Estaciones singulares: Alcázar de San Juan


La importación de vides americanas a mitad del siglo XIX propicia la aparición de la filoxera en Europa, de forma que en unos pocos años más de un millón de hectáreas de viñedos franceses se ven afectados por la enfermedad. Los estudios para acabar con esta plaga a base de sustancias insecticidas (sulfato de carbono) o por inundación, fracasan, además de ser claramente antieconómicos. La única solución para luchar contra la filoxera es la replantación con vides americanas, inmunes a ella. El fuerte impacto de la plaga en Francia y la necesidad de importar gran cantidad de vino provoca la firma de un acuerdo comercial con España, muy ventajoso para los productores, lo que favorece la expansión del viñedo en La Mancha.

A esta zona acude también una buen parte del capital vasco con intereses vitivinícolas que deciden invertir eb las plantaciones masivas que se producen, sobre todo, en Alcázar de San Juan (Ciudad Real). De las 400 hectáreas que existen en torno a 1860, se llega a las 9.000 hectáreas en 1920. En 30 años, Alcázar de San Juan pasa de tener menos de 1.000 propietarios rústicos a más de 4.000 en 1930, lo que supone el 40% de la riqueza rústica. Situada al Noreste de la provincia de Ciudad Real, es una de las zonas más ricas de la región y punto de encuentro de tres provincias (Toledo, Ciudad Real y Cuenca). Su posición geográfica la convierte en un enclave importante en materia de logística y transporte. No es pues de extrañar que resulte elegida como una de las primeras localidades en disponer del tren, en su camino de Madrid a Alicante.

La llegada en 1850 de las vías de MZA a Alcázar, con la puesta en servicio del tramo entre Tembleque y la localidad manchega, provoca que esta villa rural vea trocada su vocación agraria hacia la de una ciudad industrial y de servicios muy ligada a su estación. Cuando poco después las vías se bifurcan hacia Andalucía, el propio ferrocarril se convierte en motor de actividad con los talleres y la mano de obra necesaria para el ordenado funcionamiento de aquella compleja estación. Y si la actividad de la gente alcazareña y de las localidades próximas se ve alterada, y alcanza estándares de proletarización similares a otras zonas industriales españolas, también lo es el callejero local, que se reorganiza poco a poco en función de las demandas de accesibilidad de la estación. Nuevas industrias se acomodan en torno al tren y, en suma, se forja lo que es hoy esta moderna y dinámica ciudad manchega, con su reflejo en la creación de nuevas castas de empresarios que se adueñan del espacio urbano.

El tren supone que Alcázar de San Juan abandone su condición de villa y obtenga el título de ciudad gracias a los viajes del rey Alfonso XII camino de la costa. Estos viajes no están exentos de largas paradas en la estación manchega, lo que despierta la curiosidad del monarca, dada la relevancia de este importante nudo ferroviario, fundamental para la salida de los caldos manchegos al exterior. La actual calle Marqués de Mudela se conoce en esa época como la calle de las bodegas porque está llena de locales dedicados a la producción de vino; incluso lo que hoy es sede de la Policía Nacional es la sede de Bodegas Bilbaínas, una de las grandes firmas vascas del sector.

Desde aquella primera fecha, el ferrocarril lo es todo en Alcázar, camino obligado de los trenes hacia el Sur y el Levante. Durante 138 años se mantiene como uno de los grandes nudos ferroviarios del país, hasta que en 1992 comienzan a desaparecer trenes de la estación alcazareña, encaminados por la línea de alta velocidad Madrid-Sevilla y, mucho más recientemente, por la de Madrid-Levante. Ambas eluden el paso por Alcázar. Sin duda alguna, es uno de los nudos ferroviarios más importantes de la red española. Situado en el punto en el que se bifurca la línea de Andalucía, es durante años paso obligado para todas las circulaciones procedentes o con destino a dicha región desde Levante, Cataluña y Madrid. La importancia del emplame queda avalada por el movimiento diario de trenes que, como media n los años 70, registra 80 circulaciones de viajeros y 75 de mercancías.

La estación se inaugura el 20 de junio de 1854 con la apertura del tramo Tembleque-Alcázar de San Juan de la línea férrea entre Madrid y Almansa que prolonga el trazado original entre la capital de España y Aranjuez y que tiene como objetivo final alcanzar Alicante. El edificio de viajeros lo construye la Compañía del Camino de Hierro de Madrid a Aranjuez, que tiene a José de Salamanca como su principal impulsor. El 1 de julio de 1856 José de Salamanca se a la familia Rothschild y su compañía Chemin de Fer du Grand Central para obtener la concesión de la línea Madrid-Zaragoza que, unida a la concesión entre Madrid y Alicante, da lugar al nacimiento de una de las grandes concesionarias ferroviarias del país, la Compañía de los Ferrocarriles de Madrid a Zaragoza y Alicante (más conocida por sus siglas MZA). El 1 de julio de 1860 esta última prolonga su red hacia el sur y alcanza Manzanares lo que permite enlazar rápidamente con Ciudad Real y más tarde con Andalucía.

Todo ello obliga a MZA a ampliar la primera estación de Alcázar que, dado su carácter provisional, apenas tiene una única planta de 42 metros de longitud por 10 de anchura y unos servicios muy limitados; se alarga su longitud para ampliar las salas de espera e instalar un café-fonda, además de una marquesina en la fachada que da al pueblo. En 1889, el recinto se amplía con un piso más, y sigue una traza neoclásica y elegante, y se construyen aseos independientes. Y en 1941, con la nacionalización de los ferrocarriles de ancho ibérico y la creación de Renfe, el inmueble aumenta de volumen y se restaura. Los arreglos se producen con la misma configuración y estilo arquitectónico que el anterior, y se reproducen escrupulosamente, mediante piedra artificial, los adornos de su fachada y los mosaicos de la misma.

El edificio es un pabellón de diseño neoclásico de tres cuerpos construido con ladrillos rojizos y con fachada ornada con azulejería. En el mismo se encuentra un vestíbulo, las taquillas, diversas oficinas y algunos locales comerciales. Este recinto, sin embargo no tiene acceso a las vías ya que para llegar hasta ellas es necesario usar un paso subterráneo que concluye en una isleta donde se encuentran una serie de edificios aislados por las vías. El edificio principal alberga una sala de espera, una sala de facturación y recogida de equipajes, las dependencias de la policía, y diferentes puestos de mando y gestión. También cuenta con un café-fonda decorado con un zócalo de azulejos que data 1873.

Frente a él, se localiza un complejo matriz en isla, aislado por las vías y al que se accede por un paso subterráneo, con una serie de edificios alineados, entre ellos el principal (con sala de espera, facturación y recogida de equipajes, correos, policía, puesto de mando, etc.), el café-fonda (una joya decorativa, con un impresionante zócalo de azulejos que refleja mil pasajes del Quijote) y los urinarios. Este complejo, remozado a principios de los años 80 del siglo XX, está cubierto por marquesinas formadas por columnas y piezas de fundición que son una réplica de las instaladas por MZA en 1861. El pabellón de acceso y el complejo matriz están protegidos por ley.

Los paneles de azulejos que decoran la fonda y sala de espera de la estación del ferrocarril de Alcázar de San Juan proceden del taller de Mensaque Rodríguez en Triana. Su origen hay que buscarlo en la relevancia que adquieren los talleres trianeros con motivo de la Exposición Iberoamericana de 1929. En especial, resulta determinante la decoración con motivos quijotescos efectuada en el parque sevillano de María Luisa. Los ceramistas toman como modelo las ilustraciones creadas por José Jiménez de Aranda para la edición de El Quijote de la mancha de 1905, año en que se celebraba el III Centenario de la publicación de la primera parte de la magistral novela de Cervantes. La gran afluencia de público a Sevilla, con motivo de la Exposición, trae consigo el incremento de encargos a los talleres azulejeros y, en especial, populariza la serie quijotesca.

El encargo de los paneles quijotescos para la estación de tren de Alcázar de San Juan debe ponerse en relación con las obras de mejora de las instalaciones efectuadas a mediados de la década de 1920. Los azulejos se dividen en dos espacios claramente separados: la fonda y la sala de espera (en su día salón de la fonda). El primero de ellos tiene planta rectangular, unas dimensiones de 18 metros de largo y 9 metros de ancho. Cuenta con cuatro puertas enfrentadas en sus lados largos, y otras dos puertas en sus lados cortos. Las dos puertas del muro oeste comunican con la sala de espera, pero actualmente solo uno de ellos cumple esa función, en tanto que el otro está tapiado. Los paneles se sitúan formando zócalos interrumpidos por los vanos, de tal modo que el espacio de la fonda cuenta con un total de doce paneles.

El Ayuntamiento y el Administrador de Infraestructuras Ferroviaras (Adif) firman en 2017 un acuerdo para recuperar la fonda y reconvertirla en un nuevo espacio público para recibir a los visitantes que llegan a Alcázar en tren y como sala cultural para exposiciones, representaciones y actuaciones musicales incluidas en el programa municipal. El acuerdo tiene una vigencia de ocho años –con posibilidad de prórroga- que se cubre con la inversión que invierte el Ayuntamiento (33.000 euros) en la adaptación y reforma de un espacio que permanece cerrado durante años. “La sala no se encuentra en mal estado, sólo el lógico deterioro y suciedad por haber estado inutilizada. Pero hay que adaptar la instalación eléctrica y otras cuestiones a la normativa actual, lo que nos llevará al menos tres semanas”, explicó la alcaldesa Rosa Melchor. Cuando se complete la decoración y adaptación del espacio para su uso, un pequeño rincón recordará cómo es la antigua fonda.

La decadencia de la estación de Alcázar, y de todo lo que rodea al enclave ferroviario, se propduce de forema paulatina. Aunque el detonante comienza con la electrificación progresiva de las líneas ferroviarias y la sustitución de las máquinas de vapor. Las nuevas máquinas eléctricas aguantan trayectos mucho más largos, y a su vez, se pierde el transporte ferroviario de mercancías, como Correos, que suprime el transporte en trenes por sus propios camiones. Muchos empleados de la estación se jubilan sin ser sustituidos y se trasladan a otros lugares. El tren pierde personal hasta quedar reducido a un maquinista y un interventor (antiguamente revisores). Y como remate, llegon los trenes de alta velocidad, AVE, que eluden su paso por Alcázar.

(Fuentes. Fundación de Ferrocarriles Españoles, Vía Libre. Juan Piqueras Haba, en «La filoxera en España y su distribucióon espacial. 1878-1926. Miguel Ángel Matute, en su blog Viajes Ferroviarios . Federación Castellano Manchega de Amigos del Ferrocarril (Fcmac)

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