Archivo diario: octubre 28, 2020

Un aniversario sin fiesta



El 172 aniversario del primer tren peninsular va a pasar sin pena ni gloria. Los acontecimientos que vivimos a consecuencia de la covid-19 no dan para fiestas. Así que prácticamente el Museo de Vilanova apenas si recordará que tal día como hoy de 1848 la locomotora ‘Mataró’ recorría la distancia de28 kilómetros que separa Barcelona de Mataró. Eso sí habrá una jornada de puertas abiertas y por la tarde, a las 17 horas de forma telemática, se inaugura el Máster de Sistemas Ferroviarios y Tracción Eléctrica de la UPC con la presentación del libro de Luis Ubalde: “El ferrocarril de las cercanías de Barcelona”.

La aparición del ferrocarril marcó un antes y un después en la historia. El proyecto, del que fue responsable Miquel Biada, que había participado también en la primera línea española (1837) en La Habana, sentó las bases de la industria ferroviaria que, a partir de ese año se extendería hasta llegar al último rincón de España, salvo a Canarias. Novecientas personas, repartidas en 25 coches, recorrieron los 28 kilómetros que separaban la capital catalana de la localidad del Maresme. El viaje sólo duró 35 minutos. Todo un récord. La gente recibía el tren entusiasmada. A su paso, la multitud irrumpía en prolongados aplausos y vítores, a los que la ‘Mataró’ respondía con el resoplido de su silbato. Un día después del viaje inaugural, 4.000 personas tomaban al asalto el nuevo medio de transporte. El éxito de esta primera experiencia peninsular contribuyó al crecimiento y a la prosperidad de la comarca del Maresme, pero también abrió las puertas a otros proyectos ferroviarios.

El ferrocarril inicia sus servicios con 62 coches (otras fuentes hablan de 72, aunque F. Wais certifica la primera cifra) que han sido fabricados ese mismo año en la factoría británica Wright & Sons. Se emplean “62 carruajes, diez de ellos con detenedor (sic); dos breacks-vans (furgones), 30 vagones descubiertos para mercancías y dos para el transporte de carruajes” que suman 96 vehículos. Los dos coches salones “son de esmeradísima construcción, y están adornadas con lujo, con asientos cómodos de más de una vara de ancho”, aseguran los periódicos.

A las 9.00 horas, los obispos de Barcelona y Puerto Rico bendijeron las cuatro locomotoras que la Compañía el Camino de Hierro Barcelona-Mataró había comprado para esta línea, pero ese día solo la locomotora ‘Mataró’ emprendió el trayecto hacía la capital del Maresme; la localidad natal de Miquel Biada i Bunyol, quien en el año 1838 había visto la construcción de la primera línea de ferrocarril en Cuba y decidió buscar promotores y permisos para construir una igual en su tierra. La estación de Barcelona, ubicada en la puerta de Sant Carles de Barcelona, entre las murallas de la ciudad y la Barceloneta, cerca de donde hoy está la estación de Francia, había sido construida por Martí Audinis y Domènec Tomàs. Era un edificio de discretas dimensiones, formado por tres cuerpos dispuestos en forma de U. A él se entraba por la fachada oeste que, com es tradicional en muchos edificios de este uso, disponía arriba de un reloj dentro de una hornacina.

A las 11.00 horas, y después de pasar por Montgat, El Masnou, Ocata, Premià y Vilassar, el tren llegó por primera vez a Mataró, una ciudad en auge gracias a la industria textil y metalúrgica. La estación también estaba llena de mataroneses que no querían perderse un día histórico. El tren significaba el final de los largos e incómodos trayectos en diligencia hacia la capital catalana. La estación había sido construida por Josep Forns y estaba ubicada junto a la playa, al final de la calle de Sant Agustí ante el vapor Gordils. Tenía el mismo diseño que la estación de Barcelona pero más pequeña, sin los cuerpos laterales. Sobre las vías había un único cubierto de hierro y zinc y en el friso figuraba la misma inscripción: «Primer ferrocarril de España. Inauguración el 28 de Octubre de 1848″.

De estos dos edificios nada queda hoy. Cuando la Compañía de la línea de Mataró se fusionó con la de Granollers en 1861, el edificio de la estación de Barcelona se dejó de utilizar para pasajeros (1865), y a partir de 1877 se destinó a estación de mercancías, hasta que en 1920 se derribó. El único elemento que se conserva de aquella primera estación es un reloj de pared que se encuentra en el Museo del Ferrocarril de Madrid. La estación de Mataró tuvo una vida un poco más larga, pero terminó igual. A principios de siglo XX se instaló la doble vía y en 1905 se construyó la nueva estación en una nueva ubicación. Sirvan estas líneas, cuando menos, para recordar la aventura de aquel primer tren de la península ibérica, un invento que los periódicos habían calificado de «revolucionario» y que se comparaba con la imprenta.