estado de conservación del la fachada del edificio y del conjunto de sus carpinterías. Los estudios realizados se centran en la caracterización de los materiales mediante el análisis de muestras, el estudio estratigráfico de las diferentes policromías presentes en las carpinterías de fachada, y un exhaustivo estudio organoléptico “in situ” del inmueble, que permite la identificación de las lesiones y daños existentes, así como el reconocimiento de las causas que los provocan. «Estos estudios permitieron el diseño de una propuesta de conservación y restauración que permitiera recuperar el valor estético y artístico del edificio de viajeros, frenando los procesos degradativos analizados, respetando siempre el uso y la funcionalidad que este tipo de inmuebles siguen manteniendo», sostiene una de las empresas que trabaja en la restauración del inmueble.

Cuando el tren llega en 1863 a Cartagena, es una novedad para los cartageneros, acostumbrados al tráfico marítimo, con la carga y descarga de las diversas mercancías que llevan en sus bodegas los veleros, los pesqueros, el movimiento de los buques militares, etc. Como relata el escritor Samuel S. Cox, en una crónica de viaje en 1869, en el apartado dedicado a la ciudad portuaria, escribe que la estación del ferrocarril es un lugar de reunión para sus habitantes: “…salimos de Cartagena por vía férrea. Esperamos en la estación dos horas antes de que el tren estuviese listo para salir. Aquí se reúnen los mendigos y de hecho toda clase de gentes. Las Termas de Caracalla, lugar de reunión para los curiosos romanos, no eran tan populares como la estación de Cartagena…”

El 31 de diciembre de 1856, se constituye la Compañía de los Ferrocarriles de Madrid a Zaragoza y Alicante (M.Z.A.), quien se hace cargo de la explotación de la línea hasta Cartagena. Empiezan las obras, y por el lado exterior del Almarjal se colocan las traviesas el dieciocho de junio de 1862, ya que el firme no es el más adecuado, al ser todavía blando y pantanoso (hasta hace pocos años aquello era una laguna), por lo que el trazado de la línea debe describir una gran curva para llegar a la estación, construida a unos doscientos metros en perpendicular a las antiguas puertas de San José. El diez de octubre de 1862, una locomotora en pruebas verifica la situación de todo el tendido.

La inauguración oficial se produce el 24 de octubre de 1862, y cuenta con la presencia de la reina Isabel II, según relata el cronista oficial del viaje Fernando Cos-Gayón. Para llevar a cabo la ceremonia inaugural, los técnicos ferroviarios deben componérselas improvisando “…las obras de la vía férrea se hallaban bastante lejanas de su conclusión… el deseo de que el camino fuera inaugurado por SS. MM. y AA. se había hecho superior a todas las dificultades… desmontes de la mayor consideración habían quedado abiertos en muy pocos días, y por medio de desvíos y prolongaciones de la vía, se había podido asentar barras a lo largo de las ramblas que no han de poder ser atravesadas, en condiciones ordinarias, sino por un puente… fue preciso hacer el viaje con lentitud nunca vista a fin de evitar todo peligro… aquello, en realidad, no fue inaugurar un ferrocarril, que sólo meses después pudo ser estrenado… la víspera, muchas de sus obras no estaban hechas, y pocas horas después un fuerte aguacero bastó para destruir las que provisionalmente se ejecutaron…”. Tras la terminación efectiva de las obras, el 1 de febrero de 1863 quedó expedita la circulación de trenes con salida y llegada desde Cartagena hacia Madrid.

La estación de ferrocarril, situada en la actual Plaza de México, no puede edificarse hasta pasados 45 años de inaugurarse la línea que, inicia su origen en Madrid, termina en la ciudad portuaria (524,565 kilómetros de recorrido, según reza la placa colocada en la fachada del andén término). Inicialmente se construyen unos grandes barracones de madera, que se habilitan para hacer las veces de taquillas, consignas, sala de espera, almacenes, etc. El enlace de Cartagena a la red ferroviaria propicia, además, como en l resto de poblaciones, el acondicionamiento del entorno urbanístico, por aquellas fechas totalmente desolado. El cronista de la ciudad Federico Casal Martínez da cuenta de la situación en uno de sus escritos: “…demolidas las puertas de San José, el espacio que quedó entre ellas y la estación de ferrocarril, no fue otra cosa que una polvorienta carretera, que al llegar a la estación, seguía hacia Torreciega y la Asomada, pero a partir de 1923, fue transformándose en un amplio y magnifico paseo con artísticos candelabros, losados andenes y vistosos y bien cuidados parterres que impresionan agradablemente a los forasteros que visitan la ciudad….”.

La construcción del edificio de viajeros sigue el proyecto del ingeniero Rafael Peryoncely, subdirector de la Compañía MZA, aunque la dirección de los trabajos se encomienda al arquitecto Víctor Beltrí, que entrega la obra el 15 de julio de 1907. . “…Exactamente se intentaba establecer la estación en la confrontación de la nueva calle que se va a abrir como prolongación de la calle de San Diego una vez que se derribe la muralla…”, Toda la decoración lleva el sello de la Casa Carvajal y Hermanos, según diseño de Diego Zuloaga. El primer tren que entra en la nueva terminal es el ‘mixto número 32’ procedente de Madrid.

La planta obedece al estudio clásico de estación terminal, en la que el edificio de viajeros se dispone perpendicularmente a las vías, en este caso cuatro, y los andenes laterales paralelamente a ella, para completar la típica forma en U. Los terrenos adyacentes a uno y otro lado, corresponden a las diversas vías muertas, talleres de reparación, almacenes, etc. Nada más llegar a Cartagena el viajero vislumbra el nombre de la ciudad en lo alto del edificio. Curiosamente, las primeras puertas que se ven en la edificación, aunque son accesibles, no dan a ningún local, son solos figurativas, un adorno, para dar más empaque a la estación. Una cabecera sirve de punto de partida a tres andenes, dos laterales y uno central, que disponen de cuatro vías que se numeran del 1 al 4 y que concluyen en toperas para evitar los efectos de una posible colisión.

La fachada es de un eclecticismo académico típico del estilo de los ingenieros de la época, pero con elementos decorativos modernistas. El edificio consta de planta baja y un piso. La portada la componen tres bloques, resalta el cuerpo central con un reloj, que preside todo el conjunto. Bajo éste, se muestran las iniciales de la compañía MZA que promociona la construcción de la terminal. También lucen dos elementos claramente modernistas: el gigantesco parasol y una gran ventana termal con decoración cerámica a ambos lados con motivos mitológicos, que está estructurada simétricamente respecto al cuerpo central por el que se produce el acceso. Esta entrada constituye sin duda alguna el elemento más valioso del conjunto; sostiene el gran arco envolvente de otros tres, protegidos por la marquesina de hierro y cristal. Destacan elementos decorativos modernistas, como los hierros de puertas y columnas.

El interior, aunque sobrio, está decorado también en estilo modernista, pero hoy solo se conserva en su estado original las taquillas, los marcos de la factoría, el techo de casetones y la lámpara. No existe ninguna estructura metálica sobre los andenes, como resulta habitual en otras infraestructuras de este tipo, que permanecen a cubierto con una simple marquesina, también hoy desaparecida.

Dicen que a la estación de Cartagena llegan los depósitos en oro y plata que constituyen los fondos del tesoro de la nación depositados en el Banco de España en Madrid, y que son trasladados por vía férrea hasta la ciudad portuaria en ocho expediciones, a finales de octubre de 1936. Todo el valioso metal se traslada en camiones hasta ‘los polvorines’ de Algameca, donde se almacenan para su posterior envío por barco a Rusia… El famoso ‘oro de Moscú’.

(Fuentes. Pedro Navascués en «Introdución a la arquitectura de las estaciones españolas». Revista de Obras Públicas. Adif. Juan Almarza Pozuelo, en su blog http://juanalmarzapozuelo.blogspot.com/2013/01/el-ferrocarril-cartagena-y-su-estacion.html)

70 años de azulejos en el metro de Lisboa

El Metro de Lisboa, que nació como empresa en 1948 pero que solo comenzó a transportar pasajeros en 1959, está unido al azulejo, cuya industria consiguió revitalizar como una forma de expresión artística en Portugal. Para conmemorar los 70 años, el metropolitano lisboeta organiza una serie de visitas guiadas centradas en el patrimonio artístico y arquitectónico que encierran sus galerías, muchas de ellas engalanadas con azulejos. De hecho, la red red de estaciones es el museo más visitado de la ciudad.

Desde el siglo XVI hasta hoy, ninguna otra ciudad del mundo ha producido tanto azulejo como Lisboa, donde el oficio es un arte nacional que sigue vivo y en auge, con una amplia variedad de aplicaciones y usos, y donde los azulejos, con patrones geométricos o imágenes históricas, se encuentran omnipresentes en el paisaje urbano. Los azulejos de la capital lusa son uno de los tesoros de Europa, pero Portugal puede presumir de las obras en muchas de sus estaciones con aportaciones de artistas de reconocido prestigio. La terminal del aeropuerto, por ejemplo, es el escenario de un proyecto del arquitecto Leopoldo Almeida con la colaboración del artista plástico António Antunes. Otra de las mejor valoradas por su arte suburbano es la de Oriente, diseñada por el arquitecto Santiago Calatrava, y con dos enormes murales diseñados en azulejos, uno del japonés Yayoi Kusama y otro del argentino Antonio Segui.

Las rutas guiadas comenzaron de forma mensual el pasado enero y continuarán, al menos, hasta julio. La responsable de comunicación del Metro, Sara Plácido, define la iniciativa como «un éxito». Las estaciones por las que transcurre la visita cambian cada mes. La de abril recorre Marqués de Pombal, Campo Pequeno, Quinta das Conchas y Ameixoeira, aunque el punto de partida siempre es Avenida porque la estación mantiene las características arquitectónicas y decorativas del momento de su inauguración (1959).

En la primera mitad del siglo XX el azulejo es prohibido en grandes fachadas por un decreto del Ayuntamiento de Lisboa, pero el Metro revitaliza la cerámica, explica Guilherme Rodrigues poco antes de comenzar una visita, para la que le espera una veintena de personas en la entrada de la estación de Avenida, situada en Avenida Liberdade, una de las principales arterias de la ciudad. Trabajador del suburbano lisboeta durante 40 años y que, tras jubilarse, hace las funciones de guía, Rodrigues resalta la decoración de las paredes de la estación, compuesta por azulejos con motivos geométricos que representan ruedas y cruces de caminos. La artista que firmó estos trabajos, María Keil, «fue criticada por trabajar el azulejo porque era un soporte que se consideraba propio de la cocina y el cuarto de baño», sostiene.

El azulejo acabó por imponerse en los primeros años del metro hasta tal punto de que se convirtió en un elemento obligatorio para decorar las estaciones. Keil fue una de las principales artistas que trabajaron en ello y decoró hasta 19 paradas diferentes durante los primeros años del suburbano. «Es un óptimo elemento para el metro porque en el subsuelo hay agua y el azulejo, además de tener una función decorativa, tiene una función de impermeabilización e higiene«, explica Rodrigues. «Y además, la materia prima es portuguesa», apostilla.

En este recorrido es imprescindible la visita a la estación de Oriente. Once artistas representantes de los cinco continentes fueron invitados a representar la temática central de la Expo 98: los océanos. El islandés Errö aborda una historia de mitos y leyendas en clave de cómic que demuestra que el arte del azulejo no tiene límites. Frases de poemas y romances de Almada Negreiros recubren las paredes de la estación de Saldanha que es, sin duda, la más literaria del metropolitano de Lisboa. Y en Cabo Ruivo desconcertantes motivos de arte prehistórica del artista plástico David de Almeida sorprenden al viajero en un marco singular.

Portugal protege los azulejos de sus estaciones

Vestíbulos, escaleras y andenes de decenas de estaciones de tren de Portugal son escenarios que poco tienene que envidiar a muchos de los museos urbanos lusos y que cada año concentran la atención de miles de turistas atraídos por la belleza de las típicas piezas cerámicas portuguesas que los decoran y dan vida, igual que sucede en muchas calles de este país, adornadas con paneles de iconografía variada, desde paisajes y monumentos de las imágenes de la vida campesina y preindustrial.

Desde el siglo XVI hasta hoy, ninguna otra ciudad del mundo ha producido tanto azulejo como Lisboa, donde el oficio es un arte nacional que sigue vivo y en auge, con una amplia variedad de aplicaciones y usos, y donde los azulejos, con patrones geométricos o imágenes históricas, se encuentran omnipresentes en el paisaje urbano. Los azulejos de la capital lusa son uno de los tesoros de Europa, pero Portugal puede presumir de las obras en muchas de sus estaciones con aportaciones de artistas de reconocido prestigio. La terminal del aeropuerto, por ejemplo, es el escenario de un proyecto del arquitecto Leopoldo Almeida con la colaboración del artista plástico António Antunes. Otra de las mejor valoradas por su arte suburbano es la de Oriente, diseñada por el arquitecto Santiago Calatrava, y con dos enormes murales diseñados en azulejos, uno del japonés Yayoi Kusama y otro del argentino Antonio Segui.

El arte se hace grandioso en la Estación Porto de São Bento, cuyo interior está decorado con 20.000 azulejos en los que podemos ver algunos de los episodios más importantes de la historia del país. Pero hay cientos de ejemplos en otras tantas estaciones ferroviarias diseminadas por este país donde puede apreciarse el arte y la relevancia de las técnicas utilizadas en los azulejos que decoran sus paredes. Desde la llegada del primer ferrocarril a Portugal (1856), la cerámica es una muestra constante de un variado patrimonio. Se trata de un material con ventajas decorativas que, además de adornar las fachadas, contribuye a su mantenimiento y y facilita la limpieza.

El catálogo de azulejos de las estaciones portuguesas está constituido por tipologías muy definidas como paneles figurativos en los que los temas preferidos son paisajes, costumbres populares, escenas de faenas agrícolas o de pesca y patrimonio documental de cada localidad y composiciones con motivos geométricos o nombres de lugares con el nombre de la estación. También destacan representaciones de “Escudos de la Nación” y las placas de premios del concurso “Estaciones Floridas” de 1941 con diseño original de Carlos Botelho. Las técnicas, tanto industriales como artesanales, más frecuentes en la realización de los azulejos son la pintura a mano, directamente sobre el esmalte, el etiquetado y la impresión.

Infraestruturas de Portugal (IP) lleva a cabo varias iniciativas de conservación y restauración de azulejos, tanto a través de concursos como con mano de obra propia. Eso le ha permitido restaurar y conservar las cerámicas de Oporto-Sao Bento, Pinhao, Camina, Elvas, San Mamede de Infesta, Contumil y Bombarral. Además, también está en marcha el proyecto “Sos kit de Az” cuyo objetivo es llevar a cabo acciones inmediatas en casos de emergencia.

Con ocasión de la celebración del aniversario de la inauguración del ferrocarril en Portugal se firmó en 2014 un Protocolo de cooperación a través de la Escuela de la Policía Judicial – Museo de la Policía por el que se llevarían a cabo diversas acciones como la instalación de señales disuasorias de robo y vandalismo en el patrimonio de azulejos. A medida de que IP y Patrimonio han detectado casos de robo y vandalismo han solicitado protección, a través del proyecto “Sos kit de Az”, a las autoridades locales para que hagan rondas de vigilancia en las estaciones más desprotegidas.

Tal es el caso del ramal de Cáceres: Marvao-Beiria, Castelo de Vide y Vale do Peso; en la Línea del Sur, Canal Caveira, Alvalade do Sado; en la Línea del Miño, Sao Pedro da Torre, Viana do Castelo y Valença; en la Línea da Beira Alta, Abrunhosa y Canas-Felgueiras; en la Línea del Norte, Ovar; en la Línea de Sabor, Urrós, Sendim e Carviçais y en la Línea del Alentejo, Santa Vitoria-Ervidel.

Infraestruturas de Portugal lleva a cabo una serie de acciones para que la población sepa apreciar y defender su valor artístico e histórico con visitas guiadas en eventos como ‘Festa no Chiado’, ‘Clássicos de Lisboa’, ‘Ciencia Viva’, ‘Open House’ o las Jornadas Europeas de Patrimonio de 2015 y 2016. También se realizan exposiciones como “Ei-los que partem”, o la conmemorativa de los 160 años del Ferrocarril en Portugal y programas especiales para escolares.

Asturias evoca la cerámica publicitaria de la estación del Ferrocarril Vasco Asturiano de Oviedo

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El Museo del Ferrocarril de Asturias es el escenario de la conferencia que impartirá Antonio Perla este jueves sobre los trabajos llevados a cabo para la recuperación de los azulejos que se localizaban en los andenes de la antigua estación del Ferrocarril Vasco Asturiano de Oviedo. La terminal ovetense, máximo exponente de la arquitectura ferroviaria de la capital del Principado, desapareció del paisaje urbano a finales de los 80, pero al menos pudo salvar algunos de sus característicos anuncios publicitarios elaborados sobre azulejos.

Este tipo de publicidad solía instalarse en las estaciones aprovechando la gran afluencia de público que acudía a esos edificios. Los de la estación del Vasco Asturiano fueron fabricados, en la segunda o comienzo de la tercera década del siglo XX, por la Valencia Industrial, fábrica que tenía ya una gran trayectoria en la elaboración de cerámicas publicitarias. En ellos se anunciaban desde talleres mecánicos hasta chocolates, pasando por sastrerías, sombrererías o sanatorios quirúrgicos, lo que daba además una visión global de la historia de la industria en Oviedo.

En la licencia de derribo la Consejería de Cultura impuso una serie de condiciones para la recuperación de algunas piezas de interés patrimonial, como columnas de fundición, piezas de ebanistería de la cantina, carteles de cerámica esmaltada y relojes. Estos requisitos no fueron cumplidos en su totalidad al ser demolidos algunos elementos artísticos. Los azulejos no fueron recuperados en su totalidad, pero una muestra significativa pudo ser salvada y decora ahora mismo los andenes y pasarela de la nueva estación de Feve.

Antonio Perla fue el profesional encargado de la recuperación de los mismos. Licenciado en Grado en Historia del Arte por la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad Complutense de Madrid (1979-1984), es profesor asociado de la UNED de Historia del Arte (grado de Técnicas y Medios Artísticos y grado de Historia del Arte de la Baja Edad Media) y tutor de la asignatura de Grado de Historia del Arte de la Baja Edad Media, UNED, Centro Asociado Madrid Sur, Móstoles (Venia Docendi). Además de la dirección de los trabajos para la recuperación de los paneles de azulejería de la estación del Vasco de Oviedo, 1988-1989 y la redacción del Capítulo del Proyecto de Nueva Estación correspondiente a la restauración de los paneles de azulejería, es autor de numerosos capítulos y artículos en libros y revistas especializadas, ha impartido gran cantidad de cursos y ha realizado numerosos trabajos relacionados con la restauración y conservación de cerámica y azulejería, material en el que se ha especializado.

La sede definitiva en Oviedo del Ferrocarril Vasco-Asturiano constituía una de las joyas arquitectónicas del modernismo asturiano, en torno a 1900, con un acercamiento al Art Nouveau francés. Pero esta estación ferroviaria era algo más que un mero producto stético. Funcionó durante muchos años como un arco de triunfo a través del cual la línea de Oviedo a la de Ujo a Trubia, un importante eje de comunicaciones relacionado con la minería del carbón, contribuyó de forma decisiva a la transformación espacial dela ciudad de Oviedo.

La estación fue proyectada por Valentín Gorbeña en 1905 e inaugurada el 13 de agosto de 1906. El ingeniero de las obras fue Francisco Durán y el contratista de las mismas Aurelio del Llano. La intención de la compañía era acercar lo más posible el ferrocarril al corazón de la ciudad, erigiendo un edificio en la céntrica calle de Jovellanos. Su fisonomía y tipología y su localización entre dos calles a distinta altura la convirtieron en una de las estaciones más singulares del ferrocarril en España. Al encajarse entre estas dos vías fue precisa la construcción de 80 escalones para conectar la entrada principal en la calle Jovellanos con los andenes, que a su vez se unían con la calle Gascona mediante otra escalera que pasaba por encima de las vías.

Si su fisonomía era ya llamativa, aún la hacía incluso más atractiva su decoración típicamente modernista, especialmente en el hall, la cantina y los andenes, con ebanistería de diseño art nouveau, azulejos con alicatado amarillo y azul, suelos de baldosa hidráulica imitando alfombras y mamparas de con vidrieras artísticas. Pero Oviedo no supo cómo impedir la desaparición de estos elementos y dejó que la piqueta acabara con todo este arte.

(Fuente Javier Fernández López, director del Museo del Ferrocarril de Asturias)

Los baños del metro de Tokio lucen una cerámica especial de Castellón bactericida y autolimpiable

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Marca España en Tokio. La empresa de cerámica Grespania de Castellón ha conseguido vender su producto Healthy and Clean Tiles al metro de Tokio que ha repuesto las baldosas de sus baños. El sistema con el que están fabricados los azulejos es capaz de eliminar las bacterias causantes de la descomposición de la urea, eliminando, por tanto, los malos olores y la aparición de manchas amarillentas procedentes de la orina. Pero también tiene otras prestaciones como la autolimpieza y purificación del aire, más encaminadas a fachadas ventiladas bajo el efecto de la luz solar.

La cerámica H&C Tiles es la solución idónea para baños públicos. A diferencia de tratamientos similares en el mercado, el producto español complementa las propiedades bactericidas propias del dióxido de titanio mediante una dispersión de metales antibacterianos adicionales que garantizan el funcionamiento del sistema en interiores bajo el uso de luz artificial o incluso en condiciones de oscuridad.

Los baños del metro de Tokio cuentan con esta cerámica fabricada con la más alta tecnología y adaptada a las necesidades especiales de estos espacios tan frecuentados por los usuarios del metropolitano. La operadora japonesa ha repuesto los dispensarios con el producto de Grespania. «El producto ha despertado gran interés a nivel internacional y actualmente se esta trabajando intensamente en Japón, un país que desde siempre ha mostrado un interés por la innovación en este tipo de tecnologías dentro del sector de la construcción. El material ya ha sido instalado en el metro de Sendai y, además, se está trabajando en un proyecto junto con una empresa japonesa para colocarlo en baños públicos de intercambiadores, estaciones de metro y aeropuertos», explicaron desde la compañía.

El poder de los azulejos H&C de Grespania reside en las propiedades fotocatalíticas del dióxido de titanio. Este recubrimiento, invisible y permanente, confiere a la cerámica tres propiedades clave sin alterar las características inherentes al material como son la autolimpieza, la purificación del aire y el poder antibacteriano -y de eliminación de olores-. Es precisamente esta última propiedad la que se priorizando en los baños del metro de Japón, unas condiciones que casan a la perfección con la cuidada y escrupulosa higiene japonesa, tanto personal como de los espacios públicos y privados.

Cuando la luz del sol irradia una superficie tratada con H&C, se genera una fina lámina de oxígeno activo capaz de reducir al mínimo la adhesión estática de las partículas de suciedad. A continuación, las propiedades hidrófilas de la cerámica facilitan una distribución homogénea del agua entre toda la superficie eliminando la suciedad por medio del arrastre del agua. La fina capa de oxígeno activo que se genera al exponer el material a la radiación solar es capaz de digerir los óxidos de nitrógeno transformando el NOx -gas generado por vehículos y determinados procesos industriales que además supone uno de los compuestos más contaminantes que hay en la atmósfera después del CO2 en NO3, el cual es fácilmente eliminado de la fachada por medio de la acción del agua de lluvia.