Cuando se perfora el suelo de cualquier ciudad, más si ésta es antigua, se suele encontrar de todo. Lo más habitual es hallar vestigios romanos o también mediavales. Pero de vez en cuando, surge la sorpresa. Y eso es lo que ocurrió en Barcelona hace unas semanas, cuando los operarios preparaban el terreno para realizar una red de recogida neumática de basuras en el Raval.
Los obreros se toparon con un agujero de una configuración «rara e inusual». Un inmenso agujero encofrado de anchura considerable y 13 metros de profundidad con escaleras de madera en forma de zigzag incluidas. El agujero, además de «raro» era «poco seguro». Imposible de explorar. Así que lo suyo fue avisar a la unidad de subsuelo de los Mossos que a su vez llamaron a la subacuática pues las aguas freáticas cubrían unos 4 metros del pozo y no dejaban llegar a una pequeña galería que conectaba con una segunda.
El misterio sobre qué era la estructura encontrada duró hasta que se dio con un vecino del Raval docto en historia del barrio. Él fue quien lanzó la alerta de que aquello eran las obras empezadas y no acabadas del metro que debía unir la Rambla con el Paral·lel y que no pudo llevarse a cabo por múltiples problemas: vecinos enfadados, edificios agrietados, huelgas de obreros, falta de financiación y aguas freáticas.
El agujero es el pozo de ataque y las dos minigalerias son el acceso a lo que debía ser el túnel y el principio de este, del que solo llegaron a construirse 5 metros. El proyecto se gestó en 1926 y tenía tres fases: el funicular desde Paral·lel hasta el parque de Montjuïc, y un segundo tramo hasta el castillo. Estos se acabaron en 1929. Y de hecho, el primero aún funciona; el segundo se mantuvo hasta principios de los 80. El tercer tramo fue el que fracasó. En abril de 1930 se licitó la obra y en el 34 se le denegó el permiso por todas las vicisitudes antes citadas. Además de pozo de ataque y el inicio de lo que debía ser el túnel, se erigieron también parte de la estación de Paral·lel (aún en pie) y las cocheras, talleres y subcentral transformadora localizadas en el cruce de Nou de la Rambla con la calle de Vila i Vilà.
La red de metro de Barcelona se inauguró el 30 de diciembre de 1924, con Alfonso XIII en el trono y la dictadura de Primo de Rivera en el Gobierno. Y se hizo con expectación, el público acudió en masa. La prensa de la época recoge la presencia del infante Fernando de Baviera vestido de general, alfombras en las escaleras y macetas con plantas tropicales en las taquillas. Además de lunch en el andén. Se pusieron en marcha cuatro estaciones: desde Lesseps hasta la plaza de Catalunya (la actual línea verde) de lo que se conocía como Gran Metro. En 1929, la línea ya llegaba hasta el Liceu y tenía un ramal que salía de Aragón (ahora Passeig de Gràcia) hasta Jaume I, hoy en día parte de la línea amarilla.