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Oficios del tren: interventor

A medida que las líneas ferroviarias construidas se ponen en explotación, la demanda de empleo en el sector se diversifica. La profesión ferroviaria alberga a un amplio número de oficios vinculados no sólo con la construcción de la vía e instalaciones anexas, sino también con el movimiento de las circulaciones, el mantenimiento del material rodante y la administración del ferrocarril. Oficios tales como los de maquinistas, fogoneros, ayudantes, jefes de estación, factores, mozos de estación, interventores, personal de vías y obras, de instalaciones de seguridad, de talleres, de oficinas, etc. Todos estos grupos se subdividen a su vez en diferentes categorías que, con el paso de los años, modifican sus funciones a raíz de la implantación de procesos de producción más tecnificados. A la altura de la década de 1930, existen más de medio millar de categorías profesionales dentro de las compañías ferroviarias españolas.

Las cuatro grandes compañías ferroviarias españolas (Norte, MZA, Andaluces y Oeste) concentran el mayor número de empleados y de kilómetros de vía explotados en España antes del estallido de la Guerra Civil. De tal forma que en 1935, los efectivos de personal que se encuentran empleados en las empresas mencionadas ascienden a 93.711 trabajadores (la literatura ferroviaria considera esta cifra una aproximación, puesto que no existe un censo científico que avale el dato); 8.748 trabaja en las tareas que corresponde al movimiento de los trenes. La gestión y explotación de estas compañías ferroviarias presentan esquemas organizativos bastante similares, pioneros en su momento dentro del mundo empresarial, que deciden agrupar al personal en cuatro grandes áreas en las que se subdivide la explotación de las compañías ferroviarias: la rama administrativa, la de Explotación (también denominada de Movimiento), Vía y Obras y Material y Tracción.

El Servicio de Movimiento comprende al personal encargado, básicamente, de las tareas de circulación de trenes de viajeros y mercancías, que se distribuye en los despachos centrales de facturación de mercancías, a bordo de los propios trenes y en las estaciones. En Norte, por ejempplo, los servicios dedicados al movimiento de trenes y estaciones (Explotación) aglutinan al 40,64% del total de la plantilla, mientras que el 30,64% está representado por el servicio de Material y Tracción y el 21,28% comprende el total de trabajadores vinculados al de Vía y Obras, totalizando entre los tres el 92,56% de la plantilla. Las plantillas de Movimiento y Material y Tracción requieren de mayor necesidad de personal a raíz de la implantación en 1919 de la jornada de ocho horas, además del crecimiento progresivo del número de servicios de transporte, en especial durante dos coyunturas muy determinadas: la Gran Guerra y las sucesivas campañas militares que se llevan a cabo en el Norte de África. Movimiento y Material y Tracción son, a partir de esta época, los servicios primero y segundo respectivamente en dotación de personal.

En este servicio de Movimiento se incluye una gama amplia de funciones que dan lugar a cargos muy variados, que podemos agrupar en distintos bloques: todo lo relacionado con la formación de los trenes, preparación del itinerario o vía libre y expedición de los convoyes da lugar a a empleos como jefes de estación, subjefes, vigilantes jefes, capataces de maniobras, guardagujas, telegrafistas, faroleros…; las relaciones con los usuarios del ferrocarril o clientes, básicamente facturación y entrega de mercancías y expedición de billetes, son cometidos que corresponden a factores y recaudadores; las tareas de mando o conducción del tren, una vez salido de la estación, colaboración en la marcha del convoy mediante el frenado de material, carga y descarga de la mercancías al paso por las estaciones son tareas realizadas por conductores, guardafrenos y mozos de tren, a los que genéricamente se conoce, como ‘personal de tren’ (no siempre aparece en Movimiento, sino también como independientes o en Material y Tracción).

En el servicio de Tráfico (comercial), las funciones a realizar son básicamente de tipo administrativo con peculiaridades propias de la explotación ferroviaria, por lo que aparte de los jefes y agentes especializados o responsables en determinados cometidos, se encuentra abundante personal de oficina. Un grupo que se suele encuadrar dentro de este servicio, aunque no siempre, es el de los revisores de billetes o interventores en ruta, denominaciones dadas, respectivamente por MZA y Norte. Años después, estos agentes entran dentro de la categoría de servicio de Trenes, junto a maquinistas y fogoneros, jefes de tren o conductores, guardafrenos y mozos de tren.

Para el gran público, el interventor es quizá la figura más conocida ya que su trabajo le hace presente en todas las relaciones que el ferrocarril tiene con sus clientes, una vez se halla el tren en movimiento. Los viajeros les conocen coloquialmente como los revisores (en algunos lugares reciben el apodo de ‘el pica’, porque perforan los billetes para validarlos). dentro del reglamento se establece que su función sea la de ejercer el control comercial del servicio, para lo que deben fiscalizar el acceso a los trenes de viajeros, su distribución y el orden en el interior de los coches. Es una figura atractiva para la literatura y el cine quizá porque su presencia resulta cosustancial a la del tren, al menos en tiempos pretéritos. Sin ir más lejos, el dramaturgo, poeta y novelista español Ramón del Valle Inclán (Ramón María Valle Peña) se hace eco de su trabajo en su obra de índole esperpéntico ‘La corte de los milagros’. » Retenía su marcha el tren. El revisor entró y quedóse alertado, mirando a la vía, suspenso en la actitud de cerrar la portezuela, sin recoger los billetes que le tendían los viajeros (…) Amusgaban la oreja los viajeros; las mujeres, con susto; los hombres, arrecelados. Interrogó Toñete: ¿Ocurre alguna cosa? Volvióse el revisor, cerrando la portezuela. ¡Nada! Una maleta que viaja de gorra y andamos para darle caza…»

El interventor mantiene una relación singular con algunos de los viajeros más jóvenes que tratan de eludir el pago de los billetes, para lo que hacen lo que se llama «el puente», lo que da lugar no pocas veces a vigilancias mutuas, verdaderas persecuciones, ocultamientos en los váteres, pasos entre coches, etc. Lo que sea por eludir el pago y evitar ser ‘cazado’ en tamaña infracción. Compañeros de los que escapan alargan la labor de los revisores, con prácticas dilatorias; la más frecuente la de encontrar los billetes, que buscan y rebuscan en los recovecos más insospechados, carteras y mochilas al uso. Y esta labor de ‘caza’ no la efectúan solo por gusto, Bien es cierto que e su empeño por localizar a los infractores influye la comisión que pueden percibir por los cobros suplementarios, que deben pagar los viajeros sin billete. Pero es que, además, las compañías son muy exigentes y controlan muy de cerca su actuación.

Además del control sobre los billetes, los interventores deben «indicar en voz alta al llegar a las estaciones y apeaderos el nombre de éstos, y activar, con buenos modos, el descenso y ascenso de los viajeros». El capítulo de prohibiciones es tan extenso que se hace imposible enumerar todos los artículos del reglamento. No puede comunicarse con el maquinista «a menos que sea para asuntos de servicio» y «no debe distraerse por ninguna causa ni hablar con los viajeros más que para darles noticias precisas respecto al servicio». Tampoco puede permanecer dentro de los coches, más que el tiempo preciso para intervenir los billetes, y de inmediato «debe volver a la plataforma posterior del coche». Muchos ‘debe’; demasiados.

La actividad de los interventores no está exenta de riesgos, sobre todo cuando tiene que circular por el exterior de los vehículos con el tren en marcha, para pasar de un coche a otro coche, sin más apoyo que en un estrecho estribo de madera. O en el desplazamiento por el interior de los vehículos que con su marcha traqueteante y de bamboleo complican el movimiento de un lado a otro. Y resulta aún más peligroso su trabajo cuando un pasajero malencarado se les enfrenta.

Los revisores de tren son responsables de la seguridad de los trenes, de revisar los billetes y de ocuparse de los pasajeros. También responden a las consultas de los pasajeros y les ayudan en caso necesario. Deben ayudar a los viajeros a fin de que el trayecto de tren se realice exento de problemas y comprobar en las estaciones, junto con el conductor y el personal de la estación, que el tren pueda partir con seguridad. Asimismo, verifican que las puertas estén cerradas y que los asientos reservados están señalados correctamente. Durante el trayecto, anuncian los destinos por la megafonía del tren y proporcionan información que resulte de interés, para lo que deben conocer muy bien las rutas, los horarios y la normativa. Los revisores, mientras realizan la ronda por el tren, se encargan de asegurarse de que todos los pasajeros tienen el billete válido o bien de que lo adquieren. Asimismo, responden a preguntas de los pasajeros sobre enlaces o a consultas similares. Si el tren sufre una avería, el revisor colabora con el conductor a fin de velar por la seguridad de los pasajeros y de la vía férrea.

Para desempeñar bien este trabajo, a los interventores se les recomienda ser educados y tener tacto en el trato con los pasajeros, poseer buenas habilidades comunicativas, tener habilidad para tratar con pasajeros difíciles o peligrosos y un conocimiento más que correcto de las operaciones matemáticas, ya que tienen que manejar dinero y efectuar los cambios correspondientes. Las compañías consideran necesario que estos agentes conozcan las rutas locales y nacionales, disponer de «una visión cromática normal, buena vista y buen oído«, ser amables, tener habilidades comunicativas y sociales, capacidad para sobrellevar un trabajo rutinario, prestar atención al detalle, seguir procedimientos establecidos y tratar con personas difíciles o demandantes.

«Al iniciar el servicio debe presentarse con la antelación reglamentaria, con el objeto de justificar su presencia y recibir toda la información de cualquier eventualidad que afecte al tren o trenes que haya de atender (alteraciones en la composición, retrasos, enlaces, transbordos, etc.) y recoger los listados de ocupación con reserva y la documentación precisa. Asimismo, controlará la identidad de todo el personal de servicio en el tren y realizará el control de todos los títulos de transporte, sin excepción, tanto a pie de tren como en aquellos lugares que se determinen en cada momento. Una vez superados los controles de acceso o a bordo del tren, en caso de falta de título de viaje o presentación de título insuficiente aplicará lo dispuesto en las normas o tarifas vigentes, recurriendo a la autoridad o al personal de seguridad cuando fuera necesario». Estas son algunas de las disposiciones que les marca el reglamento.

Ahora que su figura es prácticamente inexistente (Renfe ha suprimido la categoría en muchos de sus servicios), conviene rescatar un antiguo texto publicado por Francisco Godoy Sánchez en la revista Vía Libre, donde se glosa a estos agentes y que resulta, salvada la distancia del tiempo, muy esclarecedora la visión que se tiene sobre ellos. «El interventor es un señor amable, servicial, complaciente. Es un servidor del público, al que acompaña desde que sube al tren hasta su llegada a término. El interventor saluda cordialmente, sonríe con afabilidad, se adelanta a buscar asiento, pide los billetes con delicadeza, respeta a todos los viajeros como personas dignas de la mayor consideración. El interventor cumple su deber, reconoce exactamente las disposiciones referentes a viajeros y equipajes, atiende al mejor servicio de la Renfe, exige igualmente que los usuarios viajen en regla. Pero ha cambiado su trato humano. Y los viajeros suelen también corresponder con mayor delicadeza y finura. No es raro presenciar el saludo respetuoso agetesde los viajeros cuando abre la puerta del departamento y es corriente ver cómo se cruzan unas palabras de respetuosa afabillidad. Y todo, fruto de un proceso lento, casi imperceptible».

(Imagen Vía Libre. Fuentes. Normativa laboral de Renfe. Emerenciana Paz Juez, en «El mundo social de los ferrocarriles españoles 1857-1917. Francisco Polo Muriel, en “La depuración del personal ferroviario durante la Guerra Civil y el franquismo 1936-1975”. Vía Libre) l

La Policía busca a un viajero que arrancó el lóbulo de la oreja a un revisor cuando le reclamó el billete

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Más incidentes en los trenes. Los Mossos d’Esquadra buscan a un pasajero de un tren que arrancó el lóbulo de la oreja de un mordisco a un interventor de Renfe que le sorprendió viajando sin billete en la estación Mollet Santa Rosa de la línea R3 de Cercanías. Según fuentes policiales, el viajero se abalanzó sobre el interventor cuando éste le pidió el título de transporte y le mordió en la oreja hasta arrancarle el lóbulo, lo que obligó a someter al revisor a una intervención quirúrgica de reconstrucción en el Hospital de Mollet del Vallès (Barcelona).

El agresor logró huir antes de que llegaran los Mossos d’Esquadra, que habían sido avisados por los responsables de la empresa ferroviaria, sin que haya sido posible identificarlo, aunque la policía dispone de su descripción física.

La policía catalana ha abierto una investigación sobre los hechos y está tratando de identificar al autor de la agresión, ocurrida hacia las 11.30 horas de anteayer en la estación Mollet Santa Rosa, para detenerlo por las lesiones provocadas al revisor.

No es la primera vez que se produce un incidente en los trenes a cuenta de los billetes. Según el sindicato CCOO, el mismo día en que sucedió la agresión ocurrieron varios robos e intimidaciones a pasajeros de las líneas ferroviarias de Renfe, en algunos casos cometidas por personas que esgrimían armas blancas.

En un comunicado, CCOO ha denunciado las condiciones de «precariedad extrema de seguridad» en que trabajan los interventores de los trenes de cercanías de Cataluña y ha alertado de que las agresiones a revisores son «reiteradas e insostenibles, excesivas en relación a otros medios de transporte de la Autoridad del Transporte Metropolitano (ATM)».

El coordinador del sector ferroviario FSC-CC.OO. de Catalunya, Cristóbal Cobo, explicao que se denuncian una media de siete u ocho casos mensuales de agresiones a viajeros y, de dos o tres a empleados de Renfe. Los revisores en Cataluña llevan ya meses asegurando que las agresiones van a más. Dicen que la violencia se ha disparado y que los ataques se multiplican por 5 a los registrados en toda España.

Según datos de los Mossos, cada mes se reciben dos denuncias por agresiones físicas. Las víctimas aseguran que la mayoría de agresiones provienen de usuarios sin billete que se encaran con el revisor. El último incidente con intervención policial se produjo el pasado 21 de julio. Cuatro jóvenes que viajaban en un tren entre la estación de Francia de Barcelona y Lleida, se enzarzaron en una violenta discusión con el interventor cerca de la estación de Reus cuándo éste les reclamó los billetes. Los jóvenes propinaron varios puñetazos al vigilante de seguridad de la terminal cuando intentaba identificarles.

Un revisor obliga a un pasajero que viajaba sin billete a bajar del tren entre dos estaciones

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Lo cuenta La Vanguardia y lo califica de sorprendente. Pero parece más bien aberrante. Un interventor de Renfe obligó a un pasajero que viajaba sin billete a dejar el tren. Todo sería normal, salvo por dos cuestiones. El infractor era un joven subsahariano; el tren paró en mitad de la vías, entre dos estaciones. Algo inaudito.

Un redactor del diario de Barcelona presenció los hechos. No sólo lo ha relatado en su periódico sino que además ha interpuesto una denuncia contra la actuación del ferroviario, que personal de Renfe asegura haber conocido con estupefacción. El suceso es impresentable y vulnera no solo el reglamento de la operadora, sino el sentido común. La empresa prefiere esperar a contar con la versión del maquinista y del interventor antes de dar explicaciones. Además ha abierto una investigación.

Los pasajeros no daban crédito a lo que estaban presenciando. El revisor obligaba a un viajero a abandonar el tren porque carecía del billete preceptivo. Pero lo hizo sin esperar a que el convoy llegara a la estación, tal y como establece el reglamnento de la operadora. Los hechos sucedieron el domingo sobre las 14.30 horas en un tren de la línea RG1 que cubre el trayecto entre l’Hospitalet de Llobregat y Portbou. El interventor hizo parar el tren entre las estaciones de Sant Pol de Mar y Calella, abrió una de las puertas y obligó a bajar a la vía a un viajero. Tal y como cuenta La Vanguardia, la parada fue tan rápida que quizá no quedó registrada en el control remoto del centro de gestión de Rodalies del Clot, pero sí en el equipo local del convoy.

El pasajero pillado sin billete debía hacer frente a una infracción castigada con 100 euros de multa (la mitad, si se paga en el acto). Pero carecía de dinero y documentación. Debía abandonar el tren en la primera estación del trayecto, tras dar el oportuno aviso a los Mossos para que lo identificasen. Pero el revisor decidió tirar por la tremenda. «Utilizó su llavín para abrir el compartimento del maquinista, a quien explicó lo sucedido. En cuestión de segundos -y haciendo caso omiso a los cuatro letreros que piden en todas las puertas que no se use la alarma ni el desbloqueo manual de los accesos «sin causa justificada»- el tren frenó su marcha y el interventor obligó al infractor a apearse entre las dos estaciones y a seguir su camino junto a los raíles», asegura el periódico catalán.

Los hechos parecen escandalosos. La reacción del interventor, exagerada e inexplicable. Cierto que hay viajeros que burlan la vigilancia de los empleados de Renfe e intentan viajar sin pagar, pero la actuación del interventor en este caso es, cuando menos, incomprensible. Un cruce de cables.