La sala de exposiciones Fundación Vital de Vitoria acoge desde este jueves y hasta abril de 2018 una muestra que recopila la historia del ferrocarril vasco a través de maquetas, recreaciones y fotografías antiguas, y se adentra en el mundo del coleccionismo con réplicas exclusivas de locomotoras a vapor. Bajo el nombre de «A todo tren. 1889, del Vasco Navarro al Orient Express» la exposición reúne más de 800 piezas que reflejan el pasado, presente y futuro de este medio de transporte y la reconversión del trazado del Vasco Navarro, que cumple medio siglo desde su último viaje, en vías verdes para el uso de ciclistas y paseantes.
La directora de la Fundación Vital, Josune Albizu, ha presentado en rueda de prensa este proyecto junto con el comisario de la exposición, Fernando Martínez de Viñaspre; la directora de Medio Ambiente de la Diputación Foral de Álava, Amaia Barredo; el director del Museo Vasco del Ferrocarril, Juanjo Olaizola, y los coleccionistas Raúl Vallés y José Luis Casacuberta. Albizu destaca el carácter familiar de la muestra, «que pueden disfrutar todos los públicos» y que aborda el impacto económico y social que supuso la llegada del ferrocarril a Euskadi, con especial dedicación al «trenico» de la línea del Vasco-Navarro a través de fotos inéditas, documentos cedidos por el museo y maquetas de todo tipo.
Barredo, por su parte, se ha referido al espacio de la muestra en la que se homenajea a las vías verdes de Álava, unas rutas con más de 240.000 visitantes anuales gracias al legado del Vasco-Navarro en el territorio con sus 62 kilómetros de camino llano en plena naturaleza. Y Olaizola destaca el impacto de la entrada del tren en Álava en abril de 1862 y su posterior expansión para conectar las capitales vascas con sus pueblos, y reduerda anécdotas como el «tren funerario» que hacía la ruta desde Bilbao hasta el cementerio de Derio.
El director del Museo Vasco del Ferrocarril evoca el año 1889, cuando coincide la puesta en marcha del Vasco-Navarro con la inauguración del emblemático Orient Express y su ruta hasta Estambul, y que motiva que se recree a tamaño real el interior de los vagones de ambos trenes. En la muestra destacan algunas maquetas de locomotoras que replican de forma exacta las originales e incluso funcionan con un sistema de vapor, con una caldera similar a las de las máquinas de antaño en versión reducida.
Javier Suso describe cómo fue el último día del tren, qué pasó aquel 31 de diciembre de 1967, hace este mes 50 años. La narración sigue los pasos de Ireneo, el revisor, que va saludando por última vez a todos los jefes de estación con aire resignado y tristeza. Los trabajadores formaban una gran familia. Y aquellos edificios de estilo inglés perduran aún en su mayoría y son la memoria petrificada de la historia de aquel ferrocarril. A medida que el convoy de pasajeros avanza hacia Estella Suso retrata la belleza de la naturaleza de la Montaña Alavesa, la zona preferida por los vitorianos para ir a por los cangrejos del Ega.
Ya en el viaje de vuelta a Vitoria Ireneo, tras despedirse de varios compañeros, bajó a la vía a recoger una piedra de balasto para guardarla como recuerdo. «Antes de salir de la estación se dio la vuelta y miró las instalaciones del ferrocarril. En la playa de vías de la estación del Norte (al lado del Paseo de la Universidad) estaban los automotores MACC, los mercancías con sus máquinas de madera y una Naval plateadas. En sus ojos asomaron dos grandes lágrimas y un suspiro que le rompió el pecho», relata Javier Suso, que era hijo de Ángel Suso, que llegó a ser el jefe de contabilidad del ferrocarril y un gran enamorado de este tren.
Cuatro décadas costó construirlo en su totalidad (1887-1927), cuatro décadas estuvo funcionando íntegramente (1927-1967), aunque en determinadas líneas había servicio de tren desde 1889 y es posible que otros 40 años (1992-¿2032?) dure la completa transformación de los 140 kilómetros de plataforma ferroviaria en la mejor vía verde para ciclistas y peatones de España y una de las mejores de Europa, desde donde ha recibido un premio.