La amenaza de un virus viaja en tren


‘Operación Balmis’ es el nombre del dispositivo que el Ministerio de Defensa ha desplegado para luchar contra la propagación del coronavirus y que ha sacado a la calle a los militares de toda España. Las Fuerzas Armadas participan activamente en la lucha contra esta pandemia. Lo mismo acuden a estaciones de tren y aeropuertos para desinfectarlos (el operativo se realiza con trajes especiales), que asisten a los ancianos de las residencias y ayudan a los mayores en sus compras diarias. Los militares forman parte de la lucha contra el covid-19 que tiene en primera línea de combate al personal sanitario de los hospitales españoles.

La Covid-19 es la enfermedad infecciosa causada por el coronavirus que se ha descubierto más recientemente. Tanto el nuevo virus como la enfermedad eran desconocidos antes de que estallara el brote en Wuhan (China) en diciembre de 2019. Los coronavirus son una extensa familia de virus que pueden causar enfermedades tanto en animales como en humanos. En los humanos, se sabe que varios coronavirus causan infecciones respiratorias que pueden ir desde el resfriado común hasta enfermedades más graves como el síndrome respiratorio de Oriente Medio (Mers) y el síndrome respiratorio agudo severo (Sras).

La lucha contra la pandemia ha alterado el plan de transporte ferroviario, con fuertes restricciones de la oferta mientras dure el estado de alarma en el país. La población debe confinarse en sus domicilios y evitar los desplazamientos, salvo por trabajo o causas justificadas. Una crisis sanitaria que nos obliga a pasar más horas frente al televisor o el ordenador. Y al relacionar trenes y virus he recordado que hace unos años escribí en este blog una entrada sobre una película en la que los pasajeros de un tren se ven amenazados por un peligrosos virus, que un terrorista amenaza con expandir.

El puente de Casandra, dirigida por George P. Cosmato, es una producción europea de Carlos Ponti rodada en Suiza, Francia e Italia. Una película de lo que se denomina género catastrófico, tan habitual y del gusto del público en los años sesenta. Todas las escenas interiores están rodadas en los estudios italianos de Cineccittá. Acción trepidante y ritmo frenético hacen que esta cinta se siga con suma facilidad. El trabajo de Jerry Goldsmith en la banda sonora refuerza de energía las escenas donde el dramatismo se impone en la narración. Y es ahí donde el tren cobra completo protagonismo.

Un argumento un tanto inverosímil (…) del que uno se abstrae fácilmente por la acción. Un terrorista infectado por un virus altamente mortal se embarca en un tren mientras trata de huir, exponiendo a todos sus pasajeros. El coronel Mackenzie (Burt Lancaster), el médico Jonathan Chamberlain (Richard Harris) y su mujer (Sophia Loren) se harán cargo de la situación y procurarán detener al terrorista. Tras el fracaso de la operación y debido a la extensión de la plaga entre los pasajeros, Mackenzie intentará reconducir el tren en dirección al puente de Casandra donde debería desaparecer para siempre. Completan el reparto actores de la talla de Martin Sheen, Ava Gardner, Ingrid Thulin o Lee Strasberg.

Los escenarios reales elegidos, sobre todo, para grabar el recorrido del tren se sitúan en el cantón suizo de Basel (Ginebra), la localidad lombarda de Paterno d’Adda y en el famoso viaducto de Garabit, reconvertido en la película en el vetusto y peligroso puente de Casandra. Este viaducto de Garabit es un puente ferroviario construido en su totalidad en hierro colado por la compañía de Alexandre Gustave Eiffel, el célebre autor de la torre parisina que lleva su nombre. El puente consta en sus entradas de unos arcos realizados en sillería para, luego, encontrarse con la superestructura de celosía metálica, hierro dulce (cercha). El armazón está dividido en siete vanos que se coronan en un arco central de 165 metros de luz. El punto más elevado se sitúa a 120 metros sobre el nivel del río Truyère. Con un peso aproximado de 3.300 toneladas, la longitud total de todos los vanos y el arco permiten que el viaducto alcance los 565 metros.

El puente es muy similar al que Eiffel construyó sobre el río Duero en la ciudad portuguesa de Oporto. La experiencia permitió al insigne constructor francés realizar este atrevido ejercicio de la ingeniería, al que el Gobierno galo encomendó la construcción del viaducto el 14 de junio de 1879. La empresa Eiffel et Cie de Alexandre Gustave Eiffel y el ingeniero León Boyer llevaron a cabo los trabajos. El 26 de abril de 1884 se cerró el arco central de 165 metros de luz sobre el río en el Valle de Garabit y en el año 1889 quedó abierto al tránsito de trenes de la línea Marvejols-Neussargues. Los 120 metros de altura lograron, además, que fuera en su época el puente más alto del mundo.

Aunque en la película la acción puramente ferroviaria comienza en la estación de Ginebra (los trenes anuncian el recorrido Ginebra-Estocolmo), en realidad las escenas están rodadas en una de las terminales de Basilea, donde convergen la mayor parte de las líneas que cubren los trayectos con otras capitales europeas. Puede comprobarse cómo en la escena en la que Jonathan Chamberlain entra en la estación, al fondo se ven los tranvías verdes (de la compañía de transporte público de Basilea BVG), y la plaza de la Estación Central de Basilea es claramente identificable.

Se da la circunstancia que en Basilea, existen en la actualidad tres estaciones ferroviarias: Basel SBB, para las líneas nacionales hacia Zúrich, Berna/Lucerna y Delémont, que está al final de la calle Centralbahnstrasse. Pegada literalmente a la primera se sitúa la Basel SNCF, donde se sitúan todas las líneas a Mulhouse/París y Bruselas, mientras los trenes hacia Alemania llegan a Badischer Bahnhoff, al norte del Rhin en la calle Rienhenstrasse.

Hoy día, la SBB controla alrededor de las tres quintas partes de los 5.200 kilómetros que comprende la red suiza. El resto sigue en poder de muchas compañías privadas. Algunas de éstas son pequeños ferrocarriles locales, mientras otras son más importantes, como la de Berna-Lötschberg-Simplon (BLS), que todavía cubre la ruta transalpina que pasa por el túnel de Lötschberg.

Es lógico, por tanto, que en la película aparezcan trenes suizos e italianos e incluso una máquina francesa, aunque nunca locomotoras americanas como hace pensar el cartel original de la película. La cinta está llena de errores en la utilización de los trenes, ya que las locomotoras cambian inexplicablemente en los distintos trayectos que sigue el tren. Y a menudo son del país incorrecto. En las escenas donde un helicóptero trata de recoger a un perro infectado que viaja en el tren, la catenaria desaparece para volver a aparecer después, pero la máquina que tira del tren es eléctrica y el pantógrafo se hace ostensiblemente visible ante las cámaras.

Los cambios de máquina también se cuelan en la cinta. En la escena de Nuremberg , donde las ventanillas del tren son cubiertas con planchas para impedir la fuga de los pasajeros, aparece una locomotora eléctrica italiana de clase E646, pero con marcas suizas. Y se cambia por una diesel de clase D 143 italiana antigua del ejército de EE UU. Poco después de esa escena en el climax del puente, el tren es arrastrado por una locomotora diesel francesa de clase BB 66000. Durante las secuencias finales, cuando los pasajeros intentan hacerse con el control del tren, se ve en ciertos momentos la catenaria, cuando la línea que usan se supone que no está electrificada.

También el número de los coches de los trenes varía de unos planos a otros. En algunos momentos parece que sólo hay cinco, pero en la escena cumbre, cuando el convoy se adentra en el desvencijado puente (supuestamente de Casandra), se puede comprobar, al menos, que seis o siete caen al río, mientras que otros tres -en los que están la mayoría de las estrellas que protagonizan la película- se salvan y permanecen quietos en las vías. Tampoco el diálogo sobre el viaducto se corresponde con lo que posteriormente el espectador puede contemplar. Durante la cinta los pasajeros hablan de que los habitantes de Casandra han huido del lugar porque temían que el acero del puente cayera sobre sus hogares. Sin embargo, bajo el viaducto sólo se ven las aguas del río.

Como ven, errores sin importancia que sólo ojos muy expertos y educados en el mundo ferroviario son capaces de observar y que, en su mayor parte, permanecen escondidos ante la mayor parte de los espectadores, entre los cuales me incluyo. El puente de Casandra es otro peliculón donde el tren se apodera de la acción.

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