Vehículos especiales: trenes hospital (I)


La crisis de la Covid-19 pone de relieve la utilización de los trenes para el traslado de infectados por el coronavirus que necesitan atención hospitalaria lejos de sus lugares de origen. En Francia, el Gobierno organiza varios transportes de este tipo de unas regiones a otras para aliviar la presión de los hospitales más estresados. También otros país europeos organizan servicios de este tipo. Y en nuestro país, Renfe también se prepara para una operación similar. El operador español elimina asientos para hacer hueco a camillas en tres trenes de la serie 730 de Talgo, que pueden circular por todas las vías de España, y que tendrán capacidad para transportar 18 pacientes y al personal sanitario necesario en cada traslado. Renfe prepara este transporte «por si se requiere”, indica un portavoz. Las actuaciones recuerdan a las operaciones realizadas durante los conflictos bélicos del siglo XX.

Un siglo después el tren vuelve a tener un papel protagonista en servicios médicos, perspectiva que solo se recogen en los libros de historia como un apéndice casi anecdótico y que mucha gente desconoce por completo. La función principal del ferrocarril en la guerra es el suministro de armamento y equipo; pero el tren también se utiliza para el transporte de los heridos e incluso su atención. El primer caso del que se tiene noticia, con el tren protagonista en operaciones hospitalarias, ocurre el 2 de abril de 1855, cuando se utiliza uno de los convoyes ferroviarios para transportar a enfermos y heridos desde la meseta hasta el muelle de Balaclava, en la guerra de Crimea (1853-1856). Los trenes hospitalarios se utilizan posteriormente durante la Guerra Franco-Austriaca (1859), la Guerra Civil Americana (1861-1865) y la Guerra Franco-Prusiana (1870-1871). También se utilizan ampliamente durante las campañas coloniales, en particular en la guerra anglo-zulú (1879). Sin embargo, estos convoyes hospitalarios son, ante todo, trenes de tropas, con el pasaje restringido a los heridos y moribundos. Los vehículos utilizados tienen poco o nada de instalaciones médicas a bordo, aunque son atentidos por enfermeras; cruces rojas pintadas en los vagones indican su función humanitaria para evitar el ataque enemigo.

El tren y quirófano móvil es una innovación en la guerra de movimientos que permite salvar miles de vidas, al dar atención inmediata a los heridos de las batallas. Esta contribución ideada y aplicada en 1912 por el médico Guadalupe Gracia García, como respuesta obligada a la guerra de movimientos, constituye un avance de primera importancia mundial. Impulsa los quirófanos-ferrocarril, que prestan invaluables servicios a los soldados de la Revolución Mexicana, que no sólo salvan vidas, sino que extienden el concepto de manejo inmediato de las urgencias entre la población del país. Gracia García recoge las experiencias de su colega Ramón F. Pacheco, que diseña desde 1888 la posición de los puestos de socorro del ferrocarril México-Veracruz, que sirve en la Revolución para los puestos de hospital hasta 1920. En síntesis, esta idea se utiliza durante la Gran Guerra (1914-1918), cuando los alemanes disponen de varios trenes con quirófano donde se opera a los heridos mientras se desarrollan los combates. Y el mérito se atribuye a los médicos germanos, que fieles a su condición organizan hasta el más mínimos detalle de este tipo de transportes.

El urólogo judío James Israel que reside en Berlín es considerado el ‘inventor’ de los trenes hospitales militares del siglo XX. A principios de la Gran Guerra desarrolla un tren el que se puede operar durante el viaje y en 1915 también dirige su primera misión. Se logra un nuevo nivel de calidad, desde el «tren de transporte de heridos» hasta el verdadero «tren hospital», que predominaba hasta entonces. Estos trenes estaban compuestos por vagones cama de dos y tres ejes para el transporte de los heridos; vagones de tratamiento y vehículos de alojamiento para el personal médico y ferroviario de los trenes. Muchas de estas unidades utiliza vagones de pasajeros adecuados, vagones de cocina, resultado de la reconversión de los vagones de equipaje y vagones de almacenamiento. Los vagones de mercancías, modificados, entre otras cosas, equipándolos con un tubo de calefacción de vapor, sirven como vagones de almacenamiento.

A diferencia de los trenes ambulancia de la guerra de 1870/71, dominan los «trenes hospitalarios asociativos». La creación y composición de estos trenes se realiza a partir de las normas obligatorias de los departamentos de medicina del Ministerio de la Guerra y de los Ferrocarriles Reales del Estado de Prusia (Königlich Preußische Staatseisenbahnen, que por error originado en su división de Colonia lleva las siglas KPEV), y que controlan entidades benéficas, principalmente organizaciones humanitarias. Estos organismos consideran imprescindible que cada tren tenga el mismo número de vagones (38), con un total de 80 ejes por cada uno de los convoyes.

Los trenes Laz alemanes disponen cada uno de 38 coches con 80 ejes, en detalle: 25 ambulancias de dos ejes para 10 heridos, cada una con plataformas abiertas, barandillas de plataforma plegables y puertas de doble ala en la pared delantera (ex D2i); ambulancia de dos ejes para 8 heridos; coche de tres ejes del oficial médico jefe (ex BC3i); carro médico de tres ejes (ex BC3i); dos coches tripulados de dos ejes con 12 camas cada uno; una furgoneta de cocina de dos ejes (ex D2i); coche de dos ejes de primeros auxilios y farmacia; carro de almacenamiento de dos ejes número 1 para los suministros de cocina; coche de dos ejes con compartimento para el maquinista; dos carros de revista de dos ejes; dos coches con calefacción de tres ejes; y un vagón de carga cubierto de dos ejes (G10). Tdos los coches disponen de iluminación de gas.

No solo se modifican los vehículos existentes sino que se construyen ad hoc, como las unidades de Aktien Gesellschaft für Fabrikation von Eisenbahn-Material (la sociedad anónima para la fabricación de material ferroviario), con sede en Görlitz y construido en 1915 con el nombre de tren hospital militar «J2 Görlitz de Oberlausitz Prusia». Los trenes hospital podían transportar hasta 400 camas, incluidas las del equipo médico. La guerra y la medicina convergen en una dolorosa relación.

Un tren hospitalario del club (prusiano) tiene una capacidad para 258 heridos. El personal acompañante lo forman 46 personas: médico jefe, dos médicos asistentes, oficial acompañante, contable, 27 enfermeras, 4 enfermeras, sirvientes y cocinera. Además viajan seis ferroviarios de la compañía y un cerrajero. Con los trenes del hospital club de la Primera Guerra Mundial, se crea un sistema médico-logístico que permanece en gran medida inalterado en cuanto a la estructura, la construcción y el uso de los vagones hasta que los trenes K, complementados con vagones funcionales, se prodigan en la década de los noventa.

Entre marzo de 1915 y diciembre de 1918, el tren hospitalario de la asociación «T3» de la Cruz Roja Alemana, donado por la ciudad y el distrito de Iserlohn y los distritos de Altena, Olpe y Siegen, transporta a más de 20.000 soldados heridos y 500 oficiales de los campos de batalla de la Primera Guerra Mundial a los hospitales del frente doméstico, también a Westfalia del Sur. En un total de 82 viajes, recorre más de 100.000 kilómetros entre Rumania y Francia, Prusia oriental y Bélgica, el Mar del Norte y la Alta Baviera.

El Tren Hospitalario Real Bávaro Nº 2″, diseñado y equipado en gran parte por el Museo Alemán, cuenta con 29 vagones, todos ellos equipados con luz eléctrica y teléfono. Dispone de un vagón de operaciones y rayos X, otro de desinfección, 14 tripulantes y una ambulancia oficial. Medio centenar de personas, entre médicos, personal de enfermería, clérigos y funcionarios administrativos, se ocupan de los soldados. Desde el 3 de febrero de 1915 hasta el 11 de diciembre de 1918, el tren realiza 111 viajes. Cuatro hermanas de la Misericordia de San Vicente de Paúl de Munich alivian a los heridos moribundos. A través de sus testimonios, se pueden conocer los horrores de esta guerra.

Destaca en este capítulo Vera Gedroits, descendiente de la realeza de Lituania, talentosa cirujana, mujer excéntrica y polifacética. Es una figura extraordinaria prácticamente desconocida en Occidente, pionera en la medicina de guerra. Ella y su equipo practican operaciones y ofrecen el tratamiento que pueden, mientras el tren hospital que ha organizado se aleja del frente. En total hay unos 900 soldados. Muchos de ellos yacen con terribles dolores en camillas sujetas a las paredes. Lesiones de guerra, infecciones, heridas abiertas… Salva cientos de vidas.

Hay muchos más nombres. Al inicio de la Gran Guerra, la superiora general de las Hermanas de la Caridad, Ildegarde Zmiglio, recluta hermanas de todas partes para los trenes-hospital de la Soberana Orden de Malta. “Las Hermanas cruzadas” llegan a Milán, donde se encuentran cuatro convoyes de este tipo destinados al frente occidental: “Quiere volver a abrazar a sus dieciséis hijas, antes de su partida sobre la línea de hierro y del fuego de los campos de batalla y de las trincheras…” (muere, después de un improviso malestar, aquella misma noche, quizá angustiada por el fallecimiento de las 68 hermanas que trabajan en los hospitales de campo).

En la obra autobiográfica ‘Testament of Youth’, Vera Mary Brittain (escritora, feminista y pacifista) describe sus tremendas y devastadoras experiencias, ante las terribles condiciones que sufren los soldados en el frente y cuando caen heridos, en los precarios hospitales de campaña. La película es un testimonio del dolor padecido por los jóvenes de su generación, y posteriormente la lucha por la paz y por la igualdad de sexos.

Muchas mujeres de esa época, desarrollan un importante papel dentro del mundo del voluntariado dedicado a paliar la carencia de personal de enfermería en situaciones de extrema necesidad. El ejército británico se opone manifiestamente a que las mujeres ejerzan de enfermeras militares, con excepción de las QAIMNS. Por eso las primeras voluntarias británicas solo atienden a los soldados franceses y belgas, además de alemanes prisioneros. Muchas de las enfermeras, curiosamente pertenecen a familias de la aristocracia o, por el contrario, forman parte de su personal de servicio. La oportunidad de participar en la guerra, en cierta manera les hace sentir más libres e independientes, algo que la sociedad contemporánea no les quere permitir. Vera Brittain trabaja como enfermera en algunos de los campos de batalla más terribles, en un intento por aliviar el dolor de su duelo.

También los aliados conceden un papel importante a estos convoyes ferroviarios. Como parte de los preparativos secretos del Gobierno británico para una anticipada guerra en toda Europa, los administradores de los ferrocarriles británicos se reúnen para formar el Comité Ejecutivo del Ferrocarril en 1912. Este Comité se diseñao para dirigir los ferrocarriles durante tal conflicto, y elabora planes para 12 trenes ambulancia que se utilizarían en Gran Bretaña, listos para las bajas masivas de la guerra a escala europea. Cuando finalmente se declara la guerra en agosto de 1914, la industria ferroviaria está lista.

Inicialmente, las compañías ferroviarias francesas deben proporcionar trenes-ambulancias; pero ante las graves pérdidas de material rodante, queda claro que no puede proporcionar un transporte adecuado. En diciembre de 1914, se ordena al Comité Ejecutivo de los Ferrocarriles Británicos que construya varios convoyes para ser utilizados en Francia con el mismo alto nivel de calidad que los trenes nacionales.

A medida que la guerra avanza también lo hace el diseño de estos transportes y cada tren es mejor que el anterior. Para 1918, las compañías ferroviarias han construido 20 trenes ambulancia para ser usados en Gran Bretaña, y 31 para el Continente. Resultan vitales para el proceso de evacuación médica, y llevan a millones de soldados enfermos y heridos a un lugar seguro. La historia de los trenes ambulancia es generalmente una historia de supervivencia: los trenes llevan a los pacientes relativamente estables, que han sido trillados antes de ser transportados, a la siguiente etapa de su tratamiento. Los pacientes se clasifican antes de ser transportados. Los pacientes «moribundos» (hombres que tenían probabilidades de morir) no suben a bordo. Transportan a los hombres lejos de la batalla tan pronto como la intendencia ferroviaria lo permite.

Algunos trenes se adaptan a las diferentes necesidades de las distintas organizaciones militares. Los trenes ambulancia naval, por ejemplo, se construyen con especificaciones ligeramente diferentes: tienen «cunas» en lugar de literas para que los hombres puedan ser trasladados directamente del barco al tren sin necesidad de pasar por una camilla. Los trenes ambulancia llevan a los pacientes relativamente estables a la siguiente etapa de su tratamiento. Los procedimientos médicos avanzados no se desarrollan a bordo de los vehículos a menos de que haya una emergencia.

La mayoría de los soldados se muestran satisfechos de alejarse del campo de batalla y acercarse a la seguridad; cama, comida y atención médica básica son un lujo después del horror del frente. Pero para los hombres con graves heridas físicas y psicológicas, viajar en un tren ambulancia es una experiencia difícil; una experiencia incómoda o incluso dolorosa. Las pequeñas literas son claustrofóbicas, y los hombres con huesos rotos sienten cada sacudida del tren. Aunque en general los pacientes se estabilizans médicamente antes de ser cargados en los trenes, después de algunas grandes batallas los pasajeros pueden haber tenido poco tratamiento antes de subir a bordo, debido a la sobrecarga del personal de a bordo. A pesar de las imágenes promocionales, hay relativamente poco personal médico experto a bordo en comparación con el número de hombres. Por lo general, alrededor de tres enfermeras y tres oficiales médicos (doctores) atendían a más de 500 hombres, y a veces a muchos cientos más.

El trabajo se desarrolla en condiciones difíciles, sucias y peligrosas. El personal trabaja regularmente durante la noche para asegurarse de que sus pacientes reciban la atención adecuada, pero corre el riesgo constante de contraer piojos o enfermedades infecciosas, y de ser bombardeado. Durante las horas de mayor actividad, el personal a menudo permanece despierto durante 24 horas seguidas y trabaja en trenes terriblemente atestados. Kate Evelyn Luard, una enfermera en un tren ambulancia en Francia, describe la situación en una carta a su familia: «Imaginen un hospital tan grande como el King’s College Hospital, todo empacado en un tren… Ninguna persona externa puede darse cuenta de las dificultades, excepto aquellos que tratan de trabajar en él».

Nunca se han utilizado los trenes ambulancia como en la Gran Guerra; se usan casi a escala industrial. Solo un ejemplo basta para percibir las dificultades de un trabajo como este en un medio que no reúne características adecuadas. En los primeros cuatro días de la batalla del Somme (1-4 de julio), los trenes ambulancia realizan 63 viajes y 33.392 hombres son trasladados desde las cabezas de los trenes a las bases en la costa de Francia. Los trenes transportan muchos más pacientes de los que se pretende debido al gran número de bajas. Por ejemplo, el tren número 29, construido por el Ferrocarril de Lancashire y Yorkshire, tiene autorización para transportar a 370 pacientes pero trasladó a 761 sólo el 2 de julio.

Las redes ferroviarias son además constantemente amenazadas en los primeros años y defendidas tenazmente. No es de extrañar que estos convoyes sean blanco del fuego enemigo, como atestiguan cientos de testimonios del personal y pacientes, que deben esconderse debajo de sus trenes cuando son atacados. Y, sin embargo, a pesar de los peligros los puestos de enfermería están muy solicitados y atraen a muchos solicitantes. Las enfermeras se sienten fascinadas por estar en el centro de la acción, con trenes ambulancia que las llevan a escasos kilómetros del frente, donde los soldados se matan sin dudar un instante. Se estima que 26 millones de soldados caen en combate.

(mañana segundo y último capítulo)

(Fuentes. A Mora Urda, en «La Sanidad Militar española durante la primera mitad del siglo XX». «Ambulance trains», Railway Museum. Der Lazarettzug O3 «Großherzogin von Hessen» )

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