
Eran otros tiempos. No hay duda. Pero si hay algo que une a la afición del Athletic con la Copa (ahora del Rey y antes del Generalísimo), es el tren. El ferrocarril ha sido un componente vital en la historia del fútbol. Es verdad que las carreteras de la España de los cincuenta o sesenta dejaban mucho que desear y que un viaje hasta Madrid casi era una aventura. Tampoco el tren de aquella época era una maravilla, más bien todo lo contrario. Pero era lo que había.
Dice un dicho que la Copa la jugaban el Athletic y otro. Los rojiblancos de San Mamés llegaban casi siempre a las puertas del Bernabeú o del Manzanares para disputar el último tramo del torneo. Y la afición se lanzaba en tromba para contemplar en directo el espectáculo. ‘La catedral’ en bloque se trasladaba en tren hasta la capital de España.
Así lo atestiguan los anuncios que las empresas de viaje publicaban en los periódicos. “Con el Athletic, a Madrid”, “A la final, con Renfe” (con quién iba a ser, si no había más), “Ven en tren y canta el alirón”. Sesudos eslóganes con los que se pretendía atraer a los aficionados rojiblancos que no dudaban en empeñar hasta los colchones de casa (eso me ha contado mi madre) para ser testigos de otra final inédita y ayudar en el traslado de la Copa conquistada. Dicen los papeles que en una ocasión Piru Gainza se despidió de Franco con un “hasta el año que viene” cuando el Generalísimo le entregó al capitán del Athletic el trofeo del vencedor. Esa era la confianza que emanaba del conjunto de leones. Otro año, otra final. (Las cosas como son: en realidad el rey de Copas es el Barça, pero no dejen que se me estropee la historia.)
Hablábamos del tren. Un viejo y entrañable amigo, que se ha enterado de que iba a escribir este apunte, me cuenta que su hermana Agurtzane acudía con un ramo de flores a la estación de Orduña, el primer pueblo de Vizcaya donde paraba el tren de los vencedores a su regreso de Madrid. Y, en cada estación, se producían historias similares. Un pueblo encantado con su equipo (once aldeanos), que viajaban modestamente en los trenes. Los mismos convoyes que llegaban a completar los aficionados que se gastaban hasta la última peseta en un viaje relámpago: salida de Abando, llegada a Chamartín; campo de fútbol, celebración del triunfo camino de Chamartín, llegada a Abando. Hasta cinco o seis trenes completos llegaban a salir de la estación del Norte para traer la copa a Bilbao.
Me imagino que si el Athletic pasa la eliminatoria contra el Sevilla, se recordarán viejos tiempos y se volverán a fletar los trenes a la final. Eso sí con coches modernos y un servicio férreo a la altura de la época. El tren es hoy más que nunca protagonista. Como el Athletic.






Por lo que dicen lso que han tenido la suerte de vivir una final rojiblanca en directo, además de los 90 minutos de emoción, el viaje -ya sea en autobús o en tren- es de lo más memorable… Por no hablar de los que vendían hasta los colchones. Verás dónde queda la crisis si llegamos a la final.