Últimos días de la temporada para el tren de Larrun, uno de los pocos ferrocarriles de cremallera que aún quedan en Francia. De marzo a noviembre, ‘le peti train’, como se le conoce en la zona, realiza desde hace 80 años el trayecto hasta el monte del mismo nombre, ubicado a 905 metros sobre el nivel del mar, desde donde aseguran que se pueden admirar los siete territorios vascos.
Inaugurado en 1924, el tren de Larrun (o la Rhune), salva en poco más de 30 minutos la distancia que separa la base de la mítica cima del País Vasco francés, a unos 8 kilómetros por hora, la misma velocidad con la que se inauguró el servicio y de la que tan orgullosos se mostraron los lugareños el día de su inauguración. Los vagones son prácticamente los mismos que nacieron con el convoy, fabricados con material de la región como abeto de los Pirineos, pino de Las Landas, castaño de Ariège y madera de Iroco. Los coches han sido restaurados en varias ocasiones, incluso hay algunos nuevos de 1996, pero todos guardan la estética de principios de siglo.
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