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Dimite el jefe de ferrocarriles de Egipto

El Gobierno egipcio nombra un nuevo jefe de la Autoridad de Ferrocarriles tras el accidente del pasado viernes en el que murieron al menos 41 personas y otras 132 resultaron heridas. El ministro de Transporte egipcio, Hisham Arafat, designa al ingeniero Said Ibrahim Mohamed Salem como director del ente estatal después de que su predecesor en el cargo dimitiera este fin de semana. Medhat Shusha presentó su renuncia ante el ministro después de la tragedia del pasado viernes, cuando decenas de personas fallecieron al chocar dos trenes de pasajeros a las afueras de la ciudad mediterránea de Alejandría, en el norte de Egipto.

La fiscalía del este de Alejandría ordenó el domingo que los dos conductores de los trenes, así como sus dos asistentes, permanezcan en detención durante quince días mientras continúan las investigaciones sobre el suceso. Medios judiciales aseguran que los empleados de los dos trenes y los trabajadores de las estaciones de tren más cercanas al lugar del accidente
fueron puesdtos en libertad tras prestar las primeras declaraciones. Pero posteriormente, la fiscalía decidió su confinamiento. También ordenó, bajo la supervisión del juez Ualid al Beheri, tomar muestras de orina y de sangre del conductor del tren que provocó la colisión con el fin de aclarar si en ese momento se encontraba bajo los efectos de las drogas.

El accidente ocurrió en la zona de Jorshed, cerca de la estación ferroviaria del municipio de Abis, vecino a Alejandría, cuando un tren procedente de El Cairo colisionó con otro que venía de Port Said (norte) y que estaba parado en la vía. Los dos trenes se dirigían a Alejandría. Debido a la violencia del choque, varios coches descarrilaron en un campo y otros se empotraron los unos en los otros. Los equipos de rescate tuvieron que utilizar dos grúas para separar los amasijos de hierro provocados por el impacto.

El accidente dejó 41 muertos y 132 heridos, de los cuales 53 seguían hospitalizados el sábado, afirmó el ministro de Sanidad, Ahmed Emad el Din Rady, en un comunicado. En el lugar de los hechos, las ambulancias se sucedieron durante horas para transportar a los heridos, que esperaban tendidos en un campo contiguo a la vía, hacia los hospitales de Alejandría. El presidente, Abdel Fatah al Sisi, había pedido el viernes una investigación para que los responsables del accidente «rindan cuentas».

Egipto es escenario de numerosos accidentes de tráfico o ferroviarios debidos a una circulación caótica, el mal estado de muchos vehículos y carreteras y la falta de mantenimiento de las vías férreas. Los egipcios llevan tiempo reprochándole al gobierno su fracaso a la hora de reducir los accidentes de transportes y los problemas de infraestructuras. El accidente ferroviario del viernes es el más mortífero desde 2012, cuando un autobús escolar chocó con un tren en un paso a nivel de la provincia de Asiut (centro) causando 47 muertos.

El lorito Pepe, ‘jefe de estación’ en Cestona

Pepe había nacido en Guinea. aunque vivía en Cestona. No, no era de raza negra como bien podía deducirse de su lugar de nacimiento. Más bien pertenecía a esa simpática especie de la familia de los psitácidos que pueden imitar la conversación humana y otros sonidos. Lo que les hace aún más graciosos. Era la mascota de la familia que regentaba el hotel ‘Estación‘, junto al apeadero de Cestona-Villa, allá por los cincuenta.

Otros loros aprenden a pedir galletas, chocolate e incluso reproducen manchaconamente las palabrotas que algún pillastre les ha hecho repetir hasta acabar por superarle en la expresión del taco. Pepe, algo más singular que sus congéneres, no se limitó a las imprecaciones. El lorito gozaba de un lugar privilegiado para observar los trenes que pasaban por el apeadero. Y por alguna extraña razón le dio por imitar el sonido del silbato. Y ese silbido era tan perfecto que en más de una ocasión conseguía despistar a todos los trabajadores de la estación de Cestona-Villa.

Pepe debía de tener alma de jefe de estación. Y como tal hacía efectiva la maniobra preceptiva cada vez que observaba un tren parado en el apeadero guipuzcoano. El loro silbaba con tanta perfección que el maqunista pensaba que le estaban dando la salida y comenzaba la maniobra sin apercibirse de que era Pepe quien le había dado la orden. «El problema venía cuando silbaba y todavía no habían acabado de subir o bajar los viajeros, o la paquetería no se había terminado de cargar. Cuando el tren arrancaba, todos los paquetes y bultos iban a parar al suelo», explica Juanjo Olaizola. El director del Museo del Ferrocarril de Azpeitia asegura divertido que el loro no hacía distinciones porque incluso «las caseras que utilizaban el tren para llevar frutas y verduras a la Bretxa, terminaban con las berzas en el suelo».

Y Pepe la lio, aunque por fortuna sin consecuencias. El loro divisó, como tantas otras veces, un tren parado en la estación e hizo el silbido habitual. El maquinista no se lo pensó y arrancó el tren en el precisio instante en que otra unidad hacía su entrada. En ese tramo la vía era única para ambos sentidos. «El tren salió sin darse cuenta de que venía otro de frente y que había estado esperando en el cruce en Cestona. Menos mal que la salida de la estación dirección Zumaia es en línea recta, y pudieron parar a tiempo. Casi se la dan», relata Olaizola conocedor de las hazañas de Pepe.

Consuelo Oruesagasti, su antigua dueña, también rememora las historias de Pepe, y el disgusto que le ocasionó la denuncia contra su querida, aunque traviesa mascota. «Un inspector que perdió el tren se fijó en que el loro causaba confusión con sus silbidos en los operarios del apeadero. Vio a una pareja de la Guardia Civil y les propuso matarlo». Al cabo de unos días, los dueños del animal recibieron la denuncia contra Pepe. «En aquel momento se encontraba comiendo en el hotel un prestigioso abogado de San Sebastián, Urquizu. Este leyó la denuncia y dijo que él se encargaba de la defensa».

No hubo traslado a la comisaría ni juicio de faltas. La razón, explica Olaizola, fue sencilla. El juez determinó que, según el reglamento del ferrocarril, el maquinista no debe conformarse con oir el silbato del jefe de estación, sino tiene que ver claramente cómo agita el banderín rojo plegado, que da la señal de vía libre. Pepe no era culpable. Más bien la negligencia era de los confiados maquinistas que no se aseguraban con la vista de que los pasajeros habían dejado de subir o bajar o de que se habían terminado de cargar los bultos en la unidad correspondiente.

Como no podía ser de otra forma, la historia del pleito contra la compañía ferroviaria saltó a los periódicos. Es más. Consuelo Oruesagasti se enteró del fallo favorable en la contraportada de un periódico en Barcelona. Se hizo tan famoso, que en Francia llegaron a componerle una canción en la que se contaba su divertida historia.

Tras el fallido plieto, el jefe de estación de Cestona-Villa decidió cambiar el tipo de silbido, con intención de despistar a Pepe. Pero ni por esas. «A los tres días ya se había aprendido la nueva señal», señala jocosa su antigua dueña. Sus trastadas y desparpajo acabaron de golpe el día que Pepe apareció muerto.

Y la historia del loro, que el tiempo acabó casi por destarrar al olvido, acaba de ser rescatada por los Amigos del Museo Vasco. Desde hace unas semanas el loro, cuidadosamente disecado por sus dueños, observa a los visitantes que acuden a Azpeitia desde el mostrador de entrada de la antigua dependencia ferroviaria. Un lugar provisional hasta que definitivamente presida la vitrina de los silbatos.

(Imagen Lusa. Vídeo grabado por Joseba Zubialde. Fuente Diario Vasco)